"Beltza, zoaz zure herrialdea!", le gritaron al cubano Lázaro Pons en plena calle. "Negro, vete a tú país". Fueron varias veces, en el centro de Pamplona, el Día de la Hispanidad de 2022. La razón: llevar colgada del cuello una bandera de España mientras se dirigía con una compañera a un bar a celebrar el 12 de octubre, "como buen hispano", según confiesa a este periódico dos años después.
"Subiendo la calle, nos encontramos con una manifestación de 'bilduetarras' que estaban bebiendo y comenzaron a increparme. Me dijeron que me fuera a mi país y que no podía estar ahí, porque 'esto es Euskal Herria, y no España'. Después, un encapuchado me escupió, intentó pegarme y otro trató de arrancarme la bandera amenazándome con que la iban a quemar", explica.
Esta semana, el Juzgado de lo Penal número 3 de Pamplona ha condenado a esos dos jóvenes a un año y nueve meses de prisión por un delito de coacción con el agravante de discriminación. Pons no se mete en el fallo: "No soy juez para valorar una sentencia", afirma. Pero sí les lanza un mensaje, como hizo a lo largo del juicio: "No les tengo ningún miedo, y seguiré llevando la bandera cuando me dé la gana, porque no me lo van a impedir".
Según confiesa, ni los insultos ni que le llamaran negro le ofendió. "Es lo que soy", dice al respecto. "Lo que me dolió mucho es no poder caminar tranquilamente por España con una bandera española. Este es el único país del mundo que no defiende sus símbolos patrios y me da pena que haya jóvenes como estos a quienes los políticos han inyectado ideologías abocadas al fracaso", continúa.
Pons habla con conocimiento de causa, refiriéndose a su país, Cuba. De allí consiguió escapar hace 12 años, tras casarse con una española. Aunque no tiene la nacionalidad, siente España como su país, y dice que por ella "daría la vida encantado". "Me siento orgulloso de defender la bandera española", dice Pons.
La 'Robolución'
Mucho antes de convertirse en un símbolo por defender la bandera española, Pons, de 53 años, acumuló años de disidencia en su país natal. Su padre fue colaborador de la Revolución castrista, para cuyos guerrilleros escondió armas en su domicilio. Pero rápidamente cambió de bando por su desencanto con el régimen.
"Mi padre decía que aquello no fue una Revolución, sino una 'Robolución'. Desde entonces, el castrismo señaló a mi familia", asegura Pons. Cursó estudios universitarios de Informática y Matemáticas, los cuales interrumpió en 1994 por un primer intento de salir de la isla de forma clandestina: se embarcó en un bote con destino a Florida (EEUU).
La aventura, sin embargo, fracasó, por lo que tuvo que regresar a Cuba, donde cursó estudios superiores en Educación Física. Tras varios años como profesor de gimnasia, terminó en un hotel. Allí conoció a la que, con los años, y tras una relación a distancia, es hoy su mujer, una navarra de nombre María Victoria, que ya tenía hijos.
Tras casarse, Pons se trasladó a Pamplona donde comenzaría una nueva vida. Pero lejos de olvidar sus años de disidencia política, la continuó. En la capital navarra fundó la Agrupación Cubana de Navarra, una asociación que lucha por los derechos humanos en Cuba, denuncia las condiciones en las que se encuentran los presos políticos, y recogen medicamentos para la población local.
En España, Pons no pudo homologar sus estudios y tuvo que salir adelante encadenando diferentes trabajos. "He sido limpiador, portero de discoteca, guarda de seguridad, camarero... ¡He hecho de todo! Ahora trabajo como instalador de ascensores", dice Pons, que pese a no dedicarse a la que era su profesión en Cuba, se declara feliz y orgulloso por vivir en un país como España.
"Estoy muy agradecido. Navarra es una gran tierra pese a los grupúsculos cada vez más pequeños que se empeñan en vivir en la ignorancia y en la intolerancia, con la connivencia de los poderes políticos", asegura, en referencia a grupos de juventudes abertzales de partidos como Sortu y Bildu.
"Se dice que ETA ha terminado pero existe a través de grupos como estos. En Pamplona hay varias asociaciones a quienes se ceden bajeras públicas para organizar sus actos con el beneplácito del gobierno autonómico del PSOE y el Ayuntamiento. Yo no he sido su única víctima: quemaron una bandera española en la Universidad de Navarra y boicotearon un acto de la Selección Femenina de Fútbol", lamenta Pons.
Afín a Vox
El inesperado protagonismo que Pons alcanzó tras el suceso de aquel 12 de octubre ha atraído a varios partidos políticos que le han ofrecido engrosar sus filas. Pero él se ha negado en redondo: "La política no es lo mío. En España, no todos, pero muchos políticos se han metido en ello como si fuera un negocio, no por patriotismo", dice.
Pese a que toma distancia con las siglas, no esconde su afinidad por Vox. Para Pons, la formación que dirige Santiago Abascal es la única "que puede volver a la senda de lo que fue España como gran nación e imperio, y que la gente pueda vivir trabajando y en paz".
Tanto es así, que un día después de conocerse la sentencia contra sus agresores, Pons se encontraba trabajando con su empresa en el Ayuntamiento de Valladolid y aprovechó para visitar al grupo municipal del partido en el consistorio. "Les tengo simpatía, pero no estoy afiliado ni puedo ejercer el derecho a voto en España. A mí me han ofrecido entrar en Vox, PP y Ciudadanos, pero siempre les he dicho que no. ¡Soy feliz instalando ascensores!", concluye.