A Miriam le encantaba ir a la piscina a practicar natación, disfrutaba de largos paseos por la playa, solía bailar salsa, le gustaba viajar, y ante todo, le apasionaba ejercer su profesión: la Medicina. Pero desde julio de 2021 su vida ha dado un giro dramático porque ha terminado postrada en una silla de ruedas, a raíz de la supuesta mala praxis médica de un neurocirujano que era su compañero de promoción y que la operó de cáncer.
"Me ha roto la vida entera", se lamenta Miriam, tras verse obligada a jubilarse como médico estomatólogo y a ceder a su hija el testigo de la conocida clínica que regentaba en Valencia capital. "Esto me ha hundido tanto que he buscado la forma de suicidarme, pero no lo he hecho por mis dos hijos y porque no vería crecer a mis tres nietos", tal y como confiesa esta facultativa retirada en una entrevista que concede a EL ESPAÑOL con la condición de hacerla con una identidad falsa: Miriam.
La operación para extirparle un tumor de la médula espinal la ha dejado parapléjica y centra unas diligencias judiciales abiertas -por vía penal- tras la querella presentada por su abogada: Ica Aznar Congost. "Ahora dependo de un cuidador", subraya esta mujer condenada a una silla de ruedas con 66 años. "No he presentado la denuncia buscando dinero".
De hecho, Miriam quedó parapléjica en el verano de 2021, pero no ha sido hasta diciembre de 2023 cuando ha emprendido acciones legales contra este neurocirujano destinado en el Hospital General de Valencia que la operó dos veces del mismo tumor: un ependimoma que tenía alojado -concretamente- entre las vértebras T5 y T6.
"No le había denunciado antes porque fue mi compañero de promoción, pero al final lo he hecho por cómo se comportó conmigo tras la operación: ni siquiera me llamó para ver cómo estaba", según relata esta sexagenaria, sobre la supuesta frialdad mostrada por su colega de profesión después de terminar ingresada en el Hospital Nacional de Parapléjicos de Toledo. Allí tuvo que someterse a duras sesiones de rehabilitación, "para fortalecer el tronco", y aprender a desenvolverse sobre una silla de ruedas.
El día a día de Miriam -nombre falso- consistía en volcarse en la atención de sus pacientes en el centro odontológico privado que dirigía en Valencia, pero su carrera como facultativa que databa del año 1981, comenzó a irse al garete en una consulta rutinaria de reumatología del Hospital La Fe. Esta doctora se estaba tratando de una artritis psoriásica y al someterse a una resonancia: le detectaron un quiste en la médula espinal.
"Aparecía una imagen bastante grande: un tumor de tres centímetros por uno con uno", tal y como detalla. "Decidieron hacerme una resonancia con contraste y vieron que no era homogéneo, por lo que había muchas probabilidades de que fuera maligno. De modo que cada seis meses me hacían una resonancia para ver si el tumor cambiaba de tamaño"
Así lo expone la querella presentada por Ica Aznar Congost, letrada que colabora con la Asociación del Defensor del Paciente en la Comunidad Valenciana: "Para controlar y seguir dicho hallazgo le pautan una resonancia magnética cada seis meses. En esta primera y en las dos siguientes, el quiste no había crecido, permanecía igual. La recomendación del Hospital La Fe hasta la fecha, fue la de mantener una conducta expectante y vigilar el crecimiento del quiste, mediante los correspondientes controles, para valorar con sus resultados si intervenir o no".
- ¿Cómo terminó sobre una mesa de operaciones y encima en otro centro: el Hospital General de Valencia?
- Miriam: A la tercera o cuarta resonancia que me hicieron para controlar el tamaño del quiste, el neurocirujano del Hospital La Fe me dijo que tendría que pensar en operarme porque el tumor estaba encapsulado en la médula espinal, se podía romper y se extendería muy rápido por el sistema nervioso dejándome pocos meses de vida. A mí lo que más me preocupaba eran las secuelas en caso de someterme a una operación.
Así que le pedí una segunda opinión a un compañero de promoción: un neurocirujano del Hospital General de Valencia que había trabajado en Estados Unidos y en la Clínica Universidad de Navarra. Me merecía mucha confianza. Le envié un WhatsApp y me dijo que fuera a verle.
- ¿Cuál fue la segunda opinión de este neurocirujano?
- Me puso la operación superfácil. Me explicó que si no había complicaciones, en un mes estaba trabajando en mi clínica. Le dije que me operase porque iba a tener a mi primera nieta y me gustaría cogerla en brazos. De modo que me operó el 25 de junio de 2021, pero cuando salí de la intervención sentí una pérdida de sensibilidad en las piernas y no notaba cuando tenía ganas de hacer pipi, aunque sí que podía caminar.
Este punto de la historia es el momento clave por el que un juzgado deberá aclarar si hubo o no, una mala praxis médica, por parte del compañero de promoción de Miriam y neurocirujano en el Hospital General de Valencia. Todo ello, debido a que tras su primera intervención le detectaron que le quedaban 3 milímetros del tumor en la médula y la parte retirada del quiste se envió al Servicio de Anatomía Patológica, para analizarlo, con el objetivo de determinar si el cáncer era benigno o maligno.
"Yo le empecé a decir que nos esperásemos a ver el resultado de Anatomía Patológica porque a lo mejor nos llevábamos una sorpresa y el tumor era benigno. Pero él me decía que no, que en cuanto tuviese quirófano me quitaba los 3 milímetros que me quedaban del quiste. Él se empeñó en someterme a una segunda intervención quirúrgica".
- ¿Por qué quería usted esperar al resultado de ese informe?
- Al tener el tumor en la médula, no me podían hacer una biopsia para valorar si es benigno o maligno y decidir si me operaban o no. En estos casos, hay que abrir para sacarlo, pero con la parte del quiste que me habían extirpado en la primera intervención, ese informe de anatomía patológica sí que permitía analizar el tumor y reveló que era benigno.
Ese informe estaba fechado el 13 de julio y él me operó el día 14 de julio, con lo cual, se demuestra que ni tan siquiera abrió su ordenador para ver mi historial. Ese informe decía que era un ependimoma de células claras: un tumor benigno, no tenía sintomatología y no era necesario volver a operarme. Podría haberme tratado con radioterapia. Pero él insistió en quitarme los 3 milímetros de tumor. Me operó a los veinte días.
- ¿Cuál fue el resultado de esta segunda intervención para quitarle los 3 milímetros de tumor que le quedaban en la médula?
- Usó el bisturí de ultrasonidos que bombardea muchísimo y se cargó la médula. Los potenciales evocados bajaron mucho y cuando desperté en la UCI, noté que no podía mover las piernas. El neurocirujano me dijo que no pasaba nada porque eso se debía a que mi médula estaba edematizada, pero tardó dos días en acudir a mi habitación para visitarme porque se moría de la vergüenza. Me mandaron a casa parapléjica. Tenía las tres vías cortadas: la motora, la sensitiva y los esfínteres.
De momento, el neurocirujano ya ha prestado declaración en un juzgado de lo Penal de Valencia. La abogada Ica Aznar Congost, colaboradora con la Asociación del Defensor del Paciente y responsable de la acusación particular que ejerce la doctora que ha quedado parapléjica, sostiene que exitió "una mala praxis médica" por diversos motivos: "Se está realizando una investigación, pero entendemos que hubo varias negligencias en la segunda operación a la paciente".
- ¿Cuáles fueron esas presuntas negligencias?
- Ica Aznar Congost: Hubo una falta de consentimiento informado de esta segunda intervención y falta de información sobre la operación y su indicación. También defendemos que esta operación no estaba indicada y nunca debió producirse. Y en todo caso nunca se debió intervenir a la paciente a los 20 días de la primera operación, sin informarle de que el tumor era de los denominados benignos y que existían alternativas terapéuticas más conservadoras. Tanto si el cirujano conocía la naturaleza del tumor, como si no observó el informe de anatomía patológica, en cualquiera de los casos: la intervención no debería de haberse realizado.
Una querella criminal
En la querella criminal, la letrada del despacho Bruna Abogados argumenta que existe "una imprudencia grave profesional" porque el neurocirujano le "secciona la médula espinal" a su clienta. Todo ello, tras someterla a la segunda intervención del 14 de julio de 2021: una operación que el citado documento remarca que no se debería haber producido porque el informe del 13 de julio del Servicio de Anatomía Patológica, reflejaba que era un tumor benigno y la radioterapia era un tratamiento alternativo al quirófano.
Así lo refleja la querella: "Con el objetivo de conocer la necesidad o no de esta nueva intervención, la paciente insiste al Doctor 'X' que espere a la anatomía patológica para conocer la naturaleza del quiste extraído en la intervención anterior, incluso que pida que le adelanten los resultados, para ver si el tumor es benigno o maligno, pero él se niega a solicitarlo e insiste en intervenir como única opción. Como es obvio, ni siquiera revisa en la historia clínica si este informe ya está disponible, porque sí lo estaba".
"Doña 'Miriam' se despierta en la UCI parapléjica. Ella conoce ese día, tras la intervención, el resultado de Anatomía Patológica y que el tumor era benigno (ependimoma)… La intervención no era necesaria. Esta intervención no se hubiera realizado si el Doctor 'X' hubiera seguido las mínimas normas de prudencia, y no hubiera metido en un quirófano a una paciente para someterla a una intervención tan peligrosa, sin conocer el resultado del análisis patológico del quiste extraído".
La doctora en cuestión ha tenido que jubilarse al presentar un grado de discapacidad del 87%. "Ahora me dedico a hacerle jerséis de punto a mis tres nietos", según cuenta Miriam, como una de las pocas motivaciones de su nueva vida: dependiente de una silla de ruedas y un cuidador. "Yo antes era un cohete y ahora no puedo hacer nada".