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Hace apenas una semana, los vecinos de la pedanía cartagenera de Santa Ana denunciaban al Ayuntamiento de Cartagena la elevada cantidad de moscas que inundaban su población. La putrefacción de los melones que no fueron recogidos en una plantación cercana atrajo a miles de insectos que han estado causando molestias entre los vecinos. Curiosamente, a apenas 20 kilómetros, en la población también cartagenera de Los Belones, se vive todavía una situación similar.

Los vecinos de esta pedanía de algo más de 2.000 habitantes situada cerca del Mar Menor no pueden salir a la calle sin el matamoscas. Esta es una situación que se repite cada verano, pero este año los beloneros se quejan de que estos insectos están molestando mucho más de lo habitual. "Probablemente, se debe a los restos de las plantaciones de melón que se encuentran en las afueras del pueblo", explica a EL ESPAÑOL Jesús Sanmartín, un vecino de la localidad.

"Este año, no se han recogido los melones de esta zona", amplía el joven, mostrando dos de las frutas que quedaron en un campo de cultivo próximo a su casa, y que él mismo recogió. "Pese a que las máquinas desbrozaron estas frutas para labrarlas junto a la tierra, los insectos han proliferado en sus restos".

En el interior de los hogares, las mosquiteras son el gran aliado de las familias beloneras. Pero al salir a la calle, los insectos hacen rápido acto de presencia, pegándose a la piel como lapas. Una situación incómoda a la que se añaden los mosquitos al acercarse a las zonas de campo más próximas.

Jesús Sanmartín, como ciclista, da fe de ello: "Cuando salgo a hacer deporte a la zona de Calblanque, que está cerca de aquí, tenemos que ir bien protegidos porque los mosquitos nos comen". En este sentido, el vecino de Los Belones indica que en ese territorio, anexo a la pedanía, es habitual encontrar insectos todos los años. Sin embargo, "ahora parece que hay más. Y sus picotazos dejan unas ronchas muy grandes en la piel. No se puede ir allí sin mucha protección, porque traspasan la ropa".

-¿Han tomado los vecinos alguna medida para luchar contra esta infestación?

-Jesús Sanmartín: De momento no, porque confiamos en que esta racha acabe pronto, pero ya han pasado varias semanas. Además, un vecino de Las Cobaticas, una pequeña villa ubicada en el monte entre Calblanque y Los Belones, sí llegó a avisar a la Guardia Civil para ver se podían hacer algo contra la plaga. Aunque como ese poblado está en un Parque Regional protegido, los agentes le explicaron que nada podía hacerse más que esperar.

Dos melones amarillos, recogidos por un vecino en las plantaciones que rodean Los Belones. J. I. M.

El calor sofocante y la humedad del entorno en la mayoría de las horas del día, hace que los pequeños animalitos voladores sean la guinda del pastel a una experiencia muy poco agradable, pese a tratarse de un pueblo tranquilo y acogedor.

Además, para estos insectos hay pocos escondites. El simple gesto de abrir la puerta del coche o bajar la ventanilla supone que en solo unos segundos, el conductor se vea en compañía de diminutos pasajeros inesperados que vuelan a su alrededor con una energía infinita.

Y por eso, los bares tampoco son un lugar que se escape. Este verano, el Café Bar El Tato es uno de los pocos lugares de Los Belones donde tomar un refrigerio una tarde de entre semana, con la impagable compañía de un aparato de aire acondicionado. Sin embargo, el continuo abrir y cerrar de la puerta hace que se cuelen, sin poder evitarlo, varias moscas cada vez. El camarero, resignado, no puede más que mover cansadamente el brazo para intentar alejarlas de la zona donde se encuentran los alimentos.

Una mosca se cuela en el interior de un bar de Los Belones (Cartagena). J. I. M.

Sin embargo, la mejor manera de conocer el alcance de esta situación es adentrándose en las zonas residenciales de esta pedanía situada a mitad de camino entre el centro de Cartagena y La Manga. Una escena curiosa la protagonizan tres señoras que, con las sillas frente a las puertas de sus casas, toman el fresco mientras conversan, cada una con un matamoscas en la mano.

Las señoras no tardan en refugiarse en sus casas cuando se percatan de la presencia del periodista a punto de tomar varias fotografías, pero el que no rehúye tratar esta cuestión es Antonio Pérez, otro vecino para el que este problema no pasa desapercibido. Este jubilado que antes se dedicaba a cuidar jardines, también se siente "molesto" por la alta cantidad de insectos que pululan por la pedanía en la que reside.

-¿Por qué los insectos, pese a proliferar en las zonas de campo, acaban llegando a las zonas pobladas?

-Antonio Pérez: Es un proceso. Cuando el melón empieza a descomponerse, se abre, y su interior está lleno de agua. Eso se convierte rápidamente en un criadero de insectos, aunque le pasen un tractor por encima y mezclen sus restos con la tierra.

Una vez que las moscas y los mosquitos se reproducen en esta zona, se expanden hacia los territorios donde hay gente, porque es donde suelen encontrar alimentos más fácilmente. Es muy fácil que lleguen hasta Los Belones, porque algunas zonas de cultivo estaban en el mismo borde del pueblo.

Una de las plantaciones, ya vacías, donde los vecinos de Los Belones (Cartagena) sitúan la aparición de los insectos. J. I. M.

Pérez añade que esta situación se extrapola a zonas vecinas, como la pedanía de El Algar, o la zona del Campo de Golf de Cartagena, donde "los insectos se hacen notar mucho debido a las grandes extensiones de césped y a las piscinas".

Antonio Pérez habla con el conocimiento de causa del que se ha dedicado a combatir estos insectos en su trabajo, pero también con la experiencia del que se ha criado en el campo: "Yo nací y crecí en Calblanque, una zona donde los mosquitos te comían vivo porque está junto a la playa y cerca de unas antiguas salinas. Hacía mucho tiempo que no se notaba una infestación tan grande de insectos en esta zona". Pérez concluye que "si esta situación no pasa pronto, tendremos que plantearnos tomar alguna medida".