José Humberto Rodríguez, de 55 años, nació en Pereira (Colombia). Su madre era enfermera y su padre trabajaba en la aerolínea Avianca. Cuando le tocó decidir a qué se quería dedicar, se fue para el seminario en un intento de ser cura. “Tenía la vocación, pero me faltó el celibato”, dice entre risas. Al ver que el camino de Dios no era para él, ingresó en la Marina, después en la Armada y, finalmente, en el cuerpo de policías de Caquetá, en el sudeste colombiano, durante los años 90, los más duros del narcotráfico en Colombia tras la muerte de Pablo Escobar. “Era una época muy difícil para los colombianos, y mis padres se preocupaban mucho por mí”, recuerda.

Su madre llegó a España como empleada doméstica y, al poco tiempo, Rodríguez le pagó a una persona para que lo introdujera en el país y le ayudara en migración para saber qué decir y tener dónde dormir los primeros días. Ahí empieza toda una historia de supervivencia de 25 años en un país en donde el expolicía al principio no conocía a nadie y no tenía papeles ni dinero.

Empezó alquilando una habitación en el madrileño barrio de Usera, cerca de una tienda de ultramarinos en donde consiguió que lo dejaran trabajar en negro. Después, se volvió vendedor ambulante de ropa. Con el tiempo, empezó a vender comida típica colombiana. “Mi mamá me enseñó a cocinar en la casa desde chiquito, y eso es lo que más me ha servido en la vida”, asegura.

José Humberto Rodríguez, dueño de Josepan.

Al principio iba a los lugares donde sabía que iban muchos colombianos para venderles buñuelos, empanadas y arepas. Los hacía en su cocina, que muy pronto se le quedó pequeña. Un día la Cruz Roja lo contactó y le ofreció un empleo en una panadería del Paseo de la Castellana. “Yo ya estaba ganando buen dinero, pero lo acepté por los papeles”, dice.

Ahí aprendió cómo funcionaba de verdad el negocio de las panaderías. Fue el comienzo de JosePan. Estuvo tres años, tras los cuales estableció su propia panadería desde un piso clandestino: se recorría todo Madrid cada día vendiendo sus productos a locales colombianos, locutorios, restaurantes y clubes. Después, ese local se le quedó pequeño y tuvo que alquilar una nave en Cuatro Vientos. “Éramos 16 personas indocumentadas trabajando en la planta. Yo conducía todos los días sin licencia para poder entregar el pan. Eran otros tiempos”, asegura.

En el año 2000, pudo traer a los dos hijos que había dejado en Colombia y regularizar su situación en España. “Hice lo que tenía que hacer para poder sobrevivir”, afirma. Con el dinero de la venta de los productos típicos colombianos, pudo abrir su primer local oficial ese año en Plaza Elíptica. Fue un éxito.

De inmigrar a emprender

Desde ahí, su vida cambió. Ahora es un ejemplo de superación para muchos migrantes que llegan sin nada al país. Hoy cuenta con nueve locales, incluyendo tres en centros comerciales y uno en el prestigioso Paseo de la Castellana. Cada semana, JosePan vende más de 40.000 buñuelos y 50.000 empanadas.

Para el panadero, su familia también ha sido clave en este proceso. “Mi esposa Beatriz y mis hijos han sido mi apoyo y mi estímulo para lograr todo lo que nos hemos propuesto”, asegura.



Por ahora, ha recibido el reconocimiento de la Armada de Colombia y de la Agregaduría Militar de la Embajada, además de ser reconocido por los expresidentes Álvaro Uribe y Juan Manuel Santos como colombiano ejemplar en España. Además, recientemente fue galardonado por la Embajada de Colombia como uno de los 10 colombianos destacados en España.

Josepan

El local del Paseo de la Castellana se llena todas las mañanas de colombianos ansiosos por comer su comida típica. Las arepas, las papas rellenas y las empanadas son los productos más codiciados por todos.

En este punto de encuentro entre diferentes culturas se reúnen en un solo espacio panadería, pastelería, heladería, cafetería y un restaurante donde el chef estrella del grupo, Herminso Guejia, ofrece los mejores platos típicos de Colombia como el ajiaco, el sancocho y la famosa bandeja paisa. Además, se pueden comprar arepas, queso latino y chocolate para llevar.

En el lugar hay un gran muro lleno de fotos de colombianos importantes que representan al país andino como Shakira, Falcao, Margarita Rosa de Francisco y Fernando Boter. “Quiero enseñarle a la gente que Colombia es mucho más que Pablo Escobar”, asegura.

En otra de las grandes paredes del salón principal están escritos los dichos colombianos más típicos de la región. “Es un guiño a mis clientes, para que se sientan como en casa”. En la pared se pueden leer frases como: “Tengo un filo, que si me agacho, me corto”, “Papito no me busque, que me encuentra” o “Solo la puntica”.

Su nueva vida

Rodríguez ahora vive en Pozuelo de Alarcón y conduce un BMW último modelo. Cuando recuerda todos sus años como indocumentado intentando sobrevivir en Madrid, a veces le parece que está contando la historia de otra persona. Ahora, solo aspira a tener un futuro en donde JosePan se convierta en una marca internacional. “Hemos tenido ofertas de muchas ciudades de Europa y hasta Estados Unidos para llevar nuestros productos”, cuenta. Para muchos colombianos en Madrid, visitar una de estas panaderías es como regresar a casa. El olor a arepa con chocolate caliente hace que la nostalgia aflore en el ambiente y se ve reflejado en la sonrisa de los comensales.

José Humberto, dueño de Josepan.

Para el panadero, el éxito de su negocio está en el amor que tiene la gente colombiana por su comida tradicional. “Un colombiano llega a Madrid y lo primero que hace, con la maleta a cuestas y todo, es venirse para el local. Así somos”, asegura. Es por eso que uno de sus planes de expansión para los próximos años es abrir un JosePan en el aeropuerto de Barajas. Ese mismo lugar que lo vio llegar hace más de 30 años con una mano delante y otra detrás.