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Si no fuera porque la perfección no existe, Mario Casas (38) estaría muy cerca de ella. Madura con estilo. Se siente relajado. Está encontrando el equilibrio entre ser actor, director y guionista. Necesita del cariño de su familia y se siente protegido por ella. Trata a sus fans con un cariño inmenso aunque salga de una tienda o pasee por la calle escuchando música. Es de los pocos que termina las frases y pone el sujeto, el verbo y el predicado en el lugar que toca. Rara avis en estos universos paralelos creados en las redes. Ante los periodistas es un caballero. Se muestra abierto y atento. Con EL ESPAÑOL no iba a hacer una excepción o… ¿quizás sí?.

Luce un chándal de una marca de lujo, se pasea tranquilo por la terraza del hotel. Su hermana Sheila, que también es su representante, no le pierde ojo. Mario lleva tres décadas en este negocio. Tiene el rostro maduro, moreno y terso. El paso del tiempo es un viento que le sopla a favor. Posee el atractivo y talante necesario para seguir levantando pasiones. María Valverde (37), Blanca Suárez (36), Berta Vázquez (32) o Amaia Salamanca (38) han sido las actrices que se subieron con él a tres metros sobre el cielo para exprimir la vida con todo su jugo.

Su última relación conocida ha sido con la actriz y guionista Déborah François (37), junto a la que escribió el guion de su primer filme como director, Mi soledad tiene alas (2023), y que también protagoniza junto a su hermano Óscar Casas (26). Jamás ha protagonizado un altercado con los paparazzi porque sabe que esto va incluido en el precio de la fama. Sin embargo, vela por su vida privada en todo momento.

El actor Mario Casas durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Pau Venteo E. E.

Cuando su madre, Heidi Sierra, se dio cuenta que su primogénito desprendía un aura especial y tenía desparpajo, le llevó a varios castings donde le escogieron para hacer anuncios para Renfe o Telepizza. En 2005 consiguió un papelito en Motivos personales y, al año siguiente, Antonio Banderas (64) le dio su primera oportunidad en la gran pantalla con El camino de los ingleses. En 2021 se llevó el Goya al mejor actor por No matarás. El próximo 31 de octubre estrena Escape, lo último de Rodrigo Cortés (51), que tiene en la producción al mismísimo Martin Scorsese (81). En ella, Mario, que interpreta a N, se desnuda por completo. En sentido metafórico, claro.

Su mayor tesoro es su familia. Sus padres, Heidi y Ramón, le tuvieron cuando ella tenía 17 años y él 19. Luego llegaron Sheila (37), Christian (33), Óscar (26) y Daniel (11), a quien todos ven como su ojito derecho. Todos forman una piña y son los que apoyan a Mario cuando sufre los bajones emocionales que conlleva su profesión.

PREGUNTA.– ¿En qué momento vital se encuentra?

RESPUESTA.– Muy bueno. Soy un afortunado, agradezco el trabajo que tengo. Gracias a Dios puedo trabajar con gente como Rodrigo Cortés, acabo de terminar la ópera prima de Gerard Oms –su coach durante muchos años–, un proyecto pequeño, indie e independiente y el año pasado debuté como director con Mi soledad tiene alas con mi hermano Óscar. Se me ha abierto una visión distinta en lo que se refiere a mi relación con el cine y la proyección en mi carrera. Quiero seguir dirigiendo, el trabajo con los intérpretes me ha fascinado y me ha hecho muy feliz en todas las parcelas de mi vida. Como actor no lo puedo dejar, interpretar es sanar, crear, el público te sigue, hay algo que me va en la sangre. En lo personal también estoy muy bien.

P.– ¿Qué porcentaje le pondría a la dirección y la actuación de aquí a una década?

R.– Es que todo evoluciona tanto. Mira la cantidad de plataformas que tenemos hoy. Ojalá pueda estar donde estoy ahora, que nada cambie. Pero más que de aquí a diez años, te diría más que de cara a 2025 o 2026. Quiero volver a dirigir.

Mario Casas posa para EL ESPAÑOL. Pau Venteo EL ESPAÑOL

P.– ¿El año que viene?

R.– En eso estoy, si me dejan. Si los astros se alinean (risas).

P.– ¿Es fácil conseguir el dinero?

R.– Es muy difícil conseguir la pasta.

P.– ¿Aun siendo un rostro muy conocido?

R.– Sí. Tengo la suerte de que Nostromo, la productora de Mi soledad tiene alas y Escape, esté detrás, porque con la última resultaba complicado financiar y la levantaron de forma estoica por el tono. Son grandes productores y a lo mejor te lo ponen algo más fácil y consiguen que el proceso se mueva más rápido. Pero ya te digo, es dificilísimo. Si tengo un guión, una primera versión y los actores, siendo muy rápido, antes del final de 2025 sería un milagro.

P.– El 31 de octubre se estrena Escapa y nuevamente se ha lanzado al precipicio. Cada vez desde más alto y con más riesgo, ¿qué le provoca aventurarse tanto?

R.– Evolucionar como actor, me gusta la adrenalina, tantear personajes con una psicología muy concreta y, sobre todo, salir de la zona de confort. Todos los papeles son distintos, pero es cierto que hay algo en estos personajes arriesgados a la hora de construirlos que son realmente los que me gustan. Te adentras en lugares que nada tienen que ver conmigo y son personajes que requieren mucho de tu energía, están al borde del precipicio. Con mi personaje N en Escape hay algo de crecimiento personal y poder trabajar con Rodrigo Cortés son nuevos retos, me pone (risas).

P.– Se lo puede permitir, tiene una buena red, un colchón.

R.– (Carcajada) Para que no me vuelvan a llamar, ¿no? De cagarla muchísimo, ¿no?

P.– Hombre, no para tanto.

R.– Ya no es el colchón. Me he tirado a la piscina por quien está detrás de la cámara que es Rodrigo, sabes que te va a cuidar, prevalece la interpretación, no te va a vender…

Detalle de la cadena de Mario Casas, durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Pau Venteo E. E.

P.– ¿Se preparó de alguna manera a nivel psicológico? Ya sabe que algunos compañeros suyos han llegado a ingresar en un psiquiátrico para vivir el papel y otros, como Elizabeth Taylor en ¿Quién teme a Virginia Woolf? o Robert de Niro en Toro salvaje engordaron excesivamente.

R.– Es un personaje que me ha requerido mucha transformación. Entiendo un poco a estos actores que nombras, hasta dónde llegan para conseguir el personaje. Escape y N es de composición fuerte en lo físico y emocional, hay tics, la voz se modula, se abstrae mentalmente. No se puede hacer de otra manera que estar concentrado siempre, no salirte del personaje, ser un pesado y un friki incluso cuando no ruedas. Cuando decían corten no salía del personaje.

P.– ¿Se aisló de todo y de todos?

R.– Requería aislarse para no desconcentrarse. Lo bueno es que estaba Rodrigo, exigía y pedía de buenas maneras, era respetuoso y exigía concentración a todos, los actores y al equipo técnico. El set es un sitio templario y ambos lo vemos así. Hubo concentración desde todos los lugares y departamentos. Hemos remado todos hacia el mismo lugar.

P.– En cine debutó con Antonio Banderas como director en El camino de los ingleses. Como realizador, ¿piensa usted dar una oportunidad a actores desconocidos?

R.– ¡Por supuesto! La idea futura está ahí, en darle una vuelta a lo que hice en Mi soledad tiene alas. Sería interesante y diferente. Pero eso sí, mi actor fetiche es mi hermano Óscar, ya te lo digo (risas).

P.– ¡Menudos dos!

R.– (Sonríe) No sé si has tenido oportunidad de ver algún capítulo de El Gran Salto, donde mi hermano ha hecho la vida de Gervasio Deferr para Atresplayer. Me parece que es el personaje de serie de cara al año que viene en España. El trabajo que hace, con tres edades diferentes, te muestra que es uno de los actores de su generación que está llamado a ser uno de los mejores.

P.– En la serie Instinto estaba que se salía.

R.– Sí, en la que hacía de niño autista, ¿no? De verdad, en El gran salto ha hecho una construcción bestial, la gente se va a quedar boquiabierta. Ya te digo, es mi actor fetiche (risas).

P.– ¿Qué cree que ha sacado un actor después de la pandemia?

R.– ¡Hostia! En mi caso, escribir mi primera película como director. Se pasó tan mal a nivel mundial, nos cambió la vida tanto, que pude sacar algo positivo. Junto a Déborah François hicimos el guion de Mi soledad tiene alas. Sobre cómo repercutió en los demás no te sé decir, es demasiado genérico. Tal vez durante la pandemia hubo mucha demanda de consumir series, cine, había mucho material. Nos quedamos enganchados a las plataformas. Gracias a las plataformas pudimos volver al cine, ha habido bastante trabajo después.

Mario Casas durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Pau Venteo E. E.

P.– Me río porque antes de hacer esta entrevista vi un vídeo en internet donde siendo un crío debatía con desparpajo con Xavier Sardá. ¡Qué cabeza tenía!

R.– Era un niño repipi. Tenía bastante carisma de pequeño, en clase no es que fuera mal estudiante, tampoco era el mejor, pero sí el que tenía más carisma, era atrevido, salía a la pizarra y a final de curso era el primero en crear una obra teatro, en cantar y con mi colega hacer obras de Los Morancos y de Cruz y Raya. Ya me corría por las venas la interpretación y el arte.

P.– ¿Qué le diría a ese niño?

R.– (Pide que quiten la música de fondo en el hotel para oírnos mejor). En psicología hay un ejercicio en el que se te pregunta qué harías si te vieras de pequeño. En mi caso, yo le abrazaría, le diría que todo va a ir bien, que intentara ser feliz y que disfrutara de la vida porque realmente viéndome ahora soy un afortunado. No le diría muchas cosas al niño.

P.– Ha jugado muy bien sus cartas. Si se analiza su trayectoria hay muchos Marios y ha conseguido despegarse de la etiqueta de ídolo juvenil, que es bastante complicado. ¿Tiene algo que ver el riesgo que un determinado momento decide afrontar?

R.– Sí, tienes razón. Entiendo que el público se queda con ciertos personajes. No sé quién lo decía el otro día, que tu carrera pasa, tienes 80 o 90 años como José Sacristán y te recuerdan por unos personajes concretos. Hay pelis que marcaron mi carrera como A tres metros sobre el cielo. En esa época era el chaval de la moto, pero en mi vida personal no tenía chupa de cuero, ni carné de moto, no iba así por la vida. Soy consciente de que A tres metros me ha llevado a estar donde estoy ahora. No reniego de ningún personaje. Hay proyectos que se quedan en la retina del espectador y parece que hay más proyectos que ese. Luego hice La mula, Fuga de Cerebros… siempre me ha gustado hacer cosas diferentes. Lo siguiente que vendrá es el drama romántico El secreto del orfebre, muy a lo Palmeras en la nieve, y luego la peli indie que he hecho con Gerard Oms. Siempre estoy en búsqueda de cosas que me atrapen, que no tengan nada que ver entre sí. Ahí hay algo de tirarme y probar.

P.– Grupo 7 también significó un punto y aparte en su carrera.

R.– Hago Los hombres de Paco, Tres metros sobre el cielo, hace ruido la serie El Barco y la gente se queda con esa imagen de Mario. Supongo que es lo que gustaba o llamaba la atención. Tras rodar la primera temporada de El barco decidí parar, necesitaba hacer otras cosas y pensé que si continuaba haciendo temporadas no es que me fuera a encasillar, pero sí tal vez me iban a llegar muchas cosas con ese tono y tipo personaje. Paré un año hasta que me llamó Alberto Rodríguez [el director de la película], me dijo que habían pensado en mí y me enfrenté a un personaje más maduro. Gracias a la película, otros directores y productores me vieron en otro lugar, despunté en el cine para que otros realizadores empezaran a llamarme.

Mario Casas durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Pau Venteo E. E.

P.– ¿En qué momento decide dejar el centro de Madrid para irse a las afueras? ¿Qué le motivó, que necesidad imperó?

R.– Cuando vivía en Barcelona con mis padres vivíamos en Montserrat, en Collbató. Mi educación ha sido siempre vivir en el campo. Viví en el centro de Madrid de los 18 a los 26 años, era un momento en el que te buscas la vida, vives en un piso con compañeros, tienes una pareja. En cuanto pude, con 26 o 27 años me escapé primero a El Escorial y actualmente también estoy en el norte, pero más abajo. Me encanta el campo, hago deporte, paseo con mis perras, es un tipo de vida me gusta. Soy un tipo que me he convertido en un solitario porque en nuestro trabajo siempre que ruedas una peli estás rodeado con decenas de personas y cuando paras, también compartes con mucho. Así que decidí irme a casa solo, a la montaña, con mis perras, necesito una vida lo más tranquila posible. Esa es mi felicidad. Cuando era más joven necesitaba más inputs que me llamaran la atención, que me subiera la adrenalina y la serotonina.

P.– Son momentos vitales diferentes.

R.– Para mí la emoción, la paz y la felicidad pasa por ver a mis perras, comer sano y pasear. Mañana tengo boxeo, por la tarde estoy con música… La felicidad está en esos pequeños momentos. Y estos hacen que disfrute con tu mundo, con la prensa, cojo con más ganas hablar de mi trabajo.

P.– Cierto es que no se te ve casi nunca en fiestas.

R.– Muy poco. No me gusta estar cuando no tengo nada. No voy a ir si no estoy promocionando o estrenando, de esta manera intento salvar mi vida personal. Si voy a fiestas lo que vas a hacer es exponerte, siempre habrá prensa, cosa que por otro lado es normal, te preguntan por tu vida y al día siguiente, digas lo que digas o no digas nada, te puedes llevar una sorpresa (risas). Entonces prefiero no dar de qué hablar y lo máximo que se puede decir de mí que sea sobre cine.

P.– ¿Se reconoce cuando sale en la prensa del corazón?

R.– Ya me da más igual. Antes era más raro porque era un chaval. Te perseguían, siempre interesabas por algo relacionado con mi vida privada, se hablaba, se comentaba. Antes no sabía cómo tomártelo porque hablaban de tu vida personal, no te sentías cómodo. Ya te digo, actualmente me da igual. ¿Qué hago? Sales como cualquier otra persona, conoces gente, no haces mal a nadie, tienes una vida como todos. Sé que todo esto es parte del juego y tienes que aprender a abrazar y tomar lo que venga.

P.– ¿Cómo gestiona la fama? Cada vez son más sus compañeros y otros artistas que hablan de problemas mentales. Mire lo que ocurrió recientemente con Liam Payne, que parece que paseaba por el hall del hotel para ver si alguien le reconocía. Tremenda dualidad. Si no te reconocen, malo, y si lo hacen, qué plastas.

R.– ¡Ufff, es un tema que…! He leído muy poco sobre Liam Payne, me da mucho pavor estas cosas, me produce mucho terror y me pone en un lugar que no me gusta. Cuando la gente te reconoce hay que intentar cuidarse mucho. A lo mejor no te apetece hablar o firmar autógrafos, pero debes hacerlo, la gente no sabe que puedes tener un mal día, tampoco es culpa de ellos tampoco. Para mí lo más importante es lo que te rodea, tener gente al lado, intentar que te cuiden, que miren por ti y si no pides ayuda profesional pues intentar pedirla con tus seres queridos. Es lo que he hecho desde siempre. He intentado tener comunicación con mi hermana, que es mi representante, con mi hermano y, sobre todo, con mis padres. En la medida de lo posible es necesario desahogarme y decir me pasa esto o aquello. Al final te dan buenos consejos. Rodearme de gente que te da un colchón, te ayuda y te sustenta emocionalmente es fundamental. Es clave tener un sitio donde poder desahogarse y coger distancia. La gente de tu alrededor es capaz de ver cosas con perspectiva cuando tú no puedes. Hay que rodearse de gente sana, buena, que te quiera.

P.– Siempre le he visto que trata muy bien a los fans y es muy educado con la prensa.

R.– Habré tenido algún momento malo en el que no te das ni cuenta. Es que, de verdad, si dices que no a quien te pide una foto te va a pasar tanta factura emocional. Me pasaría a mí, me agobiaría tanto, me sentiría tan mal por haber dicho que no que es mejor hacérsela. Me pasaría mucha factura. Hay que ser agradecido con la gente que te sigue. Después me pasa mucha más factura que hacerme foto. Así que mejor hacerse la foto y haces feliz a alguien. Al fin y al cabo con este trabajo haces pasar buenos momentos a mucha gente. Para mí es lo más bonito. Esta semana hicimos el preestreno en los cines Aribau de Barcelona, se me acercaban, la gente paga una entrada por verte en un trabajo e ir en contra de todo esto es un error. Mira, en el móvil tengo una palabra: "Agradece". Intento luchar por ser agradecido. Me levanto cada día, estoy sano, soy afortunado porque hago lo que quiero así que Mario, agradece. Es una filosofía que me han enseñado desde pequeño.

Mario Casas durante la entrevista con EL ESPAÑOL. Pau Venteo E. E.

P.– Menuda revolución se armó cuando se estrenó la serie Instinto. Todos estaban pendientes de su desnudo frontal.

R.– Ja, ja, ja, era un personaje que hablaba mucho del físico y del sexo. Pero tras la primera temporada se quedó ahí, pero seguro si va a otras plataformas podría funcionar bastante más de lo que hizo. Me hubiese gustado una segunda. Y ahí también trabajaba mi hermano Óscar, que tenía un personaje interesante.

P.– ¿Cómo afrontó el momento del desnudo?

R.– Los coordinadores de intimidad son necesarios porque es una exposición muy fuerte cuando tienes escenas de ese calibre. Hay que tratarlas con mucho respeto, te estás exponiendo ante muchísima gente. Y que haya un coordinador da bastante tranquilidad. También te digo que se rueda como si fuera una secuencia de baile. Si realmente ves desde dentro cómo se rueda es una cosa como horrible, antinatural, aunque luego el resultado sea bueno. Así que son necesarios los coordinadores, no veo que se pueda hacer de otra manera.