En 2023, Manuel Puertas tuvo que regalar 80.000 kilos de sandías. Los altos precios de producción y el bajo coste al que las vendía en el mercado lo forzaron a tomar una decisión desesperada. Mejor donar a vecinos y extraños que dejar que se pudrieran en sus invernaderos o, peor aún, venderlas a unas pérdidas indignas y humillantes. Tres meses de trabajo, cada mañana, cada tarde, para que un grupo de desconocidos se las llevara a coste cero. Una situación que lo llevó a tener unas pérdidas de 30.000 € y que estuvieron a punto de arruinarlo.
"Tenía 15.000 metros sembrados de sandías, casi 110.000 kilos en total. Poner esa finca me costó 45.000 €. Eso es algo que adelantas esperando tener un buen año. Pones todo ese dinero y esperas a recoger el primer kilo de fruta con miedo, porque nunca sabes a cuánto te las pagarán. Mira cómo salió al final. Tuve que regalar el 80% de la producción", lamenta Puertas, originario de Motril, Granada, un año después de que se hiciese viral aquel vídeo en el que, agotado, repartía su producción.
En 2023, los precios cayeron un 50% respecto a 2022. Muchos agricultores se vieron forzados a vender a 0,20 € o 0,30 € el kilo de sandía, una cifra que no cubría, según COAG, ni los costes de producción mínimos. "Nunca deberíamos vender por debajo del coste de producción. Hay que negarse", asegura Puertas, quien, a pesar de la debacle económica que sufrió, no se arrepiente de su decisión, tomada in extremis.
Por supuesto, tal y como auguró hace unos meses, Manuel Puertas ha dejado de cultivar sandías porque ha estado a punto de arruinarse. "Aún sigo pagando las pérdidas del año pasado. Este he ido mirando euro por euro para no exceder en gastos. En vez de regar cuatro veces, lo he hecho dos; si he tenido que sulfatar, he metido bichos, pero no me he embarcado en gastos extra. Sigo siendo agricultor, pero este año sólo he sembrado tomate y pepino holandés. De lo contrario, me hundo del todo. Si no llega a ser porque tenía un fondo guardado...".
A lo largo de 2024, el coste de producción de sus tomates ha sido de 0,65 €, pero lo ha vendido a 0,42 €. Otra vez, a pérdidas. El beneficio, no obstante, lo ha tenido del pepino, porque su producción varía entre el 0,45 € y el 0,75 € y él ha podido meterlo en el mercado a 0,80 €.
"Dependemos mucho del clima, de si el frío entra pronto, de si la producción merma. El problema que tenemos en España es que hay una producción desleal, especialmente de Marruecos. Ellos utilizan productos prohibidos en España desde hace 20 años. Una persona aquí cobra 7 € la hora, más seguros sociales; allí trabajan por 5 € al día. Es un trabajo desleal, una explotación. Por lo que yo pago a una persona ahí tienen a 16 €. ¿Y eso lo permitimos?", se pregunta el agricultor.
Las fluctuaciones del mercado y la falta de una regulación estatal hunden en la incertidumbre a muchos agricultores, denuncia Puertas. "Estamos tirados de la mano de Dios. Siembras, lo trabajas, los primeros kilos no sabes cómo te los vasn a pagar, porque no tenemos un mínimo". Es una de las cosas que piden: no pagar nunca por debajo del precio de coste y evitar que el mercado se sature de productos de importación.
"En septiembre el tomate se vendía a 1,20 €. Después de las huelgas, con el cierre de fronteras, apenas exportamos. Como hay mucha producción de Marruecos, se abarrota el mercado, y como se lo compran muy barato, hemos tenido que bajar los precios", asegura el agricultor, argumentando que se trata de un caso de competencia desleal.
"Cuando un producto llega al lineal del mercado, este tendría que poner en la etiqueta no sólo el origen, sino lo que pagan al agricultor", señala Puertas. "Si el distribuidor lo vende a 3 €, que ponga qué le ha pagado a cada cual, para ver quién se lleva la diferencia. Si a mí me pagan 0,40 € pero en el lineal está a 5,20 €, ¿dónde está el beneficio y quién se aprovecha de ello?".
A pesar de que Puertas ha tenido algo más de suerte este año y no se ha arruinado, aunque aún sufra las deudas del año pasado, otros de sus compañeros sí han padecido, de nuevo, las consecuencias de los precios bajos que dan por su producción. Hace tan sólo unos días, el agricultor José Alfonso Soria se negó a seguir vendiendo sus sandías a 5 céntimos el kilo y no a 40 céntimos, que es el mínimo al que estaba dispuesto a venderla. "Por debajo de esos precios es imposible sobrevivir, y para que me paguen 5 céntimos prefiero que se pudran en el campo", zanjó.