Un "cordón sanitario" y un "camino de minas": por qué Felipe VI no normaliza su relación con Juan Carlos
Cuando el Emérito cedió el trono a su heredero la opinión pública española suspendía a la Monarquía con un 3,7. Ahora, a Felipe VI le dan un 6,8.
19 junio, 2024 02:35Una lágrima asomaba a los ojos de Juan Carlos el 19 de junio de 2014 cuando a las nueve y media de la mañana le hacía entrega a su hijo, Felipe, del fajín que lo convertía en Mando Supremo de los ejércitos. No era un llanto de tristeza, la decisión de abdicar había sido solo suya motivada por las circunstancias. De ahí que su lamento se basara en la emoción de un padre que ve cómo su heredero le toma el relevo, y más tratándose de la herencia más importante de España, la jefatura del Estado.
En aquel momento Felipe VI y su padre mantenían una buena relación, con una gran cantidad de altibajos (entre ellos la imposición de casarse con una mujer divorciada, Letizia Ortiz, diez años antes), pero nada que no pueda ocurrir en cualquier otra familia.
Felipe VI en su discurso de proclamación ante las Cortes ese mismo día habló de Juan Carlos refiriéndose a "su dignidad y sentido de la responsabilidad". "Merece mi emocionado tributo como hijo y como rey", sentenciaba. Sin embargo, el hombre de 46 años que se iba a convertir en Soberano esa histórica jornada no podía imaginar que iba a ser su propio progenitor el que iba a poner a prueba la institución, una y otra vez, ante los ojos de los españoles, por culpa de sus continuos escándalos.
Desde su infancia, Felipe estuvo bajo el ala educadora de su padre. Juan Carlos, consciente del destino que le esperaba a su hijo varón, se preocupó en prepararlo, en convertirlo en un buen militar ligado por varios frentes a la vida castrense, en que fuera el primer Príncipe de Asturias con carrera universitaria que conociera todas las artes regias para poder ser un buen monarca.
En la celebración del 70 cumpleaños del rey emérito, con motivo de una fiesta que tuvo lugar en su honor en el Palacio de El Pardo, el entonces Príncipe Felipe agradeció, en un emotivo discurso, a su padre por ser su "ejemplo de vida intensa entregado a la Nación". Sorprendió a todos los presentes unas emotivas palabras en las que le daba las gracias: "Querido patrón, cómo nos gusta llamarte a mis hermanas y a mí, y cómo llamabais los hermanos a vuestro padre, nuestro querido abuelo", dijo mientras que en el rostro de Juan Carlos se reflejaba la emoción del gesto de su heredero.
El día de la abdicación, el 2 de junio de 2014, el cariño mutuo entre el rey saliente y el entrante fue palpable. A pesar de la solemnidad del acto, que tuvo lugar en el salón de columnas del Palacio Real, todos pudimos ser testigos del respeto y la admiración del hijo hacia el padre, pasando un legado de 40 años de desafíos políticos y sociales a los que se había enfrentado. Y por el otro lado, la mirada de Juan Carlos hacia su hijo reflejaba la seguridad de saber que estaba más que preparado para asumir las riendas del país que le cedía.
Felipe se convierte en Rey
Así, el 19 de junio de 2014, Felipe de Borbón y Grecia se convirtió en Felipe VI, rey de España. Asumió el trono en un momento en el que la monarquía estaba en sus niveles más bajos de popularidad de las últimas décadas. Su llegada a la jefatura del Estado fue visto como un soplo de aire fresco, un verdadero intento de borrón y cuenta nueva para una Corona en crisis. Tal y como lo escenificó el nuevo Rey en su ceremonia de proclamación ante las Cortes: "Una monarquía renovada para un tiempo nuevo".
La imagen de la institución había caído en picado desde 2011, dañada por la acumulación de escándalos, desde el famoso elefante de Botsuana -y su posterior pedida de disculpas- a la implicación de la infanta Cristina y de su yerno, Iñaki Urdangarín, en el Caso Nóos, lo que los llevó a sentarse en el banquillo de los acusados. En el momento de la abdicación, la opinión pública española suspendía con contundencia la monarquía con un 3,7 sobre 10.
Hoy, Felipe VI ha conseguido dar la vuelta a la tortilla: el 53,5% de los españoles valora "bien" o "muy bien" la trayectoria de 10 años de reinado de Felipe VI y le otorga una calificación de 6,8 (en la escala del cero al 10), según una encuesta elaborada por SocioMétrica a EL ESPAÑOL.
Pero la misión de Felipe no ha sido sencilla, aunque estaba calculada. Todo su equipo, con Jaime Alfonsín a la cabeza, se puso manos a la obra para tratar de recuperar la Corona, de forma lenta, pero constante. "Ha sido un camino lleno de minas, una tras otra. No sabíamos que nos esperaba en el siguiente recodo del camino, y lo malo es que supuestamente todo era del llamado fuego amigo", confiesa una fuente cercana a Zarzuela.
Los excesos del pasado cometidos por la figura más representativa de la institución fueron cayendo como frías gotas de agua en la imagen de la Casa Real. No importaba mucho que el nuevo Monarca presentara una nueva ley de transparencia de la Corona, en la que se podían consultar todos los detalles relacionados sobre la institución. Cada día salían a la luz nuevas historias del pasado: Corinna Larsen, ya confirmada sin pudor como la amante de Juan Carlos, viviendo una temporada en Madrid en una casa de Patrimonio Nacional, maletines con millones de euros viajando de Arabia a Suiza, tarjetas de crédito para que los nietos del Rey gasten como quiera pagadas por un empresario mexicano…
La situación entre padre e hijo empezaba a ser insostenible. Forzado por las circunstancias, cinco años después de su abdicación, Juan Carlos anuncia su retirada de la vida pública. "Fue entonces cuando la relación entre padre e hijo comienza a resquebrarse. Felipe es consciente del daño que le está haciendo su propio padre a la institución y le insta a abandonar la vida pública y a dejar Zarzuela. Eso le supone la ruptura con buena parte de su familia, entre ellas su hermana mayor, la infanta Elena, que se toma el gesto de una forma muy negativa, pero lo cierto es que no había más remedio. Desde ese momento se decide que no habrá más imágenes publicas de los dos reyes juntos. Se establece el cordón sanitario entre un reinado y otro, pasado y presente se separan para intentar salvarlos a todos en el futuro", explica la misma fuente.
Pero fue en marzo de 2020, en pleno confinamiento por la pandemia, cuando Felipe VI señaló definitivamente a su padre al renunciar a cualquier herencia que le pudiera corresponder después de la información sobre la fortuna de Juan Carlos, retirándole además la asignación que se le hacía desde el presupuesto de la Casa del Rey. En agosto, cinco meses después de aquello, el Emérito decidió abandonar España e instalarse en Abu Dabi.
Relación desde el "autoexilio"
Durante estos cuatro años de "autoexilio", la relación entre padre e hijo ha pasado por varias etapas, desde el primer viaje a España que supuso un desafío que terminó con una visita a Zarzuela con una tensísima comida familiar. "Las caras eran muy largas aquel día. La idea de aquella primera vuelta a nuestro país no era buena en aquel momento. El Rey llamó a su padre y le pidió que, si venía, que lo hiciera de forma discreta, cosa que Juan Carlos ignoró por completo. Aquella imagen de su entrada en el Club Náutico de Sanxenxo con cientos de periodistas esperándole… Cuando llegó el lunes a comer con la familia las cosas estaban más que tensas. No se sabe lo que hablaron, pero no se marchó nada feliz a Abu Dabi de vuelta", revela la misma persona.
Los lazos familiares estaban completamente rotos, hasta el punto de que Zarzuela pasó un mal rato cuando por causa del rígido protocolo británico se les comunicó que padre e hijo iban a estar sentados juntos en el funeral de la Reina Isabel II en septiembre de hace dos años en Londres. "Entonces Juan Carlos se sintió muy dolido. Consideraba a la Reina inglesa de su familia y solo la insinuación por parte de algún miembro del equipo de su hijo de que no acudiera al sepelio le molestó mucho. A los amigos les comentaba si es que acaso había matado él a alguien para no dejarle ir a la capital inglesa. Luego cuando se produjo el encuentro la cosa fue mucho más natural de lo que pensábamos todos. Se saludaron, fuera de las cámaras, y luego se sentaron juntos en el mismo banco de la Abadía de Westminster sin cruzar palabra ni mirarse, que era lo esperado por todos", explica una persona del círculo de amistades del Emérito.
Aunque muchos aseguran que la reconciliación comenzó en el entierro de Constantino de Grecia, en el cementerio griego de Tatoi cuando padre e hijo se saludaron con un beso. "Que muchos consideraron cariñoso, pero si se observa bien la escena, se puede ver que alguien de protocolo le advierte a Felipe que está al lado su padre, se puede observar cómo se acerca a él de mala gana, con paso lento, da dos besos al aire y pregunta: '¿Cómo estás?', mientras el emérito masculla: 'Bien, bien'. Así sin mirarse. Fue todo protocolo, cero cariño", añade la misma fuente.
"Creo que le sentó peor al Rey lo de las fotos del cumpleaños que le regalaron a ¡Hola! el pasado mes de enero. Juan Carlos había prometido mantenerse en un perfil bajo, pero le pudo un poco el ego y los comentarios de ciertos amigos que le aconsejan mal diciéndole que no tiene porqué esconderse ni dejar de sentirse orgulloso por su labor, sin pensar el daño que le está haciendo a la institución que él ya no dirige y sí su hijo", añade. "Últimamente todo va mejor", termina.
Y una buena prueba de esto ocurrió hace dos meses, con el fallecimiento de Fernando Gómez-Acebo, hijo de la Infanta Pilar, hermana don Juan Carlos. El padre del Rey viajó a Madrid, aunque no pernocto en la capital española, para acudir al funeral de su sobrino en la Catedral Castrense. Al terminar la misa, los Reyes salieron acompañando a los eméritos y para despedirse padre e hijos se dieron dos besos, en los labios de Felipe se pudo ver una sonrisa y leer un sencillo y cariño: "Adiós, papá. Buen viaje".