Asesinatos, crímenes siniestros, secuestros, atracos, fenómenos paranormales... Nadie informó mejor que El Caso acerca de los sucesos sangrientos que ocurrían en una España sin libertades en la que el régimen trataba de imponer su versión oficial. La publicación fundada por Eugenio Suárez en 1952 luchó contra la propaganda franquista y sorteó la censura para inaugurar tras la Guerra Civil y con sus características portadas en rojo y negro la crónica negra en nuestro país.
Con el auge de los medios audiovisuales, el semanario desapareció en 1997. Y desde abril de este año, y, paradojas de la vida, gracias al boom de la serie de televisión El Caso: Crónica de Sucesos (TVE), parte de su cantera de periodistas, los más nostálgicos, han vuelto a revivir el semanario, aunque con enormes dificultades.
Ahora, más de 60 años después del nacimiento del semanario, EL ESPAÑOL comienza este domingo a publicar una serie de reportajes con los grandes crímenes que El Caso no pudo resolver. Las historias serán escritas por el periodista Juan Rada, redactor de El Caso en los años 70 y que pasó a la dirección a finales de los 80.
La primera entrega se centrará en el crimen del niño de Somosierra, uno de los casos que más impactaron a la Europol y que aún continúa sin esclarecerse. Así ve el periodismo actual en España Juan Rada.
¿Cuál fue la fórmula de éxito de El Caso?
En su momento rompió con unos moldes. Concluida la Guerra Civil, la plaza de redactor de sucesos quedó vacante en los periódicos. No existía. El ministro de Información y Turismo, Arias-Salgado, decía que si nada malo se publica, nada malo ocurre.
Entonces el fundador de El Caso, Eugenio Suárez, que trabajaba en Diario Madrid, probó una vez en su periódico con un pequeño suceso. Conoció a Antonio Viqueira, un inspector de policía que colaboraba mucho con la prensa y que le empezó a contar casos pasados. Así montó una sección en Diario Madrid que era ‘El Caso de…’. Lo copió de Perry Mason, de las novelas de Erle Stanley Gardner. Empezó a contar casos que le contaba el inspector pero que habían sido solucionados satisfactoriamente. Con lo cual la Policía y la Justicia quedaban muy bien. Luego se le ocurrió hacer un semanario con esto: El Caso. Presentó la solicitud en Información y Turismo pero dijo que era para demostrar que teníamos una gran policía y que el criminal nunca gana. Para defender los valores patrios.
Le concedieron salir a la calle pero con un tope de dos sucesos sangrientos a la semana. Él, para no complicarse la vida, empezó con temas ya resueltos. Cuando las ventas empezaron a crecer, el ministro ordenó reducir el número de sucesos: de dos a tan sólo uno.
Siguió subiendo y el ministro quería prohibir la publicación de sucesos sangrientos porque iban contra la moral cristiana. El director, entonces, intentó pasar la censura eclesiástica y para ello fue a ver al obispo de Madrid, Leopoldo Eijo y Garay. Este asignó un censor, para que fuera al periódico y le diera el visto bueno. Suárez le puso un buen sueldo y el censor dejaba pasar las cosas. La Iglesia más progre y más abierta que el Gobierno permitió que se siguiera publicando El Caso. Por eso la mascota del periódico, un cocodrilo, se llamaba Leopoldo. Fue nuestro particular homenaje al obispo.
El periodista ahora se autolimita, se autocensura por miedo a las presiones que pueda haber hacia su empresa
Pero ¿qué hacía diferente al semanario?
Daba lo que no daban los demás. Como en muchas páginas no se podían meter crímenes, se empezaron a dar informaciones sobre avistamientos de ovnis, fenómenos paranormales, fantasmas… Antes no existían publicaciones de ese tipo. Y la gente se volcó. Se creó la sección de Tribunales. Es decir, teníamos una información muy variada. Contábamos cosas entretenidas y por eso se convirtió en un vehículo de evasión, como ocurre ahora con la crónica rosa. Además, era muy económico: el semanario costaba sólo 2 pesetas.
El Caso nació en 1952, en plena dictadura franquista. ¿Cómo se las ingeniaron para superar la censura?
La censura tenía una ventaja. Antes era una censura previa o preventiva. Ahora estamos en España en un momento en el que hay autocensura. No por parte de la autoridad, sino por parte de las empresas editoras, porque antes eran vocacionales, y ahora los editores buscan resultados y corresponden a grupos de presión, constructoras, entidades bancarias, grupos afines a partidos políticos…. El periodista ahora se autolimita, se autocensura por miedo a las presiones que pueda haber hacia su empresa. Antes era diferente.
Para evitar la censura, en vez de semidesnudo decíamos semivestido, por ejemplo
¿Por qué?
Por ejemplo, con el crimen, ¿qué se hacía? Sólo se podía dar uno a la semana. Y a veces coincidían cuatro o cinco perfectos. Teníamos un truco. Si uno había ocurrido en Galicia y otro en Cataluña, hacíamos ediciones diferentes, de tal forma que en la edición de Sevilla el censor veía que sólo había un crimen. Y lo mismo en Galicia. Se hacían hasta cinco ediciones diferentes, pero cada una con un único crimen.
¿Y el lenguaje?
Tratábamos de suavizar las palabras. Criticar poco. Si una palabra era un poco fuerte, enseguida criticábamos al asesino, para que el censor lo viera bien. En vez de semidesnudo decíamos semivestido, por ejemplo.
¿Cree que sigue existiendo censura? ¿Hay algo que le recuerde al oscurantismo informativo que hubo en otro tiempo?
El periodismo es una profesión en la que hay presiones de todos lados. De nivel político y económico. Y a las empresas se les puede censurar de muchas formas: cerrándoles el grifo de la publicidad... El que gobierna siempre trata de controlar la información. Lamentablemente es así. Quien tiene la información tiene el poder.
Ahora no hay censura porque estamos en otros tiempos, pero se aplica de otras formas. Apartando a periodistas de cargos profesionales. Lo hemos visto cuando cayeron tres directores de periódicos muy importantes como son El Mundo, El País y La Vanguardia. Esto sigue siendo así. En ciertos aspectos de crónica negra había más libertad en el tardofranquismo que ahora. Porque entonces se limitaba, pero sobre ese caso te dejaban decirlo absolutamente todo. Fotos, crímenes, nombre completo… Ahora todo es presunto, hay que andar con cuidado. Es más difícil informar de crónica negra que en su momento. No se pueden dar nombres de criminales, incluso a veces de gente que ha sido condenada.
Las empresas editoras cada vez practican menos el periodismo de investigación
En el panorama periodístico actual, ¿en qué estado se encuentra el género de la crónica negra?
Mal. La crónica negra está dentro del periodismo de investigación. Y las empresas editoras cada vez practican menos el periodismo de investigación, por la sencilla razón de que es caro. Necesitas a gente fuera desplazándose y que a lo mejor vuelve sin material. Como decíamos, estas empresas editoras no son vocacionales como antes, sino que van a obtener resultados inmediatos.
Por otro lado, en la crónica negra hay cada vez más vetos. Ir ahora a los gabinetes de comunicación de la Guardia Civil o de la Policía para casos sin resolver es como no ir. Se hace más periodismo de notas de prensa.
La Dirección General de la Policía da una rueda de prensa sin preguntas para que acabes llevándote una nota. Esto es volver a los tiempos de la Dirección General de Seguridad, que te daban lo que yo llamaba la papela. Informaciones oficiales.
Pero entonces había más suerte porque te podías ir a las comisarías. Margarita Landi [redactora del semanario] presenciaba tantos interrogatorios que para que el detenido no supiera que era periodista se la presentaba como subinspectora Pedrito. Asistió a tantos interrogatorios que con el tiempo ascendió a inspectora Pedrito, porque los delincuentes la habían visto ya tantas veces… Ahora no existe la información, te la niegan.
Si el crimen está resuelto se hace una rueda de prensa con fotos para que las autoridades puedan colgarse la medalla. Si no, no existe información
¿Sólo se informa cuando el crimen está resuelto?
Ahora se va mucho al éxito político. A los logros. Si el crimen está resuelto se hace una rueda de prensa con fotos para que las autoridades puedan colgarse la medalla. Lo hemos visto con el caso de Yéremi, incluso equivocándose. Pero eso es porque de vez en cuando los políticos quieren apuntarse tantos. Y niegan cifras o las maquillan: se dice que la delincuencia está bajando para dar la imagen de que el Gobierno lo está haciendo bien.
Sobre la forma de trabajar. Para ser periodista de sucesos, ¿se necesita más formación de policía o de periodista y escritor?
Las dos cosas. Una combinación. Un periodista tiene que ser un buen investigador, sin llegar a ser policía. Pero tiene que ser un buen escritor y un poco novelesco. En El Caso gustaba bastante porque se novelaba. No era el quién, qué, dónde, cuándo y por qué. Se buscaba un poco la continuación de aquellos folletines de principios de siglo pero con hechos reales. Había que echarle un poco de prosa, adornarlo.
Era también parte del éxito. Hablamos de una época donde la gente, como no había televisión, aparte de leer novelas del oeste y tebeos, se leían muchas novelas. Por eso gustaba lo literario. Y por eso el periodismo de sucesos tiene que ser un poco literario.
¿Cómo hay que actuar ante un crimen para obtener más información?
Es difícil. Tienes que actuar por tu cuenta. Y ahora los policías están advertidos. Antes tenían amistad con los periodistas. En El Caso se celebraba una comida mensual y semanal y ahí iban policías a comer. Había policías que escribían con pseudómino. Ahora tienen miedo porque los periodistas somos como malas compañías.
Los que mandaban antes eran vocacionales, ahora los directores generales de la Guardia Civil y de la Policía son tipos del partido, puestos a dedo, que se rodean de cuatro más para que les hagan la pelota.
¿Ante un crimen es cierto que se llamaba incluso antes a los redactores que a la Policía?
Muchas veces. Pero era porque la gente se sentía identificada con El Caso. No era porque fueran lectores, sino porque el semanario hacía una gran labor social, atendiendo a mucha gente que llamaba. Era una época de mucha migración de los núcleos rurales a los urbanos. Informábamos para que la gente tuviera cuidado de cómo les podían estafar con falsas ofertas de trabajo, falsos alquileres, falsas viviendas… Se generaron lazos de solidaridad.
Ante un suceso, la gente pensaba: “Voy a llamar primero a los de El Caso porque si viene la Policía a los pobres no les van a dejar hacer fotos”. Así ocurrió con el crimen de los marqueses de Urquijo.
Ante un suceso, la gente pensaba: “Voy a llamar primero a los de 'El Caso' porque si viene la Policía a los pobres no les van a dejar hacer fotos”
¿Cómo ve el futuro de la crónica negra?
Lamentablemente, en España no tienen éxito ahora las publicaciones de sucesos. Sólo como secciones dentro de un periódico. Pero cruzas la frontera y en Francia está Le Detective, que empezó en 1924. También en Portugal, en Italia… Y ya no te digo en América, sobre todo en México. Pedro Costa, que ha fallecido recientemente, me contaba que él guionizaba casos reales. ¿Para qué inventarse guiones? Los casos reales son mucho mejores para llevar al cine. Y por eso se quedó varios años trabajando en la redacción. Cubrió el Proceso de Burgos. Después sacó la serie La huella del crimen y otras películas como El Crimen del cine Oriente.
Pero no hay mercado para la crónica negra. No hay publicaciones específicas. Después de desaparecer El Caso, surgieron varios proyectos, pero no han durado. Hubo uno de Juan Caño, que era directivo de Hachette España y lanzó Así son las cosas. Estuvo varios años, perdió dinero y tuvo que cerrar. Otros intentos sueltos tampoco han funcionado.
Periodismo de sucesos y amarillismo. ¿Dónde está el límite?
El Caso no hacía amarillismo. Era sensacionalista porque provocaba sensaciones. Titulábamos: Bolas de veneno en la casa del terror, y salía una niña que había asesinado a sus cuatro hermanas. Era verdad, no era amarillismo porque no había nada de mentira. No queríamos titular: Fallecen cuatro víctimas inocentes.
'El Caso' era sensacionalista porque provocaba sensaciones. Pero no era amarillista
Teníamos que entrar por la mirada. Eran publicaciones sensacionalistas, y para aquellos tiempos más. Pero ahora coges la prensa inglesa, The Sun, y titulan así a toda plana. En España ha desaparecido esa forma de titular. Antes se usaba mucho.
Y, dejando a un lado la crónica negra, nombre tres periodistas que tenga como referentes.
Citaría a Eugenio Suárez, fundador de El Caso. A Pedro J. Ramírez, porque toda la vida he sido un seguidor de Diario 16 y de El Mundo después. Y a Emilio Romero, que aunque no es de mi agrado hizo un gran periodismo.
Eugenio Suárez fue un innovador, no ya por El Caso. Fue un pionero en prensa porque donde veía un hueco, él se metía. No había nada de música moderna en España y él creó Discóbolo. No había revistas de coches, creó Velocidad. No había revistas de toros, creó El Burladero… Aparte de periodista fue un gran editor.
A Emilio Romero tengo que reconocerle -aunque yo soy crítico con su labor- que fue innovador con el diario El Pueblo, con hacer reportajes de investigación… Fue el gran competidor que teníamos en El Caso. Eso sí, él con una ventaja: en El Caso era el dinero de Eugenio Suárez. Emilio Romero jugaba con el dinero de la organización sindical a fondo perdido.
El periodismo de Pedro J. Ramírez ha sido rupturista. De ahí las secuelas que ha tenido por enfrentarse a los poderosos
¿Qué opina del periodismo de Pedro J. Ramírez?
Ha sido rupturista y de lo mejor que se ha hecho en las últimas décadas. Ha abierto brecha y ha sido un ejemplo. De ahí las secuelas que ha tenido por enfrentarse a los poderosos. Y se tuvo que salir de Diario 16, luego de El Mundo… Chapó. Lo más digno de un periodista es irte como un caballero y que tu honradez prevalezca. Porque eso demuestra que informativamente estás cumpliendo.
El periodista no puede ser un servidor, y ahora hay mucho servidor de los poderes públicos. Los ves en las tertulias y más que periodistas parecen… no sé. Da igual en qué bando estén, pero defendiendo al partido de turno. Un periodista, para mí, tiene que ser apolítico. Tendrá su idea, como también puedes ser del Real Madrid o del Barcelona, pero a la hora de escribir tú tienes que ser imparcial. Elogiar lo que esté bien y criticar lo que esté mal. Los tiempos han cambiado y muchos periodistas y directores de medios parece que son estómagos agradecidos sobre todo cuando se les ve en tanta tertulia, apoyando al uno y al otro.
El periodista no puede ser un servidor, y ahora hay mucho servidor de los poderes públicos
De entre todos los sucesos que ha publicado El Caso, para este serial usted ha elegido cinco. ¿Por qué esos y no otros?
He escogido casos que no hayan sido tratados en la serie de TVE. Podemos decir que son de los cinco casos más significativos de la historia de El Caso. Lo de Carmen Broto, por ejemplo, es un crimen que aunque pasó hace tantos años, está sin resolver. El Caso fue el primero que sacó las fotos y nos llamaron la atención por publicar fotos de una prostituta.
Este domingo se trata el caso del niño de Somosierra. ¿Cuál es su teoría? ¿La que más fuerza tiene para usted?
El niño de Somosierra es una de las desapariciones más extremas para la Europol. Se han contado mil historias. Se ha dicho hasta que fue abducido por extraterrestres. Lo que ocurrió es que había un porte de heroína. El conductor se había independizado, se compró un camión, no recibía encargos, y se vio apurado. Y hay traficantes de droga que buscan a gente limpia pero desesperada para que llevara un porte. Cogieron al niño como garantía. Para que el conductor no se escapara de España. Los traficantes se tenían que quedar con algo como prenda. Una garantía temporal. Al niño lo liquidaron finalmente porque era un testigo incómodo.