Todos alguna vez nos hemos sentido molestos al escuchar determinados sonidos. El llanto de un bebé, el ladrido de un perro o un ruido fuerte y repentino que consiga sobresaltarnos puede provocar incomodidad en quienes los perciben. Pero ¿qué sucede cuando el límite de esa molestia sobrepasa la normalidad? En estos casos podríamos estar padeciendo un trastorno psicológico llamado misofonía.
Gustavo Mesa, psicólogo experto en misofonía y técnico de sonido, explica a EL ESPAÑOL en qué consiste esta patología de la que apenas se tiene consciencia. "La misofonía es un trastorno psicológico en el que ciertos sonidos, como pueden ser el chasquido de los dedos, la masticación o la respiración, provocan una intensa incomodidad, irritación e incluso ira en quienes lo padecen", señala.
La misofonía no es tan común como otros trastornos psicológicos, explica Mesa. "No existe tanta conciencia de ella, aunque se reconoce cada vez más como una condición válida. La prevalencia exacta no está bien establecida, pero se estima que afecta aproximadamente al 3-20% de la población".
Rebecca Elvira, de 18 años, afronta su día a día soportando este trastorno. "Para mí, vivir con misofonía es vivir completamente estresada, agobiada, con ataques de ira y de ansiedad por cosas que el resto de la gente no logra comprender", cuenta.
"La misofonía provoca que un sonido estropee todo mi día. Por ejemplo, si un día se me olvida cerrar bien la ducha y ésta tiene un leve goteo que provoca que las tuberías suenen por el aire, o si un día que me encuentre especialmente sensible se me cae un vaso y provoca un estallido, me pongo a llorar porque ese sonido me ha provocado un miedo terrible, una inseguridad", añade.
Teresa, una mujer de 33 años que también sufre este trastorno, cuenta que para ella vivir con misofonía es "muy complicado, sobre todo torturador". Teresa define la misofonía como "un trastorno realmente incapacitante". "Genera muchísima impotencia, porque no puedes cambiar lo que sientes. Además, te sientes terriblemente incomprendida porque sabes que lo que te pasa es extraño y parece que estés loca o que seas una tiquismiquis".
La paciente recuerda unas vacaciones con amigas que terminaron resultándole realmente traumáticas. "Una ellas no paraba de silbar todo el rato, fue horrible. No podía escuchar esos silbidos ni 10 segundos y me ponía a resoplar, mover las piernas… no podía soportarlo. Lo recuerdo como una experiencia horrorosa. Pasados los años le expliqué que me molestaba tanto por el trastorno que tenía, y aunque parece que lo entendió mejor, aun así se ofendió".
Convivir con misofonía
A Andrea Escudero Martínez, de 25 años, le resulta realmente problemático sobrellevar el trastorno porque ataca directamente a sus circunstancias personales. "Actualmente vivo con mi pareja, que tiene gatos. Estos animales necesitan lavarse continuamente, y ese sonido me provoca muchísima rabia. La convivencia con los animales se me complica bastante", relata.
La misofonía de Andrea comenzó a los 8 o 9 años, cuando tuvo su primer perro. "Era hembra y no estaba castrada, por lo que se lamía mucho. Entre el sonido que generaba y la situación, empecé a sentir muchísimo asco", explica. "Es por eso por lo que el sonido de los animales lavándose me provoca tanto malestar. Hay otros sonidos que también me molestan, pero los soporto mejor".
Andrea ha llegado incluso a discutir con su pareja por no poder aguantar el sonido que emiten sus mascotas. "Mi novia está más que acostumbrada a ellos, pero yo no puedo estar tranquila en el salón, estoy siempre alerta por si escucho a las gatas. Yo misma acabo estando demasiado pendiente de ellas, y necesito tenerlas localizadas para comprobar que no se estén acicalando. Si no las veo directamente me imagino que se están lavando y me pongo de los nervios", explica.
La paciente también se siente muy incómoda y ansiosa con los sonidos de las alarmas y de los teléfonos móviles. "Recuerdo que de pequeña, en varias ocasiones, se me quedaba pillada la alarma del móvil y no era capaz de pararlo. Tenía que soltarlo e irme corriendo a otra habitación para intentar calmarme, porque me daba pánico que el sonido se quedase en constante repetición", cuenta. "Todo lo que tenga que ver con alarmas me pone en estado de alerta porque me da pánico no poder pararlas".
Tratamiento y solución
Gustavo Mesa hace hincapié en la búsqueda de ayuda profesional para tratar este trastorno, preferiblemente con un psicólogo o psiquiatra que tenga conocimiento sobre la materia. "No es recomendable recurrir a ruido blanco o tapones", explica. "También es importante que la familia y el entorno no modifiquen su día a día, ya que el evitar los sonidos molestos no les ayudará, sino todo lo contrario".
Teresa, una de las pacientes entrevistadas, no sigue las recomendaciones de Gustavo Mesa e intenta evitar la molestia alejándose de las personas que emiten aquellos sonidos que tanto le incomodan. "Es fundamental", comenta.
"Creo que lo más efectivo, al menos para mí, es huir del sitio por el que estás sufriendo a causa de ese sonido. He llegado incluso a irme de comidas familiares porque no he sido capaz de gestionar el estrés que sentía. Demasiados ruidos a la vez… al final como mejor estás, es sola", relata la paciente, expresando el gran agotamiento que le provoca este trastorno en el ámbito familiar.
"Mi madre, mi padre y mi hermano emiten todos los sonidos del mundo que me molestan: carraspear, escupir flemas, dar golpecitos con el bolígrafo en la mesa, pasar la cucharilla del café por la taza durante mucho rato, silbar, los ruidos de los platos y cubiertos… tener la televisión encendida me ayuda muchísimo, porque hace que no oiga tanto esos ruidos. Cuando no hay anda encendido ni un ruido fuerte que los tape, literalmente siento como si me torturaran".
La terapia cognitivo-conductual (TCC) puede resultar útil para tratar este trastorno sensitivo. Esta clase de terapia ayuda a los pacientes a tomar más conciencia de los pensamientos negativos para que sean capaces de visualizar determinadas situaciones con una mayor claridad. En el caso de la misofonía, esta terapia pretende controlar la ansiedad que provocan los sonidos en la persona afectada.
Tal y como explica el psicólogo Gustavo Mesa en su página web, "la terapia intentará lograr que se elimine la asociación de emociones negativas con esos sonidos. También se trabaja el descondicionamiento de los estímulos que generan malestar hasta conseguir que sean estímulos neutros".
La misofonía y el TOC
Un artículo escrito por Diario Público explica que las personas afectadas por este trastorno psicológico tienen bastantes puntos comunes con aquellas que padecen Trastorno Obsesivo Compulsivo, por lo que es frecuente que ambos trastornos se confundan.
Gustavo Mesa, por su parte, considera que las similitudes entre el TOC y la misofonía vienen dadas por las obsesiones y compulsiones que se presentan en ambos trastornos. "En la misofonía existe una obsesión por un sonido determinado, en el cual el paciente ya se ha fijado incluso antes de que suene, lo que provoca la realización de compulsiones para liberar ese malestar. Taparnos los oídos o decir a la persona que emite el ruido que se vaya son algunas de ellas", explica.
Aunque ambos trastornos tienen similitud a nivel teórico, no sucede lo mismo en la práctica: "A día de hoy, la misofonía no está catalogada como un trastorno como sucede con el TOC, aunque cada vez se percibe más como una condición válida", indica el profesional.
La misofonía puede llegar a afectar significativamente la calidad de vida de aquellos que la padecen, explica Mesa. "Las personas con misofonía pueden experimentar estrés, ansiedad, irritabilidad y dificultad para concentrarse cuando están expuestas a los sonidos desencadenantes".
Así sucede en el caso de Rebecca; este trastorno limita mucho su vida y sus relaciones sociales. "Con mi familia no he tenido tantos problemas porque, gracias a dios, siempre me han apoyado y respetado mucho. A nivel social, hasta que te conocen, las personas siempre van a pensar que te pasa algo. El hecho de estar de fiesta o tomando algo y comenzar a sentirme mal de repente porque noto un sonido muy repetitivo y constante, o que me empiece a incomodar cómo respira la otra persona… afortunadamente tengo amigos que me comprenden, pero antes de conocer a las personas me da bastante reparo expresarles cómo me siento", relata.
El aspecto escolar y académico es el que más incomodidad le provoca a la paciente. "No conozco peor lugar para los sonidos que un instituto, partiendo de la base de que estás seis horas metido en un lugar que no es tu zona de confort controlable y los sonidos dependen muchísimo de otra gente", explica Rebecca.
"Personas hablando constantemente, algún profesor con un tono de voz que me resulta insoportable… creo que esto nos ha pasado a todos alguna vez, pero imaginaos lo que es vivirlo con misofonía. Aún tengo grabados los sonidos de ciertos profesores que me angustian mucho".
Teresa, por su parte, también considera que la misofonía influye muchísimo en todos los aspectos de su vida. "Siempre que haya alguien que emita uno de esos sonidos repetitivos, da igual el ámbito en el que ocurran, mi vida se convierte en una tortura sensitiva". La paciente lleva cinco años sin acudir al psicólogo, aunque expone abiertamente sus deseos de retomar la terapia. "Quiero volver muy pronto, y definitivamente le explicaré lo que me sucede para que me ayude a mitigar esta ira incontrolable que siento".
Soluciones y posibles resultados
Según explica Gustavo Mesa, existen dos posibles resultados terapéuticos. "Un 70% de los pacientes, tras realizar la terapia, es capaz de escuchar los sonidos sintiendo una cierta incomodidad, pero ya no utiliza métodos de evitación como pueden ser el uso de cascos o mandar callar a la persona que emite el ruido molesto, ya que su grado de irritabilidad en estas situaciones ha disminuido y ya es capaz de controlarlo. El otro 30% ni siquiera se da cuenta de los sonidos, vuelve a sentirse como antes de la adolescencia, que es el momento en el que normalmente se despierta esta dolencia".
Este reportaje pertenece a la serie elaborada por los alumnos del Máster de Periodismo de EL ESPAÑOL y la Universidad Camilo José Cela, en su 1ª edición. Una investigación de semanas realizada para sus Trabajos de Fin de Máster.