El veterinario Fernando Escribano sostiene dos crías de tortuga boba en la Estación de Acuicultura Marina de las Salinas de San Pedro (Murcia).

El veterinario Fernando Escribano sostiene dos crías de tortuga boba en la Estación de Acuicultura Marina de las Salinas de San Pedro (Murcia). J. I. M.

Reportajes

Fernando Escribano salva a las tortugas bobas, especie amenazada: son vitales para comerse a las medusas

Fernando Escribano, veterinario del Centro de Recuperación El Valle trabaja en la cría de 20 tortugas bobas que nacieron hace dos semanas en La Manga: "Es una especie vulnerable por la pesca y los plásticos". 

1 octubre, 2024 08:41
San Pedro del Pinatar

La tortuga boba es un emblema de la Región de Murcia. Sus características la convierten en una especie única con una gran presencia en la Costa Cálida. Pero sus numerosas amenazas la convierten en un animal muy vulnerable, por lo que cuando rompen el cascarón en una playa, las crías requieren atención inmediata. De eso es de lo que se encarga el veterinario Fernando Escribano Cánovas, que lleva a EL ESPAÑOL a una sesión de cuidados de 20 tortugas recién nacidas que se crían en la Estación de Acuicultura Marina de las Salinas de San Pedro del Pinatar.

La sesión de cuidados comienza a las 11.30 horas de este lunes. Fernando llega a la gran sala donde las tortuguitas chapotean y nadan en el interior de unos pequeños depósitos. Es la hora del desayuno y hoy toca el pesaje semanal. Con unas pinzas, el veterinario va dando de comer, una a una, a estas hambrientas devoradoras de medusas. Aunque dada su corta edad, la dieta que les proporcionan consiste en una papilla formada por distintos tipos de pescado.

"Les damos de comer tres veces al día", explica el cuidador mientras una tortuga muerde, sin ningún tipo de pudor, el pedazo de papilla que le está sirviendo. "Estas tortugas hace apenas unas semanas que nacieron. Su madre puso los huevos en La Manga, y tras ser localizados, fueron trasladados al Centro de Recuperación de El Valle". De ahí, 20 fueron destinadas a la Estación de Acuicultura Marina de las Salinas de San Pedro, ubicada entre el Mar Menor y el Mediterráneo.

EL ESPAÑOL accede a estas instalaciones donde se desarrolla una labor crucial para la supervivencia de la tortuga boba -Caretta caretta- que está catalogada como vulnerable. De hecho, sin el trabajo que desarrollan científicos como Fernando, solo 1 ejemplar por cada 1.000 de esta especie podría sobrevivir, pero su cría en cautividad multiplica exponencialmente su tasa de supervivencia, ya que actualmente, 9 de cada 10 salen adelante, lo que le ha valido a la Región de Murcia ser calificada como Territorio Tortuga. 

El veterinario Fernando Escribano alimenta y pesa 20 crías de tortuga boba en la a Estación de Acuicultura Marina de las Salinas de San Pedro.

-¿Cómo es el proceso de cría de estas tortugas?

-Fernando Escribano: Cuando se localiza que una tortuga desova en las playas, se notifica a las autoridades para que presten atención a la zona, y poder recogerlas cuando nazcan. En este caso, el nido del que proceden estas 20 que tenemos aquí se encontró en La Manga, cuando un agente medioambiental avisó de que la madre estaba por la zona. Cuando se comprobó el nido, se descubrieron 101 huevos.

Como se hace siempre en estos casos, los huevos se dejaron en el sitio mientras los custodiaba un equipo formado por distintas autoridades. En el momento en el que empiezan a nacer, se recogen y se reparten entre distintos centros, como este mismo y el Oceanogràfic de Valencia, entre otros de Barcelona o Baleares. En ellos, las tortugas permanecen en cría bajo cautividad durante un año, y si todo sale bien, se devuelven a la playa de la que proceden para dejarlas en libertad.

Fernando lleva desde 2019 trabajando con estos tesoros del mar, y más de veinte dedicando su vida a los animales. El veterinario cuenta, transmitiendo su pasión, los secretos de estas criaturas mientras les da de comer una a una, como si fueran sus propios hijos.

En el Centro de Acuicultura de las Salinas de San Pedro las tortugas permanecen un total de 10 meses, siempre que su crecimiento sea correcto. Esto se determina a base de observar su comportamiento y pesándolas cada día. Los veinte ejemplares que hoy cuida Fernando pesan poco más de 30 gramos y miden en torno a 10 centímetros de la cabeza a la cola. Son tan pequeñas como graciosas.

Una cría de tortuga boba nada en tanque de agua en la Estación de Acuicultura Marina de las Salinas de San Pedro.

Una cría de tortuga boba nada en tanque de agua en la Estación de Acuicultura Marina de las Salinas de San Pedro. J. I. M.

El simpático aspecto de la Caretta caretta evoluciona mucho con el tiempo. Estos animales que hoy parecen unos muñecos, pueden vivir más de 80 años con las condiciones adecuadas, en cuyo caso alcanzan un peso superior a los 60 kilos y sus dimensiones pueden llegar a alcanzar los 80 centímetros de ancho, con un caparazón de 70 de largo. La cabeza de esta especie es su símbolo más característico, ya que también incrementa sus dimensiones de forma considerable. "Por eso, en algunos lugares la llaman 'tortuga cabezona'", tal y como apunta Fernando.

Además, las tortugas desempeñan un importante papel como limpiadores del mar. En su dieta no le hacen ascos a nada, como demuestran estas pequeñas 20 hermanas al dar grandes bocados a la papilla que les sirve este veterinario. Cuando sean adultas, su dieta se basará en medusas, peces muertos… Pero también en restos de plástico: uno de los grandes riesgos a los que se enfrenta la Caretta caretta, motivo por el que esta especie está considerada vulnerables.

-¿Por qué esta especie se considera vulnerable?

-Fernando Escribano: Dos de las principales amenazas de estas tortugas son los plásticos y la pesca. Los plásticos son un peligro porque pueden consumirlos y ocasionarles una infección intestinal, pero también pueden engancharse en ellos, lo cual es un desastre. Hace apenas unas semanas encontramos una tortuga que había perdido una pata porque un plástico se le enganchó, asfixiando esa parte de su cuerpo.

Por otro lado, la pesca les hace muchísimo daño, sobre todo los arrastres. Esta técnica consiste en soltar unas redes al fondo del agua y arrastrarlas para atrapar los peces. El problema es que a veces también se enganchan tortugas bobas, y al subir rápidamente la red, les pasa como a los buceadores: no les da tiempo a hacer descomprensiones. Cuando llegan a la superficie, parece que están bien, pero en realidad sufren grandes dolores, y es necesaria una atención inmediata, o pueden llegar a morir.

El veterinario Fernando Escribano se prepara para devolver las crías de tortuga a sus tanques de agua.

El veterinario Fernando Escribano se prepara para devolver las crías de tortuga a sus tanques de agua. J. I. M.

Una de las características más distintivas de estos animales de gran caparazón es que se estresan con mucha facilidad. "Les damos de comer siempre antes de cogerlas para pesarlas. Si los hiciéramos al revés, no comerían". Esta característica también se mantiene en la edad adulta, que alcanzan cuando cumplen 20 años. Ese es el motivo por el que muchas hembras no consiguen desovar. Cuando llegan a una playa para poner sus huevos, si hay bañistas o se le acercan para hacerles fotos, el animal se asusta y se retira sin culminar su labor reproductiva.

Mientras Fernando continúa con su explicación al periodista, en un momento dado se acerca a un tanque en el que nada una tortuga de un tamaño algo menor al de sus hermanas: "Esta hay que controlarla, porque no está creciendo al mismo ritmo que las demás".

Por eso, tras alimentar a todos los bebés tortuga, el veterinario procede a extraerlos cuidadosamente de sus tanques para pesarlos. Una labor para la que recibe la ayuda de una compañera bióloga. "En el cuidado de estas tortugas, trabajamos en torno a 8 personas del Centro de Recuperación de El Valle. Esta Estación de Acuicultura Marina nos la cede el Instituto Murciano de Investigación y Desarrollo Agrario y Medioambiental (IMIDA)".

Una de las crías de tortuga boba durante el pesaje semanal en la Estación de Acuicultura Marina de las Salinas de San Pedro.

Una de las crías de tortuga boba durante el pesaje semanal en la Estación de Acuicultura Marina de las Salinas de San Pedro. J. I. M.

-¿Cómo influyen los seres humanos en el ciclo de vida de las tortugas?

-Fernando Escribano: Estos animales suelen desovar por las noches. A esas horas no hay mucha gente en las playas, pero cuando alguien las ve, al ser tan curiosas, van corriendo y las molestan. Muchas veces usan el flash para fotos y vídeos y eso también es terrible para su visión. Por eso, es muy importante que la gente sepa que cuando una tortuga llega a una playa hay que dejarle mucho espacio y por supuesto, no intervenir en lo que haga. En estos casos hay quienes piensan que se han perdido y tratan de ayudarlas, pero todo lo contrario.

Con la caja llena de pequeñas tortugas, los dos científicos van pesando de forma individual a las pequeñas crías, anotando su peso. "31 gramos, 29 gramos, 35 gramos…". El peso de estas 20 crías ronda los 30 gramos. Pero la más pequeña, solo alcanza los 21. "Le vamos a dar un poco más de tiempo, pero si sigue sin subir de peso como las demás, la tendremos que trasladar al Centro de Recuperación de El Valle para atenderla en profundidad", advierte preocupado por este ejemplar.

Esto es especialmente importante, dado que para su puesta en libertad, la tortuga boba necesita tener un peso que supere el kilo. "Con ese tamaño, la mayoría de sus depredadores naturales ya evitan ir a por ellas", apunta el veterinario.  No en vano, estas tortugas que se desplazan tan tranquilamente por tierra son auténticas motos de agua. Fernando explica que es imposible medir cuántos kilómetros pueden avanzar: "Las que se liberaron el año pasado están en África del Norte, Túnez, Italia… Se separan para navegar libremente por toda la zona oriental del Mediterráneo".

Todo este largo proceso que se realiza en diferentes centros de España contribuye a incrementar su tasa de supervivencia, que según el veterinario, "se multiplica por 20 respecto a las que nacen en cautividad". Pero antes de su liberación, todas van un mes al Oceanogràfic de Valencia para recibir un último entrenamiento: la puesta en semilibertad.

El veterinario Fernando Escribano devuelve las crías de tortuga boba a sus depósitos tras el pesaje.

El veterinario Fernando Escribano devuelve las crías de tortuga boba a sus depósitos tras el pesaje. J. I. M.

Las que superan la prueba, son devueltas a la playa en la que nacieron para el momento más emocionante: dejarlas en libertad. A Fernando se le ilumina la cara cuando el periodista le pregunta cómo se vive ese fin de un proceso tan largo: "La satisfacción es inmensa, no se puede describir con palabras".

Estas 20 tortugas se reunirán a finales de junio en su playa de nacimiento con el resto de sus hermanas que están repartidas en otros centros. Así, La Manga será testigo de la liberación de más de 90 joyas marinas que además desempeñan una importante labor como bioindicadores. Fernando concluye que, en libertad después de pasar por este largo proceso, "el 90% sobrevive".

La Consejería de Medio Ambiente de la Región de Murcia contabiliza "220 nacimientos desde 2019" en su territorio. Unos datos que el veterinario interpreta positivamente, y con los que se despide de las tortugas hasta esta tarde, cuando volverá para proporcionarles la segunda de sus tres comidas diarias.