Las tortugas son animales que llaman la atención. Su curioso aspecto y su caparazón las hacen lucir como animales simpáticos e inofensivos, lo que lleva a que mucha gente quiera tenerlas como mascotas. Por eso, hay quienes comenten el error de sacarlas de su hábitat natural para llevárselas a casa, una costumbre que ha llevado a que la tortuga mora, una especie icónica del sureste peninsular, se vea hoy gravemente amenazada.

Pero esta no es la única causa del peligro que asola a esta especie. Esto es algo que sabe muy bien uno de sus mayores defensores: el Máster en Educación Ambiental, Francisco López de Haro (Águilas, 1962). Este maestro de escuela jubilado no duda en indicar a EL ESPAÑOL que la primera causa que puso a la tortuga mora en peligro de extinción fue que la gente se las llevaba. Una tendencia que el aguileño señala que, afortunadamente, se da "cada vez menos".

"Hoy, su principal amenaza es la alteración y reducción de su hábitat, debido a los cambios de uso del suelo, la construcción de infraestructuras, aumento de las zonas de agricultura intensiva, entre otras causas", explica de Haro. Todas estas consecuencias han llevado a que solo queden "entre una y tres tortugas por hectárea en la Región de Murcia y Almería, dos zonas que habían sido sus poblaciones tradicionales". Esto representa una población muy baja, que además, "está en declive por estas causas, además de por los atropellos".

Un vídeo de la Universidad Miguel Hernández sobre el secreto de la supervivencia de la tortuga mora.

-¿Qué hace especial a la tortuga mora?

-Franciso López de Haro: Es una especie muy representativa del sureste semiárido de la Península Ibérica. Solo tenemos tres poblaciones en la península. En la Región de Murcia y Almería se encuentra su población más importante. Las otras dos están en Doñana, donde fue introducida; y otra, muy, muy reducida en Baleares. En el resto de Europa solo hay escasos reductos muy restringidos. Esto supone una responsabilidad para los ciudadanos y las administraciones, que debemos velar por su protección.

López de Haro habla claro y sin titubeos. No en vano, reconoce que lleva "casi 50 años" vinculado a la protección de los animales. Hoy en día, la situación de amenaza en la que se encuentra la tortuga mora ha llevado a que esta especie ocupe un lugar destacado en sus investigaciones.

Y es que la tortuga mora tiene una cualidad que la hace destacar: se trata de las únicas tortugas de tierra autóctonas del sureste peninsular. Además, son auténticos fósiles vivientes. La Universidad Miguel Hernández establece que esta tortuga nació "hace 5 millones de años en el Cáucaso". Su presencia en el sureste peninsular podría calcularse "entre los 35.000 y 150.000 años", según estima la Asociación de Naturalista del Sureste (ANSE) a través de los restos óseos encontrados.

Una tortuga mora en su hábitat natural. AMACOPE

Por esta razón, están perfectamente adaptadas a los hábitats de sus distintas poblaciones, de clima mediterráneo semiárido. Como señala de Haro, su actividad se desarrolla en un umbral de temperaturas muy definido, "lo que hace que sea difícil verlas cuando hace menos de 18º C o más de 28 o 29". Cuando la temperatura baja o sube en exceso, "se esconden bajo tierra o entre los matorrales, por lo que su periodo de actividad se restringe a la primavera y otoño".

"Estos comportamientos les han permitido adaptarse a las particularidades del clima de esta zona", indica el investigador, que ha pasado un sinfín de horas observando a estos animalitos de lento caminar. En muchas zonas del sureste peninsular, la climatología puede llegar a ser especialmente dura en los meses de verano, debido a las altas temperaturas y a las sequías recurrentes.

-¿De qué manera influye la presencia de la tortuga mora en el resto del ecosistema?

-Francisco López de Haro: Esta especie, como las demás, forma parte del entramado natural de los parajes que habita. Está comprobado que, cuanto mayor es la biodiversidad de un ecosistema, mayor es su resiliencia ante posibles alteraciones. La tortuga mora podría tener, por ejemplo, un papel importante en la dispersión de semillas.

La situación puede empeorar

De Haro es de esas personas que transmite entusiasmo con sus palabras. "Siempre he sentido esta pasión, pero no solo por los animales, sobre todo silvestres; también por las plantas, los paisajes, la geología, la meteorología… Y hasta las estrellas", afirma con seguridad. "En la naturaleza todo está entrelazado, todo depende de todo, y estas interrelaciones, condicionadas también por la influencia humana, son lo que más me fascina".

Francisco López de Haro, en uno de sus frecuentes paseos por el campo.

Aunque cuando menciona la compleja encrucijada en la que se encuentra la icónica tortuga mora, no puede evitar que esa pasión se convierta en una frustración que, como amante de la naturaleza, le reconcome. El naturalista aguileño indica que la tortuga mora "está catalogada como 'En peligro' en el Atlas y Libro Rojo de los Anfibios y Reptiles de España".

De Haro no duda en señalar que "si no se toman medidas esta situación puede empeorar. Pero se trata de un animal muy resiliente, y si se llevan a cabo las acciones adecuadas podría salvarse". Según este máster en Educación Ambiental, las medidas prioritarias que se deben adoptar para garantizar la supervivencia de esta especie son las siguientes: "Preservación de su hábitat y conectividad entre las distintas poblaciones a través de corredores 'verdes'".

En este sentido, de Haro indica que, en el caso de la población de tortuga mora que habita el Parque Regional de Cabo Cope y Calnegre -ubicado al sur de la Región de Murcia, cerca de Almería- "el Plan de Ordenación de los Recursos Naturales podría ser un instrumento definitivo para conseguir ambas cosas". Sin embargo, lamenta que "no se aprecia voluntad para su puesta en marcha, lo que resulta bochornoso después de 31 años de retraso".

Una tortuga mora saliendo de la tierra. EFE/Pepe G. Morell

-¿Qué medidas se están tomando para garantizar la protección de la tortuga mora?

-Francisco López de Haro: Para evitar la gran cantidad de atropellos que se estaban produciendo, 12 en el mes de abril solo en la carretera que va de Calabardina a la playa del Sombrerico, la Consejería ha colocado una valla a lo largo del tramo que va desde la población de Calabardina a la Torre de Cope.

También se van a hacer tres charcas en depresiones de la falda del Cabezo de Cope a modo de bebedero, que probablemente sean utilizadas también por anfibios para su reproducción, algo fundamental para la protección de estos vertebrados en lugares áridos donde escasean los puntos de agua.

El naturalista amplía que desde AMACOPE, la asociación ecologista a la que está vinculado, se está realizando un seguimiento de las tortugas a lo largo de la valla colocada en la zona de Cabo Cope. Esta vigilancia se realiza a través de actividades de voluntariado "para evitar que esta sea una trampa para las tortugas que impida su movilidad".

Una cría de tortuga mora. EFE/Morell

En este sentido, de Haro recalca que la valla debe ser considerada "una actuación a corto plazo para evitar los atropellos. Si no se acometen otras actuaciones, esta solo serviría para acentuar la fragmentación de su hábitat, porque dejaría a las tortugas encerradas en el Cabezo de Cope".

Ante esto, el investigador explica que es necesario "construir pasos para la fauna bajo la carretera, de forma que se favorezca la conectividad de las poblaciones de Cope y su Marina. En esto parece que sí se está trabajando". De Haro amplía que, al mismo tiempo, "se deben poner pasos sobreelevados u otro tipo de actuaciones que disminuyan la velocidad de los vehículos en los tramos donde se producen los atropellos".

El pasado día 1 de julio, el Gobierno de la Región de Murcia anunció la puesta en marcha del Plan de Conservación de la Tortuga Mora. Un proyecto para el que el Ejecutivo regional iniciará los trámites "en un plazo breve de tiempo".

Mientras tanto, Francisco López de Haro seguirá trabajando en la que se ha convertido en una gran ambición: salvar la tortuga mora, joya de la corona de la fauna mediterránea. Una tarea compleja, no exenta de dificultades, que lleva casi 50 años definiendo de qué pasta está hecho este incansable amante de la naturaleza.