A la izquierda, Abdel posa meses antes de ser diagnosticado. A la derecha, el estado físico actual del joven, ingresado en una planta del Hospital Comarcal de Melilla. Imágenes pixeladas a petición de la familia.

A la izquierda, Abdel posa meses antes de ser diagnosticado. A la derecha, el estado físico actual del joven, ingresado en una planta del Hospital Comarcal de Melilla. Imágenes pixeladas a petición de la familia. Cedida.

Reportajes

Abdel tiene cáncer terminal tras un diagnóstico erróneo y ahora agoniza en Melilla sin oncólogos ni paliativos: 'Pedimos dignidad'

La familia del joven de 25 años reclama su traslado a un hospital de la península o un doctor que pueda atenderle en su ciudad.

Más información: Los 2 años de diagnósticos erróneos al bebé de Ana en Melilla: de sordo a TEA y, finalmente, epiléptico.

Publicada
Actualizada

Abdel es melillense, tiene 25 años y se está muriendo. No hay metáfora en esto, no hay exageración. Su cuerpo, que antes era fuerte, pesa hoy la mitad de lo que pesaba hace unos meses. Sus labios están resecos, su piel pálida. Sangra por la boca. Ya no habla. Y su familia denuncia que el centro que debería atenderlo, el Hospital Comarcal de Melilla, le ha dado la espalda.

Su historia comenzó hace dos años, cuando los síntomas eran leves. Al principio, era sólo un malestar ocasional, una molestia que parecía pasajera. Pero pronto llegaron las náuseas, el dolor punzante, el cansancio extremo. Visitar el médico se convirtió en una rutina infructuosa. Mes tras mes, se enfrentaba a los mismos diagnósticos erróneos, a las mismas promesas vacías de que todo estaba bien. No estaba bien. Su cuerpo lo sabía. Su familia lo sabía. Los médicos, no.

Desde el 2023, Abdel acudió recurrentemente al Hospital Comarcal de Melilla buscando respuestas. Vomitaba sangre, el dolor le hacía retorcerse. Su médico de cabecera insistió una y otra vez en que le hicieran una endoscopia, pero siempre la misma respuesta: no hay indicios suficientes para hacerla. Lo mandaban a casa con recetas para el malestar estomacal, como si con eso pudieran calmar lo que crecía dentro de él.

El Hospital Comarcal de Melilla, dependiente del Ministerio de Sanidad, en una imagen de archivo.

El Hospital Comarcal de Melilla, dependiente del Ministerio de Sanidad, en una imagen de archivo. EP

Cuando finalmente llegó el diagnóstico, el cáncer había avanzado sin frenos, sin control. Ya más que opción de tratamiento curativo había que buscar uno paliativo. Pero, en Melilla, ni siquiera eso es una garantía. No hay oncólogos —había dos, uno se ha jubilado y el otro se encuentra de baja médica— y el resto de los especialistas se excusan: no es su campo, no pueden hacer nada. No hay paliativos, no hay oncología, no hay esperanza. Solo un hospital donde la vida de Abdel se desmorona entre trámites, negativas y esperas sin sentido.

La familia, con la que ha podido hablar EL ESPAÑOL, ha hecho todo lo posible. Han llamado a hospitales de toda España, buscando una oportunidad. Una cama en algún sitio. Un médico que acepte el caso. Málaga se negó. Granada todavía no responde. Las gestiones se prolongan durante días que Abdel no tiene. Días que se le escapan en una cuenta regresiva cruel. Y mientras tanto, sigue en esa habitación del Hospital Comarcal, rodeado de médicos que lo miran sin hacer nada.

"Está desahuciado"

La historia de Abdel no es única. En Melilla, no hay especialistas suficientes para atender a una población que enferma, que agoniza, que necesita tratamientos que nunca llegan. "No podemos hacer nada", dicen. "Está desahuciado", sentencian. Como si esas palabras fueran suficientes para justificar su inacción. "Como si la falta de oncólogos fuera una excusa válida para no intentar siquiera aliviar el dolor de Abdel. Como si la falta de recursos significara que una vida puede simplemente descartarse", explica la familia.

"Lo único que queremos es que muera dignamente", dice su tía con la voz rota. "Que no sufra más". Pero Melilla es un muro, y las súplicas de la familia se estrellan contra la indiferencia de un sistema sanitario en ruinas. Ahora, su cuerpo se consume. En las últimas semanas ha perdido la capacidad de hablar. Apenas puede moverse. Su madre le sostiene la mano, esperando una respuesta que ya no llega. Su tía ha agotado todas las vías posibles para encontrar una solución.

Imagen de Abdel a día 5 de febrero de 2025, mientras permanece ingresado en el Hospital Comarcal de Melilla.

Imagen de Abdel a día 5 de febrero de 2025, mientras permanece ingresado en el Hospital Comarcal de Melilla. Cedida.

El tiempo corre en su contra. La familia ha intentado presionar a las autoridades, buscando una reacción. Pero la respuesta sigue siendo la misma: no hay oncólogos. No hay nada que hacer. En Melilla, si tienes cáncer, te puedes morir esperando. Lo que le ha pasado a Abdel no es un caso aislado. No es un error puntual.

Su caso es la prueba de un sistema sanitario colapsado, donde los pacientes son números en listas de espera que nunca avanzan. Donde los médicos trabajan al límite, sin recursos suficientes. Donde la muerte de un joven de 25 años podría ser solo una nota al margen en un expediente que nadie quiere leer.

Abdel debería estar más vivo que nunca. Debería haber tenido una buena oportunidad. Pero el mundo, explica la familia, lo dejó atrás. Lo condenó antes de tiempo. Su historia es una advertencia de lo que puede pasar en cualquier lugar donde la sanidad se derrumba en silencio. Donde los hospitales se convierten en cárceles para los enfermos. Donde la muerte es la única respuesta cuando nadie quiere hacerse cargo.

Ahora, sólo piden una cosa: que Abdel tenga un final digno. Que alguien, en algún hospital de España, lo acepte y le dé los cuidados que necesita. Que la sanidad haga, por una vez, lo que se supone que debe hacer: cuidar. Pero el tiempo se agota. Y Abdel sigue muriendo en una cama de hospital, esperando un milagro que no llega.