Entonces ocurrió sobre las 18:00 y no a las 19:00. En aquel momento fue espontáneo y no buscado, como ahora. Pero lo cierto es que Lucía Martínez (Madrid, 2000) y Raúl Barriga (Cuenca, 1999) se conocieron en el Mercadona. Ligaron en uno de los supermercados de Juan Roig, como se ha puesto de modo durante este verano. Lo de ellos, sin embargo, ocurrió hace mucho tiempo, en 2016, siendo pioneros involuntarios de esta práctica que se ha vuelto tendencia. Lo suyo, además, se ha consolidado a través de los años contra viento y marea. Y sin piña.
Lucía Martínez y Raúl Barriga ya llevan ocho años saliendo. Ocho años de momentos felices, pero también de situaciones difíciles. La más complicada de todas: la lesión medular que ella sufrió en 2020 que la ha dejado en silla de ruedas y que puso a prueba esta relación. “En realidad, cuando ocurrió todo teníamos 19 y 20 años y yo le dije a Raúl que entendía que no quisiera seguir conmigo. Él me dijo: '¿Estás tonta? yo quiero estar contigo. Y si te tengo que ayudar, te voy a ayudar en todo lo que pueda'”, explica Lucía Martínez a EL ESPAÑOL.
Desde entonces, según cuenta esta técnico de enfermería convertida en influencer, el joven no se ha separado de ella. Lucía Martínez, a día de hoy, arrasa en las redes sociales enseñando su vida en silla de ruedas; desestigmatizando la discapacidad con humor y amor, el que se profesa con su fiel compañero. Un amor que inició en el Mercadona, por ello, la madrileña sugiere entre risas que cuando se case “que Juan Roig ponga el banquete”.
Pero volvamos al principio del todo. A abril de 2016. Entonces, Lucía Martínez tenía 15 años –en agosto cumpliría los 16– y Raúl tenía uno más. Fue cuando ella empezó a ir al pueblo de parte de su familia, San Clemente (Cuenca), y allí se plantó, durante un fin de semana de romería. “Yo no conocía a nadie en el pueblo, así que mi tía habló con una amiga suya que tiene un hijo de mi edad, pidiéndole si podía ir con él y así conocer gente”, recuerda Lucía.
Efectivamente, el chico la invitó a una barbacoa que hacen durante la romería y, junto a sus amigos, fueron al Mercadona del pueblo a hacer las compras necesarias. “Es muy típico hacer ese plan y Raúl estaba también en el supermercado con sus amigos, haciendo la compra”, dice. Pero, en un momento, los chicos con los que estaba Lucía se tuvieron que ir a preparar unas cosas de la barbacoa y la dejaron a ella terminando la compra y haciendo cuentas.
“Yo soy mala haciendo cuentas, así que vi a un chico que estaba solo y apoyado en los congelados y le pedí ayuda. Le dije: 'Ayúdame a hacer cuentas, porque no me entero'. Me ayudó y después de pagar fuimos a una casa a dejar la comida. Durante el camino, me agarré de su brazo y le dije: '¿Tú de quién eres?'. Él y sus amigos estaban alucinando porque yo actuaba con mucha confianza. Y como soy una persona extravertida le dije que tenía un cachorro de labrador y que si me acompañaba a pasearlo antes de salir por la noche. Él aceptó”, continúa Martínez.
Un paseo…y ocho años
El chico, evidentemente, era Raúl Barriga. Junto a Lucía Martínez, ambos fueron a pasear a Kroos, un labrador que entonces jugaba más que andaba por su corta edad. “Ese día nos dimos los teléfonos y desde entonces nunca hemos dejado de hablar”, celebra Lucía. Aun así, es verdad que al principio ella misma pensó que se trataba de un amor de verano, pasajero…
No sólo disfrutaron de la compañía Lucía y Raúl aquella romería de abril de 2016, sino que el verano de aquel año fue el epílogo de esa bonita historia. Pero llegó septiembre y ella volvía a la capital pensando en que a partir de ese momento se verían “poco o nunca”. “Pero Raúl me dijo: 'A lo mejor nos vemos más de lo que piensas…'. Tenía razón. Vino a estudiar a Madrid y trabajó durante un año. Lo hizo por mí”, cuenta Lucía.
Pasado un tiempo, él volvió al pueblo. Allí tenía a su familia y, sobre todo, su trabajo como mecánico. Lucía y él empezaron una relación a distancia en la que, por lo menos, intentaban verse los fines de semana. Aquello funcionó hasta el punto de que este año cumplen su octavo aniversario de noviazgo.
El capítulo más difícil
Pese a ello, Lucía Martínez y Raúl Barriga también han sufrido dificultades en estos ocho años de relación. Pero, sin duda, el capítulo más difícil ocurrió en 2020, en plena pandemia de la Covid-19. “Yo acababa de terminar mis prácticas de técnico de enfermería y empezó el coronavirus. Como hacían falta sanitarios, empecé a trabajar directamente…”, recuerda la profesional sanitaria.
Hasta que en junio de 2020, semanas después del fin del confinamiento estricto, pasó algo que cambiaría la vida de Lucía para siempre: “Después de una guardia, estaba en casa y mientras dormía sufrí una hemorragia interna que me comprimió la médula. Llamé al 112 y sólo me recetaron paracetamol y, por ello, acto seguido llamé a mi madre porque me dolía muchísimo la espalda. Cuando llegó, me fui arrastrando como pude para poder abrirle la puerta. Cuando entró, me ayudó a ponerme de pie, pero cuando me senté en el sofá le dije: 'No siento las piernas'”.
Lucía estaba sufriendo una lesión medular y, con ansiedad, le iba retransmitiendo todo por WhatsApp a Raúl. Él, preocupado y viviendo en otra comunidad autónoma, lo único que podía hacer era intentar calmarla. “Era optimista, me decía que estuviese tranquila, que todo iba a salir bien…”. Lucía, pese a ello, tuvo que ser intervenida quirúrgicamente de urgencia porque tenía una masa coagulada que había aplastado la médula espinal.
“Mi madre, Yolanda, estaba muy preocupada porque le llegaron a decir que había riesgo de muerte por la intervención. Era sensible. Pero ella nunca me dijo nada hasta años después. Sacó fuerzas de donde pudo para darme ánimos y me tranquilizó”, dice Lucía. Entretanto, Raúl no pudo más de la incertidumbre y aquella noche cogió el coche y se plantó en Madrid para apoyar a su novia en lo que podía.
Rehabilitándose y riendo
Entre julio y diciembre de 2020, la vida de Lucía transcurrió entre hospitales. Fundamentalmente, en el Hospital Nacional de Parapléjicos de España, situado en Toledo. Allí, Lucía recibía cada día las visitas de su madre y cada fin de semana las de su novio, Raúl. Hasta que le dieron el alta.
A partir de ese momento, Lucía, con gran fortaleza, ha asimilado su situación hasta el punto de que se ha convertido en una influencer que visibiliza con humor cómo es la vida de una persona con silla de ruedas –aparte de seguir ejerciendo como técnico de enfermería en el Hospital 12 de Octubre–. No obstante, ella reconoce que el apoyo de su madre y su novio, Raúl, ha sido fundamental.
“Él, desde siempre, me ha ayudado a hacer mis ejercicios y a día de hoy puedo dar algunos pasos. Y aunque es muy difícil que vuelva a recuperar toda la movilidad, Raúl siempre me ayuda e incluso me pone retos”, concluye la joven. A día de hoy, Lucía sigue viviendo en Madrid y Raúl en San Clemente. Ahora están ahorrando porque su proyecto a corto y medio plazo es irse a vivir juntos. Cuando se conocieron en aquel Mercadona nunca imaginaron lo que les depararía la vida, pero hoy siguen juntos, contra viento y marea.
Pregunta.– Por cierto, Lucía, ¿qué opina de la moda de ir a ligar al Mercadona?
Respuesta.– La moda me da apuro por los trabajadores. Hay chavales que sólo van a hacer el tonto y el amor surge donde te toque. Yo fui al Mercadona sin coger una piña, sin ir al pasillo de los vinos, ni nada, y conocí a Raúl. Por ello, la moda me hace gracia y me parece absurda porque las modas van y vienen.