En el corazón de Alfoz, un pequeño municipio de la provincia de Lugo, se alza la Casa da Cultura y, dentro, su bar: un lugar que durante muchos años permaneció en silencio, esperando a que alguien le devolviera la vida. Ese alguien fue Rocío Fernández Pernas, una joven de 28 años que decidió enfrentarse al desafío de reabrir la cafetería del edificio, cerrada por más de cinco años, en agosto de 2023. Desde entonces, dice, se ha convertido en su propio refugio y proyecto de vida.
Rocío, nacida y criada en Alfoz, encontró su vocación a temprana edad. A los 16 años ya trabajaba en la Finca Galea, donde comenzó a forjar su camino en el mundo de la hostelería. Su formación académica la llevó al IES de Foz, donde estudió Hostelería, pero su verdadera escuela, expresa, fue la experiencia adquirida en distintos establecimientos de la región. La Cambota, la Confitería Méndez y el hotel Oca de Foz fueron algunos de los lugares donde Rocío perfeccionó sus habilidades y, al mismo tiempo, alimentó su deseo de tener algún día su propio negocio.
La oportunidad llegó cuando la cafetería de la Casa da Cultura salió nuevamente a subasta. Varios intentos fallidos habían dejado el local vacío, pero Rocío vio en ese espacio una oportunidad única para materializar su sueño. "Siempre quise tener mi propio local", explica la joven a EL ESPAÑOL. Y así, en un agosto cualquiera, volvió a abrir sus puertas. "Los primeros meses no fueron fáciles", prosigue. El eco de los años de cierre resonaba en las paredes, y los vecinos, desacostumbrados a la presencia del bar, tardaron en regresar.
"Al principio fue bastante duro porque llevaba mucho tiempo cerrado. La gente no estaba acostumbrada a venir", recuerda Rocío. Sin embargo, poco a poco, las mesas vacías comenzaron a llenarse y la cafetería recuperó su lugar en la rutina de los habitantes de Alfoz. Las pizzas artesanas, las raciones y la comida para llevar que la joven ofrece se convirtieron en una razón para volver, y el bar empezó a vibrar nuevamente con la vida del pueblo.
15 horas diarias
Pero la vida detrás de la barra no es fácil. Rocío es la única empleada del negocio, lo que significa que sus días comienzan temprano y terminan tarde. De lunes a viernes, abre las puertas a las ocho de la mañana y no las cierra hasta las diez u once de la noche. Los sábados, la jornada empieza un poco más tarde, pero se extiende hasta que el último cliente decide marcharse. Son 14 o 15 horas diarias dedicadas al trabajo, a servir a los demás, a mantener vivo, dice, ese sueño que le impulsó a comenzar esta aventura.
"Trabajar para ti tiene su parte buena y su parte mala", reflexiona Rocío. En su voz no hay lamento, sólo la certeza de haber elegido el camino que deseaba. Ser autónoma le ha permitido tomar las decisiones que considera correctas, explica, gestionar el negocio a su manera, y eso es lo que más valora de su situación actual. "Lo bueno de tener tu propio negocio es que lo haces tú como quieres y como a ti realmente te gusta", sostiene.
El local es relativamente pequeño, íntimo, un reflejo de su dueña. No permite grandes expansiones ni cambios drásticos, pero Rocío tiene claro que quiere seguir adelante con él. La concesión es por cinco años, con renovaciones anuales, y su intención es continuar al frente del negocio cuando se cumpla ese plazo. Mientras tanto, busca maneras de mantener el interés de sus clientes. Ha organizado campeonatos de futbolín y billar, pequeñas competiciones que animan las tardes de invierno y atraen a la gente del pueblo.
En un lugar como Alfoz, donde los bares son más que simples establecimientos, prácticamente puntos de encuentro, la reapertura de la cafetería ha sido un soplo de aire fresco. "La gente está contenta porque aquí nos estábamos quedando casi sin bares, y esto estaba quedando muy desierto", comenta Rocío. La comunidad ha respondido con calidez, apoyando su esfuerzo y valorando la iniciativa de una joven que ha decidido apostar por su pueblo.
Rocío Fernández Pernas se ha convertido, con su trabajo incansable y su pasión por la hostelería, en una figura clave para la vida social de Alfoz. Su bar, abierto a diario salvo domingos y festivos, es el lugar donde los vecinos encuentran un respiro en su rutina, donde las charlas y las risas llenan el espacio que un día estuvo vacío. Y aunque las jornadas son largas y el esfuerzo grande, Rocío no se queja. "Es algo que quise siempre", repite, con la satisfacción de quien ha encontrado su lugar en el mundo.