Las sirenas resuena con fuerza en Catarroja. Sobre la calle Victoria Costa Mayo, convertida en un río desbordado de lodo marrón, flota una persona aferrada con desesperación a un árbol. Desde los balcones, los vecinos gritan y graban, incapaces de ayudar, mientras la corriente arrastra coches y contenedores como si fueran juguetes. Para quienes observan la escena, parece una niña.
A pesar de los intentos por alcanzarla con cuerdas, sábanas anudadas y una escalera, la distancia es insalvable. Los gritos aumentan. La figura se suelta del árbol y desaparece entre la corriente. "Pobreta...", lamenta una vecina mientras apaga la cámara del móvil. Así comenzó la historia de Concepción Serrano Asunción, conocida como Conchi, una mujer de 31 años que pesa apenas 40 kilos pero cuya fortaleza ha sido puesta a prueba en más de una ocasión.
"Esa cara entre el lodo es la mía", dice. Lo que muchos desconocen es que esa imagen, viralizada en redes sociales y convertida en un símbolo de la catástrofe que dejó la peor DANA del siglo, no fue el final de su historia. Contra todo pronóstico, Conchi sobrevivió, y lo hizo, como avanzó Las Provincias, gracias a Nicolás Hidalgo Navarrete, un camionero de 51 años, antiguo culturista, y vecino de su pueblo.
Una tragedia anunciada
La Depresión Aislada en Niveles Altos (DANA) que azotó el sureste de España dejó un rastro de destrucción y muerte. En Catarroja, como en Paiporta y otras localidades cercanas, la naturaleza desbordó sus límites. Los sistemas de alerta no se activaron, dejando a los vecinos indefensos ante la fuerza de la riada. En cuestión de minutos, calles enteras se convirtieron en torrentes; coches flotaban, casas se llenaban de lodo, y la vida cotidiana se transformó en un caos absoluto.
"Recibimos la alerta cuando el agua ya nos llegaba al pecho", contó a EL ESPAÑOL un vecino de Catarroja al día siguiente de la riada. Esa tardanza fue la diferencia entre la vida y la muerte para muchos. Con más de 210 fallecidos y cientos de familias sin hogar, la tragedia dejó una herida profunda en la Comunidad Valenciana. Pero entre el desastre, surgieron otras historias, como la de Conchi y Nicolás, que aportan un poco de luz en la oscuridad.
Conchi jamás imaginó que esa tarde terminaría marcando su vida para siempre. Había salido para mover su furgoneta, su herramienta de trabajo, después de escuchar rumores sobre la crecida del barranco del Poyo. Su pequeña empresa, Limpiezas Bonavista, era su mayor logro, el fruto de meses de sacrificio tras solicitar el pago único del paro. "Soy la Messi de la limpieza", dice con humor mientras recuerda esos momentos de incertidumbre.
Cuando el agua comenzó a entrar por las alfombrillas del vehículo, supo que no había vuelta atrás. Salió apresuradamente, con la documentación en el pecho para protegerla del agua. Su plan era sencillo: caminar hasta casa. Pero la corriente era más fuerte de lo que parecía. En cuestión de segundos, fue arrastrada calle abajo, luchando por mantenerse a flote.
En su desesperación, se aferró a un árbol. A su alrededor, los gritos de los vecinos que intentaban ayudarla apenas eran audibles sobre el rugido del agua. "Sólo podía gritar 'socorro, que me muero'. Aguanté todo lo que pude, pero me solté". Fue entonces cuando el destino la llevó hacia Nicolás.
El héroe inesperado
Nicolás había llegado a casa minutos antes, tras mover su coche a una zona más alta. Desde su ventana, escuchó los gritos y decidió salir. Caminó por calles inundadas hasta que la fuerza del agua lo atrapó también. Se aferró a una reja para no ser arrastrado. Fue allí donde vio a Conchi por primera vez.
"Venía directo hacia mí, pero se hundió antes de llegar. Por un momento pensé que no saldría", cuenta. Cuando volvió a ver su cabeza asomar entre la corriente, supo que era su oportunidad. Nicolás se alargó todo lo que pudo y la agarró de la chaqueta. "Se arriesgó sin pensarlo. No me soltó ni un segundo", recuerda Conchi.
En ese momento tuvieron que luchar juntos contra la fuerza del agua mientras Nicolás buscaba un lugar seguro. El la llevó hacia un portal cercano, pero lo que parecía un refugio pronto se convirtió en una nueva trampa. Las puertas del portal, hechas de cristal, estaban cerradas.
Conchi, agotada pero determinada, intentó romperlas con patadas y golpes, mientras Nicolás pedía herramientas a los vecinos. "Sabía que no lo íbamos a lograr, pero alucinaba viendo cómo ella no se rendía", dice Nicolás.
Finalmente, el agua rompió las puertas y los arrastró al interior. Allí enfrentaron un nuevo peligro: el hueco del ascensor, convertido en un desagüe mortal. Nicolás, con una mano aferrada a la barandilla y la otra sujetando a Conchi, intentó mantener el equilibrio mientras el agua los empujaba hacia el vacío.
Cuando la barandilla comenzó a ceder, Nicolás tomó una decisión arriesgada: soltarse y usar los escalones como punto de apoyo. Con una fuerza casi sobrehumana, subió las escaleras con una mano, mientras sostenía a Conchi con la otra. "Pensé que no saldríamos de allí", confiesa. En ese momento crítico, apareció un vecino que los ayudó a llegar al rellano. En medio de la oscuridad, lograron ponerse a salvo.
Un futuro incierto
"Es la cuarta vez que me salvo de morir", sentencia Conchi, que nació con una vuelta del cordón en el cuello. Estuvo a punto de asfixiarse en el parto. Fue su primera salvación. Siete meses después de nacer, tuvo meningitis. Los médicos prepararon a sus padres y les advirtieron de que era más que probable que esta vez no fuera a haber suerte.
Sin embargo, cuando fueron a operarla, los síntomas habían desaparecido, en un caso excepcionalmente raro. La segunda salvación se había completado. Dos meses después de aquella fortuna, se cayó por la ventana de su casa, un primero, mientras su madre cocinaba. Suena grave. Pero no se hizo un sólo rasguño.
La cuarta vez que se salvó, hace apenas unas semanas, cuando sus propios vecinos temieron lo peor al verla ser arrastrada, es la protagonista de este reportaje. Ahora Conchi intenta retomar su vida. Su empresa de limpieza sufrió daños, pero su espíritu permanece intacto. "He sobrevivido a cosas peores", asegura con una sonrisa.