La preocupación por la falta de relevo generacional en el mundo de la agricultura es una realidad estructural de la profesión. Ejemplo de ello es que sólo el 4% de las 914.871 explotaciones agrarias registradas en el INE están lideradas por un jefe de explotación menor de 35 años. El campo se muere, de alguna manera, pero aún existen jóvenes y programas que no facilitarán este ocaso; que no permitirán que el sector agrícola español se desangre por la falta de personal joven dispuesto a empuñar un azadón.
Dos de estos jóvenes agricultores son Alberto Gran (Zaragoza, 1998) o Pablo Játiva (Teruel, 1992), quienes recientemente se han ido de Erasmus rural. En otras palabras, los dos aragoneses han hecho recientemente sendas estancias en explotaciones modelo de otros puntos de España para aprender de la experiencia de otros agricultores. Alberto se fue a Casar de Palomero (Cáceres) y Pablo a Patones y Torremocha del Jarama (Madrid) y ambos volvieron a sus cultivos con nuevos conocimientos para aplicar.
Ése es el fin principal del programa Cultiva, el nombre oficial de este Erasmus rural organizado y financiado por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación: “Ofrecer a jóvenes agricultores y ganaderos formación práctica en explotaciones modelo, donde tengan la oportunidad de adquirir y consolidar in situ conocimientos sobre aspectos técnicos y de gestión que puedan aplicar en el desarrollo de su propia actividad agraria”.
Es más, este mismo jueves, Begoña García, secretaria de Estado de Agricultura y Alimentación, ha subrayado en el Foro de Alto Nivel sobre Relevo Generacional la importancia de este tipo de programas para el Ministerio. Son conscientes del “desafío” que supone el relevo generacional en España para un sector que “supone 24.900 millones de euros y genera un valor añadido bruto a la economía española de aproximadamente el 10 % del PIB, además de más de 2,6 millones de empleos a lo largo de la cadena”, en sus propias palabras.
De ahí que la secretaria de Estado considere el relevo generacional como de una de sus líneas de trabajo más importantes. Por ello, el Ministerio de Agricultura apoyará a los nuevos agricultores con diversos programas como el Erasmus rural. Alberto y Pablo han aprovechado la oportunidad.
“Mi familia, por ejemplo, ha cultivado cerezas desde hace generaciones en el Parque del Moncayo, en Aragón, y por eso estuve haciendo el programa en Casar de Palomero, que está a 30 kilómetros del valle del Jerte. Todo el mundo sabe que en esta zona de Cáceres son expertos en la producción de cerezas. Por ello, me llevaron allí a aprender. Gracias a Montaña Talaván, la agricultora que me acogió, aprendí muchas cosas. Sobre todo, cómo detectar enfermedades y plagas en los cerezos”, explica a EL ESPAÑOL Alberto Gran, quien a sus 26 años ya ha ejercido durante seis como agricultor.
Pablo Játiva, por su parte, estuvo en la Comunidad de Madrid. Allí, los productores Simón y Natalia le enseñaron su manera de producir y comercializar verduras y hortalizas ecológicas. “Para mí fue una gran experiencia. Es la tercera vez que me voy por España con el programa Cultiva y lo veo como un intercambio de técnicas, ideas y, sobre todo, de contactos. El año que viene me gustaría ser una explotación receptora, porque quiero que otros agricultores vengan a Teruel y vean cómo trabajamos”, se sincera Játiva al otro lado del teléfono.
Continuar con la agricultura familiar
Algo que tienen en común Alberto Gran y Pablo Játiva es que los dos proceden de familias dedicadas a la agricultura. Ambos tienen padres, abuelos o tíos agricultores… Ellos representan la última generación que se dedica a la producción agrícola en sus familias, pero en estos tiempos empiezan a ser dos raras avis. Muchos hijos de agricultores se van a la ciudad o realizan otros trabajos. La juventud huye del campo.
Según los datos de un informe realizado en 2023 por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, cerca del 41% de los jefes de explotación tienen más de 65 años. Es decir, rozan la jubilación y la falta de jóvenes que quieran tomar el testigo cada vez preocupa más al sector. De ahí que el propio Ministerio incentive la formación de la juventud en agricultura o ganadería.
Sin ir más lejos, durante esta campaña del programa Cultiva –que se prolonga desde principios de año hasta el 31 de julio de 2024–, 226 agricultores de menos de 41 años han podido optar a este Erasmus rural. Es una forma de incentivar que la juventud agrícola quiera permanecer en el campo. Y, en muchos casos, continuar con las explotaciones agrícolas familiares, esas que han pasado de padres a hijos.
Alberto Gran puede ejemplificar a la perfección uno de estos casos. “Mi familia se empezó a dedicar a la agricultura por mi abuelo, Paco Gran. Cultivaba cerezas, almendros, olivos… Él y mi abuela tuvieron 11 hijos y mi padre, Juan Gran, desde pequeño siempre les ayudó con los cultivos. Luego se dedicó profesionalmente al sector de la industria zapatera, pero hace 15 años volvió a la agricultura. Yo, desde que soy niño, he ayudado a mi familia y desde que tengo 20 años soy agricultor. Tenemos unas 90 hectáreas y la idea es que, cuando mi padre se jubile dentro de dos o tres años, siga yo con la explotación”, explica el joven.
Alberto, de esta manera, se convierte en el último eslabón de la cadena familiar en dedicarse a la agricultura, recogiendo el testigo de su abuelo, Paco, y su padre, Juan. Y aunque en un principio estudió dos FP de climatización y refrigeración al final el campo era lo que le llamaba. “Yo crecí ahí, jugaba ahí: mi recuerdo más marcado es que cuando tenía cinco o seis años jugaba con mi padre a ver quién recogía cerezas más rápido. Como él siempre ganaba, yo le robaba las cerezas del cubo”, dice el chico, el futuro cuidador de estos cerezos aragoneses.
Pablo y sus 'Erasmus'
Pablo Játiva, en su caso, es nieto de agricultores, Ignacio y Esther, y sobrino de agricultor, José Manuel. Y aunque su madre nunca se ha dedicado a la agricultura profesional –más allá de colaborar con la familia– fue ella quien le inculcó a Pablo el amor por las cosas que crecen. “Aunque estudié un grado superior de forestales, en Aragón sólo hay trabajo en campaña y yo quería algo más estable. Además, pese a haber nacido en Teruel, siempre quise establecerme en mi pueblo: Santa Eulalia del Campo. Así que en 2020 decidí emprender con seis jóvenes y ahora somos agricultores”, explica el treintañero.
A día de hoy, Pablo no sólo tiene su plantación agrícola, sino que emplea a dos personas. Y, a sus 32 años, se ha hecho ya un experto en el Erasmus rural. No sólo ha hecho una estancia en la Comunidad de Madrid, sino que en noviembre de 2023 hizo otra en La Rioja y en enero de este año otra en Valencia. No obstante, la experiencia de ambas ha sido totalmente distinta.
Explica que la estancia de La Rioja –como la reciente de Madrid– fue “muy instructiva”. “Me trataron súper bien. Javier fue el agricultor receptor y él está en una cooperativa. Nos enseñaron a mí y a una chica gallega cómo trabajaban en campaña y aprendí ese modelo de cooperar que querría extrapolar a Teruel”, dice. Sin embargo, Játiva define la estancia en Valencia como “nefasta”.
“El agricultor receptor se llamaba Enric y lo que hizo fue aprovecharse de mí en mi estancia para que fuese un trabajador más. Casi ni se presentó. Era una persona que mal pagaba a los trabajadores y aprendí de él que no hay que explotar a los empleados. Pero vamos, al segundo día de recolectar me quejé. Desde Madrid le llamaron la atención y me pusieron en la oficina, pero tampoco me enseñó nada. Creo que ya no le dejan ser receptor. Ten en cuenta que cada agricultor receptor se lleva unos 1.000 euros del Ministerio por acogernos una semana y enseñarnos”, explica Pablo.
En total, el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación ha invertido en esta campaña del programa Cultiva, el Erasmus rural, casi 1,2 millones de euros. Y, gracias a la Unión de Pequeños Agricultores y Ganaderos (UPA) y a otros sindicatos agrarios, ha habido difusión de este programa. El objetivo, como se ha ido relatando, es formar a las nuevas generaciones de agricultores y ganaderos para evitar que el campo se muera. Para evitar que la despoblación siga desangrando la España Vaciada.