"Una vida acompañada de la música". Guillermo Hernández Barrocal sólo tenía ocho años cuando se subió a un escenario por primera vez. Fue en un festival de Granada, al que acudió por iniciativa de su profesor de piano, y deleitó a todos los presentes con el Primer Movimiento de la Sonata KV. 545 de Mozart.
Pero no fue hasta los once cuando se enamoró perdidamente de la música, y decidió que su futuro estaría marcado por ella. Precisamente a esa edad fue cuando debutó como solista con orquesta con el concierto N. 3 de Beethoven. Su potencial era tanto, que con trece años grabó un disco.
Ahora, con 16, este pianista vallisoletano acaba de finalizar sus estudios de bachillerato musical, que flexibilizó en un sólo año y que ha culminado con matrícula de honor. Aunque su objetivo en la vida es ser un gran pianista, se matriculará en el Grado de Arquitectura, "seguramente en la Universidad de Valladolid", para "tener un sentido del equilibrio" que le permita, además, saciar sus "ansias de saber y conocer siempre cosas nuevas".
Actualmente se encuentra en Varsovia, donde está acudiendo a clases para seguir apostando por su formación musical. Desde allí atiende a EL ESPAÑOL, al que asegura que la clave para todos sus logros "no es una mente privilegiada". "No quiero pecar de falsa modestia. Sé que tengo una cabeza que me ha permitido hacer muchas cosas a mi edad, pero las cosas que he alcanzado no son por un talento desmesurado, sino por una constancia que nace de la curiosidad y de la capacidad para encontrar interés en las cosas que realmente lo tienen".
Un comienzo difícil
Aunque 'prodigio' sea la palabra que quizás más se le ajuste, a Guillermo no le gusta excesivamente. "Son exageraciones", dice, a pesar de que desde pequeño tenía ya un talento impropio de su edad. Con ocho años empezó con el piano "para probar", con ayuda de una profesora particular que ofrecía clases muy cerca de su casa.
Ya apuntaba maneras. Empezó dando sus primeros conciertos en festivales de música a los que le invitaban, tocando durante unos cinco minutos. Al principio era algo anecdótico, pero los conciertos comenzaron a entrar dentro de su rutina y ahora los afronta "con total naturalidad".
"De cuando empecé recuerdo que no estaba especialmente nervioso. Eran apenas unos minutos. No requiere la misma preparación que un concierto de una hora y media como los que hago ahora. Aunque sí que es cierto fue un recuerdo memorable", apunta.
Si con el piano siempre lo tuvo 'fácil', en el colegio no tuvo la misma suerte. En toda su vida académica, ha flexibilizado curso en dos ocasiones: en primero y segundo de la ESO, y en primero y segundo de Bachillerato. Sin embargo, no sucedió lo mismo en primaria.
Cuenta, aún sorprendido por la decisión del colegio, que no le permitieron flexibilizar en esa etapa educativa, algo que se le hizo muy cuesta arriba. "Fueron momentos complicados, ya no sólo a nivel personal, que también, sino a nivel académico", explica.
"Resulta paradójico, pero primaria fue lo que más me costó. Llevaba muy mal lo de los deberes por las tardes. Unos deberes mecánicos, de unir con flechitas o copiar enunciados, cosas que no me motivaban nada. Entiendo que la intención no es mala y que a muchos les servía, pero creo que está bastante mal planteado y a mí de niño me hizo mucho daño", cuenta.
Por suerte, su andadura por el instituto fue distinta. Se muestra muy agradecido al personal de su instituto, el IES Leopoldo Cano de Valladolid, que ha entendido siempre su situación. "Me dejaron hacer, aparte de dos flexibilizaciones de curso, una educación semipresencial, que me permitió compaginar los estudios con mi formación de piano. Tuve más bien un modelo educativo online", explica.
Un 'Mozart' vallisoletano
Guillermo dedica al día 4 o 5 horas diarias al piano. "Eso como máximo. Excederse tampoco es productivo ni es bueno para la salud mental". Cuida mucho sus tiempos. Y sentir "fascinación" por todo lo que hace le ha permitido ser constante desde una edad muy temprana.
Esa receta ha hecho que desde bien pequeño, Guillermo ganara varios concursos de piano en España. Pero también ha triunfado en certámenes internacionales, como el prestigioso y reciente Jeune Chopin celebrado en Suiza, o su puesto como semifinalista del concurso de Cleveland para jóvenes pianistas, entre numerosas distinciones.
Además, con tan sólo 13 años grabó el que es su único y primer disco, que incluye interpretaciones de piezas de Liszt, Schumann y Chopin, entre otros. "Fue gracias a mi querido profesor Andreu, que grabó un disco para el mismo sello y habló de mí al productor. Creía que sería muy beneficioso para mí trabajar en algo así. Y de hecho, estaba en lo cierto. Me sirvió mucho esta experiencia, sobre todo para estudiar el repertorio, para estudiar en profundidad, porque hay más presión. Fue algo que me llenó muchísimo", asegura.
A la pregunta de si tiene pensado repetir este proyecto, sentencia que "aún es pronto". Dedica algo de tiempo a la composición, pero afirma que "no lo suficiente". "Además, estando en pleno proceso de formación y evolución, creo que no es el momento para grabar un disco", cuenta.
A pesar de todo su talento, Guillermo siempre ha estudiado "por libre", fuera de ninguna institución. "Siempre he estado con profesores particulares. He ido cambiando a medida que han pasado los años, buscando a aquellos que se adaptaran a mis necesidades". No fue hasta los once cuando decidió entrar en el Conservatorio de Música de Valladolid.
"Cuando entré, lo hice directamente en sexto de profesional". Es decir, en el último año. "Con todo lo que yo llevaba aprendido, me convalidaron muchos cursos, pero quería entrar para, aparte de obtener un título oficial de música, poder ampliar mis conocimientos teóricos de asignaturas como armonía, fundamentos de la composición, análisis, historia de la música...", explica.
Guillermo, que habla con una elocuencia y una soltura impropia de su edad, quiere aprender lo máximo que pueda, y seguir el camino al estrellato que siguieron esos predecesores que le inspiran, como Chopin, Schuman y Rajmáninov.
Aunque fuera del mundo de la música, y a pesar de su corta edad, quiere convertirse también en un Wiston Churchill, ese hombre al que define como "un ejemplo de resistencia, una persona que sabe mantener las cosas a flote cuando todo parece indicar que todo va a salir mal".
En otro de sus grandes hobbies, la literatura, encuentra otro gran referente. El joven se deshace en alabanzas para el escritor Francisco de Quevedo, con el cual se siente "enormemente identificado": "Creo que tenemos muchas cosas en común. Me encanta de él el contenido de gran peso filosófico y al mismo tiempo el dominio artificioso y espectacular del lenguaje. Es algo admirable. No sé cómo es posible que el ser humano maneje así la sintaxis. Es sencillamente sobrecogedor".
Un futuro incierto
Si algo es seguro, es que Guillermo va a dedicar su vida a la música. "Juega un papel fundamental en mi vida. Mi vida conlleva la música, pero cada vez soy más consciente de que se compone también de otras cosas. Y por eso quiero seguir estudiando", confiesa.
Su buena nota en la EBAU le permitirá acceder a la carrera de Arquitectura, que "seguramente" cursará en su ciudad natal, Valladolid. Quiere aprovechar para estar cerca de los suyos, ahora que tiene un círculo que le deja el corazón lleno.
"No solo tengo a mis padres, que también son consejeros, guías y amigos. También tengo gente de mi edad que comparte mis gustos y entiende mis preferencias, y eso en la época del colegio fue un poco complicado. Ahora me siento muy afortunado", expresa.
En cuanto a la música, no tiene "ninguna prisa". Seguirá trabajando con su profesor particular, Martín García García, y el año que viene comenzará sus estudios profesionales, aunque aún no tiene claro dónde. "Barajo varias opciones. Por nombrarte alguna, la Mannes School of Music, en Nueva York, o posiblemente Colburn School, en Los Ángeles", cuenta.
Aún así, quiere tomarse su tiempo, "no hay ninguna prisa". Y es que quiere tomar la "decisión adecuada". "No quiero apresurarme, quiero elegir la mejor opción para mí". Y seguro que lo hará, porque vaya donde vaya, Valladolid ya puede presumir de tener una joven estrella.