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Iván Ferreiro es un músico y un escritor del misterio, costurero de nuestra educación sentimental y sus enigmas. Somos más listos cuando Ferreiro nos mira: somos más cósmicos, más tiernos, más oscuramente matemáticos. Algo sabe Iván del universo, algo que nos cuenta con poesía y gotas de ácido. Lleva treinta años dándonos de comer canciones-arrebato para sobrevivir al aburrimiento y para besarnos bajo el cielo, como en los cuentos duros que acaban bien.

Hay algo mitológico en él, pero a la vez que fascinante resulta familiar. Es un tipo interesante que no necesita fumar para crear nebulosa. 

Me gusta ver a Iván, con su café y su jerséi y su barba blanca de sabio. Me cae mejor que muchos de mis amigos. Está lo bastante enfadado como para estar vivo y lo bastante poco como para no avinagrarse. Va cardíaco y político, vive pensando en la muerte de Dios. Yo creo que es una criatura única. 

Ha hecho un villancico tabernero de los que dan ganas de vivir que se llama Cuento de hadas en Madrid. También acaba de lanzar fulgurante disco en directo bautizado como Puede que Madrid sea una trinchera pop, una grabación en vivo de una noche chida en el Wizink de Madrid, una en la que le acompañaron sus colegas Martí Perarnau y Zahara (Juno) o Santi Balmes. Es un ser sensible y raro. Quizá escuche ultrasonidos. El nervio del talento le provoca espasmos.

Portada del vinilo de Iván.

Portada del vinilo de Iván. Sara Fernández.

¿Qué se aprende en la noche de Madrid? De sexo, de amor, de aventuras, de uno mismo.

(Ríe) No sé si se aprende algo.

¿Por la mañana se borra todo y se empieza de cero? Parece un cuento de enredo.

Era Calamaro quien decía algo así, ¿no? Borramos con la mano lo que ayer escribimos con el codo. De todas formas, yo nunca he sido muy killer tampoco. Tengo pocas virtudes, pero una es saber irme temprano.

Es un don.

Eso creo. Soy ese tipo de amigo. “Pero, ¿a dónde vas?”. Calla, calla… que me voy ya para casa. Es lo único que sé hacer realmente bien. Fui muy feliz en Madrid, aunque los bares de moda nunca han sido lo mío. Quedábamos cerca de la Sala Sol, los amigos músicos, en un bar de jamón que hay por ahí, donde trabajaba un camarero que se llamaba Agustín y nos caía muy bien. Quedábamos ahí con Ricky Falkner, o con Martí… o con Alvarito de Miss Cafeína o con los León Benavente. Lo pasábamos bárbaro, de verdad. Cuando no estaba Agustín, le llamábamos Disgustín. Íbamos directos a ese sitio, sin hora, sin avisar a nadie, porque sabíamos que nos íbamos a encontrar a alguien allí seguro. Los sitios no son sitios, los sitios siempre están relacionados con las personas.

Iván Ferreiro.

Iván Ferreiro. Sara Fernández.

Se ha puesto de moda criticar Madrid.

Yo no creo que sea cosa de Madrid, sino de todas las ciudades. Está todo muy masificado. La gentrificación ha hecho que todo pierda un poco de esencia, ¿no? Disfrutamos menos de lo que antes nos gustaba. Pasa también con Barcelona. A mí me da la sensación de que las ciudades son un poco más iguales todas. El turismo salvaje, las grandes tiendas… todo eso revienta el tejido interno, el tejido invisible de la ciudad. En Madrid antes salías de fiesta y de repente acababas en casa de alguien que era interesante, o un amigo organizaba algo y conocías a otro colega suyo y te lo presentaba… yo creo que algo de ese azar y esa magia se ha perdido. Quizás es porque los alquileres están más caros, pero se ha perdido el Madrid escondido dentro de Madrid al que antes accedía. En Vigo también me pasa.

¿Vives ahora en Vigo?

No, yo vivo un en un pueblo en Gondomar, al lado de Vigo, desde hace muchos años. Y yo creo que el pueblo y el campo son el futuro. El rural es el futuro de la vida. Mi hermana dice que las ciudades son muy siglo XX (ríe). El siglo XXI tiene que ver con el rural. Antes para hacer carrera había que venirse a Madrid o tener un contacto en las ciudades, pero con internet y las comunicaciones ahora puedes tener una casa perdida en medio de cualquier península y tener un trabajo y una conexión real con un montón de gente. Yo cuando me independicé de mis padres me fui a vivir al pueblo porque estaba en Vigo y no estaba en Vigo. Al lado tengo otro pueblo, a diez minutos, que es lo mismo que hay de un barrio a otro, joder, y antes iba en coche, es lo más increíble de todo. Ahora me alucina. El pueblo da muchas cosas. Es agradable. Nos conocemos un poco todos de la vida. Cuando vas al supermercado o a la farmacia o a hacer cosas normales. La vida de pueblo ya es una vida moderna.

Ya no es la vieja del visillo, ¿no? No hay tanto juicio ni tanta fiscalización de la vida de la gente.

No, claro que no, y además los pueblos están conectados ya a la vida cultural, hay restaurantes y teatros.

¿Madrid es una trinchera pop… también gobernada por Ayuso? ¿Madrid es tan moderna como dicen?

Hay muchas cosas gobernadas por la derecha. Galicia también está gobernada por la derecha.

Iván.

Iván. Sara Fernández.

A Feijóo nos lo habéis pasado, eh.

Sí, lo habéis querido vosotros y ahí lo tenéis, que lo paséis muy bien, chicos (ríe). De nada. Yo ya no creo que Madrid sea una ciudad tan moderna, siento que va para atrás, pero también vamos para atrás todos. Desde el momento en el que dejamos que existan los terraplanistas, estamos todos yendo para atrás como sociedad. ¿Cómo vamos a ser modernos? En el momento en el que creemos que podemos opinar si la tierra es plana o redonda tenemos un puto problema gravísimo.

Y tenemos a Miguel Bosé.

De ese tema ya vine avisando durante toda mi vida. Toda mi vida avisé de lo que pasaba con Miguel Bosé. Pero dejemos ese tema. Porque no es interesante y porque no promociona mi disco (ríe). No, en serio, pero me deprimo, porque hemos traspasado la barrera de lo opinable. No se puede opinar de todo. Yo estoy dispuesto a dialogar sobre muchas cosas, pero no me voy a poner a discutir con alguien si la tierra res redonda o plana, es que no voy a entrar. Puedo debatir sobre si la sociedad debemos montarla de una o de otra manera, pero no sobre si el mundo lo creó Dios en siete días o si hay evolución de las especies, porque es absurdo y no voy a discutir.

¿Dónde encuentras ahora la transgresión, Iván?

El problema de la transgresión es que ahora no es muy molona. Ha dejado de ser interesante. El auge de ciertas ideas en la extrema derecha tiene que ver con que hace unos años era la derecha y los curas los que nos decían lo que teníamos que hacer y los que nos decían lo que estaba bien o mal, y tú eras joven y para llevar la contraria te hacías de izquierdas, ¿sabes? Y ahora los que nos dicen lo que está bien o mal es la izquierda. Y los jóvenes se hacen de derechas porque sienten que ahí está la libertad de alguna manera. Entonces yo creo que la transgresión tiene que ver con ir en contra del pensamiento general… vale, pero a veces la transgresión es un paso hacia adelante y otras veces es un paso hacia atrás.

Es verdad que la izquierda está regañona.

Sí, la izquierda va con mucha moralina y te mete mucho la brasa, pero igual tiene un poco de razón en algunas cosas. Cada vez que veo a alguien que no apoya los impuestos me pongo de mala hostia. Me sabe mal. Es decir, yo creo que puedes tener una idea del mundo capitalista o una idea del mundo socialista, puedo entender las dos ideas, pero siempre que nos cuidemos los unos de los otros. Lo que me da miedo es cuando la transgresión es pasar por encima de los demás y pisarles la cabeza.

Iván Ferreiro.

Iván Ferreiro. Sara Fernández.

Neoliberalismo exacerbado, órganos en venta, todo pagado a plazos…

Exacto. El capitalismo está bien si hay un bienestar en la sociedad donde todos vivimos y hay una mirada hacia estar mejor, pero desde el momento en el que una serie de personas se van quedando con todo y los demás van teniendo cada vez menos, me preocupa y mucho. Me preocupan los tipos que están en Andorra diciéndonos lo que tenemos que hacer y demonizando los impuestos…

Como los youtubers, ¿no?

Sí. Y me molesta un poco porque a veces que algo no funcione bien por un lado echa por tierra todas las cosas buenas que pueda tener. Y me parece que la contracultura ha desaparecido.

¿Sólo hay hegemonía cultural, entonces?

Pues no lo sé. Me gustaría pensar que existe una contracultura y que yo no me he enterado de que existe.

Una contracultura que funciona bien porque es discreta pero efectista. Bien escondida.

Sí, quizás sea porque yo estoy metido en el mainstream y no la veo, pero deseo que exista con todas mis fuerzas.

¿Te consideras mainstream?

No, pero a lo mejor soy un mainstream y no me he dado cuenta.

Has hecho todo por no serlo. Tu obra es de autor.

En el fondo, todos acabamos siendo un poco mainstream. El mercado te asume y existes en el mercado de alguna manera. A veces me pone un poco triste todo esto. Pienso que hasta cuando intento ir a mi bola hay una corriente que me empuja hacia ahí…

Hacia el aburguesamiento.

De alguna manera, sí.

Pero habrá que vivir, ¿no? No nos puede dar vergüenza vivir cómodamente. Eso es lo que la derecha ha intentado siempre: que uno sienta pudor por disfrutar.

Seguramente lo que me pone triste es hacerme viejo. Hacer este sonido, el de “ay”, al levantarme.

El sonido de nuestros padres.

Sí, porque yo soy padre, y a veces levanto el dedo cuando hablo.

Tu hijo, ¿qué edad tiene? Le vi cantar en un vídeo, tan similar a ti…

24.

Joder.

Sí. Yo siento que me hago mayor, claro, pero no me siento viejo ni nada, y hago chistes con eso. Creo que hago chistes de viejo desde que tengo 35 años, chistes sobre lo que un chaval de 20 piensa que es un viejo. Yo a los 20 pensaba que los de 35 eran viejos. Pero noto el cambio en la energía, noto que me muevo de otra manera. Y lo noto también a nivel creativo. Cada vez me cuesta más saber de lo que quiero que vaya mi disco.

Las piernas de Iván Ferreiro.

Las piernas de Iván Ferreiro. Sara Fernández.

Es curioso que los años nos difuminen cuando deberían enfocarnos.

Bueno, creo que al final estoy bien, soy más fino haciendo mi trabajo. Hay que apoyar la vejez creativa, pero está precedida por muchas dudas, por mucha reflexión, aunque el resultado sea bueno. Antes se suponía que a partir de los 30 ya no tenías nada que contar y yo me niego a pensar eso. Hacer cada día mejores discos es mi aspiración. La gente se acopla como puede. Yo cada vez juzgo menos el trabajo creativo de los demás. Me cuesta más saber de qué quiero que hable mi disco pero cuando encuentro la idea, soy más fino en ella.

Eres más autoexigente.

Sí. Hay una alegría y hay un vértigo.

¿Cuáles son los temas que más te mueven ahora?

Me interesan un montón de cosas, pero creo que probablemente lo que más me interese sea el propio proceso creativo, incluso el diálogo sobre el proceso creativo. En el fondo, Trinchera Pop habla de eso. Casa también habla un poco de eso. El otro día estuve viendo el documental nuevo de Blur, ¿sabes? Y me daba cuenta que lo que más me interesa es cómo resuelven la composición, que es una forma de salvarse a uno mismo la vida. Con los Beatles me pasa igual: más que nada, me interesa cómo McCartney o Lennon o Harrison enfrentan la creación cada uno desde su sitio. Con los documentales sobre fotografía o pintura me sucede lo mismo, cuando salen de ese tema me aburro a los 15 minutos.

Tú eres un aventurero. En tus canciones siempre parece que estás vagando por varios mundos, por distintas zonas del espacio, mental y físico. ¿Cuál es tu mundo favorito? ¿A dónde es lo más lejos que has llegado?

A veces me alejo bastante. Todos esos mundos en los que me muevo están dentro de mi cabeza de alguna forma y tienen que ver con lo que acabo de leer o acabo de ver. Me interesa la Historia. Me interesa el mundo de los griegos y la forma en la que Asimov se imagina el futuro.

¿Piensas en el Imperio Romano, como decía el meme aquel? ¿Los hombres lo tenéis de verdad presente?

(Ríe) Yo empecé a pensar en el Imperio Romano desde que vi ese meme.

Iván Ferreiro.

Iván Ferreiro. Sara Fernández.

Inauguró algo. Consiguió su secreto propósito.

No, es broma, me parece que el Imperio Romano es un tema bastante interesante en el que pensar. Philip K. Dick decía que el mal llegó cuando llegó el Imperio Romano. ¿Conoces sus tres últimos tres libros? Te los recomiendo. Son tres libros pero son el mismo libro, cuentan la misma historia. Él hablaba del universo como de una especie de cerebro, como una especie de organismo vasto, gigantesco, interconectado. Para él el bien era la comunicación y el mal era la comunicación. Daba a entender que cuando llegaron los romanos nuestros cerebros dejaron de estar conectados con el resto de seres que habitan en el universo de alguna manera. Él decía que seguimos en el Imperio Romano y que en lo esencial no ha cambiado nada, porque seguimos marcados por el Derecho Romano, por ejemplo, y en realidad es cierto. Realmente seguimos aquí. Yo lo pienso así. Me asaltan ese tipo de ideas. Y hay otra…

Cuéntamela.

Dice que seguimos haciendo la música en base a lo que se hacía en el siglo XVII y que no hemos cambiado, seguimos usando las mismas notas. Dice que de las artes, la música es la que menos se ha desarrollado.

¿Y eso es malo?

Muy malo, muy malo. Él dice que la pintura se ha desarrollado y ha cambiado radicalmente…

Ha crecido tanto que se ha destruido a sí misma. Por eso no sé si llegar demasiado lejos siempre es algo a celebrar.

Es posible, pero al menos se reinventó, que es una cosa que con la música no hemos hecho. Usamos las mismas escalas en el rock que en el XVII.

¿Te sientes primitivo?

De alguna manera. Fíjate que los sitios en los que se aprende música se llaman “conservatorios”.

O sea, que la música es conservadurismo.

Sí. Hay una obsesión por conservar la música tal y como es, tal y como ha sido. Y él creía que los únicos que habían desarrollado un poco la música no eran los músicos, sino los djs. En fin, él es un filósofo y siempre tiene razón en el fondo y siempre te deja pensando. Yo soy un poco dj ya. Tengo una mesa ahí en directo y hago mi movida, pero me doy cuenta de que mi idea d música cada vez tiene menos que ver con tocar el piano. Y más con tocar botones y ruedas. Hago ruidos y me creo que me inventé la música, ¿sabes? (Ríe). Pero al final siempre es un Sol mayor. Aunque ese ratito, esa idea, esa ilusión… me gusta aunque sea breve.

En tus mundos poéticos se conoce la felicidad y se conoce el pozo. ¿Qué sabes de lo primero?

De la felicidad sé que es algo natural y más simple de lo que pensamos, y también sé que no es un estado continuo ni continuado en el tiempo, o sea, la felicidad es intermitencia.

Las manos de Iván.

Las manos de Iván. Sara Hernández.

¿Y de la depresión?

De la depresión sé que siempre hay que pelear con ella. Aunque yo tengo el problema de que confundo aburrimiento con depresión. Es algo que descubrí hace unos años y está muy bien. Me ha ayudado a entender mi vida de otra manera. A veces digo “no, joder, es que estoy deprimido”, y me dice ella [señalando a su pareja] “no, lo que estás es aburrido porque llevas en ese sofá cuatro días, así que cojamos a la perra y nos vamos a dar una vuelta, o vete al gimnasio”.

Igual en el gimnasio nos deprimimos más.

(Ríe) También. Mejor un paseo por la playa. Eso está muy instaurado en la sociedad, pero es bueno hablarlo. Me gusta que alguien llegue a un sitio y te diga “mira, estoy de bajona”. Estoy en total desacuerdo con la gente que define a la nueva generación como generación de cristal. En realidad son la generación de hierro, porque tienen las narices de decir que no están bien. Éramos mucho más de cristal los que nos hacíamos los duros durante mucho tiempo y no le contábamos a nuestros amigos cómo estábamos, porque eso era un síntoma de debilidad.

Lo del silencio es una cosa un poco masculina. Muchos amigos heterosexuales, cuando están mal, quedan otros amigos para no hablar, para salir, para tapar.

Sí, total, pero ahora ya se habla. Estamos aprendiendo.

¿Tienes psicólogo?

He ido al psiquiatra.

¿Le quieres?

Hay que quererle. Hay que encontrar al correcto, quiero decir. No es como el traumatólogo, que sirve cualquiera. El terapeuta es importante. Hay que ir probando hasta dar con el que te vaya bien, con el que te dé confianza… yo he tenido suerte con los que he tenido, pero amigos míos han tardado a veces en encontrar al suyo, y eso me da pena, que los chavales dejen de confiar en eso por alguna mala experiencia con alguien con quien no conectan.

El mío me dejaba fumar. Eso une, ¿eh?

¡El mío también! Pero ya dejé de fumar. Habrá que buscar nuevas formas de intimidad (ríe).

Tus canciones son enigmáticas.

Son desordenadas.

Intuitivas.

Sí. A veces las he escrito en furgonetas, cosas sueltas… son extractos de cómo me sentía en épocas y me gusta volver a ellas para regresar al estado desordenado de mi cabeza. Nunca he diseñado nada increíblemente. También me pasa que a veces pasa el tiempo y ni yo mismo entiendo qué quería decir. El significado de la letra va cambiando.

Iván Ferreiro.

Iván Ferreiro. Sara Fernández.

Dios ha muerto, ¿no?

Sí. Hemos creado uno en un laboratorio. Cuando escribí eso, pensaba en pastillas, por ejemplo, pero ahora pienso en inteligencias artificiales. Ahora Dios puede ser Chat GPT. Pienso mucho en eso, en cómo nos vamos cargando la idea de Dios.

¿Tú tienes dios?

No, no. Yo creo en el dios del rock (ríe).

¿Y ese quién es?

Soy yo satisfaciendo mis propios apetitos.

Siempre quise preguntarte por una de tus canciones más misteriosas, una que yo adoro. Mrs. P.

Realmente para mí esa canción hablaba de Los Piratas.

No jodas. ¡Yo me imaginaba que eras tú enamorándote de una profesora…!

(Ríe) No me he enamorado yo de profesoras, pero de Los Piratas sí que me enamoré. En ese disco hay muchas canciones que parece que hablan de una presencia femenina, pero en el fondo hablan de una banda. Una banda es un matrimonio de cinco o de seis. En ese tiempo había canciones aparentemente de amor que en el fondo hablaban de mi banda y de todas las heridas que me dejó.

¿Puede la cultura meterte en un problema?

Desde luego. Todo el rato. La cultura justamente tiene que ver con pensar y con poder equivocarte. Y en los tiempos que corren, la cultura te mete en muchos problemas. Cultura es conversación… hasta que te cancelan en Twitter y te metes en un marrón gordo, ¿no? ¿Sabes algo que pasa? A veces a alguien no le gusta algo que otro dice y para desacreditarle dice “pero y este, ¿quién es?”. La gente es capaz de decir eso de cualquiera. De El Drogas o de Ana Peleteiro.

¡Son capaces de sentirse orgullosos de no conocerles…! Es mucho de este país, lo de la cultura de la incultura: nos sentimos orgullosos de no saber cosas, nos hacemos los idiotas… y se acaba negando la existencia de alguien porque no se le conoce. Lo normal sería que se dijese “hostia, no tengo esa referencia, me gustaría saber de qué me estás hablando, ¿sabes?”. Pero no: en España se dice “yo no conozco esto, y como no lo conozco, es una mierda”. Qué feo que estemos orgullosos de la incultura.