Un grupo de vecinos trata de drenar el garaje de su edificio a altas horas de la noche en Alfafar, Valencia.

Un grupo de vecinos trata de drenar el garaje de su edificio a altas horas de la noche en Alfafar, Valencia. Rodrigo Mínguez.

Reportajes LA DANA DEL SIGLO

Más de 3.000 hogares siguen "sin luz ni ayuda" 6 días después de la DANA: de las protestas a los 175 muertos no identificados

Enviado especial a Valencia
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La Comunidad Valenciana sigue sumida en el lodo y la desesperación seis días después de la DANA que ha dejado, hasta ahora, un saldo trágico de 214 muertos, 175 de ellos aún sin identificar. En cada esquina de los pueblos más afectados, entre los escombros y el barro, se siente la mezcla de cansancio y rabia de quienes ven pasar los días sin recibir la ayuda que necesitan.

En Paiporta, Sedaví, Aldaia y otras localidades, la vida se ha convertido en una larga espera, con más de 3.000 hogares que siguen sin electricidad y una creciente frustración contra las autoridades. Mientras que en Valencia, el Instituto de Medicina Legal ha completado 162 autopsias desde que comenzó la emergencia.

En lo que explican que es un gran esfuerzo coordinado entre forenses, policías y militares, los cuerpos son trasladados desde la Ciudad de la Justicia hasta la morgue improvisada en la Feria de Valencia. Hasta ahora, sólo 39 de las víctimas han sido identificadas a través de huellas dactilares, mientras que el resto permanece en un limbo de dolor para sus familias.

"Estamos aquí desde el martes, pero cada día se hace más insoportable", comenta María, una madre de dos hijos que aguarda noticias en la Jefatura de Policía de Valencia, donde los familiares de desaparecidos dejan muestras biológicas y descripciones, esperando que los forenses encuentren una coincidencia en medio de la tragedia. Entre lágrimas, muestra una foto de su marido. "Le vimos salir al garaje y no volvió. Nos dijeron que podía estar entre los fallecidos que encontraron al fondo, pero aún no hay nada seguro".

Un miembro de la UME entra en la morgue habilitada en la Feria de Valencia.

Un miembro de la UME entra en la morgue habilitada en la Feria de Valencia. Rodrigo Mínguez.

Sin servicios básicos

Mientras el proceso de identificación avanza lentamente, el día a día en estos pueblos devastados es una lucha constante por lo básico. Las familias que han perdido sus hogares y aquellos que aún pueden permanecer en ellos siguen sin luz, agua ni forma de cocinar. La vida nocturna en Paiporta y Sedaví es un escenario de oscuridad total donde la única iluminación proviene de las linternas de los vecinos que salen a buscar agua o a comprobar si hay novedades sobre los cortes de energía.

En medio de este panorama, el ministro de Política Territorial, Ángel Víctor Torres, anunció que de los 156.000 hogares que inicialmente quedaron sin luz, todavía 3.000 permanecen a oscuras. "Sabemos que hay problemas, pero estamos trabajando para restablecer los servicios cuanto antes". Unas horas después, Javier, un residente de Sedaví, permanecía incrédulo."Son sólo palabras, aquí nadie está para ayudarnos. Hemos estado cinco días sin agua".

Javier, residente en Sedaví, permanece sentado en una silla en la puerta de su casa, que yace completamente llena de barro.

Javier, residente en Sedaví, permanece sentado en una silla en la puerta de su casa, que yace completamente llena de barro. Rodrigo Mínguez.

Este domingo, la visita del presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, y los Reyes a Paiporta, buscaba ofrecer consuelo, pero la reacción fue todo lo contrario. Vecinos enfurecidos, armados con palas y cubiertos de barro, recibieron a la comitiva con gritos de "asesinos" y "traed una pala". Apenas avanzaron unos metros cuando la tensión estalló. Sánchez y el rey Felipe VI, cubiertos de barro y protegidos por un cordón de escoltas, intentaron abrir paraguas y avanzar, pero la situación era incontrolable.

"No es por usted", le aseguraron algunas mujeres a la reina Letizia, quien lloraba discretamente. Al fondo, una vecina gritaba: "Nos han dejado sólos y ahora vienen a hacer fotos". La comitiva apenas logró avanzar, y el propio Felipe VI decidió acercarse a quienes estaban visiblemente afectados, rodeado de un equipo de escoltas y policías que hacían pasar a los vecinos, uno por uno, hasta el cordón para que pudieran expresar su indignación.

La reina Letizia consuela a una víctima de las inundaciones, durante su visita a Paiporta este domingo. Gritos

La reina Letizia consuela a una víctima de las inundaciones, durante su visita a Paiporta este domingo. Gritos Biel Aliño.

Recuperación de cuerpos

Los parkings subterráneos, aún llenos de agua y barro, se han convertido en la zona cero de esta tragedia. Equipos de buzos de la Guardia Civil y de la UME recorren cada espacio inundado, buscando restos en el lodo que quedó tras la riada. "Llevamos días trabajando aquí, y cada inmersión es un desafío. Sin visibilidad, lo único que tenemos es el tacto", explica un miembro de la UME, con botas cubiertas de barro y el rostro marcado por el cansancio.

En Sedaví, la situación es sobrecogedora. Garajes anegados, coches flotando y un silencio apenas roto por el ruido de las bombas de extracción. En uno de estos lugares, los bomberos estiman que aún puede haber varios cuerpos atrapados. "Nos queda mucho por drenar, y no sabemos qué vamos a encontrar cuando se acabe el agua", dice Daniel, un bombero de ERICAM, desplegado desde Madrid. La escena es desoladora: entre cristales rotos y una mezcla de aceite y lodo, las labores de rescate parecen interminables.

Miembros del ERICAM, durante una inmersión en un garaje de Sedaví con desaparecidos.

Miembros del ERICAM, durante una inmersión en un garaje de Sedaví con desaparecidos. Rodrigo Mínguez.

Frente a la falta de ayuda oficial, la comunidad ha respondido con una organización improvisada pero efectiva. Vecinos de las localidades se turnan para limpiar las calles y remover los escombros. Personas de todas partes de España se han desplazado hasta los pueblos para ofrecer su ayuda. En la plaza de Sedaví, decenas de voluntarios con palas y cubetas trabajan codo a codo, despejando los restos de lodo y tratando de recuperar lo poco que queda de sus pertenencias. "No hay militares ni bomberos aquí. Sólo nosotros", comenta Carmen, una vecina que ha dejado de extraer agua de su casa para ayudar en la limpieza de un colegio.

Entre los voluntarios están Ana y Belén, que llegaron a pie desde el centro de Valencia. Para ellas, como para muchos otros, no hay otra opción que seguir adelante y esperar que el Gobierno responda. "Es increíble que nos tengamos que organizar entre nosotros para limpiar nuestras calles", dice Belén, mientras carga una cubeta de barro. "Aquí no queda otra que ayudar". 

Un grupo de voluntarios tratan de drenar, cubo a cubo, un garaje de Alfafar.

Un grupo de voluntarios tratan de drenar, cubo a cubo, un garaje de Alfafar. Rodrigo Mínguez.

Una recuperación incierta

Para agravar el panorama, la Agencia Estatal de Meteorología (AEMET) ha emitido un aviso rojo por posibles precipitaciones intensas en el litoral sur de Valencia, con riesgo de hasta 90 litros por metro cuadrado en una hora. En Aldaia, un policía informa por megafonía a los vecinos que deben suspender las tareas de limpieza y permanecer en sus hogares por seguridad. Sin embargo, pocos pueden permitirse detenerse: las tareas son tantas que la amenaza de más lluvia se convierte en un riesgo asumido.

Mientras tanto, el Consorcio de Compensación de Seguros ha recibido más de 35.800 reclamaciones y ha desplegado a 400 peritos para iniciar el pago de indemnizaciones la próxima semana. Sin embargo, para muchos, esta ayuda llegará tarde. Los sindicatos CCOO y UGT han pedido al Gobierno que activen un escudo social similar al de la pandemia, incluyendo medidas para proteger a quienes han perdido sus hogares y empleos. En cada esquina, la desesperación es palpable.

Manuel, un vecino de Paiporta que afirma haber perdido lo poco que tenía, extrae el barro de su casa con una pala.

Manuel, un vecino de Paiporta que afirma haber perdido "lo poco que tenía", extrae el barro de su casa con una pala. Rodrigo Mínguez.

"Nos hemos quedado con las manos vacías", dice Manuel, un vecino de Paiporta que rescata lo poco que puede de su hogar inundado. "Están tratando esto como una simple tormenta, cuando aquí hemos vivido un infierno. No nos queda otra que resistir". La Comunidad Valenciana permanece sumida en una tragedia de proporciones difíciles de dimensionar: calles cubiertas de barro, casas destrozadas y familias que cada noche se acuestan esperando que el siguiente día traiga mejores noticias.