Teresa posa, junto a su hija, en el restaurante valenciano donde ha trabajado durante toda su vida.

Teresa posa, junto a su hija, en el restaurante valenciano donde ha trabajado durante toda su vida. E.E

Reportajes

Teresa, la camarera que se gastó 200.000 euros para ser madre: así funciona el negocio de la fertilidad

Esta mujer valenciana ha tenido a su hija con 47 años después de llevar más de veinte intentando quedarse embarazada. 

9 junio, 2024 02:10

Este reportaje pertenece a la serie elaborada por los alumnos del Máster de Periodismo de EL ESPAÑOL y la Universidad Camilo José Cela, en su 1ª edición. Una investigación de semanas realizada para sus Trabajos de Fin de Máster.

"He gastado 189.000 euros. Llevaba intentando ser madre 22 años y por fin lo he conseguido". Teresa ha tenido una hija con 47 años, Martina, de cinco meses de edad. Esta mujer valenciana se ha recorrido el país de punta a punta para lograr lo que más quería. Ha estado en siete clínicas diferentes a lo largo de estas dos décadas. Ha agotado todas sus esperanzas tanto en la sanidad pública como en la privada. En su testimonio para EL ESPAÑOL se refleja una historia de años de sufrimiento, desesperación y grandes inversiones de dinero.

"Martina es un milagro. Aún no me creo que sea madre". En el primer contacto con esta periodista, se aprecia la emoción y el brillo en sus ojos cuando presenta a su hija. En brazos, un bebé de ojos castaños, con chupete y con una media sonrisa, saluda a todo el que se cruza con ella. 

Teresa abre las puertas a este diario desde la que ha sido su segunda casa durante años. Un restaurante enfrente del mar, donde ha estado trabajando media vida como camarera. Durante la hora y media que se extiende la entrevista, esta mujer valenciana relata cómo ha estado más de 20 años intentando tener un hijo y lo duro que ha sido el proceso, no solo para ella; sino también, para su marido.

Industria de la (in) fertilidad

La popularización de las clínicas de fertilidad ha ido en aumento durante estos últimos años. Actualmente, en España hay 400 centros. "Solo el 20% son públicos y el 80% privados", comenta Elisa Gil Arribas, secretaria de la Sociedad Española de Fertilidad y ginecóloga del Instituto Valenciano de Infertilidad (IVI) de Zaragoza.

A día de hoy, el negocio privado mueve millones y millones de euros. El grupo español que más factura es el Instituto Clínico Valenciano (IVI) con alrededor de 300 millones de euros al año. Es el más grande. Tiene sesenta y cinco clínicas repartidas por 11 países del resto del mundo. Fue pionero en la incorporación de medicina reproductiva en sus centros en el año 1990.

En los años en los que Teresa ha estado sometiéndose a tratamientos, ha vivido el auge de las clínicas de fertilidad privadas. "Cuando empecé IVI era lo más. Había pocos centros que se dedicarán a realizar estos tratamientos de fertilidad".

Todo comenzó en 2009. "Primero, como era muy joven, decidimos probar en la Seguridad Social", relata. Sin embargo, como las listas de espera eran de dos años, recurrieron a lo privado. "Me hice unas pruebas de fertilidad en una clínica privada para ir ganando tiempo".

Años de auténtico calvario 

Teresa y su marido quisieron ser padres muy jóvenes. Ella tenía 24 años cuando comenzó su calvario. No se quedaba embarazada y decidió probar en la Seguridad Social para que le ayudaran a conseguirlo. Como era muy joven le dijeron que siguiera intentándolo y si pasado el tiempo no lo conseguía, que volviese. Así sucedió. Regresó al mismo lugar donde todo había empezado y se enteró de que las listas de espera eran eternas. Estuvo un año y medio esperando hasta que la llamaron.

Mientras esperaba en lo público, se hizo varias pruebas para descubrir el porqué de su infertilidad. En los años que lleva sometiéndose a tratamientos nunca le han dado una repuesta clara. "Lloraba y lloraba para que me dieran un diagnóstico fiable. Pero, no sabían qué me pasaba. Desconfiaba de todo, hasta cuando tenía una infección de orina pensaba que no me quedaba embarazada por eso", se lamenta recordando esos momentos tan amargos.

Teresa acompañada de su marido en la playa de la Malvarrosa

Teresa acompañada de su marido en la playa de la Malvarrosa

Después de esa larga espera, llegó el momento de empezar con los tratamientos en un centro público. Allí consiguió quedarse embarazada dos veces. Pero, en ambas ocasiones, tuvo que abortar. Uno de ellos con 12 semanas. Agotó todos los intentos para tener un hijo por la Seguridad Social. En la Comunidad Valenciana, solo te permiten "tres intentos de fecundación in vitro o ICSI (Inyección Intracitoplasmática de Espermatozoides) y cinco Inseminaciones Artificiales si tienes las trompas bien", aclara.

Ha pasado por muchos obstáculos para poder ser madre. No pudo intentarlo con todo tipo de técnicas. A la Inseminación Artificial no se sometió porque le diagnosticaron que tenía las trompas obstruidas.

Más adelante, una doctora de IVI Valencia se las extirpó. "Como ya me había hecho otras transferencias embrionarias y no me quedaba embarazada, supuso que el problema estaba en las trompas y que molestaban. Me las quitó, antes de someterme a ningún ciclo, ni a ninguna revisión". Un tremendo error. 

Luego, se descubrió que no tenía hidrosálpinx, un líquido tóxico que suele estar en las trompas y que cuando te introducen el embrión lo mata al instante. Esto ocurrió en 2011. "Si me hubiera pasado ahora, con los avances que hay, las trompas se podrían haber recanalizado con el tiempo. Podría haber sido madre de forma natural perfectamente", recuerda ese momento con los ojos llenos de agua. Todavía sigue tocada.

Parte de las facturas de IVI de seis años y años sucesivos continuó los tratamientos en otras clínicas.

Parte de las facturas de IVI de seis años y años sucesivos continuó los tratamientos en otras clínicas. Fotografías cedidas a E.E

Se tuvo que ver obligada a someterse a tratamientos de ICSI. De los más caros del mercado junto a la ovodonación. Es un tipo de tratamiento, parecido a la fecundación in vitro, en el que se introduce un único espermatozoide en el centro del óvulo. Normalmente, el precio de este tipo de tratamiento ronda los 5.500 euros.

"Dentro de este presupuesto no entra la medicación hormonal para la estimulación ovárica. Aunque varía según las necesidades del paciente, su coste ronda entre los 700 y 1000 euros", aclara Teresa.

Intentos de suicidio

En 2011, lo intentó de nuevo por lo privado. "Fui a IVI Valencia porque era de las más famosas de la ciudad y por ser una de las pioneras en abrir sus centros". Esos años fueron de total oscuridad. Fue una etapa en la que tuvo que someterse a terapia psicológica, ya que perdió a unos mellizos de 21 semanas. Necesitó parar un tiempo, porque esa pérdida la dejó totalmente hundida.

Entró en un estado de depresión. "Estuve de duelo casi dos años. Me medicaron en la terapia porque intenté suicidarme dos veces". Y en ese momento, paré y dejé a un lado los tratamientos de fertilidad. Cuando consiguió recuperarse con su psiquiatra, decidió seguir intentándolo.

Teresa junto a su hija Martina en el restaurante donde ha trabajado durante más de 20 años.

Teresa junto a su hija Martina en el restaurante donde ha trabajado durante más de 20 años. Fotografía cedida a E.E

"He estado totalmente obsesionada. Engañaba a mi marido cuando tenía que firmarme un consentimiento para ponerme un embrión. Le decía que era una carta del banco". Desde hace diez años, su marido no la acompaña a los centros.

"Iba sola, porque él ya me daba por perdida. De hecho, en las comidas familiares no se hablaba del tema". Su familia pensaba que lo había dejado a un lado, pero ella no cesó en su empeño. Tenía la intuición de que acabaría consiguiéndolo.

Arruinada 

Después de IVI, "Estábamos arruinados". Visitó una clínica de Bilbao (País Vasco) que era económico, pero no hubo suerte. "Trabajaba sin descanso de lunes a domingo para poder pagarme todo". No ha tenido vacaciones. Ha sacrificado toda su vida para tener lo que más quería: un hijo.

Los tratamientos y todo lo que ella implica (hormonación, consultas, diagnóstico) supone un precio muy alto que tienes que pagar. Hubo momentos en los que tuvo que solicitar al banco más de un préstamo para pagar los altos precios. Su hermano, que murió justo un año antes de que se quedara embarazada de Martina, también le pagaba muchos ciclos de fecundación.

Captura de un préstamo que tuvo que pedir al banco para pagar tratamientos.

Captura de un préstamo que tuvo que pedir al banco para pagar tratamientos. Fotografía cedida a E.E

Cuando había perdido casi todas sus esperanzas, probó con la ovodonación. Tras dos intentos, se quedó embarazada de su último ovocito en Quirón Salud, Málaga. Este centro le hizo una rebaja en los precios de los tratamientos al conocer su caso.

Entonces nació Martina. Fue el último intento que le quedaba después de que el resto óvulos no "fueran del todo buenos". Así, los denomina Teresa porque es como se suele transmitir al paciente la poca calidad de los ovocitos para lograr quedarse embarazada.

En total, ha estado en siete clínicas repartidas por todo el país, cinco de ellas valencianas. Reconoce que se ha gastado 189.000 euros en todos estos años.

"No me arrepiento de nada. Volvería a hacerlo de nuevo, porque mi deseo se ha hecho realidad y tengo en mis brazos a mi hija. Ha valido la pena.", termina Teresa.

Retraso de la maternidad 

A diferencia de ella, en el caso de Alicia el instinto maternal llegó más tarde. Tanto ella como su marido decidieron retrasar la edad de la maternidad. Cuando encontraron el momento oportuno, no podía quedarse embarazada. Estuvieron intentándolo durante un tiempo, pero sin éxito. Entonces, fueron directamente a lo privado porque ya tenían un seguro. Comenzó a someterse a tratamientos con 34 años. Ha estado en la unidad de reproducción asistida de la clínica UR Moncloa en Madrid.

Han sido nueve años intensos. "Estábamos mentalizados con que no íbamos a ser padres y cuando me enteré, me quedé en shock. Tenía que asimilarlo", relata Alicia. Ahora, con 43 años, ha sido madre. Se acaba de incorporar recientemente al trabajo y su hijo tiene ocho meses.

Cada vez son más las mujeres como Alicia que retrasan la edad de la maternidad. Uno de cada diez bebés nace de una madre mayor de 40 años. De hecho, en el último informe del Registro Nacional de Actividad 2021 de la SEF y el Ministerio de Sanidad se ha apreciado un incremento del 33,3% de nacimientos por reproducción asistida con respecto al año anterior. Un total de 40.638 bebés nacieron en 2021.

El retraso de la maternidad está relacionado con factores económicos. Las mujeres se enfrentan a "un mercado laboral precario y a un Estado de bienestar ausente.  Muchas tienen que abandonar su trabajo o hacer media jornada cuando dan a luz a sus bebés", añade María Sánchez, socióloga de la Universidad Complutense de Madrid.

"El Estado de bienestar no está acompañando a las mujeres" porque no se les proporcionan los recursos suficientes en la educación de 0 a 3 años. Ni se dan otro tipo de ayudas para facilitar esa conciliación familiar y laboral. Hoy en día, las parejas tienen otros anhelos con actividades relacionadas con el tiempo libre o el aprendizaje. La mujer está en continúa formación académica.

Actualmente, la edad de la maternidad se sitúa en los 32,6 años, según el Instituto Nacional de Estadística. El paso del tiempo afecta a la edad reproductiva y hace que muchas mujeres tengan que acudir a centros privadas para poder ser madres, ya que a partir de los 40, la Seguridad Social no cubre los tratamientos.

Acceso a los tratamientos 

En la sanidad pública ponen restricciones a las pacientes. Hay algunos requisitos que son generales en todas las comunidades autónomas. Dentro de las técnicas de RHA entran solo las pruebas inmunológicas básicas como las de las trompas, para comprobar si estas funcionan adecuadamente. También, te dan la posibilidad de realizarte tres inseminaciones artificiales y otras tres fecundaciones in vitro.

Desde hace unos años, la alta demanda por el retraso de la maternidad ha provocado una masificación de pacientes, que lo público no puede cubrir. Esto ha traído como consecuencia: las eternas listas de espera. Ya superan los dos años. Por lo tanto, las pacientes no pueden perder más tiempo y muchas recurren a los centros privados. 

A estas consultas, acuden mujeres que han dedicado una parte importante de su vida al desarrollo profesional. "Hay otro grupo que viene a una edad temprana para congelar óvulos. Estas mujeres son conscientes de que por ciertas circunstancias sociales, culturales o laborales van a retrasar la edad de la maternidad", explica el doctor Alfonso de la Fuente, director del Instituto de Europeo de Fertilidad.

España se encuentra a la cabeza de otros países europeos por la precisión de sus técnicas de reproducción asistida. Es el país con mayor número de clínicas privadas. En total, las clínicas españolas alcanzaron un beneficio de 730 millones de euros en 2022, según el último informe del Observatorio OBK. Se aprecia una creciente penetración de la sanidad privada para compensar la ausencia de la red hospitalaria pública. 

Precio de la maternidad 

Los expertos en reproducción asistida se han lanzado a un mercado donde la maternidad se ha convertido en todo un negocio. Ya no solo los precios de los tratamientos ascienden a miles de euros, sino que también se deben incluir otros gastos (consultas, el proceso de hormonación o todo tipo de pruebas para conocer el diagnóstico...) que elevan el presupuesto final. 

Volviendo a Alicia y a su marido, para ellos estos nueve años han sido muy complicados. Han tenido que someterse a infinidad de pruebas para saber el porqué de su infertilidad. Entre ellas destacan: cardiotipos, pruebas genéticas, pruebas de reservas tanto de espermatozoides como de óvulos.

En un principio, no le dieron un diagnóstico fiable porque parecía que estaba todo correcto. Al ver que no lograba quedarse embarazada, los médicos le comunicaron que "el óvulo era difícil de estudiar". Es decir, "esto se traduce en una mala calidad ovocitaria. Y no te informan de mucho más", matiza Alicia.

Empezaron con la inseminación artificial, pero tras dos intentos fallidos optaron por la fecundación in vitro. "Han sido muchos intentos. Nueve en concreto". Este último tratamiento es más caro. Aunque su precio puede variar dependiendo del centro privado en el que se realice, el presupuesto está en torno a los 4.000 y 6.000 euros. La técnica consiste en unir un óvulo con el espermatozoide en un laboratorio. Después, se introducen esos gametos ya fecundados en el cuello uterino.

Como relata Alicia a este medio, no siempre han realizado el proceso completo. A veces, quedaban embriones para congelar y se guardaban vitrificados hasta el momento de esa transferencia". Como Teresa, también ha sido madre con el último óvulo que le quedaba disponible. Cuando ya estaba concienciada de que no iba a serlo.

A pesar de que no ha necesitado ayuda psicológica para sobrellevar este proceso, reconoce que "lo más duro, sin duda, son los tratamientos porque suponen una revolución hormonal muy grande y te alteran tanto a nivel físico como psicológico". Ha sabido gestionarlo gracias, en parte, al apoyo mutuo. "Es una cuestión de pareja. Las alegrías y las penas se comparten", termina.

Los centros privados, por la introducción de avances tecnológicos, tienen la capacidad de "acortar tiempos, e individualizar más los tratamientos en determinadas situaciones", explica Silvia Iniesta, ginecóloga de lo público. Por su parte, la Seguridad Social cuenta con el hándicap de la masificación de pacientes y "esto de limita opciones y la rapidez en los tratamientos". Ahora, la natalidad está bajo mínimos. En 2023, nacieron solo 322.075 bebés en nuestro país, según el INE. Una de las cifras más bajas que se anotan desde que empezó el registro en 1941.

Con la natalidad por los suelos y no conseguir madres crea situaciones extremas de desesperación. Como hemos visto, hasta de traumas y suicidios. Como apuntan los sanitarios este problema se debe resolver desde los estamentos públicos. Se tendrían que dotar a los hospitales públicos con material, laboratorios y profesionales para poder ofrecer mejores soluciones a los pacientes.