Televisión Española recuperó el verano de 2023, 18 años después de su última emisión, uno de sus programas históricos, el Grand Prix. Formato muy recordado por los espectadores donde dos pueblos se enfrentaban a diferentes pruebas en busca del premio.
El espacio producido por EuroTV Producciones (Grupo iZen) se convirtió en su regreso en el mejor estreno del año en televisión, con un 26,1% de cuota. Sus siete entregas fueron líderes absolutas de su franja, con una media de 1.689.000 espectadores en lineal y 336.000 en diferido y un 19,4% de cuota.
Por ello, que RTVE decidió renovarlo y este 8 de julio estrenará nuevas entregas, ampliando el número capítulos (de 7 a 10), de localidades participantes (este año hay 14) y de juegos (han pasado de 17 a 31). Como maestro de ceremonias continúa Ramón García, acompañado por Cristina López (Cristinini), Wilbur, la Vaquilla y el dinosaurio Nico, contando solo con la baja de Michelle Calvó que, por compromisos profesionales, no ha podido estar en las grabaciones de este año y RTVE decidió que no sería sustituida.
"Todos volvemos a ser niños con el Grand Prix. Hay una magia especial. Lo pasamos muy bien haciéndolo y seguro que la gente en casa también. Esto se demostró el año pasado y este año tenemos el reto de mejorar, sin cambiar la esencia del Grand Prix", afirmó Carlo Boserman, director general de EuroTV Producciones (Grupo iZen).
Una de las novedades que incluyeron el año pasado fue prescindir de la clásica vaquilla para cumplir con la nueva Ley de Bienestar Animal, pero pocos se podían imaginar que dentro de la vaquilla que aparece ahora en el programa está el atleta Miguel del Pozo.
El madrileño, además de su labor en el histórico concurso, también trabaja en una fábrica, rompe el crono en las carreras populares o anima con pasión al Estudiantes, equipo de baloncesto, desde la grada vestido de delfín, la mascota del conjunto del Ramiro de Maeztu en honor a la plaza donde celebran sus victorias.
EL ESPAÑOL ha podido hablar con Del Pozo en uno de los descansos de las grabaciones de las últimas entregas del Grand Prix para que nos explique su labor en el programa, las diferencias de hacer de vaquilla o delfín y de su pasión por el baloncesto, de la que disfruta dentro y fuera de la cancha.
'Hijo' de Barcelona 92
Miguel del Pozo reconoce que siempre le ha apasionado el mundo del deporte, y tiene muy buenos recuerdos de ver los partidos del Atlético de Madrid o del Estudiantes junto a su padre, que era ciclista amateur. Pero si hubo un evento que le marcó, ese fue el de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992.
"Para mí fue el año que significó el punto de partida de todo porque fue cuando me enganché a los Juegos Olímpicos, ese año el Atleti le ganó la Copa del Rey al Real Madrid, el Estudiantes se metió en la Final Four y ganó la Copa… todo eso me llamó mucho la atención", recuerda.
Pregunta.- ¿Qué deporte empezó a practicar primero?
Respuesta.- De niño siempre me gustó mucho el deporte, pero era muy canijo. Posteriormente me diagnosticaron que era celíaco, pero en esa época eso era una cosa rarísima y perdí varios años de crecimiento. Entre eso y que era de diciembre, era de los pequeñitos de clase, no practicaba deportes de equipo porque físicamente era muy pequeño.
Por eso tiré hacia el atletismo, que era un deporte que se ajustaba a mi estatura y porque corría muchísimo. También practiqué judo, donde lo que importa era el peso, no la edad. A mí me gustaba muchísimo el baloncesto o el fútbol y jugaba, pero no lo hacía en ningún equipo, solo con los amigos.
No es que sufriera bullying, es que en esa época se llamaban "cosas de niños". No le di la mayor importancia ni fue un trauma, pero sí es verdad que al ser tan canijo, pues algunos abusones en el recreo…
Habrá gente a la que le habrá marcado negativamente esas cosas, pero a mí me sirvió muy positivamente porque yo me valía de la ironía para meterme con ellos y devolvérsela. Si se metían conmigo, a lo mejor me daban una leche, pero yo sabía ser cruel y les buscaba un mote, algo que les doliera a los abusones.
P.- ¿Qué estudios realizó?
R.- Acabé el instituto, entré en la universidad para estudiar Ciencias Ambientales un poco porque no sabía qué hacer y no tuve una buena orientación, ya que me habían dicho que era una buena salida profesional por aquel entonces. Pero me di cuenta de que no era lo mío, y pasé a estudiar INEF, hice la carrera, estuve trabajando de eso y ahora estoy en una fábrica de piezas de coche, que pensaba que iba a ser un trabajo temporal, pero al final ha acabado siendo el lugar donde llevo 20 años.
Me quedé más que nada por estabilidad, porque al final lo otro, lo de la Educación física, me gustaba mucho, pero tampoco me veía para opositar, así que me acomodé en la fábrica y ahí sigo.
P.- ¿Qué le gusta más, el atletismo o el baloncesto?
R.- Como espectador me gustan muchísimo los dos, pero soy jugador de baloncesto frustrado. Lo que realmente me habría encantado hacer habría sido jugar en el Estudiantes, decirle que no al Real Madrid, jugar toda la vida en el club, ser un ídolo de la afición y subirme a la grada con la Demencia. Pero, por desgracia soy canijo y tampoco tengo mucho talento, entonces, a pesar de que jugaba al baloncesto en la liga municipal, no tenía ningún talento para el baloncesto.
Creo que el atletismo engancha tanto ahora porque es un deporte que puedes practicar a cualquier hora, en un rato coges las zapatillas y sales a la calle a correr. Yo llevo practicando atletismo desde niño. Hubo un tiempo que lo dejé y a los 30 años me volví a reenganchar porque hay mucha oferta de carreras populares.
Estoy haciendo cosas decentes a nivel popular, pero sobre todo porque es algo que me gusta. Corro la San Silvestre Internacional en Madrid, la que llaman profesional, aunque de esos habrá en la carrera unos 40 o 45, el resto somos amateur, pero disfruto corriéndola.
Salto al mundo de las mascotas
Del Pozo reconoce que le encanta estar dentro del traje de una mascota, ya sea el delfín del Estudiantes como de la Vaquilla del Grand Prix. Y es que, como él mismo comenta, cuando alguien ve una mascota por la calle siempre sonríe, le choca la mano o se hace una foto, algo que a él le encanta, sin perder su anonimato.
Su primera experiencia en el mundo de las mascotas fue con la del equipo madrileño: "Recuerdo que en 2006 o 2007, por un patrocinador que tenía el equipo, decidieron crear una mascota. Eligieron un delfín en homenaje a la Plaza de los Delfines, donde el Estudiantes, históricamente, ha celebrado sus títulos", comenta el madrileño.
Él lo veía desde la grada, ya que es abonado del equipo desde hace muchos años, y comenta que "quien estaba dentro debía ser alguien contratado, sin pasión por los colores, porque es que se paseaba por los pasillos y daba pena verlo. Era como un alma en pena, y a mí me daba rabia que fuera tan soso y no hiciera nada. Pensé que si a mí me dejaran hacerlo, no sé si lo haría bien, pero por lo menos le pondría más ganas".
P.- ¿Y cómo acabó de delfín del Estudiantes?
R.- Cuando el patrocinador dejó de vestir al Estudiantes, el disfraz de delfín se guardó en un almacén. Cuando el equipo se trasladó al Palacio de los Deportes (el actual WiZink Center) quisieron recuperar a la mascota para crear ambiente en la grada. Es un club bastante abierto y tolerante, pero es muy conservador a la hora de tener animadoras o cheerleaders, como sí tienen Real Madrid o Barcelona, por ejemplo. Como querían a uno de los suyos para animar, me eligieron a mí.
Empecé como mascota en un derbi y me puse el traje sin habérmelo probado antes ni nada, entonces me di cuenta de que estaba roto, no veía nada y para no tener que tropezarme tenía que sacar la cara por la boca del delfín. Algunos niños hasta se asustaban (risas). En la temporada 2017 me hicieron uno nuevo que es el que uso en la actualidad, mucho más cómodo.
Su fichaje por el Grand Prix
La que fuera capitana del Estudiantes, Mariana González, se puso en contacto con Del Pozo a través de redes sociales, ya que el cuñado de la jugadora es productor ejecutivo del Grand Prix y entrenador de baloncesto: "Me había visto en alguna ocasión en partidos de baloncesto, y me dijeron que estaban buscando una mascota para el programa", recuerda.
Le preguntaron si se acordaba del programa, del que era fan de pequeño, y le explicaron que en las nuevas entregas no habría ningún animal, pero que querían seguir contando con la figura de la vaquilla y habían pensado en él: "Lo primero que me vino a la cabeza fue que tenía que embestir a los concursantes, y yo que peso 60 kilos… pero no, me contaron que lo que querían es que animara al público y a los participantes. Me hicieron una entrevista, les convencí y empecé a trabajar en el Grand Prix", explica el madrileño.
P.- ¿Cómo se sintió la primera vez que se puso el traje de Vaquilla?
R.- El del Estudiantes es más como un pijama, mientras que el del Grand Prix es más musculoso, pero yo soy el típico corredor de fondo (risas). El delfín tiene guantes y dedos, mientras que la vaquilla tiene pezuñas y agarro un poco peor. Luego, la visibilidad en el delfín es un cuadrado de rejilla y en la vaquilla es una línea panorámica. La visibilidad para arriba y para abajo es bastante mala, pero para los lados es muy buena. Desde el principio me va perfecto y me siento muy cómodo.
P.- ¿Qué es lo mejor y lo peor de ser mascota?
R.- Para mí, lo mejor de ser mascota, sin duda ninguna, es que tienes un superpoder. Tú vas andando por ahí y la gente sonríe cuando pasas, es maravilloso. Vas mirando las caras de la gente, levantan la vista del móvil y sonríen o te chocan la mano. Eso para mí es lo mejor. Lo peor es que hace mucho calor dentro, y también la visibilidad.
P.- ¿Cómo es su día a día en el Grand Prix?
R.- En los meses que se graba, cuando salgo de trabajar de la fábrica voy al plató, ensayamos, vemos los planos de cámara, leemos el guion… cosas de esas. Entran los concursantes de los pueblos y empieza el show. Tenemos pausas para cambiar los juegos, comer, ir al baño… la mayoría del equipo no solemos ir a casa sobre las 23:30 horas, más o menos. Se están muchas horas en el plató, pero no todas grabando, hay parones.