Parece que con 50 años ya se tiene la vida resuelta, un trabajo estable y conocimientos necesarios para que, en el caso de quedarte sin empleo, no haya mucha complicación en conseguir otro. Pero la realidad es otra distinta. Lo cierto es que, si preguntas a desempleados entre 50 y 65 años sobre su experiencia buscando trabajo, la respuesta seguramente sea que “está muy difícil”, acompañada de un resoplido.
En los últimos datos de este año el 46,5% de los desempleados tiene más de 50 años, según la Confederación Española de Organizaciones de Mayores (Ceoma) y el Servicio Público de Empleo Estatal (SEPE). Estas cifras suponen que uno de cada dos parados se encuentre en dicha franja de edad.
En este sentido, la Fundación Adecco, organización de ayuda para acceder al mercado laboral, realizó este año un análisis en el que dilucidaron que del total de personas mayores de 50 años que buscan trabajo, un 56% lleva haciéndolo más de un año, sin éxito. Una cifra que se encuentra por encima del 38% del resto de la población.
“Partimos de una realidad incuestionable y es la discriminación sistémica que afronta la población mayor de 50 años en su acceso al empleo”, destacaba Francisco Mesonero, director general de la Fundación, en una nota de prensa. “Si bien la preocupación por su inclusión laboral va en aumento, con un desarrollo cada vez mayor de las políticas de talento sénior, siguen persistiendo prejuicios que son difíciles de combatir, y que relegan a las personas mayores de 50 años al desempleo de larga duración”.
En este sentido, el Observatorio de la Vulnerabilidad y el Empleo de la Fundación Adecco señala algunos de estos prejuicios como la obsolescencia de habilidades, analfabetismo digital, mayores exigencias salariales o menor flexibilidad. “En este sentido, en muchas ocasiones los empleadores se muestran reacios a invertir en la formación de una persona veterana, a la que perciben cercana a la jubilación”.
La búsqueda de empleo
Ana lleva unos dos años buscando trabajo. En su juventud, había estudiado para ser administrativa, de lo que trabajó durante 12 años. A los 26 años se casó y decidió dedicarse a las tareas del hogar y a sus hijos, en definitiva, a ser ama de casa.
Ahora, a sus 58 años, se ve en la necesidad de ampliar sus cotizaciones para alcanzar una pensión adecuada, una razón que afecta al 63,6% de los casos según los datos de la Fundación. Y es que el número mínimo para poder tener acceso a una pensión de jubilación son 15 años.
“Buscar trabajo es ya un trabajo”, asegura Ana. “Desde que decidí empezar a buscar trabajo, me paso horas delante del ordenador. Me registré en todos los portales de ofertas de empleo para mirar todos los puestos disponibles”. Siempre busca por los alrededores de su pueblo, Catarroja en Valencia.
“Me lo ordeno por orden alfabético, según los requisitos que cumplo y las condiciones que ponen”. En su caso, busca en trabajos relacionados con la limpieza o similares en los que no suelan pedir experiencia, ya que en una oficina asegura que ya no la contratarían. “Tendría que actualizarme, porque han pasado 30 años desde que trabajé ahí. Ahora, por ejemplo, de ordenadores sé algo, pero no para llevar los recibos, las facturas y todo lo que hacía en su día”.
En estos dos años ha conseguido trabajo en tres sitios como personal de limpieza. Aunque solo por un par de meses, cubriendo alguna sustitución. Exactamente, en un supermercado, en el ambulatorio y de camarera de pisos en un hotel. En este último solo llegó a estar una semana. “Me pedían mucha agilidad y al final me dijeron que necesitaban a alguien que lo hiciera más rápido”.
También ha optado a puestos como empaquetadora o de apoyo durante las campañas de Navidad. “Tengo una serie de experiencias adquiridas a lo largo de mi vida, pero de ese trabajo en concreto no, así que automáticamente me rechazan. Cuando quizá si me dan la oportunidad puedo aportar cosas que otros no. Yo sé que si trabajo soy responsable y de confianza. Voy a trabajar porque me gusta, no solo por ganar dinero. Cuido las cosas y las trato como si estuviese en mi casa. Pero eso no lo valoran”, argumenta.
Las únicas opciones que ha apartado han sido el emprendimiento —por el desembolso de dinero que supone— y el trabajo de teleoperadora. “No me gusta vender por teléfono y no me gusta molestar a la gente llamando e insistiendo”, explica Ana. “Pero, por el resto, me metería en cualquier sitio”.