Antonio Pampliega (1982) pertenece a una especie rara, necesaria e imprescindible en el Periodismo. Para no confundirse en la melé de la redacción, los que son como él se llaman 'tribu'. Son la tribu de los corresponsales de guerra.

Si en una redacción sucede alguna vez un milagro, lo sería que un periodista sienta admiración por otro. Sólo hay una excepción profesional en el afecto profesado de manera unánime: el compañero corresponsal de guerra.

El halo como profesionales valientes, desprendidos, seguros, solidarios, generosos y libres hace que muchos jóvenes periodistas, antes de comenzar a caminar en la profesión, sueñen con ser informadores en zonas de conflicto.

Así lo han verbalizado aspirantes a entrar en el Máster de Periodismo de EL ESPAÑOL y de la Universidad Camilo José Cela. Atendiendo a este interés de los futuros alumnos, nuestro máster apostará de manera decidida por el periodismo del corresponsal de guerra en el curso que comienza en octubre.

Antonio Pampliega es uno de los grandes periodistas de este género. Se incorpora al Máster de EL ESPAÑOL para que los alumnos entiendan, con su ejemplo y magisterio, el porqué y el cómo de este género de géneros. También intervendrán otros profesionales que cubren conflictos bélicos o en zonas de difícil desempeño.

Pocos periodistas españoles tienen tanta experiencia en guerras como Pampliega. Desde los 25 años hasta los 42 que tiene ahora ha estado en siete guerras en otros tantos países y en muchas zonas más con una violencia y conflictividad superior, a veces, al frente de batalla.

R.- Mi primera guerra fue en Irak, en 2008. Y la última, en Afganistán, en 2019. También he estado en Siria, hasta 12 veces, en Somalia, en Ucrania, en el Congo y en Sudán.

P.- Dieciséis años después de su bautismo, ¿por qué sigue creyendo que merece la pena ir a estos sitios?

R.- Sí, sigue mereciendo la pena jugarse la piel y todo. Porque si nosotros no vamos, nadie se entera del sufrimiento que están viviendo allí. Es lo que está pasando, por ejemplo, en Gaza, sin presencia de periodistas internacionales dentro. Nosotros somos los ojos y la voz de quienes sufren terriblemente.

P.- ¿Qué ingrediente fundamental debe tener un reportaje de guerra?

R.- La empatía. En un 80% la buena labor de un periodista de guerra se fundamenta en la empatía. En mis historias los protagonistas no suelen ser los combatientes; lo son las personas normales que viven allí. Un buen periodista de guerra tiene que saber escuchar, interesarse por los que viven en medio del conflicto, que ellos se den cuenta de que realmente te interesas por sus cosas. Así la gente acaba abriéndose.

Antonio Pampliega es ese tipo de personas a la que dejarías las llaves de tu casa cinco minutos después de conocerlas. Su rostro, sus palabras y la misma entonación de su discurso transmiten humanidad y bondad.

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R.- Pero, claro, no sólo con bondad se consiguen las exclusivas. Hay que tener empatía, como decía antes. Pero, también, un buen productor local, que consiga meterte en los sitios. El famoso 'fixer', que es mucho más que el nativo que habla el idioma local.

P.- ¿Cuál ha sido su gran 'scoop'?

R.- Pues, mira, lo conseguimos gracias a lo que antes llamaba un productor local. Fue en Alepo, en mayo de 2014, en plena guerra de Siria. Conseguí meterme en los túneles que excavaban los rebeldes al régimen de Bashar al-Asad; los llenaban de explosivos y luego los volaban para destruir objetivos. Entré allí junto con mi compañero José Manuel López. Los únicos del mundo que hemos podido hacer un reportaje dentro de estos túneles antes de una voladura.

Antonio Pampliega fue secuestrado en Siria del 13 de julio de 2015 hasta el 7 de mayo de 2016. En total, 299 días. Acompañado de José Manuel López y de Ángel Sastre, vivieron casi un año pensando que les matarían.

Ocho años después continúa en tratamiento psiquiátrico, en lucha para superar secuelas mentales. Pero no ha abandonado la profesión: "Pese a los miedos, me siento muy feliz haciendo mi trabajo".

Después del larguísimo secuestro, volvió a la guerra. En unos días viaja a Honduras, un país donde la violencia se ha adueñado internamente del país. Prepara para Mediaset una serie de seis capítulos titulada Territorio Pampliega, que se emitirá en Cuatro.

R.- La depresión que sufrí tras mi secuestro en Siria no se debió, sólo, a aquellos 299 días, sino a toda la destrucción y muerte que me tragué antes allí. Pero hay que seguir. Continúo en fase de superación del problema. Acudo a la Fundación Sira, en Madrid. Son un grupo de psicólogos y psiquiatras especializados en torturas, malos tratos y secuestros; unos profesionales estupendos.

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P.- ¿Qué tres virtudes debe tener un buen periodista de guerra?

R.- Respeto a las víctimas, tenacidad y empatía.

P.- ¿Y capacidad de observación?

R.- Por supuesto. Yo me fijo mucho en los detalles. Hace unos días, entrevistando a un abogado que trabaja con gente sin recursos, le dije: sí, pero llevas un Rolex de 15.000 euros. Por eso hay que ir a los sitios y observar bien a los entrevistados.

P.- ¿Qué consejos da a los jóvenes periodistas que quieren ser como usted y no saben por dónde empezar?

R.- Que persigan su sueño, que lo intenten, que prueben, que no desfallezcan, aunque tengan que invertir dinero al principio. No hay que perder la tenacidad.

Pampliega, nuevo profesor del Máster de Periodismo de EL ESPAÑOL, admite que ser corresponsal de guerra engancha. "No se puede dejar". Aun siendo tan sacrificado que, en muchos casos, son freelance que se juegan la vida y el poco dinero que tienen para que el medio en el que colaboran publiquen sus historias. Y se pongan las medallas (el medio).

Admira a unos pocos compañeros, como Javier Espinosa y Manu Brabo. Sin Javier, sin Manu, sin Antonio y sin unos cuantos más miembros de la tribu no habría Periodismo con mayúsculas.

Por todo esto, EL ESPAÑOL quiere formar buenos y audaces periodistas con su Máster. El tiempo dirá en qué sección o frente acaban.

*Miguel Ángel Mellado fue director de Información de EL ESPAÑOL y es el director del Máster de Periodismo de EL ESPAÑOL/UCJC