José Luis Garci (Madrid, 1944) ha sido, es y probablemente será siempre una rarísima avis. Independiente en un mundo de sectarios –atributo que probablemente se hace perdonar a fuerza de no hablar mal de nadie...- navega la decadencia del cine y de España misma con un tono entre elegíaco y socarrón. Hace doce años que no vota y que prefiere callarse lo que piensa de la política cinematográfica y de la otra. Y es que, el día que deja de hurtar el cuerpo y de callarse... ay.
Me pilla usted de muy buen humor, señorita, porque en su tierra me han hecho soci d’honor del Col·legi de Cineastes de Catalunya, que ya lo fue Elia Kazan, es un gran honor, ya lo creo. Es verdad que a mí me han dado muchos premios, el Óscar, el Goya, el Premio Nacional, etc. Si yo me quejara de no haber sido premiado no tendría perdón. Otra cosa es, ¿los premios son tan importantes? Tienen la importancia de un reconocimiento, te satisfacen, más si viene de una institución que tú admiras y respetas, como esto del Col·legi de Cineastes de Catalunya, pues la verdad es que me hizo mucha ilusión; ellos catalanes, yo madrileño, pues está muy bien que con la que está cayendo nos una el cine... Yo tengo mucho más que ver con un cineasta de Barcelona que con un sastre de Madrid.
Yo tengo mucho más que ver con un cineasta de Barcelona que con un sastre de Madrid
¿Que si simplifican los premios la vida del creador en estos tiempos de tribulación? Hombre, el que más gana siempre es... ¡Hacienda! Si te dan 50 millones, 25 son para Hacienda. Hacienda gana todos los años por goleada el Premio Planeta, por ejemplo. Lo cual me parece muy injusto. Porque si tú te dedicas a escribir un libro durante dos años, y no te premian, tú durante esos dos años has tenido muchos gastos por los que no te compensa nadie. Tú has tenido que abrir y cerrar la nevera cientos de veces, has tenido que ir al mercado, y de todo eso Hacienda se lava las manos. En cambio si pillas, ahí está. Pero en fin, esa es la historia, como diría tu amigo Kipling.
Sugiere usted que yo soy de los pocos cineastas españoles no oficialmente alineados como progres... Vamos por partes, como decía Jack el Destripador: yo no he sido nunca progre. ¿Qué es ser progre? Yo creo que ser progre es no tener voz propia. ¿Ser un borrego, dice usted? Mujer, no sé si tanto, dejémoslo en vivir a la moda, en dejarse llevar. Una cosa es ser culto y otra estar al día, para entendernos. Yo siempre he hecho lo que quería hacer, lo mismo he hecho una película como Asignatura pendiente que una de monjas.
Todos los premios en este país se los dan a Hacienda, que se lleva la mitad de lo que ganas
Yo, por ejemplo, vi Ocho Apellidos Vascos, y luego Ocho Apellidos Catalanes, y me parecieron estupendas, unas películas muy divertidas. Así se ha multiplicado el público vía boca a boca, a la gente le ha gustado y se lo han ido contando. Eso ha pasado muy pocas veces en España. ¿Que si me parece que son películas pensadas para agradar más a un público nacional de derechas? No creo que tenga nada que ver con ser de izquierdas o ser de derechas, si aquí todo el mundo fuese tan de derechas como algunos dicen, no le iría como le va a Mariano Rajoy, je, je…
(Parón técnico para discutir la jugada con la fotógrafa. Garci se niega resueltamente a posar junto al Humphrey Bogart de tamaño archinatural que tiene en su productora. Quién le ha visto y quién le ve, pensar que la primera vez que yo le entrevisté, años ha, se plantó todo orgulloso junto al que siempre ha considerado un poco su mellizo... Desde entonces, Garci parece haber desarrollado tal alergia a todo tipo de posado que casi es una situación cómica: en casa del cineasta, fotograma de palo)
Volviendo a lo de ser progre o no progre: yo he hecho siempre las películas que quería hacer, sin pensar qué tocaba o qué estaba de moda. Yo siempre he sido independiente, pero no porque me lo haya propuesto sino porque salí así, ya me lo decía mi madre, este chico es muy independiente, ¿por qué eres así?
¿Qué es ser progre? Yo creo que ser progre es no tener voz propia
Mire, no le dé más vueltas: el éxito de los Ocho Apellidos es que es una película muy buena. Y ya está. ¿Cómo dice? ¿Que a usted le pareció que no había para tanto? ¿Y eso por qué, señorita? Ah... Dice que con tanto boca oreja, se esperaba otra cosa. Pero otra cosa, ¿como qué? ¡¿Como un Lubitsch?! Ay, señorita, es que un Lubitsch así, en frío... No estoy acostumbrado a que me saquen a Lubitsch en las entrevistas, la verdad. Hágase cargo usted de lo difícil que es hoy en día hacer una película de Lubitsch. Si hasta Billy Wilder lo tenía de maestro, colgado con chinchetas en su despacho, y esto, ¿cómo lo haría Lubitsch?, se preguntaba constantemente. Es que estás hablando de uno de los genios del siglo XX...
¿Que por qué ahora nadie aspira a eso, insiste en preguntar usted? Bueno, uno como mucho aspira a estrenar la película, a que vaya gente, a que la crítica le guste, a ganar algún premio y a acostarte con la rubia... Todo eso seguirá siendo igual, digo yo. Pero es verdad que a la que te alejas de los clásicos... Vamos a ver. Es que hemos tenido la suerte de ser coetáneos de unos genios irrepetibles, como la suerte que tuvieron los que convivieron en el Siglo de Oro con Lope de Vega, Cervantes, etc. Esto de haberse rozado con Lubitsch, con Hitchcock, con Truffaut, con Billy Wilder... Eso no volverá a ocurrir. No es un problema de nostalgia. Es que es muy difícil que salga tanto talento junto. Hemos vivido un cine clásico irrepetible que va de los años 30 a los años 70 del siglo XX. El final de ese ciclo sería para mí la trilogía de El Padrino. Eso es muy difícil que se vuelva a dar. Y es que la vida era distinta.
Antes ir al cine era más importante que ir a Marte
Sí, hablamos de una época en la que el cine era algo sagrado, algo más que puro entretenimiento. En la posguerra española el cine era todo. La vida real era oscura y el cine era en technicolor. Salías de la grisura, te zambullías en un romanticismo exaltante, en historias de amor como Lo que el viento se llevó... Era otra vida, el cine te daba una vida de repuesto, te ofrecía otra posibilidad de encantamiento... A partir de los 60, todo eso cambia, el mundo y las prioridades cambian. Antes estrenabas por todo lo alto en la Gran Vía, ahora en la Gran Vía han desaparecido todos los cines, en su lugar se han hecho, qué sé yo, gimnasios, cafés Starbucks...
Antes ir al cine era más importante que ir a Marte. Mucho más, porque era ir a un mundo mucho más lejano. Yo todo lo he aprendido en el cine: la vida, el amor, el desamor, la crueldad... Porque una serie de maestros nos lo iban enseñando. Ahora hacer cine no tiene nada que ver, ahora es hacer una película con un teléfono móvil, que tampoco está mal, pero yo todavía he tenido la suerte de poder hacer un travelling, de rodar con una cámara en una grúa. Era otra cosa, el cine... Lo nuestro eran películas, lo de ahora es “'o audiovisual'.
Eso ya no volverá a suceder. Ya no existe Hollywood. Hollywood era una máquina perfecta de hacer películas, como Detroit llegó a ser una máquina perfecta de fabricar coches. Los coches americanos salían perfectos. Mira en La Habana, los coches americanos de los 50, hace 75 años y ahí siguen funcionando, así sea sujetos con cuerdas.
En la perfecta factoría de películas de Hollywood trabajaban los mejores escritores, los mejores operadores, todo procedente de Alemania, del expresionismo de los años 20. Fritz Lang, El gabinete del doctor Calighari, esos eran los antecedentes, y es que cuando llega Hitler todos estos genios se largan a Hollywood, llevándose esa luz que iluminará a las diosas de la pantalla, Marlene Dietrich, Joan Crawford... Esa manera de entender algo distinto para un arte que daba sus primeros pasos.
Eso es muy difícil que vuelva a repetirse. El cine está a un paso de entrar en los museos. Mi visión es optimista, es pop. Porque el séptimo arte no es el séptimo arte, es el primer arte del siglo XX. Entonces dónde tiene que estar si no es en los museos. Habrá catálogos como los de Van Gogh donde se estudiarán las obras de Antonioni o de Buñuel. Y habrá colas interminables para verlas. Una de las mejores salas cinematográficas del mundo ya está en el MOMA de Nueva York. Porque ese es su verdadero sitio, el museo.
En unos sitios eso se entiende más que en otros. Tú vas de noche a la Pirámide del Louvre en París y es un lugar tranquilizador. Acércate de noche al Prado y no hay luz, sólo la del Ritz. Hay que iluminar, iluminar, iluminar... Me gustaría ver Las Meninas iluminadas por Carlos Saura o por Almodóvar. Hay que hacer cosas de este tipo. Renovar.
Parte de la Transición es el cine de Almodóvar, y me da igual si tiene poco o mucho dinero en Panamá
Me pregunta usted si después del escándalo de los papeles de Panamá se ha caído el icono Almodóvar, si hay cierta decepción moral que pueda afectar a la percepción artística. Me cuenta usted, señorita, que tuvo que invitar a una amiga suya a ver la última película de Pedro porque ella se negaba a gastar “un euro más” en su arte al enterarse de ciertas cosas. Mire, yo probablemente soy el gran responsable de que a Almodóvar se le diera el premio Príncipe de Asturias. Estuve dos días luchando. Y lo conseguí. Estoy muy a favor de su cine, que le cambia la cara al cine español, le mete unos colores que no existían. Más allá de la movida, redibuja el cartel de España. Parte de la Transición española es Almodóvar. Que tenga poco o mucho dinero en Panamá no me importa, no tiene nada que ver conmigo, yo me quedo con sus películas.
Me pregunta usted si al final va a ser verdad eso de que aquí se hinchaban algunas taquillas para pillar la subvención, como denunció Ignasi Guardans al irse del ICAA dando un portazo en la era Sinde. Sí, sé que ha habido por ejemplo una denuncia contra Enrique Cerezo. Pero ¿y las plazas de trabajo que ha debido crear Enrique Cerezo en los últimos años, y los sueldos que ha pagado? Es tremendo. Enrique debe de tener más dinero que tú y yo juntos. Implicarse en no sé qué por veinte mil euros, no sé, no me cuadra. Yo he hecho muchas películas con él y sé cómo trabaja.
¿Y Roures, y Mediapro? No sé, sé que Roures es un productor que hace cine, pero de verdad que me pilla usted fuera, llevo cuatro años ajeno al mundillo del cine. Ahora por lo visto las subvenciones se dan antes de hacer la película. A mí me parece muy difícil acertar así, cómo puedes saber qué saldrá, a veces de un guión malo sale una película buena, o al revés.
Es muy difícil acertar con la subvención si la das antes de rodar la película
Pero de verdad que todo esto a mí no me interesa nada, a mí sólo me interesan John Ford y Lubitsch. Si yo me hubiera dedicado a este mundillo, a ser ministro como Angelines Sinde, que, por cierto, es la madrina de mi hija, muchos amigos míos han hecho carrera de ese tipo, a mí eso nunca me ha interesado para nada. No he perdido ni un solo segundo de mi vida con eso que llaman política cinematográfica. Bueno, cinematográfica y de la otra, porque yo llevo sin votar doce años. Porque no me interesa, porque no quiero saber nada.
Yo siempre que votaba era público. Salían páginas en Diario 16 informando de que yo votaba al PCE. Hasta que llegó un momento en que pensé, esto ya ha cambiado, esto era una lucha contra una dictadura que ya ha caído, a otra cosa mariposa. Perdí las ganas de votar y por tanto creo que sería absurdo que me pusiera a opinar de política. Es que ni me acerco a dejar la papeleta en blanco. Y menos ahora.
¿Que si me tienta el actual conato de revival comunista? Mire, en mis tiempos los comunistas eran gentes con sentido del humor, que es tan importante como tener sentido del amor. Era el PCE, el Partido Comunista de España, gente magnífica, los únicos que lucharon realmente contra una dictadura que parecía eterna. Eran gente extraordinaria, los de CCOO, Sartorius, etc. Muy españoles, pensaban mucho en España, se emocionaban con los éxitos de su país. Con Franco en el palco del Bernabeu, suena el himno español después de derrotar a la URSS por 2 a 1, 130.000 personas aplaudiendo bajo el diluvio... Todos ellos estarían asombrados con los que hoy se proclaman comunistas. No tendrían mucho que ver o que decirse aquellos con estos.
En los ochenta creo que fue la única vez en dos siglos que los españoles nos queríamos. Ahora no se quiere nadie
Yo soy una persona de la Transición española. Estoy orgulloso de serlo. Creo que fue muchísimo más importante de lo que se dice incluso cuando se habla a favor de ella. En los ochenta parecía que España estaba de vacaciones por primera vez. Se hablaba mucho, por la calle y en todas partes. Y lo más importante: no había banderías. Tú podías ser de lo que tú quisieras y tenías todo el derecho de serlo. Y eso ahora se ha crispado de mala manera. Hay sectarismo de todos contra todos. Creo que esa fue la única vez en dos siglos que los españoles nos queríamos. Ahora no se quiere nadie. Somos una familia mal avenida y encima más pobre por la crisis.
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