Álvaro se ha propuesto recorrer los diez kilómetros de distancia de la próxima edición de la San Silvestre Vallecana -prevista el 31 de diciembre-. A priori, puede parecer un reto sencillo el que se ha marcado este ingeniero de caminos, pero no lo es porque Álvaro García Calvo está vivo de milagro: tiene "la pelvis reconstruida", "treinta tornillos en la cadera", "dos vértebras tocadas" y todavía ocupa una cama del Hospital de Toledo por la caída al vacío que sufrió, cuando estaba a punto de coronar los 160 metros de altura que tiene la Aguja Díaz Rubio a través de la 'Fisura de los Malditos'.
"Se han dado muchas casualidades que unidas me han salvado la vida. He estado al límite en la UCI: me han puesto ocho bolsas de sangre, perdí la cuenta de las que tomé de hierro, me han sometido a una cirugía...", tal y como explica Álvaro, desde la cama del Hospital de Toledo donde todavía se recupera de las graves lesiones sufridas el sábado 6 de julio.
Aquel día, volvió a nacer a sus 41 años gracias a los nervios de acero que tuvo su novia, Coral, opositora a la Policía Municipal de Madrid; a la pericia que demostraron en el Grupo de Rescate Especial de Intervención en Montaña que tiene la Guardia Civil en Castilla y León; a la rapidez con la que actuaron los Servicios de Emergencias, al temple de traumatólogos, como el doctor Sánchez y la doctora Alarma; a la entrega de intensivistas; fisioterapeutas; enfermeras...
De hecho, este ingeniero de caminos que desarrolla proyectos de regadíos para el prestigioso Grupo Tragsa, aclara que solo concede la entrevista a EL ESPAÑOL porque quiere dar las gracias públicamente a los servicios públicos de este país porque han evitado su encuentro con La Parca.
"Lo que quiero transmitir no es lo que me ha ocurrido, sino lanzar un mensaje de agradecimiento en estos momentos, en los que gritamos 'viva España' porque ganamos la Eurocopa y Wimbledon, pero donde de verdad hay que poner el foco de sentirse patriota es en los servicios públicos que tenemos, que salvan vidas, y que a veces están cuestionados y muy pocas veces valorados", tal y como reflexiona Álvaro García Calvo (Toledo, 1982). "Tenemos unos grandes servicios públicos porque los impuestos sirven para algo y hay que estar orgullosos de esos profesionales".
Las palabras de Álvaro están cargadas de una gratitud, una pasión y una emoción que solo puede sentir alguien que es consciente de que la vida le acaba de regalar una segunda oportunidad. "Mi caída fue de 18 metros", apunta este ingeniero de caminos, con un currículum propio de un atleta porque practica escalada, alpinismo, barranquismo, triatlón... "Soy una persona acostumbrada a que el deporte sea el centro de todo".
Aquel sábado 6 de julio, el plan era sencillo: Álvaro organizó la subida a "una de las cien clásicas de España", a través de una vía conocida como la 'Fisura de los Malditos', junto a su pareja sentimental. El objetivo era que Coral desconectase de su dura rutina como opositora a la Policía Municipal de Madrid, a base de las endorfinas y de la adrenalina que genera la modalidad de escalada clásica que utiliza puntos de anclaje tradicional: clavos, nudos, empotradores...
"Empezamos a escalar a las nueve de la mañana. Mi chica me estaba asegurando y ya había protegido seis puntos flotantes". Álvaro iba por delante y Coral por detrás, para coronar los 160 metros de altitud que tiene la Aguja Díaz Rubio, situada en Los Galayos en la espectacular Sierra de Gredos. "No estábamos abriendo una vía nueva", aclara este escalador con experiencia porque ha subido a cimas que estaban a 6.000 metros de altura en América del Sur. "La 'Fisura de los Malditos' es una vía que se escala en tres largos".
- ¿Cuál es el nivel de dificultad de la Aguja Díaz Rubio?
- Álvaro García Calvo: Tiene una dificultad de 6a+. Estábamos haciendo una cosa tranquila para que mi chica disfrutara y se distrajera de la oposición. No íbamos tensionados mientras escalábamos. No buscábamos estar cerca del límite.
- ¿En qué punto se encontraba antes de caer al vacío?
- Estaba a unos 20 o 25 metros de la cumbre. En ese punto, me anclé con mi línea de vida para que mi novia, Coral, desenredase las cuerdas, para que yo pudiera seguir avanzando mientras ella me pasaba cuerda de forma fluida, para evitar puntos que fuesen conflictivos. Yo estaba en un clavo antiguo y metí al lado, un fisurero que es otro elemento de seguridad, para pasar la otra cuerda, ya que la escalada clásica es una modalidad que se hace con dos cuerdas que vas pasando alternativamente.
- ¿Qué factor desencadenó el accidente que ha sufrido?
- Aquí me falla la memoria o mi cabeza lo ha eliminado. No sé por qué me caí. Lo que he escuchado es que el Grupo de Rescate Especial de Intervención en Montaña le ha dicho a Coral que vieron que se podría haber roto una 'presa': un trozo de roca. Lo único que sé es que de repente: yo estaba cayendo. Tan solo recuerdo que nada más caer, vi como saltaba ese clavo antiguo que estaba en la pared. A continuación, saltó el friend que puse y el fisurero.
En total, saltaron tres elementos de aseguramiento. Lo único que me dio tiempo fue a gritar tres veces el nombre de mi chica: '¡Coral!' Luego ya pierdo la memoria. Mi novia lo vio todo. Me ha contado que el impacto fue muy violento y muy feo. Lo siguiente que recuerdo es ver a Coral, en un punto de reunión flotante, donde me estaba asegurando después de acercarme hasta ella con la cuerda. Ahí ya recuperé el conocimiento.
En ese momento, Álvaro estaba suspendido en el aire, a 140 metros de altura, gravemente herido, debatiéndose entre la vida y la muerte. "Noté que tenía la cadera reventada", resume de manera gráfica este apasionado de la montaña, sobre el "dolor increíble" que sintió cuando dejó de estar inconsciente. "El impacto del arnés con la cuerda, creo que me rompió la pelvis y ese es el hueso que más sangre contiene, con lo cual, empezó una cuenta atrás porque me estaba desangrando por dentro".
- ¿Cómo sobrevivió a una situación así?
- Coral llamó al 112 y logró transmitir dónde nos encontrábamos y lo que había pasado. La operadora le dijo a mi novia que cada diez minutos le llamase para contar cómo estaba la situación. Nos tiramos una hora y media suspendidos en la pared. Fue muy duro. Estuve luchando constantemente por no desmayarme porque estaba muy débil por la sangre que estaba perdiendo y por el dolor que sentía.
- ¿Cómo definiría el tiempo que esperó a la llegada de los equipos de rescate de la Guardia Civil?
- Fue un rato terrorífico. Para mí fue doloroso y para mi chica fue de terror porque pensaba que yo no salía adelante. Hasta que escuchamos llegar al primer helicóptero y se situó enfrente de nosotros.
El sonido de aquellas aspas debió ser más épico que los acordes de la Cabalgata de las Valquirias de Richard Wagner. "Mi novia comenzó a hacer señales". Era la única opción que Álvaro tenía de sobrevivir y se aferró a un miembro del Greim cuyo nombre jamás olvidará: "En un minuto, Aitor se aseguró, bajó hacia mí y me quitó las cuerdas. Como mi chica ya me había liberado del peso del material de escalada, Aitor me subió al helicóptero con mucha habilidad porque el arnés tirada y me dolía mucho porque llevaba la cadera destrozada".
A partir de ese momento, los servicios públicos con los que está tan "agradecido" este ingeniero de caminos, siguieron coordinando su trabajo con tanto acierto que salvaron su vida, a base de tomar buenas decisiones, como movilizar una ambulancia en el Campo de Fútbol de Arenas de San Pedro que lo trasladó a toda velocidad hasta la UCI más cercana: el Hospital Nuestra Señora del Prado de Talavera de la Reina.
"En vez de llevarme a Madrid o Ávila que es lo que se suele hacer, me evacuaron a Talavera porque veían que tenía un color muy anímico y allí me tiré dos días en la UCI: 'chupando' sangre", recuerda tirando de humor. "Después pasé otros dos días en la UCI de Toledo y me practicaron una fijación de cadera, con un hierro por fuera, que me alivió el dolor acumulado". Álvaro ha superado un trance tras otro con la fuerte mentalidad que atesora, a base de duros entrenamientos en bicicleta y corriendo, para llevar al extremo su resistencia física en carreras con 100 kilómetros de recorrido por el monte, el Ironman de Vitoria o el Ultraman de Cabezón de la Sal, conocido como 'Infiernu Cántabro', donde quedó séptimo.
- ¿Qué pronóstico le dan los médicos del Hospital de Toledo?
- En este hospital todos me están cuidando de forma celestial. He pasado la fase de dolor, molestia y de incomodidad. Estoy a la espera de recibir el alta, si salen negativos unos cultivos que me han hecho por una posible infección. Me queda un proceso de recuperación muy lento. Me han reconstruido la pelvis: tengo dos placas de hierro y treinta tornillos. Además, tengo tocada en la zona lumbar la L3 y L4.
Voy a tener tres años de seguimiento, para ver cómo evoluciona la pelvis. Se trata de una cuestión biológica: a ver cómo mi cuerpo es capaz de aceptar todos esos huesos que se han unido y a ver si no se necrosa nada. A mí me han dado una vida que no debería tener y ahora comienza una vida muy distinta porque soy una persona muy activa. Esto me va a suponer un cambio de perspectiva que estoy asimilando. Una vida nueva con miras nuevas.
- ¿Podrá volver a caminar?
- Ahora tengo por delante dos meses en silla de ruedas y luego un periodo de tiempo indeterminado utilizando muletas. Claro que voy a caminar al cien por cien. Me he puesto como meta correr la San Silvestre de este fin de año: no te digo más. Hay que buscar pequeños objetivos. Soy una persona muy acostumbrada a la disciplina del deporte, a los entrenamientos del Club de Triatlón Diablillos de Rivas, a las carreras ultra trails, al montañismo...
Estoy psicológicamente preparado y para mí, esto no deja de ser un proyecto de recuperación a largo plazo. Generalmente, la capacidad mental es más grande que la física y eso es lo que más falta me va a hacer a partir de ahora.
Tras 19 días hospitalizado, el tiempo de espera para recibir su ansiada alta médica, lo aprovecha para enviar cartas de agradecimiento a todos aquellos que participaron en su rescate: "Tengo que escribirle a la Guardia Civil, a la Delegación del Gobierno de Castilla y León...". También aprovecha para responder por WhatsApp, por teléfono o a través de Instagram [@algarcal], a todas las muestras de cariño que ha recibido de familiares, amigos, compañeros de trabajo y jefes del Grupo Tragsa.
Escuchar a Álvaro resulta motivador por su optimismo, por su fortaleza mental, por su claridad de ideas, su convicción y su espíritu de superación. El mismo que aprendió cuando siendo un crío con solo 8 años fue capaz de coronar, junto a su padre, los 2.049 metros del Ocejón: el pico más alto de Guadalajara. "Desde muy pequeño, con mis padres, siempre fui a los Picos de Europa o a los Pirineos, para hacer rutas. Ahí se quedó el germen de mi afición por el montañismo y empecé a escalar".
Tanto es así que esa pasión le ha llevado a hacer el trekking de los Annapurnas, la ruta más famosa de Nepal, y a ponerse a prueba escalando en los Alpes, en Ecuador, Bolivia o Perú. "Nunca había sufrido una caída", subraya. Pero ya se ha levantado y Álvaro García Calvo piensa volver a caminar en la San Silvestre. "El optimismo te salva".