Los años de análisis de datos y observación invertidos por los investigadores Sergi Jiménez, Cristina Bellés-Obrero y Han Ye han culminado en una conclusión alarmante: a partir de los 60 años, trabajar en determinados sectores y no tener la opción de prejubilarse puede aumentar hasta en un 38% la posibilidad de que un empleado fallezca de forma prematura. El estudio se basa en el experimento derivado de la reforma española de la Ley general de la Seguridad Social de 1966, que modificó la edad de jubilación anticipada en función de la fecha en la que los individuos comenzaron a cotizar al sistema de Seguridad Social.
"Había una regla que decía que si habías cotizado antes del 67, tenías derecho a prejubilarte a los 60, y si lo habías hecho después, no podías hacerlo voluntariamente a esa edad, sino a partir de los 65", recuerda a EL ESPAÑOL Jiménez, catedrático de la Universidad Pompeu Fabra y de la Barcelona School of Economics y uno de los coautores de este estudio difundido por FEDEA, la Fundación de Estudios de Economía Aplicada.
"Las implicaciones de este trabajo científico son, por tanto, muy fuertes. Tomando esa realidad como referencia, hemos demostrado que hay trabajos que tienen una mayor peligrosidad, ya sea por la tasa de accidentes, por el estrés psicosocial que despiertan y por la autovaloración que exigen, y que restringir la opción de jubilarse anticipadamente en ellos, o retrasarla, conlleva una mayor mortalidad, aunque nuestra tendencia como sociedad sea vivir más. Implican, por tanto, una reducción de la esperanza de vida".
Otra de las conclusiones a las que llega el estudio es que el impacto adverso sobre la esperanza de vida de trabajar más años supera las ganancias fiscales. "Guiar decisiones de politica por su impacto fiscal puede entrar en contradicción con lo que se haría guiados por el impacto 'social'". Los datos apuntalan la idea de que permitir una jubilación flexible o parcial en un sector de riesgo mitiga los efectos negativos, por lo que la edad de jubilación debe ajustarse a las condiciones individuales de cada persona y ser permitida siempre que el empleado así lo requiera.
"Eso sí, trabajar en lo que a uno le gusta ayuda bastante", asegura Jiménez, quien descarta que el aumento de la mortalidad sea un patrón común en todos los trabajos, y que no necesariamente pertenecer a uno de riesgo implica automáticamente una menor esperanza de vida. "Puedes ser carpintero o doctor y ser feliz con ello. Lo importante es trabajar sin estrés. Sin embargo, si estás a disgusto significa que hay estrés, y eso implica un mayor riesgo de morir antes de jubilarte. El efecto se da especialmente entre los 60 y los 70 años. El deterioro en esas edades es notable, y tiene especial incidencia en personas con problemas físicos y de mucho estrés que, además, no se pueden jubilar cuando quieren".
Una buena opción para evitar esta reducción de la esperanza de vida consiste en la jubilación parcial con reducciones de jornada progresivas, es decir, que conforme el trabajador avance en edad y experiencia en la empresa, trabaje menos horas semanales. Durante un tiempo, este tipo de modelo de jubilación cubrió hasta a un 10% de los trabajadores de toda España, "pero fue restringido hace poco, aunque están pensando en reintroducirlo", continúa Jiménez. "Pasó de representar ese 10% al 4% o 5% de ahora, pero debería ser una opción para todo el mundo".
Así lo reconocen a EL ESPAÑOL fuentes del ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones, que señalan que "la forma más efectiva y equilibrada de extender la vida laboral es aumentar las posibilidades de que la salida sea gradual". Además, recuerdan que el 21 de julio, en acuerdo con los agentes sociales, se pactó una nueva reforma –que aún no ha visto la luz– que "propone más opciones para que el trabajador, mediante la jubilación parcial, la activa y la demorada, pueda diseñar su tránsito del trabajo a la jubilación y hacerlo más adecuado a cada situación".
Diferencias según el sector
El efecto negativo de no poder prejubilarse en determinados sectores es general para todos los trabajadores, pero resulta especialmente pronunciado en aquellos que requieren de una mayor demanda física o que, por el rendimiento que acarrean, pueden ser detonadores de situaciones de estrés. Para mapear cuáles son los trabajos que despiertan más efectos adversos en la salud, Jiménez, Bellés-Obrero y Ye han tomado una muestra del registro de accidentes laborales ocurridos entre 2003 y 2019 correspondiente a personas nacidas entre 1938 y 1949 –es decir, las afectadas por el cambio de 1966– y en edad de jubilación [en España, la media está en los 65,2 años].
"Se considera que el sector de agua y saneamiento, la industria extractiva, el sector administrativo, el sector energético, el sector sanitario, la industria manufacturera, la administración pública y la defensa tienen una alta incidencia de accidentes laborales, y el resto se incluyen en el grupo de baja incidencia", aseguran los investigadores, quienes, no obstante, confirman que los colectivos que trabajan en sectores con mayor siniestralidad laboral también retrasan menos la jubilación. A pesar de eso, el impacto sobre la mortalidad es mayor.
"Encontramos que la probabilidad de morir entre los 60 y 69 años aumenta en 7,5 puntos porcentuales para aquellos sectores con una carga física muy alta", como pueden ser los obreros o los transportistas. "Incluso en hostelería, alargar la jubilación de un camarero puede ser peligroso", incide Jiménez. En el lado contrario de la tabla, los sectores que presentan una menor incidencia de accidentes y, por tanto, no muestran una reducción de la esperanza de vida de sus trabajadores no prejubilados, son el sector de la educación, el de la información y las comunicaciones, el científico, los empleados domésticos y el sector financiero. Es decir, un operario de obra de 62 años tiene más posibilidades de fallecer de forma prematura de un accidente de trabajo que un investigador o un profesor universitario.
En una tercera estadística, el estudio analiza el autoreconocimiento y la satisfacción que experimentan los empleados de esos mismos sectores. Quienes mejor percepción tienen y más satisfechos se sienten con sus puestos de trabajo son los empleados del sector de la educación, el de la información y las comunicaciones y el científico y tecnológico; los que menos, la hostelería, el empleo doméstico, el sector transportes y el administrativo.
Sin embargo, el estudio científico no sólo recoge estadísticas de accidentes de trabajo, sino cómo la incidencia del estrés psicosocial en la salud física y mental también genera un acortamiento de la esperanza de vida. En este apartado lideran la lista el sector hostelero, el sanitario y el administrativo, siendo los trabajadores del sector financiero y de inversiones, del energético y del científico los que menos expuestos están a ese malestar.
"En nuestro caso, tuvimos acceso a una muestra restringida de la Seguridad Social con los historiales de cada individuo, sabiendo si habían muerto o no. Estudiamos en profundidad ese experimento 'natural' de 1967, que es cuando empezaron a cotizar las generaciones que se estudian. Sin embargo, todas las conclusiones que hemos extraído son igual de sensibles y aplicables a las generaciones actuales", continúa Sergi Jiménez.
Según datos recogidos por el ministerio de Seguridad Social, los sectores en los que hay jubilación adelantada –considerados excepcionalmente peligrosos– son la industria ferroviaria, los transportes aéreos, el sector minero, la Ertzaintza, la policía local (no así la Guardia Civil y la Policía Nacional, que desde hace años reclaman ser declarados profesión de riesgo), los bomberos, los artistas y los toreros. Sin embargo, si se atiende estrictamente a los datos, los más peligrosos por número de fallecidos son la construcción (131 en 2023), el transporte (112), la agricultura, ganadería y pesca (72), la industria manufacturera (67) y la de reparación de vehículos.
Los datos coinciden con los aportados por el anuario de Accidentes de Trabajo del ministerio de Seguridad Social. En el informe se señala que en 2021 y 2022 se produjeron, respectivamente, 89.999 y 94.283 accidentes con baja laboral en la industria manufacturera y 81.005 y 84.159 en el sector de la construcción, siendo los sectores más castigados con accidentes.
"Es importante recordar, no obstante, que la situación de las profesiones y de la salud de los trabajadores no era la misma [en la muestra que analiza el estudio] que ahora", señala José Ignacio Conde Ruiz, subdirector de FEDEA. "No podemos trasladarlo exactamente a lo que ocurre hoy en día, porque las cosas han cambiado en algunas áreas. Por ejemplo, antes, en el sector de saneamiento, a lo mejor tenías que meterte en una alcantarilla, mientras ahora lo hace un robot. Antes un camionero tenía un vehículo hecho un desastre, con malas amortiguaciones y a los 50 años tenía la espalda reventada. Hoy los asientos son ergonómicos. La tecnología ha avanzado. Lo que sí sigue siguendo evidente es que aquellos trabajos que tienen que ver con grandes esfuerzos físicos, como el que hace un bombero o un obrero, son más complicados".
"La lección que yo saco es que deberíamos plantearnos jubilaciones más flexibles que las que ofrece el sistema actual", continúa Conde. "Hoy, si llegas a los 67 y quieres trabajar a los 68, con la reforma de Escrivà, si quiero seguir trabajando un año más, tengo que pasar otro año por la jubilación demorada antes de acogerme a la reducción parcial. La legislación tiene que ser atractiva tanto para las personas como para las empresas".
Fuentes del ministerio de Seguridad Social aseguran que han recibido con buenos ojos las aportaciones del estudio de FEDEA. "Saludamos que se amplíe la perspectiva de análisis del sistema de pensiones y no sólo se centre en el gasto. Como siempre hemos dicho, siempre hay que analizar la dimensión social. Hasta ahora siempre se han planteado iniciativas, reformas, desde el punto de vista financiero sin incorporar la perspectiva social al análisis. Y que se empiece a incorporar es una buena noticia".
"Uno de los puntos que trata el informe –concluyen las fuentes autorizadas–, el de trabajadores con ocupaciones especialmente penosas, es precisamente uno de los aspectos que se ha acordado reformar en el acuerdo de hace un mes. Así, busca proteger a los trabajadores que tienen ocupaciones con gran penosidad y peligrosidad con el establecimiento de coeficientes reductores de la edad de jubilación".
Los datos recogidos por la Universidad de Harvard secundan la publicación de FEDEA. "Sufrir estrés en el trabajo es uno de los principales factores de riesgo de sufrir enfermedades en las arterias coronarias o accidentes cerebrovasculares. Si un trabajo es físicamente exigente, el riesgo de sufrir lesiones se multiplica. Si el trabajador siempre que su trabajo carece de significado, como si está aburrido o agotado, puede detonar el estrés y afectar a su estado de ánimo".