Madrid

Miguel Grande tiene 24 años, estudió ingeniería biomédica en la Universidad Politécnica de Madrid y tiene un sueño: fundar su propio laboratorio de investigación en el que desarrollar artificialmente órganos humanos complejos como el páncreas o el corazón. Con ello, se terminarían las largas listas de espera para recibir un trasplante al mismo tiempo que se eliminaría la posibilidad de rechazo inmune. Y lo quiere hacer a su vuelta de Londres, donde estudiará un máster en una de las universidades más prestigiosas del mundo, el Imperial College.

El joven da un pasito más en este camino gracias al micromecenazgo de cientos de personas que le han ayudado a conseguir los 49.000 euros que cuesta el máster. Este investigador de la madrileña localidad de Leganés se define como una persona algo inquieta: "Ya en la carrera me interesaba mucho el tema internacional. Quería aprender y ver cómo hacían las cosas fuera, intentar salir de la zona de confort que tenía en España", comenta.

Esta forma de afrontar su vida estudiantil le llevó a intercalar en lugares como Luxemburgo, Rumanía, Budapest, Italia y hasta en Massachusetts, en el Instituto de Tecnología de Harvard. Si tuviera que definir su labor como investigador, Grande diría que se dedica a trasladar la tecnología más desarrollada al ámbito clínico. En su caso, se focaliza en una aproximación más electrónica a partir de una perspectiva apoyada fundamentalmente en la ingeniería de materiales. "Utilizamos algunos materiales para crear nuevos tejidos. Varias células forman un tejido, y varios tejidos forman un órgano. Ahí es donde quiero yo llegar", enfatiza.

La inspiración para dedicarse a la ingeniería biomédica le llegó muy pronto a este joven. Aunque desde su adolescencia ya le suscitaba cierto interés esta rama de la investigación, no se decidió hasta después de ver la película 'Blade Runner' cuando cursaba Bachillerato. Ahí, Grande se empezó a cuestionar sobre las fronteras de la vida, hasta qué punto el humano puede crear vida artificialmente.

Hasta hace apenas unos días, el joven madrileño prestaba sus servicios en el Instituto Madrileño de Estudios Avanzados (IMDEA) de Materiales, en Getafe. "Aquí lo que hemos intentado es, dentro de un proyecto financiado por la Unión Europea que lidera España, crear un tratamiento menos invasivo para una afección denominada craneosinostosis", relata.

Esta afección significa que el cerebro de los bebés se cierra antes de que deje de crecer su cuerpo, incluido el cerebro. El proceso que se sigue hasta ahora es muy invasivo y conlleva la muerte de muchos de los pacientes. Por eso, además de conseguir a través de un dispositivo inteligente que responde a estímulos que el cráneo no se cierre, Grande se ha dedicado a crear la piel artificial que deberá recubrir

esa parte del cráneo que se creará gracias al dispositivo.

Objetivo logrado

Tal y como él mismo resume, su trabajo se asienta sobre tres pilares fundamentales. Por un lado, las células de piel para crear más piel. "Pero necesitan una especie de andamio, para lo que utilizamos ciertos materiales. También están las moléculas bioactivas, que aportan un mapa a las células para que sepan cómo moverse y comunicarse con ellas. Estos tres pilares hacen posible la creación de piel, pero también de huesos o trozos del corazón", ilustra el egresado de la UPM.



En cambio, Grande apunta mucho más lejos. A pesar de que quizá a una persona candidata a trasplante lo mejor que le pueda pasar es que resida en España, ya que es el país con mayor número de donantes de órganos del mundo, las listas de espera siguen siendo largas y, en muchos casos, agotadoras. "Sabemos que cientos de personas mueren esperando un riñón o un corazón, así que si estos ensayos progresan como a mí me gustaría, podríamos estar creando órganos humanos de manera artificial", sintetiza el científico.

Prefiere no asegurar una fecha porque todavía anda lejos, pero la idea no deja de resonar en su cabeza: "Podríamos acabar con las listas de espera porque estaríamos reemplazando un órgano cargándonos de un plumazo el problema del rechazo inmune, ya que el órgano estaría creado con las propias células del paciente que ya habrían crecido en estos materiales, a los que daríamos forma con impresoras 3D", comenta con cierto tono efusivo.

El joven, en el Instituto Madrileño de Estudios Avanzados de Materiales, en Getafe (Madrid) IMDEA Materiales

En la actualidad, mediante este método se han creado vejigas, tráqueas y piel, pero todavía es un misterio cómo hacer lo propio con otros órganos más complejos como el del corazón o el páncreas. "Yo diría que en unos 20 años podemos estar cerca de conseguirlo", se atreve finalmente a vaticinar.

Además, compañeros del que era su laboratorio hasta ahora también han hecho avances al respecto: "Ya es posible crear parches cardíacos para una persona que entra infartada en el hospital, es decir, cuando una parte de su corazón se ha muerto al no haber llegado bien la sangre, y no se puede regenerar".

De esta manera, en lugar de tener que reemplazar el corazón, el parche será capaz de regenerar ese tejido muerto, "lo que redundará tanto en ahorro económico como de peligrosidad para el paciente", apuntilla el investigador.

Su próxima parada está en el Imperial College of London, donde cursará un máster de Ciencia e Ingeniería de Materiales Avanzados. "Podré aprender mucho más sobre biomateriales, medicina regenerativa o biofisiología", comenta. No ha sido fácil el camino. El máster cuesta unos 49.000 euros, una cantidad totalmente desorbitada para Grande. Por eso, pidió una beca parcial que le hubiera empujado hacia su sueño. A pesar de que se la aceptaron en un primer momento, la salida del Reino Unido de la Unión Europea le dejó sin esa ayuda tan ansiada.

Algo antes de la fatídica noticia, el joven madrileño había comenzado una recaudación a través de una plataforma de micromecenazgo. Más de 3.500 personas le han apoyado y aportado más de los 49.502 euros que en un primer momento necesitaba.

"Yo ya tenía algunos seguidores en TikTok, porque también hago vídeo de divulgación por ahí. En unas semanas conseguí casi la mitad de lo que cuesta el máster, pero la ayuda de un influencer ha sido determinante. A los tres días ya tenía el dinero que necesito para ir a estudiar a Londres", dice orgulloso y agradecido a partes iguales.

Retornar a España como deber moral

Grande, al fin y al cabo, será uno más de los cientos de profesionales de la ciencia que dejan España atrás. En su caso, lo hace por el afán de conocer otras realidades y estudiar en una de las universidades más prestigiosas del mundo.

Eso no es óbice para que eche de menos un mayor trabajo conjunto de las empresas, centros de investigación y hospitales: "El problema que tenemos en España, y en Europa en general, es que nos cuesta trasladar a la realidad todo lo que investigamos”.

El objetivo a futuro del joven es también regresar a España para devolverle a la sociedad lo aprendido. IMDEA Materiales

Según explica, cuando estuvo en Harvard, todas las semanas mantenían reuniones con empresas como Intel y Sony para comentar avances y necesidades. "Esas empresas, cuando terminabas tus estudios, compraban la tecnología que habías creado y nos aprovechaban como estudiantes de máster o doctorado para hacer ahí las prácticas", ejemplifica.

Grande considera que el sector de la investigación en España está "muy enclaustrado", y que las empresas y los hospitales se dedican únicamente a comprar los productos que inventan o descubren. "Tendríamos que acceder mucho más a los centros de investigación y a las universidades, porque ahí también hay mucho talento y conocimiento que ofrecer", demanda.

De todas formas, Grande lo tiene claro. Ahora se irá a Londres unos años, estudiará el máster y, quizá, dentro de un tiempo, vuelva a España. Al menos esa es su meta: "Yo he ido a un colegio público, a un instituto público y a una universidad pública. Si puedo, volveré a España. Creo que a nivel moral es algo que debemos todas las personas que apoyamos y defendemos una educación para todos en nuestro país", expresa. Ya después, si todo va bien, creará su propio laboratorio desde el que intentará que salga el primer corazón o páncreas humano, creado artificialmente, del mundo.