Después de 16 años de lucha constante, Daniel Rodríguez suelta el primer suspiro de liberación. El exmagnate de la construcción ha sido exonerado de una deuda de casi 10 millones de euros por el Juzgado de lo Mercantil número 1 de Granada. El tribunal, al considerar su incapacidad de responder ante la demanda económica, ha extinguido el pasivo por "una clara insuficiencia de masa activa". Sus bienes y patrimonio no son suficientes para responder a la deuda; aunque qué es suficiente cuando "no tienes nada". "He recuperado mi vida", destaca el granadino.
Con ilusión y mucho esfuerzo, Daniel lleva siendo empresario desde el año 1996, 30 años en los que la mitad de ellos han estado marcados por la desesperación económica y el calvario de los juzgados. Rodríguez creó una empresa puntera en construcción, una empresa que la lideró hasta convertirse en una de las firmas más importantes de Andalucía. Crecieron como la espuma, pero esa espuma se esfumó cuando la crisis del 2008 azotó sin compasión alguna; llevando a Daniel y sus empresas a la quiebra más absoluta.
La misma burbuja inmobiliaria que hizo que el constructor se expandiera a la velocidad de la luz, fue la que con la misma rapidez, le quitó todo lo que había creado. La gran crisis del 2008 se inició en Estados Unidos cuando las instituciones financieras empezaron a tomar riesgos excesivos con relación a los préstamos con poco tipo de interés que se concedían. Al igual que todo lo que hace el gigante americano, su influencia empezó a derivarse a otros países. Es decir, "se compraban casas como churros" ante la gran oferta de créditos para rentas bajas. Pero la burbuja estalló.
Ante la caída de los precios y las edificaciones sin compradores, empresarios como Rodríguez se vieron contra la espada y la pared. Los márgenes de financiación que manejaban para las obras eran grandes, pero desaparecieron súbitamente. De tener una "solvencia perfecta" pasó a acumular una deuda de más de 14 millones de euros, reducida a casi 10 por la venta personal de patrimonio a la que recurrió Daniel. 9.716.430 euros exactamente de deuda que el empresario ha podido saldar gracias a la Ley de la Segunda Oportunidad, con la puedes librarte del pasivo económico.
El granadino ha pasado de tener chofer privado a dormir en la casa de sus padres, de facturar 30 millones anuales a tener una deuda que llegó hasta los 22, de "tenerlo todo a no tener nada". Daniel tiene una de esas historias que cuesta contar, pero ha recuperado el aliento para explicar a EL ESPAÑOL cómo ha sido vivir en "un infierno" durante 16 años en los que no se podía abrir ni una cuenta corriente, cómo es vivir la vida cuando la tienes embargada.
El auge de las obras
Era 1996. Después de toda una vida dedicándose a la construcción Rodríguez decide lanzarse a emprender por su cuenta, y montar su primera empresa junto a unos cuantos familiares, Coprohuetor. "Trabajando 24 horas" consiguió sacar el proyecto adelante, aprovechando el momento del "boom inmobiliario" el negocio no iba bien, "iba como un tiro". Granada, Sevilla, Málaga…, trabajaban por toda Andalucía sin parar. "Construímos todo los que nos pedían, a todos los que nos pagaban", menciona.
Sin límites y totalmente desenfrenados por el auge de la compra de la vivienda, su empresa se posicionó como "una constructora ejemplar", y Daniel como el "magnate andaluz". 26 arquitectos en oficinas, cuatro jefes de arquitectura, cuatro de producción, 1.000 empleados bajo la constructora y más de 3.000 trabajadores afiliados; Coprohuetor no era cualquier empresa de edificaciones. "Era una empresa bien montada, marchaba magníficamente", resume Daniel.
Con una situación financiera excelente, era hora de que Coprohuetor tuviera una hermana pequeña. Así, el constructor abrió una promotora, Alhambra 2002, una empresa dedicada exclusivamente a la construcción de pisos. "Compramos solares enormes y luego hacíamos viviendas. Llegamos a tener más de 800 casas en Granada", afirma.
En cuestión de seis años Daniel levantó dos "imperios" con los que tuvo una "solvencia perfecta", los 30 millones anuales son solo una prueba de ellos. El ritmo de producción tan alto solo se sostenía por la increíble demanda de su negocio. "Hemos construido centros comerciales en Dubái", asegura. Aun así, la oferta superó a la demanda, y la solvencia magnánima de que la gozaban quedó reducida a cenizas.
De todo a nada. El infierno
"La burbuja", no es más que un incremento injustificado y excesivo de los precios de los bienes raíces, en el caso del 2008, de las viviendas. Después del crack de 1929 y la estipulación con "las .com", los atentados del 11S y las guerras con Irak, la economía estadounidense, a pesar de todo, estaba en crecimiento. Las empresas y las familias podían pedir préstamos con muy bajo tipo de interés para comprar maquinaria, herramientas, casas, vacaciones… Los tipos de interés por los suelos significa hipotecas muy baratas, y esto era el escenario perfecto para invertir en propiedades.
El mercado inmobiliario experimentó un auge exuberante. Con las compras masivas de casas, el precio de las mismas subía y, al mismo tiempo, esto impulsaba a los compradores a comprar más; una especie de efecto llamada en la que las constructoras como las de Daniel Rodríguez se estaban haciendo de oro. A su vez, estas empresas tenían la capacidad de pagar muy bien a sus empleados, por lo que tenían más dinero para comprar casas. Esto era un círculo vicioso que solo incrementaba más y más la burbuja inmobiliaria.
El precio de la vivienda en Madrid del año 1996 al 2003 incrementó un 176%. Para comprar estas viviendas, una de las formas de financiación más comunes es la hipoteca. En este auge, los bancos concedían hipotecas a diestro y siniestro — hipoteca subprime —, incluso se las vendían a otros bancos de inversión, pasándose "la patata caliente" de unos a otros para evitar el riesgo de impago. La situación era la siguiente: la especulación subía, las hipotecas eran de mucho riesgo, y el precio de la vivienda seguía en auge.
Con este panorama, se seguían construyendo más casas, pues "qué más da que fallen las hipotecas si el valor de la vivienda sube. Luego se puede vender la propiedad y todos contentos". Muchos constructores como Daniel, no pararon de crear edificaciones, pero llegó el momento donde no había tantas personas que quisieran comprar un inmueble. Con este exceso de oferta, los precios que no dejaban de subir, bajaron, y la burbuja reventó. Daniel lo explica majestuosamente: "Se nos cerró el grifo".
El calvario
Era 2008, el fin de un imperio. "De la noche a la mañana nos quedamos sin financiación, nosotros y todos nuestros proveedores. Ya no había más juego con la deuda, se acabó el activo y el pasivo, se acabó todo", dice el constructor. Sus empresas no tenían como sostenerse al desaparecer el modelo de negocio con el que "comían". La mínima demanda de venta, las hipotecas paralizadas, un mercado desestabilizado, bancos en quiebra y una infrafinanciación casi inexistente, llevaron a Daniel y sus negocios al colapso.
Los años venideros fueron "un infierno". A partir del 2008 sus empresas entraron en concurso de suspensión de pago por la insolvencia económica a la que se enfrentaban. Un concurso "fortuito" para Daniel, ya que siempre había tenido todas sus cuentas en orden y los pagos a las entidades públicas al día. "He llegado a pagar más de un millón de euros al mes en la Seguridad Social de los trabajadores, y nunca he fallado", resalta. "Los años después de la crisis, fueron los peores. Cuando te quedas sin nada la cabeza te juega malas pasadas, pensé en suicidarme", añade.
Los lujos fruto de su esfuerzo y dedicación a su carrera, fueron arrastrados con la caída de su negocio. Rodríguez volvió a casa de sus padres en busca de refugio, de desesperación, y desde entonces ha vivido gracias a la ayuda familiar que ha recibido, pues él, "tenía la vida embarga".
Por la parte de la primera constructora, Coprohuetor, tenía una deuda de unos 7 millones, pero sus proveedores le debían 14 millones — también apostillados por los bancos —. Por otro lado, la promotora Alhambra 2002 tenía una deuda de 15 millones, es decir, una deuda total de 22 millones. Ante este lastre económico, el granadino se vio obligado a vender todos sus bienes patrimoniales para intentar sufragar el pasivo, aunque solo consiguió reducirlo a casi 10 millones de euros. Esto es el agujero económico contra el que ha luchado durante más de 16 años, la perdición de su vida.
Las trabas económicas
"Ya no podía más", asegura Daniel. Su vida se convirtió en calvario en que ver la luz del túnel cada vez era más complicado. Una de las personas que le ha motivado a seguir adelante es su abogado, José Manuel Aguayo. "Este hombre me ha dado la vida, desde el primer momento ha luchado por mí y ha creído en mí. Decía que iba a salir de esta y después de 16 años lo hemos conseguido" dice ilusionado. "Además, nunca me ha cobrado nada", prosigue.
Gracias a la dación de pago, es decir, la acción de devolver los bienes hipotecarios a las entidades sucursales con la que trabajaban, Daniel consiguió reducir su agujero económico; si no, su deuda hubiera rondado los 60 millones de euros. Pese a los fatídicos años entre 2008-2014, la luz al final del túnel que antes no veían, empezó a parpadear.
En el año 2015 se publicó la Ley de Segunda Oportunidad. Este proceso legal, a grandes rasgos, "permite a personas físicas cancelar total o parcialmente deudas y salir a flote tras una situación de incapacidad de hacer frente a las deudas contraídas". Con este contexto, Aguayo y Rodríguez se pusieron manos a la obra para finalizar el caso, solo que la ley, al "ser bastante cambiante", interpuso varias trabas legales.
Para cumplir expresamente con este reglamento, se tiene que estar exento de condenas o accidentes laborales, y en las empresas de Daniel no se pudieron librar de estos parámetros, por lo que tuvieron que esperar años para estar bajo el amparo de este precepto. Aun así, desde la finalización de estas "condenas" y con un pie en el sendero de la ley hacia la liberación económica, "el proceso ha ido bastante rápido", afirma el abogado.
Aguayo ya trabajaba previamente en los negocios del granadino, por lo que no dudó en echarle una mano cuando la situación financiera empeoró. "Es un hombre honesto, un deudor de buena fe y sabía que iba a salir de esta, solo necesitábamos tiempo", declara el letrado. Un deudor de buena fe es esa persona que se enfrenta a una insolvencia económica, pero actúa con honestidad y transparencia en el manejo de sus obligaciones y responsabilidades financieras y, Daniel, es un claro ejemplo.
"Hay muchas personas que se endeudan de manera temeraria, Daniel no lo ha hecho por una negligencia grave, si no por un colapso general del mercado inmobiliario. El gobierno es el que pone las trabas, se perdona el pasivo, pero que los perdonen otros. El crédito público suele ser bastante grande incluso para los empresarios, pero Rodríguez nunca ha debido un duro a hacienda, si no, no inician el procedimiento", destaca Aguayo.
Han pasado 16 años desde que Daniel Rodríguez tocó suelo junto a sus empresas y, ahora, es cuando se ha librado de ese lastre económico que le ha perseguido durante tiempo. Para el empresario ha recuperado su vida y, el sufrimiento de estos años es lo de menos, su único lamento es que sus padres no hayan podido verle ganar la batalla. Aguayo, por su parte, tiene claro que el granadino va a resurgir, hasta ahora no ha podido, pero tiene "el emprendimiento corriendo por su venas", finaliza el letrado.