En un pequeño pueblo de la provincia de Valladolid, Medina de Rioseco, reside Alberto Rodríguez Cillero, el joven sacerdote de 32 años recién nombrado arcipreste de Campos. Su arciprestazgo abarca un total de 87 parroquias, de las que es párroco de 11 y de seis más es vicario parroquial.
En el último año de la carrera de Filosofía, Alberto sintió la vocación por dedicarse al sacerdocio. “Fue por una serie de razones, que una por una no pueden parecer muy impactantes, pero sumadas en total sí. Conocí a un sacerdote muy especial, un día me gustaba hacer de monaguillo… Fueron distintos acontecimientos que me empezaron a encaminar a ello”, cuenta Alberto Rodríguez a EL ESPAÑOL.
Decidió estar un año de prueba antes de entrar al seminario para ver si realmente le gustaba. Aprovechó para hacer el máster de Profesor de Filosofía y cuando acabó, estaba aún tan convencido, o incluso más, de que quería ser sacerdote. Entonces, entró en el seminario, hizo un máster que le mandó el arzobispo y se ordenó de sacerdote. Al ordenarse le mandaron a Medina de Rioseco, donde lleva viviendo ya tres años.
La semana del sacerdote se divide entre las labores de administración del arciprestazgo, las reuniones de toma de decisiones, impartir clases en el instituto público de Medina de Rioseco y dar misa, además de oficiar bautizos, comuniones y bodas en los distintos pueblos. En el instituto daba clases de Filosofía y de Religión, pero como ahora tiene más responsabilidades, solo da clases de Religión.
“Entre semana doy misa a última hora de la tarde en Medina de Rioseco y, en casos excepcionales, voy a visitar a personas, o me hago presente si hay alguna festividad en los pueblos”, relata Alberto. Y es que ser arcipreste conlleva una gran responsabilidad más allá de todas estas actividades, ya que se trata de la representación del obispo en la zona que le han encomendado y el intermediario de los sacerdotes del distrito con el arzobispo.
Pero para Alberto, todo esto no le queda grande, al contrario: “Me siento con una inmensa alegría, porque todas estas responsabilidades que me va concediendo la Iglesia, yo las interpreto de una manera sobrenatural, como una confianza del señor en mí. Pero sí tengo cierto temor porque no es un cargo que habitualmente suela ocupar un sacerdote tan joven”.
Y es que, de los sacerdotes que conforman el arciprestazgo, Alberto es el más joven, incluso hay alguno que lleva más de 30 años de sacerdote, mientras que él lleva apenas tres. Pero el obispo decidió nombrar arcipreste a Alberto.
Alberto es consciente de que cada vez menos gente practica la Religión católica. Según el barómetro del CIS publicado el pasado mes de octubre, un 19,3% de la población española es católica practicante, pero en febrero de 2020, antes de la pandemia, un total del 20,4% de la población lo era. Desde la pandemia se ha notado la bajada de católicos, pero es una tendencia que se viene dando desde hace años. Hace diez, en 2014, un 71% de la población era católica; en 2020, un 67% y este año ya va por el 58,4%.
Sin embargo, eso no echa para atrás a Alberto. “A veces ves que no hay muchos frutos, pero siempre sabes que has sembrado, que la siembra es cosa de Dios, y con que haya una persona que de verdad la ayudes merece la pena”, asegura. Además, la zona de su arciprestazgo es bastante rural, por lo que la bajada de la población también ha supuesto una reducción en la asistencia a sus misas.
España rural
Medina de Rioseco es el pueblo más grande del distrito donde él vive, y tiene apenas 4.500 habitantes. Hay otros pueblos con parroquias medianas, que celebran alguna comunión o boda, pero la mayoría son pueblos con poco más de 30 habitantes. “La situación es muy dura, porque la perspectiva no es buena, no hay oferta de empleo. Hay muchos pueblos pequeños y con gente muy mayor”, asegura Alberto.
Y es que cada vez son menos los jóvenes que se quedan en sus pueblos, se van a estudiar a las ciudades y no pueden volver porque no hay trabajo. “El futuro del pueblo de Castilla será ir uniéndose a las cabezas de comarca, porque la mayoría de gente que vive es gente muy mayor que nació allí. Pero gente que se vaya a vivir a un pueblo con 20 habitantes con el que no tiene vínculos, lo veo difícil”, opina Alberto al respecto.
Frente a este éxodo que ha sufrido la iglesia católica en España, hay muchos sacerdotes que deciden innovar, pero Alberto considera que muchas veces no es bueno. Para él: “La clave es mantenerse fiel a lo que pide la Iglesia, celebrar con dignidad y con belleza. Tiene que ser profundo y reverente, y yo creo que a la gente es lo que le atrae”.
Todo esto conforma lo que es la vida de un arcipreste tan joven, que tiene a su cargo 17 parroquias. Él es sacerdote siempre, esté donde esté, es lo que le representa: “El caso del sacerdocio es algo que traspasa toda nuestra realidad, no dejo de ser un joven que vive en el mundo, pero está fuera del mundo. Vivo mi sacerdocio en plenitud, siempre, haga lo que haga, pero como joven del mundo actualem”. Adás, siempre ha tenido el apoyo de todo su entorno, que no siempre es así, lo que le ha dado fuerzas y ha ayudado a seguir su labor como sacerdote y arcipreste de Campos.