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Qué prodigio es que exista Alaska, una mujer que fácilmente me cae mejor que la mayoría de mis amigos.

Qué gusto verla aparecer en la mañana gélida en la intersección de Chueca y Malasaña (¡capitales de España!) con sus ojos ahumados y sus anillos de escarabajo sagrado.

Si yo supiera pintar, la dibujaría con mimo como a una superheroína de este barrio loco que nos hincha y nos vacía, con su bodegón sentimental tan propio, tan luminoso y genuino: ácido, escritores místicos, adoración por la comida, México, monstruos a los que amó, raves, punk, trash, culturismo, desarraigo, cardados, dulzura, más amigos que amigas, conversaciones sobre penes con su señora madre... qué divertido, qué kitsch, qué extremo.

Fue sietemesina y tiene sentido. Llegó muy rápido a casi todo, especialmente a la vida. 

Hoy me detengo en sus uñas rojísimas y en sus labios más rojos aún. Tan tierna y extravagante al mismo tiempo, sin gana ninguna de comerle la oreja a nadie ni de volver a explicar la modernidad: ella no predica boberías ni es autocomplaciente, ella defiende la transgresión sólo existiendo. Su vida es su obra, como diría Madonna. Quizá mejor, como diría su amigo y amante Escohotado: "Nos hicimos guapos en función del 'vive y deja vivir', frontera permanente entre sanos y neuróticos". Por eso Alaska es tan guapa desde siempre. 

Genera una fascinación limpia. Jamás regaña. Es generosa. Su fulgor es cosmético y temperamental. Es un tigre o una mariposa. Es una hembra elocuente que siempre hace el cálculo exacto de su tiempo. No le da a nadie la categoría de mito porque entiende que la gente es falible y sólo se responsabiliza a sí misma de lo que espera de los demás. Lo aprendió en el 82, un día que se coló en una rueda de prensa de Los Clash, a los que entonces veneraba, y les escuchó decir: "Esta pobre juventud reprimida para la que venimos a tocar... pobres... estáis despertando". Salió de allí por patas, al grito de "la que estará despertando es tu puta madre". 

Ha lanzado Alaska Revelada en Movistar Plus, una serie de tres capítulos como tres soles sobre Salud, Dinero y Amor. Ella, que tiene las tres cosas, le da gracias a Dios porque se sabe el Padrenuestro en varios idiomas. Olvido es inolvidable y sabe de lo profundo y de lo frívolo. Ha estado en todos los pozos y en todas las fiestas. Y seguimos escarbando. Como dicen sus buenos colegas, en esta vida sigue habiendo algunas preguntas fundamentales: de dónde venimos, a dónde vamos... y qué nos ponemos. 

Empiezas tu carrera con una canción que dice “me iba a dar mi merecido por ser una puta guarra”. Y al poco tiempo te pones a leer a los místicos y acabas deseando ser mirada por dios. ¿En qué punto estás ahora entre la puta y la santa?

(Ríe) Estoy en la santa, en la puta y en todo lo que hay enmedio. Porque cada libro que te lees te lleva a un sitio. Eso es lo maravilloso de la lectura: que te coloca en cualquier punto teórico. Cuando yo hablaba de los armarios, realmente no eran los míos. Si buceas en la hemeroteca, está todo contado y está todo dicho, pero a veces no encuentras que los demás lo hagan también, que los demás se abran y se liberen. Siempre poníamos el ejemplo de cuando hacían las listas de los músicos gays, sólo estaba Nacho [Canut] y un amigo nuestro, durante años. “Oye, soy de tal periódico, llega el Orgullo, ¿puedo hablar con vosotros para una lista gay?”. Y ellos acabaron diciendo: “Bueno, si hay alguien más, que salga, que dé un paso adelante”.

“La bisexualidad es amplitud de miras, no hay más que eso: hay verdura que te gusta y hay cereales que te gustan”

Has salido de tres armarios: el de la bisexualidad, el de las sustancias y el de la cirugía estética. ¿Qué hay del primero? ¿Por qué ser bi sigue sin ser comprendido socialmente?

Yo me considero bisexual y creo que la bisexualidad es amplitud de miras. Hay verdura que te gusta y hay cereales que te gustan, no hay nada más que eso. El ataque a la bisexualidad es, en el fondo, un ataque a la homosexualidad. Es como “ay, no se atreve a decir que es gay o que es lesbiana”. Y es verdad que eso se ha usado en algún momento del pasado o de la historia, pero ahora se usa como arma arrojadiza contra alguien que presuntamente no quiere reconocer que es homosexual. ¿Qué tontería es ésta? ¿De qué estamos hablando?

Alaska.

Alaska. Cristina Villarino.

En ese momento tuviste una depresión no diagnosticada.

Sí, yo no sé cómo llamarlo, pero si estuviéramos en estos tiempos de ahora, dirían que estaba deprimida.

Te hacían una entrevista y te preguntaban tres buenas razones para vivir, y tú decías “ninguna, no las encuentro”. Una escena impactante.

Me fascinó ver esa imagen de mí misma porque no la recordaba, y pasa el tiempo, te vuelves a ver y dices “hay que ver, la niña, cómo estaba…”.

¿Qué le dirías ahora a esa cría?

“Hija, no te preocupes tanto”. Y Nacho [Canut] me decía “¿por qué estás tan mal, porque ya no tienes un grupo? ¿Con 19 años? Pues haz otro”. Es una forma muy pragmática de ver la vida, y también muy mentira, porque una cosa es decirlo y otra cosa es hacerlo. Pero Nacho tenía un punto de razón: los dramas en exceso no conducen a nada, sólo boicotean tu propia existencia.

¡Padeceres del espíritu!

Pues sí, pero nena, yo estaba leyendo a San Juan de la Cruz. ¿Cómo querías que contestara? (Ríe). No vi la parte de que la vida es salvación. No me dio por ahí.

Estabas en la noche oscura del alma.

¡En la más oscura!

"Yo necesito aderezar la existencia con mi mundo, que es el mundo que todos nos creamos y que yo desde los 14 años vengo alimentando"

¿Cuáles serían ahora tres buenas razones para quedarse en este garito que es la vida?

Todas. Absolutamente todo... que no es nada. Y eso que yo no soy esa persona apasionada… a ver cómo te lo explico. Mario y mi madre son grandes amantes de la vida bajo cualquier circunstancia. Tienen alegría de vivir. Yo no la tengo. No gozo de esa alegría exultante que tienen ellos. Me gusta esto, bien, me gusta estar aquí contigo, me divierto, pero a ellos les gusta tanto la vida que no se cuestionan nada. Su buena razón de vivir es simplemente estar aquí.

Yo necesito aderezar la existencia con mi mundo, que es el mundo que todos nos creamos y que yo desde los 14 años vengo alimentando. A mí, ¿qué me hace feliz? El mundo que me he creado para mí misma, porque lo de fuera no me hace feliz. Mira, a mí lo que me gusta es lo que estoy haciendo contigo: vivir en mi mundo y seguir compartiéndolo con los demás, que es una suerte. Que interese quién soy y lo que hago… es un privilegio. Esa es mi satisfacción.

Hablabas de tu aproximación radical y filosófica a la cirugía estética. Dices que no eres una señora que quiera hacerse un lifting, sino una persona en constante transformación.

Sí, totalmente. Lo que pasa es que luego me muestro menos radical de lo que soy. Si yo realmente me dejara llevar… (ríe). La cosa es que no soy adicta, a esto ni a nada, así que me quiero hacer cosas pero las voy dejando, me quiero hacer otro tatuaje pero lo voy dejando… a mí me encanta Amanda Lepore. Para mí es la mujer más guapa del mundo. La más divina. Si yo me dejara llevar, sería como ella, y ella sí que se ha hecho absolutamente de todo. Yo no tengo nada en contra de llegar ahí, pero hay algo en mí que no es eso. Y luego que tengo un cirujano como Enrique Monereo, que es un señor serio y normal, que me dice “no”.

Alaska.

Alaska. Cristina Villarino.

Tenéis una relación entrañable. Hay mucha intimidad entre tu cirujano y tú.

Sí, y eso es fantástico. Con la gente con la que trato suelo tener esa relación, como la persona con la que trabajo la voz… no es sólo eso para mí, no es sólo la persona con la que trabajo la voz. A mí, como te decía, me gustan los físicos extremos, tendentes a la hiperfeminidad y a la transexualidad. Mi madre y mi suegra lo ven y dicen “qué fea”, y yo pienso “¿pero qué dices? Si son guapas, bellísimas…”.

¿Podías haber llegado a transicionar de género en esa radicalidad? Te gustaba también el mundo del culturismo.

No, no, nunca he tenido la más mínima intención de eso. No tengo un conflicto de género. Yo tiendo a la hiperfeminización como una trans.

De niña, querías que tus pechos dejaran de crecer. Luego quisiste tener muchísimos. A veces pienso que la historia de una mujer se puede contar a través de su relación con sus mamas. ¿Cuál es la tuya?

En inglés se llama “tener conciencia de tu pecho”. No sé cómo será hoy día, pero yo creo que si yo hubiera sido una chica extrovertida, me hubiera encantado tener pecho a los once años. Pero la primera aproximación fue de vergüenza, como de ponernos la carpeta delante. Te daba como vergüenza y no sé por qué, porque en mi casa no recibí esa educación. Lo que pasa es que tú no te hallas.

"Me daba vergüenza tener pecho, y eso que no recibí esa educación. Lo que pasa es que tú no te hallas" 

Te miran muy pronto los hombres y tú te sientes una niña.

Claro: porque eres una niña. Con 14, con 15 y con 16, aunque tú te creas la más mayor del mundo, aún te queda mucho. Yo era una persona que con 12 años tomaba como referente a Bowie y vivía en una insatisfacción total. Entendí que no podía ser así, y no tenía otros referentes. Cuando yo empiezo a fijarme en mujeres hiperfeminizadas es cuando me descubro a mí misma y me libero. Y hasta hoy.

Luego sí has deseado tener pecho más grande.

Yo por mí sería Lolo Ferrari. Pero al final soy menos radical en mis acciones de lo que lo soy en mi cabeza. Yo estaría mil veces más requeteoperada.

¿Cuántas operaciones has tenido?

No lo sé. No me pongo a hacer la cuenta. Es algo más: te maquillas, te peinas, decoras tus casas, lees para tener una determinada mentalidad, y te operas. Para mí forma parte de lo mismo.

Escribes notas de despedida antes de meterte en una operación estética por si acaso te pasa algo.

Sí, siempre lo hago, pero es muy tonto pensar que sólo me puedo morir en ese momento (ríe). Y no es verdad. Doy por hecho que esa carta de despedida se puede aplicar a cualquier otro momento. Tengo que detallarlo la próxima vez en el pie de página (ríe). ¡Podemos morir todo el rato!

Alaska.

Alaska. Cristina Villarino.

No me digas eso, con lo hipocondríaca que soy. 

No es malo eso, tú estás más cercana a la realidad, lo que pasa es que por supervivencia intentamos no pensarlo. El dolor nos puede tocar continuamente. La vida no es tan bonita. Yo termino este documental y pasa lo de Mario. La vida nos podría haber sacudido de una forma mucho más brutal de la que nos ha sacudido. Y estoy aquí contando que estoy en un momento perfecto, que tengo salud y que tengo amor, y de un día para otro, te hace todo “plas”.

¿Rezas?

Sí. Siempre he rezado. A mí me enseñó a rezar mi abuela el Padrenuestro en inglés, en español y en francés. Es lo que rezo. Padrenuestro y Ave María, y no conozco más. No tuve educación religiosa de colegio, de esa que ha tenido la gente de mi edad en España.

¿Y dios te contesta?

Yo no recibo respuesta, tampoco la espero, es sólo un dar gracias y establecer una cierta conexión contigo misma, con lo que quieres y con lo que no quieres, con tu propia angustia.

Escohotado y Alaska.

Escohotado y Alaska.

Las drogas nunca te obsesionaron, pero yo quería preguntarte cuál fue tu droga favorita y por qué.

Pues a ver… no sé decirte, pero a mí la cocaína me parece lo peor. No tienes más que ver lo pesados que se ponen los amigos cuando se meten. Se creen muy interesantes… (ríe). La heroína la viví y me pareció un rollo. El alcohol no me da más… Las únicas que me han producido satisfacción (porque me han llegado a través de sus creadores) han sido el éxtasis y el LSD, que lo probé con el señor Hoffman. ¿Qué más puedo decir de mi vida? Voy a rezar y a dar gracias por eso (ríe). Fue muy revelador, fue muy tranquilizador, muy de estar bien con uno mismo. A mí me ocurrió así, pero puede no ocurrir así. Esto no es una ecuación perfecta. No lo son, las drogas, por desgracia o por suerte.

"La cocaína me parece lo peor: sólo hay que ver lo pesados que se ponen los amigos cuando se meten, se creen muy interesantes"

Me sorprendió algo que se esboza en el documental y en lo que quería ahondar. Parece que tuviste una amistad romántica con momentos de sexo con Antonio Escohotado. Le conociste tomando LSD con Hoffman en un retiro a las afueras y eso desembocó en una relación sexual que duró mucho tiempo, de forma esporádica... 

(Ríe) Sí. 

¿Cómo es acostarse con el hombre más libre del mundo? ¿El cerebro modifica la experiencia del sexo?

(Ríe) No, mira, el sexo es una cosa tan brutal y tan animal que nos baja totalmente la divinidad que podamos tener.

Alaska.

Alaska. Cristina Villarino.

¡Hija, me frustras!

Las personas somos lo que somos y cuando llega el momento de querer ligar con alguien… todos somos iguales. Hay poca divinidad salvo cuando tienes una relación con una persona y creas un vínculo y te sientes trascendente. ¡Pero la vida es como es! Pones los cuernos, te ponen los cuernos, o no se ponen pero te desilusionas… o no te tratan como te mereces, o no tratas como se merecen… el sexo es lo más democrático, lo allana todo, todos nos comportamos igual de tontamente en el sexo.

Pero entonces, ¿qué pasó con Escohotado?

Que era un señor maravilloso en todos los sentidos.

¿Y qué más?

Era una persona… a ver cómo te lo digo. Para él la sexualidad, las drogas… todo… era placer. Era una persona golosa con la vida. Le gustaba disfrutar en todo. Ahí lo dejamos. ¡He sido una suertuda!

A la gente le ha llamado mucho la atención, digamos, o ha celebrado en exceso, que seas inteligente y culta. ¿No es ofensiva esta sorpresa? ¿Es por ser mujer?

No sólo por ser mujer, sino por ser adolescente, o por el punk… o porque antes había una visión muy concreta de lo que era ser inteligente, intelectual o interesante, y yo no cumplía esos parámetros. La estética estaba prohibida, sobraba, digamos, era vista como una frivolidad. ¿La música? Pues tenías que ser cantautor y estar comprometido. Las chicas mayores que yo, como Paloma Chamorro, tuvieron que lidiar con esa generación de intelectuales, ¡tan progres ellos…! Lo tuvieron crudísimo porque eran listísimas, inteligentísimas… y les gustaba pintarse el labio. ¡Ah, entonces ya no! Un horror. Era pecado mortal. Y esto va ser siempre igual.

"Las chicas mayores que yo tuvieron que lidiar con intelectuales, tan progres ellos... que no creían que se pudiese ser lista y pintarse el labio" 

¿La inteligencia te ha ayudado o te ha hecho sufrir más de la cuenta?

A mí me preguntó un día Álvaro Pombo, de sopetón, mientras estábamos comiendo, si me consideraba más inteligente o más lista. Y me dejó desarmada, no supe qué contestarle. No me siento lista y no soy inteligentísima, soy una persona normal, con recursos, leída. Pero al inteligente no le hace falta leer. Y el listo, es listo, es rápido y es práctico. Yo me lo tengo que currar todo. Yo no soy Antonio Escohotado.

Ni falta que hace. Eres Alaska.

Ya, pero que como la gente ha esperado muy poco de mí, les he parecido mucha cosa (ríe). Menos mal que leí y vi que había otros mundos… si no nunca hubiera sido feliz.

Las manos de Alaska.

Las manos de Alaska. Cristina Villarino.

¿Qué es la transgresión hoy, dónde la encuentras?

Yo escribí un libro que se llama Transgresoras. Pensaba hablar de 10 o 15 mujeres y al final fueron como cuatrocientas y pico. Con lo cual es un libro muy tonto porque no profundizo en nada. Pero bueno. Empiezo el libro diciendo “la transgresión no está en ti, está en los ojos de los demás”. Yo nunca he hecho nada por transgredir, pero he resultado transgresora: no es mi problema.

Todo cambia de una década a otra o de un siglo a otro. Cambian las leyes y las normas, la moral. A veces al revés, ¿no? Cosas que eran normales en los ochenta hoy día son vistas como un pecado. Hay que tener cuidado con la corrección política y con ciertos esquemas que se llevan ahora por bandera. Para ser mujer y tener esta edad tengo que pensar esto y no consumir esto otro. Te dan una mochila y te dicen “eres mujer, haz lo que debes hacer como mujer”, y otra bolsita y te dicen “así eres guay”, y otra y dicen “así eres facha”…

¿Qué es ser facha hoy?

Hoy todo es facha, pero cuando yo era pequeña, todo era rojo: llevar un pendiente siendo chico, o llevar minifalda. Y a lo mejor esa gente no tenía ni idea de quién era Marx, pero le gustaban los Beatles. Hoy pasa lo mismo con facha. Son insultos de una cierta clase intelectual o política dominante y pierden el contenido. Ser rojo no significa nada más que ser comunista, eso no es un contenido, pero ser facha es una cosa… todo el mundo se está olvidando de lo que es ser fascista, de tanto decirlo por cualquier cosa. Y fascistas hay, y ya están aquí. En cualquier caso, yo siento que ya no podemos dividir el mundo por las separaciones que había en el siglo XIX.

"Fascistas hay, ya están aquí, pero como a todo se le llama facha, a la gente se le está olvidando lo que es" 

¿Qué piensas de que ahora digan que el nuevo punk es la derecha?

Yo no creo que la derecha y el punk tengan nada que ver. Eso desdibuja todo. El punk era “háztelo tú mismo, no tengas dogmas”. Pero sí leo que hay una rebeldía de ciertos sectores extremos que se creen punk, pero no creo que sean la derecha: son los que no encajan en ningún lado, como los trumpistas. Los que no confían en el sistema financiero o en el sistema médico… y de repente acaban conviviendo personas y tribus que no tienen nada que ver entre ellas.

Gente que aboga por la legalización de las drogas con gente que aboga porque no se prohíban las armas, y están todos juntos ahí metidos. Hay un rebelde que está en contra del sistema. En los 60, estar en contra del sistema estaba muy claro lo que era: eran los gobiernos, la familia, la Iglesia, lo establecido… ahora, ¿qué es el sistema? El sistema es esa especie de dogma que hace que todo sea políticamente incorrecto. Y por eso parece que hay que meterlos a todos en el mismo saco. Pues no. No caigamos en ese error.

Alaska.

Alaska. Cristina Villarino.

La izquierda está muy regañona, ¿no?

Porque es el establishment.

Tenemos a una Mónica García que nos dice que no fumemos y a una Yolanda Díaz que nos habla con paternalismo…

Es totalmente normal, porque el sistema siempre es más paternalista. Todos esos rebeldes van contra el paternalismo. Está todo mezclado. ¿Por qué pasa esto? Ni lo sé, ni me importa.

¿Qué has aprendido de los hombres?

Es complicado. Nunca hay que generalizar. Entiendo que los hombres que yo he elegido son peculiares y ninguno pasaría el examen de la norma, ninguno es normativo, ni por su físico, ni por sus ideas, ni por su vida, y eso me parece interesante. Y luego, hija, es que la vida de las relaciones es lo que es… tú no eres consciente de lo que no quieres en una persona hasta que no empiezas a verlo. Y casi siempre lo descubrimos tarde. Y otras veces nos da pena cortar… y otras veces tenemos ilusión porque las cosas se enmienden…

Tu historia con Pito me ha dejado catatónica. Fue tu mánager, tu amigo, tu amante… y el tío que te mareó sentimentalmente y te expolió económicamente. Volviste a casa de tu madre sin un duro. Es muy intenso y trágico.

Sí. Hoy he estado con Loquillo, justamente, en la radio. También fue su manager. Hemos hablado de él. Es un tema muy interesante para todos nosotros. Para mí más, claro, porque tuve implicaciones emocionales con él. Parece que me decepcionó y tal, pero yo no tenía más necesidades… yo tenía lo que quería, yo quería estar así, con él, sin nada más, sin ser su novia. Yo estaba bien en mi micromundo mental que me había creado. No es bueno decir ahora que todo fue culpa de él. Fue mi decisión.

Durante diez años de amistad y sexo con él esperaste tu momento. Y cuando acabó su relación con su novia oficial, dijiste “ahora me toca a mí, ¿no?”. Pero no te tocó.

¡Y qué bien que no me tocó a mí…! (Ríe). Claro que sí, mujer, claro que no nos tocó con algunos tipos, si no a ver dónde estábamos. Muchas cosas que creíamos que queríamos hubieran resultado un desastre. Esto lo vemos ahora muy claro aquí las dos, sentaditas, y comentándolo muy monas, pero cuesta toda una vida tenerlo claro.

Alaska.

Alaska. Cristina Villarino.

No participó en el documental. Creo que su adicción a las drogas, por la que te traicionó, le dejó vagando en las calles. 

No se ha podido, no sé, al principio parecía que sí… sigue siendo él. “Llámame el lunes”, y nunca se ponía. Esto lo ha hecho siempre. “Llámame el viernes”… y así, hasta hoy.

Su silla vacía en el documental es elocuente. Su silencio.

Es un silencio que nos incomodaba mucho a la directora y a mí. No puedes hablar igual de una persona si está que si no está. Se dicen cosas crudas de él, pero también cosas interesantes. Creo que la directora ha intentado ser equilibrada. No era sólo una persona vil, no era eso, era una persona muy interesante a la que la vida llevó al lugar menos interesante del mundo. Y no sólo no salió, sino que fue una especie de agujero negro donde se metió todo. Ya está. También es verdad que yo tengo responsabilidad ahí: si yo deposito toda mi confianza en ti y no me guardo nada, ni un anillito por si acaso… pues me expongo. No soy ninguna víctima y no soy victimista.

"No me he aburguesado, eso es una tontería: sólo que de joven me compraba el Vogue para ver un bolso… y ahora puedo comprarme el bolso"

¿Crees que las personas se aburguesan con los años? Pienso en Almodóvar, que también sale en el documental. Ahora le dicen que sus películas ya no son lumpen, sino de mujeres ricas, y que todas llevan Dior… ¿cómo ves tú el paso de las décadas por la gente rebelde?

Mira, nosotros en el 77 comprábamos el Vogue francés o italiano para ver las cosas que había. Sólo se podía comprar en dos kioskos en Madrid. Te hablo de un mundo que no habéis conocido los jóvenes. En la Puerta del Sol había un kiosco que llamábamos La internacional, porque era el que más novedades extranjeras tenía, y otro en Ventura Rodríguez. A mí siempre me interesó la moda y el lujo, las casas, la decoración: no he cambiado nada, no me he aburguesado nada.

Era así a los 14 años, sólo que entonces no tenía dinero para comprarme lo que quería. Nos interesaba lo mismo destrozarnos un jersey para dejarlo como a nosotros nos gustaba que ver lo que había sacado Yves Saint Laurent. No tiene mayor misterio: antes, de joven, me podía comprar el Vogue para ver un bolso y ahora me puedo comprar el bolso. ¡Bienvenido sea! Y si un día no me lo puedo comprar, pues no pasa nada, bienvenido también.

Alaska, ¿a qué gran hombre te hubiera gustado rechazar?

Pues mira, a Helmut Berger, que ya lo rechazó Pilar Miró en un festival de cine, que estaba él muy borracho y muy pesado… y yo decía de pequeña “pero, ¿cómo pudo rechazarlo?”. Ahora pienso que seguramente estaba muy borracho y muy pesado y que hizo muy bien la mujer.