Noemí con su tío y su padre y la fábrica tras el paso de la DANA

Noemí con su tío y su padre y la fábrica tras el paso de la DANA Cedida

Reportajes

Los Burriel, la familia que fabrica abanicos desde hace tres generaciones en Aldaya y ahora lo ha perdido todo por la DANA

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Eran las nueve y veinte de la noche del martes 29 de octubre cuando Noemí terminaba su día en la fábrica de abanicos de su familia, los Burriel, situada en Aldaya. Se asomó a la ventana desde las oficinas del segundo piso y vio como una capa de agua inundaba casi completamente el parking del supermercado que se encuentra detrás.

Su reacción fue ir corriendo a mirar la planta baja de la nave, donde se encuentra la zona de trabajo artesanal, y ahí comenzó el horror. “Cuando me asomé, abajo vi que el agua había llegado hasta el final y es una nave bastante larga”, cuenta Noemí Burriel a EL ESPAÑOL. 

Hace 60 años, en 1964, los abuelos de Noemí, Salvador Burriel y Pilar Castellano, tras una vida haciendo abanicos para otros empresarios, decidieron crear su propia empresa en Aldaya para hacer por su cuenta el varillaje de los abanicos, es decir, el esqueleto.

Noemí, Javier y Daniel Burriel trabajando en la fábrica

Noemí, Javier y Daniel Burriel trabajando en la fábrica Cedida

En 2008 ya comenzaron a hacer el abanico entero poniéndole la tela pintada y en 2020 abrieron dos tiendas físicas en Valencia. Sus hijos heredaron el oficio que aprendieron viendo a su padre realizándolo. Javier y Daniel Burriel, fueron la segunda generación, siendo Noemí la tercera: “A mí siempre me había gustado pintar, y me incorporé en 2016 con 17 años... y hasta hoy”. 

Ese fatídico martes, Noemí se había quedado un rato más en la fábrica, sin esperar todo lo que se venía encima. Cuando vio cómo estaba la planta de abajo, llamó a su padre y a su tío para explicarles lo que estaba sucediendo. “No me esperaba para nada que entrara agua, porque no llovió casi, sólo hacía muchísimo aire. Los suelos de la calle se habían secado y de repente me llegaba el agua por los tobillos”, relata. No había luz, pero con la linterna del móvil pudo ver que todo lo que estaba más cerca del suelo ahora estaba flotando: los muestrarios que llevaban a las tiendas, cajas de cartón llenas de abanicos recién hechos, preparado para pulir, varillajes...

Sin embargo, Noemí no estaba sola, en la fábrica está siempre “la gata”, una pequeña inquilina que tras 14 años no tiene nombre, aunque sus dueños a veces la llaman “chiquitina”. “Metí los pies para ir a salvarla, de camino iba subiendo abanicos a las zonas más altas para que no se mojaran, y subida en la última máquina, estaba la gata. Cuando volví, el agua me llegaba por encima del muslo”, recuerda Noemí. Así que la cogió y las dos subieron de nuevo a la planta de arriba, donde estuvieron a salvo. 

Por suerte, en las oficinas de la fábrica hay un sofá donde pudo pasar la noche, pero dormir fue misión imposible. El agua fuera llevaba mucha velocidad, arrastraba cubos de basura y coches en los que habían saltado las alarmas, y que chocaban con las paredes de los edificios.

Además, las naves de alrededor también tienen sus propios sistemas de seguridad que se habían puesto a sonar al entrar el agua y percibir el movimiento. No hubo silencio en toda la noche, que añadido al sentimiento de incertidumbre y miedo que vivieron muchas personas, hicieron que Noemí apenas consiguiera dormir

Después de la tormenta

La mañana siguiente, cuando Noemí volvió a bajar a la planta baja, la situación estaba más tranquila, el agua ya no estaba, aunque había dejado tras de sí una capa de barro que cubría toda la superficie de la nave. Los materiales que Noemí no había podido salvar por la noche estaban apilados en las puertas de la fábrica, porque al bajar el agua, los había arrastrado allí. “Estaba hecho un desastre. Todo lo que hemos hecho en estos dos últimos meses, no ha valido para nada y era mucho”, pensó Noemí cuando vio el estado de la nave. 

Varillajes de los abanicos con el barro

Varillajes de los abanicos con el barro Cedida

Cuando realizamos esta entrevista, seis días después del paso de la DANA, la fábrica ya estaba limpia: “Se ofrecieron muchísimos amigos nuestros y familia a ayudarnos. El sábado y el domingo fuimos unas 30 personas y una cuba de agua que vino voluntariamente. También ha venido gente de Castellón con camiones pluma para recoger toda la basura”. Consiguieron meter una manguera desde el parking de la parte de atrás de la fábrica, lo que les ayudó a quitar toda la capa de barro. Después los camiones fueron recogiendo todo el escombro de su fábrica y todas las de alrededor, para despejar las calles. 

Y es que, a pesar de tener la superficie bastante limpia, aún queda mucho por limpiar, y la falta de presión de agua está siendo un problema. Han tenido que tirar mucho material que ha quedado inutilizable, sobre todo porque hay muchas cosas de madera, que al mojarse se hinchan y hay que tirarlas. Las máquinas que tienen en la fábrica puede que se hayan salvado: “Aún no hemos podido probarlas, pero queremos pensar que estarán bien, al menos la gran parte de ellas. Pero creo que la parte eléctrica se tendrá que arreglar seguro”, afirma Noemí. 

Retomar la actividad habitual de la empresa es algo que aún ven bastante lejos. Tendrán que revisar todo lo que puede salvarse y lo que no, ver que se tira y que no. Cuando todo esté revisado -también las máquinas, que deberán someterse a una inspección técnica- y repuesto las pérdidas, podrán volver a producir. Pero aún queda bastante para ese momento. 

Noemí y su familia han perdido prácticamente todo lo que tenían en la fábrica que crearon sus abuelos. Sin embargo, ella se siente bastante afortunada, porque: “Nosotros hemos perdido el trabajo, un legado nuestro, pero hay gente que ha perdido sus casas, incluso a personas. Son ellos los que en unos días seguirán necesitando la ayuda que está viniendo de tantos puntos de España”. Y es que ha habido una ola de solidaridad que se ha volcado con los afectados por la DANA, ya sea ayudando a limpiar todas las calles, o con donaciones de cualquier tipo, que es lo que está salvando a los damnificados.