El frío petrifica los huesos. No en vano a estas tierras las llaman el valle del Cierzo. Estamos en Cabanillas del Monte, una aldea de 40 habitantes perteneciente al municipio segoviano de Torrecaballeros. No corre un alma por las calles y el silencio sólo queda fracturado por el suave rumor de la hojarasca otoñal agitada por el viento. Al comienzo del burgo hay una muralla de piedra que esconde una casona del siglo XVIII y el único esquileo que queda en pie en España, que hoy hace las veces de salón de bodas. Aquí han celebrado sus festejos nupciales toreros, futbolistas, un hijo de la baronesa Thyssen y hasta Laura Ponte y Beltrán Gómez-Acebo, y no han faltado ilustres invitados como el rey Juan Carlos o Felipe VI. Un complejo histórico que pertenece desde 2015 al protagonista de esta quinta entrega de la Enciclopedia de la Nobleza: Alfonso de Ceballos Escalera y Gila, marqués de la Floresta y vizconde de Ayala.
El sol del atardecer acaricia los musgosos cantos que rodean el arco del portón de madera. Sobre el muro sobresale un asta en cuyo extremo ondea una pulcra bandera de Italia. "¿Por qué el tafetán...?", pero uno no tiene tiempo ni de pensar, porque los resortes de la cerradura emiten un crujido antiguo y en la entrada se presenta el marqués, sonriente y ataviado con una elegante americana de colores beige y marrón en cuya solapa luce un pin de una oveja blanca y un jersey rojo del que sobresale el cuello de una camisa bien planchada.
"Me ha dado por poner unos días la italiana. Estuve trabajando allí durante un tiempo [ha sido consejero principal del Grupo Leonardo Finmeccanica en la Land & Naval Defence Electronics Division] y tengo la doble nacionalidad", resuelve el aristócrata anticipándose al cuestionamiento y mientras una gata negra como el carbón llamada Mimí ronronea y maúlla y corretea entre sus pantalones café. "Hay días que ponemos la colombiana, porque mi mujer es de allí, pero casi siempre ondea la de España". El marqués de la Floresta nos conduce entonces hacia el patio interior de su casa, donde también vive con su séptima hija, Manuela.
A la izquierda se encuentra un edificio que antaño habitaban los esquiladores de ovejas; a la derecha está el esquileo en el que hoy se celebran las verbenas esponsalicias de la jet set, y en cuyo interior las paredes recogen versos de canciones antiguas pintadas con almagre y sangre de oveja, una capilla con su oratorio y un gran cuadro de Salvador Martínez Cubells cuyo protagonista, Santiago Matamoros, observa tres mesas redondas predispuestas para el jolgorio y la charleta; sobre ellas hay unos manteles blancos con copas de cristal provenientes de la Real Fábrica de Cristales de La Granja que esperan a ser rociadas de caldo (y entiéndase que no el que hace entrar en calor el cuerpo en las frías noches de invierno castellanas, sino ese suave y desordenado terciopelo que nos inicia en los misterios volcánicos del suelo).
"Cuando Gómez-Acebo y Ponte se casaron aquí, vinieron los reyes y la Familia Real. No faltó ninguno", asegura el marqués de la Floresta tras señalar, a modo de prueba, una placa inaugural de piedra tallada en letras bermellones que certifica la presencia del Emérito en este lugar. El noble nos conduce ahora al interior de su domicilio, que ni es palacio ni castillo, sino una casa de amo, porque antaño a sus antepasados "los llamaban amos y no marqueses".
En la casona hay cientos de cuadros, entre ellos un Madrazo que retrata a su trisabuelo, el conde de Cheste, y una talla de madera con el escudo de armas del marquesado de Floresta, dorado y con un chebrón rojo acompañado de tres granadas; al subir a la primera planta se suceden las estancias con rimeros de libros –"hay unos 15.000 y esa de ahí [señala una estantería de madera] es la mejor colección sobre órdenes y condecoraciones de España, porque yo soy quizá el mayor experto de este país en la materia"–; le sigue un pasillo repleto de viejos diplomas firmados siglos atrás por el puño y letra de monarcas, de presidentes y hasta de Franco –"jamás he sido franquista, como tampoco he sido partidario de Viriato"–; en el centro del pasillo que conduce a las estancias del patricio hay una mesa sobre la que reposan cuatro grandes volúmenes editados por el BOE y que fueron petición expresa de Juan Carlos y Felipe.
El marqués, pequeña pincelada documental para entender su figura y relación con la Casa Real y las altas esferas del poder, es historiador, experto en heráldica y cronista de Castilla y León. Ha publicado 51 libros y 640 monografías y artículos. Es tres veces doctor (en Derecho, en Ciencias Políticas y Relaciones Internacionales y en Historia Medieval y Moderna) por tres universidades distintas. Fue militar al servicio de la Armada, donde ostentó los galones de teniente de navío y capitán de la marina mercante. Fue Director de Seguridad del Ministerio del Interior, Profesor Catedrático de Geopolítica, docente del Centro Superior de Estudios de la Defensa Nacional (CESEDEN), delegado en España de la Agencia Estatal de Ciencias, Innovación e Informatización de Ucrania y fundador y primer director de la Real Academia Matritense de Heráldica y Genealogía. Desde 1982 ejerce la abogacía, que combina con su pasión como director de la revista historiográfica Cuadernos de Ayala y de editor de su pequeña editorial, Palafox y Pezuela.
PREGUNTA.– Marqués, ¿qué relación mantiene hoy con Juan Carlos y Felipe VI?
RESPUESTA.– Me llevo muy bien con ambos. Les he servido, en lo que he podido, como militar y como autor, porque Don Juan Carlos me encargó unos libros de la Orden del Toisón de Oro y luego Don Felipe me pidió otros de la Orden de Carlos III y de la Orden de Isabel La Católica. Estoy muy orgulloso, porque durante tres años seguidos Don Felipe ha salido con tres libros míos en su discurso de Navidad. De hecho, él mismo me pidió el borrador original de este [señala el de la Orden de Carlos III] y me lo corrigió de su puño y letra, haciendo algunas anotaciones personales.
P.– ¿Qué tal está el Rey tras el momento crítico que vivió en Paiporta hace justo una semana? ¿Cree que el monarca acertó en su visita?
R.– Don Felipe se portó como es debido. No podía hacer otra cosa. Aunque, en mi opinión, debería haber estado el mismo miércoles después de la tragedia. Si no se puso las botas antes fue por Sánchez, porque el rey quería ir. No entiendo por qué obedece al presidente, que no es trigo limpio. Juan Carlos habría ido sin preguntar a la Moncloa. Nuestro rey es muy alemán, muy constitucional, responde a Sánchez, y eso no está en sus obligaciones. Creo que es un error. Como Jefe del Estado debería tener autonomía para decir 'me voy a Valencia' si le apetece. Y sé que él quería. No tengo ni que preguntárselo. Sabe que es su deber. Pero me gustaría remarcar que la reacción de la gente no fue contra los reyes, sino contra Sánchez y Mazón. Ninguno de los dos ha estado a la altura. El Rey, sí.
P.– Lo cual está detonando una era de desafección política que trasciende los colores y las ideologías. ¿Qué podemos esperar de esta crisis?
R.– Vamos a tener que mirar más allá de Valencia. Ha fallado Madrid, y lo ha hecho por razones políticas. Moncloa no quería hacerse cargo para no tener que asumir los muertos. Lo lógico es que 11 ministros hubieran estado al día siguiente en Valencia. Es una situación de catástrofe que está recogida en la Ley de Protección Civil. Sánchez ha escurrido el bulto vilmente y ha retrasado todo. El Gobierno tiene facultades para no tener que esperar. El Tercio de Armada de Infantería de Marina y el Tercio de Levante de Cartagena, que conozco personalmente, tienen cada uno más de 2.000 hombres. En pocas horas habrían estado allí con su equipo completo. De hecho, de dos cuarteles de Valencia los oficiales, suboficiales y la tropa han ido a ayudar... ¡De paisano! ¡Para saltarse la prohibición! La gestión ha sido una vergüenza.
P.– ¿No cree que tendemos siempre a señalar al que no nos cae bien? No puede negarme que la culpa tiene doble sentido...
R.– Por supuesto. La gestión de Valencia también ha sido calamitosa. Pero el único que tiene poder de movilizar a 10.000 hombres es el Gobierno central. Ahora bien, Mazón ha hecho una mala gestión. Si yo fuese él, me iba cuando pasara la tormenta. Es un señor muy católico y un hombre, creo yo, consecuente. Pero los políticos, en estos tiempos, se agarran a los cargos desesperadamente, y no olvidemos que vivimos en un país de chorizos. Hay una frase preciosa del Cantar del Mío Cid que dice: 'Qué buen vasallo sería si tuviera buen señor'. Los españoles somos así. El pueblo tiene grandes valores pero pésimos gobernantes.
P.– Usted es abogado. Conoce bien el sistema por dentro. Quizás parte de la culpa es de la burocracia, del propio intríngulis administrativo en el que está enredado el Estado.
R.– Es que el sistema de autonomías hace aguas. Pero nadie le quiere poner el cascabel al gato y arreglarlo. Por eso pienso que Rajoy, que tuvo mayoría absoluta, es incluso peor que Sánchez. Tuvo la oportunidad y la desaprovechó. Yo creo que un sistema federal como el que quiere el PSOE puede ser una solución, pero si lo hace de verdad, no perpetrando este mercadeo de conciertos como el de Cataluña. Piensa cómo está España. ¿Cómo va a funcionar un país con 17 reglamentos de caza distintos? ¿Con 17 reglamentos de transportes por carretera diferentes? Tengo un amigo al que se le ha muerto un padre en Pamplona, lo ha llevado a enterrar a Zaragoza, lo han detenido a medio camino en el coche fúnebre y le dicen que no tiene los papeles en regla. Otro amigo, con licencia de caza, disparó a un venado en Extremadura, el animal se desplazó 300 metros, cruzó la autonomía y él ha estado procesado penalmente. Y, a pesar de todo este disparate, el país funciona y la economía va bien. Pero no es por los políticos, desde luego.
P.– ¿Vivimos en un país que asume poco las culpas?
R.– Un día le pregunté a un alto responsable de Presidencia cuántos funcionarios perdían todos los años el cargo por mal desempeño de sus funciones. Después de pensárselo un poco, me dijo: 'Hay cinco o seis carteros que, por sentencia, pierden la función pública porque roban dinero de los giros y les condenan'. Media docena de funcionarios, de un colectivo de tres millones y medio, delata que son una casta que se autoprotege, no se expedienta ni expulsa a ninguno ¿Por qué funciona muy bien la administración pública germana? Porque el funcionario es responsable cuando se equivoca. Él con su patrimonio. Aquí, si multan a un funcionario con 200.000 € de indemnización, por ejemplo, a un médico de la Seguridad Social que ha dejado paralítico a un señor, el Estado lo cubre. En Alemania, no, porque responden ellos de lo que hacen y de lo que no hacen. Mientras aquí no veamos cada año en la calle a 8.000 o 10.000 funcionarios de toda esfera, será imposible mejorar las cosas.
P.– Alemania es un lugar común en su discurso. Decía que Felipe VI era 'muy alemán'. ¿Lo considera un elogio o una condena?
R.– Don Felipe viene de su madre Doña Sofía, que, aunque sea Sofía de Grecia, es una Hannover, igual que su madre. Felipe VI se ha educado en un internado alemán y tiene una abuela rusa de dinastía alemana. Lleva esa sangre. Siempre ha hablado en alemán. Don Juan Carlos, por el contrario, es un Borbón puro y duro, muy simpático, con un gran olfato, muy fino en política pero de poca lectura ¿Es bueno que Felipe sea más alemán en ese sentido? Yo creo que es bueno, porque cada cosa tiene su momento. No obstante, esa actitud tan reglamentista le habría hecho fracasar en la Transición, porque entonces se necesitaba actuar de manera más libre. Para una época convulsa así, creo que Don Juan Carlos hizo un gran papel y supo sujetar lo necesario en el 78. Fue un gran rey, de los mejores que hemos tenido después de Carlos III. Aunque, naturalmente, esto no está de moda decirlo. Hoy día es solo un anciano al que, solo por serlo, creo que se le debe un respeto.
P.– Los escándalos pesan. Pero puestos a hablar de incorrección política...
R.– Bueno, pero son escándalos de andar por casa, y muy interesados, porque la izquierda lo ha odiado siempre. Les hizo una Transición que no era la que querían. Plataforma Democrática buscaba una ruptura y Don Juan Carlos hizo una Transición que adecuaba lo viejo a lo nuevo, lo cual es digno de respeto porque evitó una guerra civil. Sin él, los franquistas, que eran mayoría, habrían acabado dando un golpe. Don Felipe tiene menos sentido político que Don Juan Carlos pero es un gran rey constitucional. Eso, no obstante, no lo fuerza a entenderse con una personalidad tóxica como la de Pedro Sánchez.
Putin, Netanyahu y la geopolítica del caos
"La nobleza y los delincuentes siempre se han llevado muy bien", bromea el caballero de la Floresta. "La aristocracia española y el pueblo llano siempre se han entendido, pero con quien no lo han hecho nunca ha sido con las clases medias. No hay nada que más le guste a una duquesa sevillana que su boda esté repleta de toreros". El noble abre un enorme ventanal y se apoya con las dos manos en la veranda. Una corriente de aire ultramontana le inunda el rostro, que se deja tostar por los últimos fríos rayos de sol de la tarde.
"¿No se siente un poco solo en esta masía tan fría y solitaria?", le pregunto. "La vida social nunca me ha interesado demasiado. La he practicado mucho, claro, pero no me llena. Soy más de casa. Por eso me he venido aquí. Pero yo he vivido años en la capital y estoy mucho en la calle, por lo que conozco los problemas de la gente. Trato con muchas personas. No estoy aquí enterrado. ¡Por ser, soy hasta multirreincidente matrimonial, porque me he casado tres veces!". Suelta una suave carcajada. "Pero soy de los que se sigue llevando bien con sus ex. Cuando celebramos algún evento y vienen, acaban bailando juntas, y eso que se llevaron a muerte. Mis anteriores matrimonios me dejaron suavemente, sin confrontación. Debe ser que se aburrieron de mí".
"¿Se considera una persona aburrida?". "Bueno, siempre estoy metido en un archivo o en el extranjero. Cuando me has oído veinte veces decir lo mismo, supongo que sí lo soy". Aprovecha la ocasión para mostrar una vitrina transparente en la que reposan algunas de sus medallas. "Me han condecorado mucho", reflexiona mientras señala las tres placas de Comendador de número de la Real y Distinguida Orden Española de Carlos III, y de las Órdenes de Isabel la Católica y del Mérito Civil.
"Son las dos más importantes que tenemos en España, junto la del Toisón de Oro. La de Isabel la Católica se da más bien por méritos internacionales y se la entregan a muchos extranjeros. La de Carlos III es más selecta y tienes que tener la isabelina, yo soy comendador de número de ambas, creo que somos menos de 40 personas condecoradas con la placa. Primero fui Caballero de la Orden de Carlos III. Entonces fui el único no funcionario a quien se la dieron. Fue por el libro del Toisón de Oro; por el de la Orden de Carlos III, Don Felipe me ascendió a Comendador".
P.– Usted, que siempre ha estado muy vinculado a Interior y a Inteligencia, decía que fue una de las pocas personas en la OTAN que predijo la invasión de Ucrania. ¿Cómo lo supo?
R.– Yo pertenezco a un círculo de generales y diplomáticos porque fui profesor del CESEDEN. Les daba el curso de ascenso a general a todos los coroneles. Fueron alumnos míos. Además, yo serví 7 años en Ucrania y otros 3 en Moscú. Conozco mucho ambos bandos. Y el martes 22 de febrero de 2022 yo les dije: 'Los rusos van a entrar ya'. 'Que no, que van de boquilla, que les gusta forzar la situación', me respondieron. No sé si sabes cómo funciona un sistema de análisis de inteligencia. Tiene una serie de 'botones' que pasan del verde al amarillo o al rojo. Si, por ejemplo, todos los generales venezolanos no se van de fin de semana y se quedan en Caracas, sabes que algo va a pasar y se activa el rojo. En el caso de los rusos, hicieron algo muy peculiar: recogieron de todos los hospitales civiles todas las reservas de sangre. Todas. Y, efectivamente, entraron en Ucrania dos días después. Yo siempre digo que el arma más importante que tenemos los oficiales está entre nuestras dos orejas. Sólo debemos usarla.
P.– Otros conflictos han desplazado el foco, parece que ya se nos ha olvidado Europa del este, pero la guerra sigue. Ahora que Trump ha ganado en Estados Unidos, ¿urge más que nunca un rearme en Europa?
R.– Vivimos en la era de la desinformación. Todo lo que nos venden es que los rusos no progresan, que los rusos fracasan, pero no te cuentan cuál es la doctrina militar rusa: la guerra híbrida y la guerra sorda. Están arruinando Europa y no nos estamos dando cuenta. Cuando quieran avanzar, avanzarán. Los rusos pueden ganar la guerra de Ucrania cuando les convenga. Ellos quieren llegar al Dniéper, partir el país en dos, quedarse Odessa y toda la costa del Mar Negro. Si se les da una salida airosa al conflicto y se firma que Ucrania no entre nunca en la OTAN ni en la Unión Europea, yo creo que se van. Nos venden que Rusia es un peligro imperialista y expansionista, pero no es cierto. En cuanto al rearme de la Unión Europea, lo veo dificultoso por no decir imposible, sería muy caro, y ningún europeo está dispuesto verdaderamente a ello.
P.– Algo de expansionismo sí que hay en el momento en el que deciden invadir un territorio libre, ¿no cree?
R.– Ucrania es un país forzado, artificial. La mitad occidental era parte del Imperio Austrohúngaro. Mira la arquitectura de Lviv: es como estar en Austria, en Polonia; son rutenos de raza. Pero luego Kiev, Járkov y la parte oriental es absolutamente rusa. Rusia no tiene ese afán expansionista, pero sí es históricamente una potencia imperial. Estas conservan unos rasgos peculiares psicológicos, y los rusos son, en este caso, extremadamente nacionalistas. Cuando en los años 90 cae el Pacto de Varsovia, la OTAN y Estados Unidos pactan con Rusia deshacer la Unión Soviética y crear un cinturón de países no alineados con Occidente. Finlandia, que ya ha caído. Letonia, Estonia y Lituania, que ya lo hicieron hace tiempo. Bielorrusia, Ucrania y Georgia. La OTAN no ha cumplido ese pacto y se ha ido comiendo país tras país.
P.– Insinúa entonces que la provocación proviene de Occidente.
R.– Absolutamente. Yo fui consejero de Yanukóvich, cuyo régimen cayó con un golpe occidental para cambiar el gobierno y poner uno pro-occidental. Desde entonces no paraba de ver uniformes estadounidenses en Kiev. Esta guerra está originada porque los Estados Unidos han querido confrontarlos mediante persona interpuesta, que somos los europeos, en este caso los ucranianos, pero también Europa. Nos han metido hasta el cuello, porque Rusia ha dicho basta. Ellos tienen un sentido de víctimas y creen que todo el mundo les quiere malmeter. Creo que todo esto ha sido una provocación estadounidense para limar el poder militar ruso con la intención de doblegarlos. Rusia no es nuestro enemigo.
P.– ¿Cómo va a afectar la presidencia de Trump al conflicto con Ucrania?
R.– Pues yo creo que mucho, hasta el punto de que podría poner fin al conflicto en breve tiempo. Trump es un hombre de negocios, no le gusta la guerra –es el único presidente que no desató ninguna durante su anterior mandato– y no está dispuesto a seguir gastando dinero. Además, se entiende bien con Putin. Y Europa, por sí sola, tampoco podría mantener el gasto de guerra en Ucrania. Zelenski tendrá que pactar un mal acuerdo, que siempre es mejor que un buen pleito: Ucrania no entrará en la OTAN, ni tampoco en la Unión Europea. Veo sólo un inconveniente, y es que por el momento hay tropas ucranianas en territorio ruso, en Kursk, y mientras permanezcan allí los rusos no se avendrán a ningún pacto.
P.– ¿Qué papel juega España en la geopolítica del 2024?
R.– Yo no soy muy optimista. Estamos absolutamente vinculados a la OTAN y usamos su doctrina y todos sus planteamientos, pero no somos relevantes ni nos consideran un aliado fiable. Primero, por la política de Zapatero con Irak; ahora, por la posición de Sánchez con Israel. Un ejemplo paradigmático de lo que nos pasa: en España no se hacen estudios de geopolítica. Tuve una discusión con un jefe del Estado Mayor del Ejército de Tierra sobre el peligro que, según él, suponía Libia para la OTAN y el flanco sur. Le dije: 'Mi general, Libia tiene 5 millones de habitantes. Están todos en la costa. La OTAN tardaría en devolverles a la Edad de Piedra 48 horas. No quedaría un ferrocarril, una estación hidroeléctrica, un aeropuerto, si quisiéramos. ¿No le parece que el peligro está en Egipto, con 90 millones de habitantes, donde están los Hermanos Musulmanes y el ejército es potente?'. No tenía ni idea de lo que estaba hablando. Con un sucesor suyo me pasó lo mismo, hablando de Rusia, el país más grande del orbe y con las mayores reservas de materias primas, el general ni siquiera se hacía idea de lo que eso representa, se refería al conflicto como si Rusia fuese una potencia mediana, regional. Así va España.
P.– Critica a Pedro Sánchez, pero usted mismo ha llamado a Israel 'régimen criminal' y genocida. ¿No existe cierta contradicción en su criterio?
R.– Hay que distinguir opinión personal de política internacional. La alianza con Israel le interesa a España, porque es un enemigo temible que tiene uno de los mejores sistemas de inteligencia del mundo, o de espionaje, como Pegasus. Estoy seguro de que tiene información comprometida que usará cuando le convenga. Por eso, a España, y concretamente a Sánchez, les conviene tenerlos de su lado.
P.– ¿No cree en que es legítima su doctrina de 'defensa' frente el terrorismo de Hamás y Hezbolá?
R.– Lo que hacen Hamás y Hezbolá no se puede llamar terrorismo, porque entonces los resistentes franceses contra Hitler también serían terroristas. Los alemanes, de hecho, los llamaban terroristas. Lo que han hecho en Gaza reúne todos los ingredientes del Código Penal Internacional para ser considerado genocidio: cortar el agua, la luz, los suministros de alimentos. A mí me gustaría que Netanyahu acabase en el tribunal internacional en La Haya porque es un criminal de guerra. Israel es el único régimen del mundo que tiene reconocida la tortura en su legislación ¡Autorizada! ¡Ni Corea del Norte se ha atrevido a hacer eso! Y tienen territorios ocupados. Tienen condenas de la ONU. Ahora bien, la alianza con Israel nos interesa y nos conviene. No digo que la posición de Sánchez esté mal, sino que en política internacional las cosas funcionan de otra manera y hay que tener prudencia. Un presidente del gobierno debe tener temple. No obstante, no creo que sea moralmente errónea, ya que soy de los que piensa que Israel es una potencia ocupante.
P.– ¿Prevé una escalada en la región?
R.– Los únicos enemigos potentes de Israel son Siria e Irán, y ninguno tiene una fuerza aérea razonable. Siria está machacada por una guerra civil tremenda. Pero Irán va a lograr la bomba atómica en breve. Le doy dos años. La intención de Irán es el exterminio y desaparición de Israel. Cuando tenga la bomba, se la colocarán si pueden. Los iraníes, recordemos, no son árabes, sino arios; pertenecen a un país ultranacionalista desde siempre. Y son muchos millones de habitantes.
P.– Viendo el panorama internacional, ¿cee que deberíamos implementar el servicio militar obligatorio?
R.– A mí el servicio militar obligatorio me interesa por otros motivos, esencialmente sociológicos. Era la única manera que había para que mucha gente saliera de casa por primera vez. Entrabas de chico y salías hecho un hombre. He tenido a mi cargo a marineros analfabetos y a hijos únicos que no habían salido de las faldas de mamá. El servicio militar obligatorio tenía poca utilidad militar, porque yo formaba a un radarista o a un sonarista en la marina y cuando ya sabía manejar un sónar o un radar, se iba licenciado. El servicio militar obligatorio tenía poca utilidad. Ahora bien, un mínimo para que la gente, por ejemplo, no se asuste con el ruido de un fusil, creo que eso es útil. Para ellos y para ellas. Habría sido muy útil tener ciertos conocimientos de supervivencia y de autoconocimiento bajo presión en tragedias como la de la DANA.
P.– Hábleme de usted. ¿De dónde proviene el marquesado de la Floresta? Es un título fundado en 1703 que no existió durante centurias, desde 1747 hasta 1981, cuando usted pidió rehabilitarlo. ¿Cuestión de vanidad?
R.– (Ríe) Yo no tengo apenas vanidad porque soy muy soberbio, y son vicios incompatibles. Es un título de origen catalán que le otorgaron a un señor que sirvió a Felipe V en la Guerra de Sucesión Española contra el pretendiente austríaco, que era al que apoyaban otros muchos catalanes. El primer marqués de la Floresta era un jurista muy importante que presidió la Contaduría Mayor de Cuentas y el Consejo de Hacienda, es decir, era el que le organizaba a Felipe V los dineros para ganar la guerra. Luego le dio la Grandeza de España. Al morir, le sucedió su mujer, pero como no tuvo hijos heredó el título un sobrino, que es de quien yo vengo. Pero no sucedió, porque llevar un título era muy caro por culpa del impuesto de lanzas. Esto significaba sostener a cuatro soldados permanentemente. No como ahora, que yo hice un pago único de 700 € por la sucesión.
P.– ¿Cómo se gana la vida un noble en 2024? ¿Qué implica serlo?
R.– Para mí es un orgullo de puertas adentro y uso el título con normalidad, sin ocultarme, porque lo contrario es absurdo. Muchos nobles no tienen ni idea de lo que implica tener un título y no saben ni qué son. Por lo demás, mi familia carece de fortuna desde la guerra civil, y todos nos ganamos la vida como cualquier otro ciudadano, es decir trabajando, en mi caso como abogado civilista. También tengo una casa en Segovia que alquilo, mientras que aquí celebramos algunas bodas de vez en cuando. Además, al ser cronista de Castilla y León, soy desde hace 33 años el encargado de todos los escudos y banderas de los ayuntamientos, de los que debo hacer informes y aprobarlos. Por lo demás, toda mi familia ha seguido la carrera de las armas, todos sin excepción hemos sido oficiales de los Ejércitos o de la Armada. Mi padre también fue abogado de familia y tuvo el segundo mejor despacho de Madrid. Ganó un buen dinero, como también lo he ganado yo, gracias a Dios.
P.– También ha dedicado parte de sus afanes a Hispanoamérica, defendiendo el pasado hispano más allá del charco.
R.- Es que me parece que ese pasado común nos dignifica como pueblo. Los españoles no somos un pueblo más de conquistadores o colonizadores. En la historia del mundo han existido dos clases de colonización, la romana y la cartaginesa. La España de la conquista americana siguió el modelo romano: penetraron en el territorio desde el primer momento, construyendo en un siglo 750 nuevas ciudades –en América la única ciudad que existía era Tenochtitlán–, caminos, universidades, hospitales… y a los indios se les reconocieron los mismos derechos que a los peninsulares. Aquellos virreinatos jamás fueron colonias. ¿Dónde se ha visto sino que la ciudad más grande de España fuese la de México, la segunda la de Nápoles y la tercera la de Sevilla, mientras que la capital, Madrid, era un villorrio? ¿Y qué decir de las expediciones científicas o de la famosa de la vacuna? Trescientos años de paz y progreso, nada menos. Cómo no estar orgullosos de semejante hazaña.
P.– Usted, como estudioso de la heráldica y de los símbolos, también sabe que el ser humano es un animal simbólico. ¿Cree que estamos perdiendo esa visión simbólica de la realidad?
R.– Lo que pasa es que han cambiado los sistemas de símbolos,. Seguimos teniéndolos por todas partes. Los símbolos ya no son sólo físicos, sino ideológicos y verbales. 'Saludos a todos y a todas... y a todes'. Eso son símbolos, barreras léxicas del lenguaje. Los abogados también usamos esas palabrejas. El lenguaje es simbólico en gran medida. Lo que es peor no es que se pierdan los símbolos, que no se han perdido, sino que han cambiado. El sistema heráldico era para una sociedad iletrada. Lo que es peor es que estén desapareciendo los rituales, los ritos. Eso sí empobrece a la sociedad. No hablo sólo del catolicismo, sino del Día de la Madre, del Padre, de Todos los Santos. Si no tienes raíces, si no sabes de dónde vienes, es más fácil manipularte. Pero no quiero ser catastrofista. Estamos en una encrucijada. Lo viejo no han podido matarlo pero lo nuevo aún no ha nacido. Pero tengo esperanza. Lo que para la oruga es el fin del mundo, el resto del mundo lo llama mariposa. Crisis en chino significa 'oportunidad'.
El marqués aprovecha que ha caído la noche para dar un último paseo por los jardines que hay frente al esquileo. El vaho se escapa de entre nuestros labios. El manto de estrellas invita a la reflexión. "Le preguntaba por los títulos porque la gente ve la aristocracia como algo desfasado", insisto al noble. "¿No se siente desplazado en un mundo híper tecnologizado? ¿No hay cierta anacronía en este estilo de vida?". "Cuando uno sabe de dónde viene y cómo ha evolucionado el mundo, no. Pero poco importa, porque yo ya tengo 67 años y calculo que me quedan por delante unos 13". "¡¿Cómo que 13?!", le pregunto. "Porque en mi familia materna, y yo soy muy Gila, no llega a más de 80".
"Y entonces... ¿Qué ocurrirá? ¿Es usted creyente, marqués?". Un breve parón. Reflexiona. "La espiritualidad, la Iglesia, la liturgia antigua, me elevan el espíritu", confiesa mientras se para bajo el reguero de cálidas bombillas que iluminan su jardín, antes de estrecharme la mano para culminar nuestra despedida. "No soy exactamente agnóstico. Voy por épocas. He sido muy piadoso y ahora lo soy menos, aunque me siento identificado con una frase de Ibn Hafsun. De él decían que era un impío y un descreído, pero a ello siempre respondía: 'Cuando me muera me encontraré o con la nada o con la misericordia de Dios'. Y ese, para mí, es un buen enfoque".
Este artículo ha sido elaborado con la Leica SL3, una compañera de confianza que ayuda a nuestros reporteros a elevar la narración periodística visual a otro nivel.
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