Los últimos vecinos que quedan en El Vacie, el asentamiento chabolista más antiguo de Europa, ubicado en Sevilla, se conocen de toda la vida. Muchos de ellos nacieron en este poblado donde siguen criando a sus hijos y nietos, aunque la mayoría aspira a salir de allí y verlo convertido en una vía urbana, que es lo que reza en el PGOU.

Este final está fechado en el horizonte. Al menos el actual equipo de gobierno, con el alcalde popular José Luis Sanz a la cabeza, ha marcado en rojo el año 2027 para borrar del mapa de la capital andaluza este asentamiento, ubicado en la zona cercana al cementerio de San Fernando, y el de Las Letanías.

En total, en su primer año de gobierno se han derribado 12 chabolas y se han realojado a sus moradores en viviendas municipales ubicadas en distintos puntos de la ciudad, aunque hay otros vecinos que continúan en viviendas de tránsito. Es decir, aquellas que habitan antes de acceder a la definitiva y que sirve de adaptación para llevar una vida más normalizada.

"En un año se han realizado más derribos y más realojos sociales que en los anteriores ocho", asegura en declaraciones a EL ESPAÑOL el delegado de Barrios de Atención Preferente y Derechos Sociales, José Luis García.

Según el último censo municipal de mayo de 2024, legalmente siguen viviendo 180 personas en las 40 infraviviendas que quedan en pie. Con los números en la mano, hace 15 años se contabilizaron casi 1.000. Por tanto, su población ha bajado considerablemente, aunque el proceso no ha sido fácil.

Paco Soarez, uno de los últimos vecinos del poblado chabolista más antiguo de Europa, El Vacie. Carlos Márquez

Paco Soarez es uno de esos vecinos que sigue a la espera. Su familia no fue la primera en llegar, pero sí es una de las últimas en habitarlo. Este patriarca es de origen portugués, de un municipio a unos 70 kilómetros de Lisboa, y ha vivido casi toda la vida en chabolas. Llegó a Sevilla cuando tenía ocho años -hoy tiene 57- y primero estuvo en la zona de Chapina, que fue derribada para limpiar la imagen de la zona de cara a la Expo 92.

"Queremos salir de aquí cuanto antes", asegura en conversación con EL ESPAÑOL, porque desde principios de la década de los 90 vive allí donde ha nacido la mayoría de sus ocho hijos y sus más de 20 nietos.

Él no sabe concretar el número exacto que tiene, sí que el más mayor supera la treintena y el más pequeño no llega a los ocho meses. Del total de sus vástagos, tres ya han sido realojados, el resto sigue allí con toda la prole dividida en cuatro o cinco chabolas.

Llevan más de 30 años viviendo en esta zona insalubre y, en muchas etapas de su existencia, insegura sobre todo por la llegada de toxicómanos al barrio a comprar estupefacientes, que son, según los vecinos, los que protagonizan la mayoría de los altercados. No obstante, normalmente, aseguran que la convivencia entre las familias que quedan allí suele ser segura. Al menos, de puertas para adentro.

Franco lo visitó en los años 60

El surgimiento de este asentamiento no está bien definido, aunque crónicas de la época lo sitúan a principios de la década de los años 30 cuando empezaron a instalarse allí familias de origen trashumante. Desde entonces, ha sobrevivido a decenas de alcaldes, incluso al dictador Francisco Franco, que ya prometió tomar medidas cuando lo visitó en 1961.

Este proceso de reaolojo comenzó a principios de este siglo con el alcalde socialista Alfredo Sánchez Monteserín. Luego, el popular Juan Ignacio Zoido prometió su erradicación durante su legislatura.

Esta misma promesa la elevó el socialista Juan Espadas, ejecutando un plan dotado con 4,3 millones de euros procedente de la Estrategia de Desarrollo Urbano Sostenible Integrado (Edusi), financiada con fondos europeos. Y por último su sucesor, Antonio Muñoz.

El avance en esos años fue notorio, aparejado varios ejes de acción: intervención social para el realojo de las familias; fomento del empleo; el derribo de las infraviviendas y la colocación de macetas de hormigón para evitar nuevas construcciones y la compra de vivienda social y asistencia para adaptar y normalizar las vidas de estos vecinos cuando dejan lo que ha sido su hogar de toda la vida.

El plan municipal para su borrado

Ahora el Ayuntamiento intenta dar solución con más ahínco a familias como las de Paco para ver cerrado el parque donde se ubica y la zona convertida en una vía urbana, según recoge el PGOU de la ciudad, en los próximos tres años. Cuando apenas llevaba un mes en el cargo, el alcalde José Luis Sanz anunció su plan financiado con fondos municipales.

Este incluye la recuperación del equipo de intervención de realojo para mejorar la gestión del desalojo y la realización de un seguimiento posterior de su adaptación, formado por 20 profesionales.

Una mujer y un niño caminan hacia El Vacie por el muro del cementerio. Justo detrás se ve la Torre Pelli y un hotel de lujo en la calle Torneo. Carlos Márquez

En todo este proceso la prioridad son los niños y las personas enfermas, pero también que esa familia esté preparada y capacitada para dejar esa vida atrás. Como por ejemplo, tener un trabajo. "A veces, cuando no han vivido en otras circunstancias, no les resulta fácil", asegura el concejal.

Aunque reconoce que la mayoría de las realojadas se adaptan a su nueva vida, también asegura que en muchos casos son las propias familias las que ponen reticencias. Como por ejemplo, a la hora de pagar un alquiler social.

Este se cifra en función de su renta, aunque se les advierte de que a lo largo del tiempo se les puede ir subiendo para que ellos mismos intenten mejorar sus condiciones de vida.

A su vez, el Ayuntamiento ofrece una serie de ayudas sociales o el pago del 100% de la vivienda, siempre que los usuarios lo soliciten. Para ello también tienen que cumplir una serie de requisitos como la realización de cursos de formación para aspirar a conseguir un empleo o tener los niños escolarizados

Una vecina del poblado chabolista del Vacie en Sevilla. Carlos Márquez

También el Ayuntamiento realiza un seguimiento al respecto. Cuenta con una unidad específica que acude todas las mañanas a despertarlos, vestirlos y llevarlos a los colegios cercanos. Ahora este servicio se ha ampliado en horario de tarde para que realicen actividades extraescolares.

Muchos de estos niños son los nietos de Paco. Su chabola, en concreto, hecha de chapa, madera y elementos de chatarra cuenta con electricidad, agua -a cargo del Ayuntamiento-, cuarto de baño, habitaciones y cocina, pero está en muy malas condiciones. Hace unos años la tuvo que reformar porque salió ardiendo.

Aunque se dedicó toda su vida a la chatarra, como algunos de sus hijos en la actualidad y en lo que va saliendo, los últimos años ha trabajado como auxiliar de guardia de seguridad en el conjunto modular donde los técnicos de la delegación de Bienestar Social prestan sus servicios.

Desde hace tres años está prejubilado por enfermedad. Es diabético, hipertenso y tuvo que ser operado del corazón. De ahí que cada mañana abra los ojos, se siente en una silla de la que no se levanta hasta que se va a la cama de nuevo, con la esperanza de que sea el último día que amanezca en su chabola.

Un familiar de Paco cocina en el interior de la chabola de Paco Soarez en El Vacie. Carlos Márquez

En la actualidad Paco cobra 800 euros de pensión, pero tiene a un hijo a su cargo y a varios nietos, que siguen viviendo con él. Otros de sus hijos viven en otras chabolas de la zona. Uno de ellos, Darío, reconoce en conversación con este periódico que está deseando salir del barrio como ya han hecho tres de sus hermanos.

Quería ser futbolista, pero empezó a tener hijos muy joven -se casó con 16 años- y la responsabilidad de alimentarlos frenó sus sueños de triunfar con el balón. Ha tenido varios trabajos, aunque actualmente con 35 años está en paro. 

En su DNI aparece como su dirección El Vacie y cree que esa circunstancia le pesa como una losa para encontrar un empleo digno. Darío no entiende los criterios que sigue el Ayuntamiento para realizar los realojos. "Le están dando las casas a gente más joven que yo y mi padre está malo".

No obstante, según señala el concejal de Barrios, además de la edad, también se tienen en cuenta otras cuestiones y circunstancias como que las familias estén preparadas para su nueva vida. Esto conlleva una serie de gastos que, aunque sean mínimos, tendrán que afrontar como el resto de ciudadanos.

Darío Soarez, vecino del poblado chabolista del Vacie en Sevilla. Carlos Márquez

En cualquier caso, el objetivo es seguir derribando estas infraviviendas a medida que se vayan quedando vacías tras los respectivos realojos hasta dejar limpia la zona al completo.

"Por justicia tanto con ellos como con la ciudad, este asentamiento tiene que llegar a su fin", asegura José Luis García. Una circunstancia que no es tarea fácil porque una casa en El Vacie puede ser un recurso valioso cuando no se tiene otra cosa y no se ha vivido otra vida.