Bryan Johnson es un magnate norteamericano del sector tecnológico de 46 años que ha invertido millones de dólares en retrasar su muerte. Cree haber logrado ralentizar su proceso de envejecimiento combinando un estilo de vida basado en el ayuno intermitente y un estricto protocolo de descanso y de ejercicio físico con la ingesta de montañas de suplementos y de "pastis", que tienen por finalidad mantener sus marcadores biológicos en los valores óptimos.

Para retrasar su propia muerte, llegó incluso a someterse a seis transfusiones de un litro de plasma. El donante era su hijo. Luego dejó de hacerlo porque, según parece, no producía beneficios relevantes.

Gonzalo Ruiz Utrilla es un ingeniero español de Telecomunicaciones de 43 años que pretende ralentizar su propio envejecimiento igual o más que Johnson mediante una serie de estrategias que también incluyen un particular patrón de vida y ciertos suplementos pero, atención, sin recurrir al hackeo de su genoma o, lo que es lo mismo, a la manipulación genética de su herencia biológica.

Utrilla vende, en sentido literal, estrategias de longevidad a través de una página colgada en Internet. Su propuesta incluye la comercialización de suplementos y de mediciones de la edad biológica gracias a un acuerdo establecido con los laboratorios que evalúan la del norteamericano.

El gráfico con el que Ruiz Utrilla comunicaba sus hallazgos y las bondades de su programa antienvejecimiento tiene un poco el formato y la estructura de un crecepelo clásico. "BrYan tiene 45 años (ahora está a punto de cumplir 47) y un ritmo de crecimiento de 0.69 años por año. Gonzalo tiene 42 y un ritmo de envejecimiento de 0.69 años por año. Lo ha conseguido con mucho menos. Voy a mostrarte cómo tú puedes hacerlo".

Si aplicamos ese ratio a su edad cronológica resulta que lo que el español sostiene es que conserva los valores de un joven de unos 30. Lo que vende es una supuesta alternativa para envejecer al mismo ritmo que él aunque no tengas los dólares del multimillonario mormón y sin terapias génicas.

10.000 seguidores de Utrilla

¿Hay mucha más gente en nuestro país obsesionada con la inmortalidad?. Por regla general, la muerte es percibida por casi todo el mundo como un atraco: uno va a pagar un día y descubre que le han robado la cartera.

Visto así, serían millones. Pero lo interesante aquí es toda esta cohorte de personas a las que Johnson ha inspirado y que buscan de una forma más proactiva la manera de burlarla o retrasarla. Ruiz Utrilla ha logrado cerca de diez mil seguidores en su página, según sus propios datos.

En otras palabras, la popularidad de ciertos de canales de Youtube o la propia página del ingeniero respaldan la idea de que hay como poco cientos de españoles que, a imitación del millonario mormón de Utah, siguen alguna clase de programa o ingieren preparados de eficacia no probada para modular valores biológicos relacionados con el envejecimiento.

No hay ningún caso conocido de compatriota que haya manipulado su genoma para alargar su vida hasta la fecha, pero según nos dice el experto en longevidad hispanovenezolano José Luis Cordeiro, sí que hay al menos un español que se ha sometido a transfusiones de plasma.

"El problema es que la gente tampoco va hablando de lo que hace. En Estados Unidos, por el contrario, sí que hay mucha gente que se va a Panamá, Bahamas, Honduras o Colombia para someterse a terapias génicas o comprar plasma".

"Vivir es una agresión al cuerpo"

¿Aspira Ruiz Utrilla a vivir más que el común de los mortales? Lo que en su web sostiene es que confía en convertirse en un saludable centenario. Con nosotros, adopta un tono más conservador.

"Realmente, vivir es una agresión al cuerpo que produce envejecimiento pero muchos estilos de vida llevan a un envejecimiento muy prematuro. Entonces, más que para retrasar la muerte, nuestras estrategias se dirigen a permitir que vivamos todo el tiempo para el que hemos sido genéticamente programados", asegura.

¿Y cuáles son las estrategias 'low cost' de esta comunidad española de transhumanistas? "Lo más obvio es que no haya deficiencias nutricionales ni agresiones al cuerpo como la obesidad o el consumo de drogas, alcohol o tabaco. Luego está el tema del sueño. Es preciso dormir lo que el cuerpo necesita. A este estilo de vida hay que añadir unas relaciones sociales saludables y alguna forma de autorealización. Cuando hemos cumplido estos objetivos que nos permiten no adelantar la muerte, podemos ya meternos en otras prácticas más avanzadas para aumentar ese límite como las terapias génicas de telomerasa".

En su propia web, Utrilla incluye entre sus servicios diversos complementos para inducir un sueño reparador o con otros objetivos. Por otro lado, las pautas del estilo de vida que menciona van mucho más allá de los clichés de las prácticas saludables. Así, por ejemplo, es comúnmente aceptado entre esta comunidad de creyentes que dejar de comer de forma intermitente refuerza el organismo.

Johnson toma su última comida a las once de la mañana. Claro que la mayoría de los popes de la ciencia tienden a creer que es solo un charlatán o, en el mejor de los casos, un iluso confundido por su obsesión por no morir.

Los transhumanistas como Ruiz Utrilla o el mormón de Utah alientan la noción legítima de que la tecnología sea capaz de superar las limitaciones humanas fundamentales, y ninguna hay más fundamental que la que pone fin a la existencia.

Lo que los sectores académicos les cuestionan no es la naturaleza de su ambición, sino la eficacia de los métodos que a menudo utilizan. Y en paralelo, fluye subterráneamente este negocio de la muerte, o de la no muerte.

"No hay una forma estandarizada de medir la edad biológica", nos dice el ingeniero español. "Lo que hacemos es medir ciertos parámetros para decir que estoy igual que una persona de veinte años. Puedo desplegar la misma fuerza, tengo los mismos biomarcadores, el mismo daño en los órganos... Es decir, no solo envejezco a un ritmo menor, sino que esos marcadores biomecánicos están igual que los de alguien de veinte años".

"Tampoco es que haya muchas terapias génicas", prosigue Utrilla. "Una de las más famosas es la que acaba de realizar el propio Johnson en la isla hondureña de Roatán. Lo que hacen es introducir un gen que codifica la folistatina y que favorece el crecimiento muscular, la salud de los telomeros y la reducción de la edad epigenética. Cuesta unos 40.000 euros y lo bueno es que tiene un mecanismo de seguridad. Si algo va mal, puede tomarse un antibiótico. Y además, tiene una duración de unos dos años".

"No cabe duda de que Johnson es un experimento humano en sí mismo", afirma Utrilla. "Pero él hace hincapié en que la mayoría de las cosas que consigue para reducir su envejecimiento se deben a su estilo de vida, a una dieta con micronutrientes adecuados, a una serie de deportes y a un protocolo de descanso que le permite regenerarse y afrontar el día con unas enormes ganas de vivir. Todo ello lo complemente con sus relaciones sociales".

El ingeniero acostumbra a presentarse en su canal de Instagram en blancas playas de aguas esmeraldas y en escenarios deportivos y familiares, especialmente junto a su esposa, con la que acaba de tener un hijo. Al igual que Johnson o la también genéticamente modificada Liz Parrish, su aspecto juvenil y musculado es la mejor publicidad de su mensaje (y sus productos).

Claro que al final del día, no existe prueba alguna de que vayan a vivir más. Lo que tenemos es un puñado de personajes de aspecto lozano y juvenil y una serie de tests con marcadores que sugieren que han envejecido menos que el común de sus congéneres. Ellos y sus seguidores tienen algo en común: dedican el grueso de su vida a preservarla. Están viviendo una especie de metavidas.

"Yo no creo que esté retrasando mi muerte", nos comenta el español. "Lo que estoy intentando es que no se anticipe. El estilo de vida occidental nos daña mucho y yo trato de vivir con el máximo potencial, pero de acuerdo a las limitaciones de nuestra herencia biológica. No he realizado ninguna terapia génica. Es decir, no he retrasado mi muerte más allá de los límites para los que estamos programados. Sigo siendo un Sapiens. ¿Lo es también Johnson? Sobre eso hay opiniones".

"Pero mira, todas las personas que van al médico porque están preocupadas por su saludo se ponen a dieta están manifestando preocupaciones similares a las mías", continúa Ruiz Utrilla. "No conozco a nadie al que se le dé la opción de fallecer más tarde que no acepte la oferta. Está en nuestra esencia".

Criopreservación

El epílogo o la desembocadura natural de esta preocupación por revertir la muerte es la criopreservación de los cadáveres. De hecho, el verdadero negocio del ingeniero es una participación en una startup que ofrece unos servicios funerarios muy especiales. La empresa se llama Tomorrow View.

"Yo concibo la criopreservación humana como una ambulancia al futuro. Cuando enfermamos o sufrimos un accidente, nos trasladan a un lugar donde nos pueden asistir", concluye.

"La criopreservación es un viaje en el tiempo a un lugar en el que la muerte tal vez sea reversible. Estamos investigando para que esa puesta en pausa de un cerebro sea reversible. Lo que ofrecemos igualmente es una especie de servicios funerarios para científicos. Los judíos, los católicos o los musulmanes tienen sus preferencias. Hay gente con una visión más científica que desea que se les conserve bajando el cuerpo a una temperatura muy baja y utilizando métodos que impidan la cristalización celular y los daños".