Antonio Nicolás Castellanos (León, 1935) era obispo de Palencia cuando sintió la llamada de una fe más urgente. Renunció al obispado práctico (el moral no se pierde así como así) y se fue de misiones como los antiguos a uno de los países más pobres de la tierra, Bolivia. Allí donde murió el Che Guevara. El padre Nicolás prefiere métodos más sutiles, aunque no menos apasionados, para hacer frente al drama de los pobres de la tierra. Su proyecto Hombres Nuevos cabalga sobre las miserias del siglo con una fe tan estrepitosa y desacomplejada y como si acabara de descubrirse el cristianismo. Y de inventarse la compasión.
Pues ya ve, esta vez he venido a España para participar en un congreso en Valladolid, para dar unas charlas en León, y también a firmar un convenio con la Universidad de León. Hemos llegado a unos acuerdos muy prácticos y muy rentables para que jóvenes licenciados allí, en Bolivia, puedan venir a realizar un máster aquí, en España. La Universidad de Alicante ya nos viene ayudando en esto hace seis años, eso da un beneficio humano que en Bolivia se multiplica por diez.
También he venido a firmar otra serie de convenios, pedir subvenciones. Por ejemplo, La Caixa nos va a ayudar en varios proyectos. Sin ir más lejos nosotros tenemos allí, en Santa Cruz de la Sierra, en Bolivia, la única Facultad de Teatro que hay en todo el país. Forma parte de la Universidad Católica, que sólo nos pone el techo, todo lo demás lo llevamos nosotros. Con esta Facultad de Teatro planeamos hacer una gira por España, posiblemente por Barcelona, Madrid y otras ciudades. Queremos presentar precisamente una obra que conmemore los primeros 25 años del proyecto Hombres Nuevos.
Se disculpa usted, señorita, por preguntarme lo que está rematadamente segura de que lleva toda la vida preguntándome todo el mundo, y es que cómo y por qué me dio por renunciar al obispado de Palencia y marcharme de misiones. Yo cada vez que me lo preguntan sólo sé decir que siempre he tenido una vocación muy marcada por asistir a los pobres, desde el año 1959, cuando me ordenaron sacerdote. Llegó un momento, estando de obispo en Palencia, que estuve trece años, que decidí sencillamente llevar a la práctica lo que llevaba tanto tiempo predicando. ¿Por qué un obispo no va a poder tener vocación de misionero?, me dije.
Apunta usted que aquí mismo también hay pobres, que por qué necesité yo irme tan lejos a luchar contra la pobreza. Bueno, es verdad que aquí también hay pobres, pero sin duda existe una diferencia abismal. Una cosa es el Tercer Mundo y el Sur y otra cosa es el Norte. Aparte de que mi vocación por los pobres llevaba implícita también la vocación de evangelización. En esos países hay menos misioneros, y hay un nivel de necesidad aquí inimaginable.
¿Que por qué me fui de misiones cuando aquí también hay pobres? Porque la pobreza de allá no es comparable, en Bolivia mueren cada año 14.000 niños y niñas por causas que aquí se podrían evitar
¿Me creerá usted si le digo que en Bolivia mueren cada año 14.000 niños y niñas por causas perfectamente evitables? Por cosas que aquí no pasan. Aquí, aunque no tengas nada, te llevan a un hospital para morirte. Allí, si no puedes pagar la platita, como la llaman ellos, no te llevan, te mueres en tu casa o directamente en la calle.
Centrándonos más en la parte del apostolado, me pregunta usted si cuando yo llegué a la América Latina eran tan receptivos a la fe católica como ahora. Sí, sí, allí siempre. Le contaré una anécdota. Yo al principio no pensaba hacer iglesias. Y entonces íbamos por los pueblos y por los barrios, íbamos tomando nota de sus necesidades, de lo que nos pedían. Y la primera necesidad que en todas partes nos pedían: templo. Segunda necesidad: templo. Tercera: lo mismo, no salían del templo. Al preguntarles yo por qué el templo era tan importante para ellos, me pedían un sitio donde “estar a bien con Diosito”.
Pega usted un quiebro inesperado, señorita Grau, para preguntarme nada menos que si he visto Silencio, la película de Scorsese sobre los mártires católicos en Japón. Como no la he visto, usted más o menos me la cuenta, me expone el desgarro que puede llegar a plantearse entre el ánimo de expandir la fe y los peligros de tratar de imponerla. O que te la impongan. Esos retos se plantean, sí, y tú los vas afrontando precisamente desde la fe.
Mire, a mí me parece fundamental, en estos tiempos, saber ser dialogantes. Mantener un total respeto por las creencias ajenas. Si tú dialogas y respetas, si tú exploras las posibilidades de ponerse de acuerdo para ayudar y avanzar en obra social sin abrir brecha en los diferentes credos o creencias… Aunque no podemos ignorar, por ejemplo, que la gran fuerza de la Iglesia, su capacidad de ayudar a los pobres desde hace siglos más y mejor que cualquier ONG, reside en la mística.
Yo al principio sólo quería hacer acción social, no iglesias, pero ellos venga a pedirme templo, templo, templo, para estar a bien con Diosito, me decían…
Yo apuesto por los pobres porque antes he apostado por Jesús. Jesús no excluyó a nadie, pero dio preferencia a los pobres. Yo me limito a seguirle. Las misiones fueron pioneras, mucho antes que el mundo laico, en adelantarse a ir a ayudar a los pobres allá donde se encuentran, no obligarles a dejar su casa, previniendo las crisis de refugiados que por desgracia con tanta fuerza nos asolan hoy. Es elemental y es factible crear condiciones de vida dignas allá donde la gente vive. Nosotros hemos creado en Bolivia más de 100 escuelas. Hemos sacado a más de 500 jóvenes de la delincuencia llevándolos a la Universidad.
Por otro lado, las crisis de refugiados plantean otro dilema, y es que la religión, la fe de cada uno, es como una patria portátil, una identidad a la que más y más aferra cuando más desvalido está. Por eso es tan importante la comprensión de toda fe. El Concilio Vaticano II dejó muy claro el principio de libertad religiosa. Tenemos que ser totalmente abiertos, sin permitir que la religión distinta de nadie condicione nuestra capacidad de acogida.
¿Incluidos los musulmanes, me pregunta usted con toda intención? Pues sí señorita, incluidos los musulmanes, nosotros como cristianos hemos de saber dialogar a la vez que exponemos y defendemos nuestros puntos de vista, y por supuesto nuestra seguridad. ¿Qué se me ocurre a mí para hacer frente a los peligros del fanatismo, de la amenaza mundial del integrismo y el terrorismo islámico? Ciertamente ese es un problema serio, es un problema terrible. Pero de verdad me reafirmo en que la única solución que veo es saber acoger, saber escuchar, sin que eso impida saber debatir y discutir.
Aunque a algunas personas no se lo parezca, la fe tiene más respuestas que su ausencia a estas cosas, es más fácil abrir el corazón de alguien que tiene otra fe desde la tuya que si tú no crees en nada. ¿Por qué la Iglesia tiene la credibilidad que tiene en Bolivia? Porque es la que saca la cara por los pobres y la que abandera esa necesidad de justicia social. Así se abren los corazones, no sólo los bolsillos. Donde no llega la política llega la fe, yo estoy convencido.
La Iglesia se adelantó al mundo laico en ir a ayudar a los pobres allá donde se encuentran, sin esperar a convertirles en refugiados
Me pregunta usted ahora por el papa Francisco. Bueno, pues yo soy un ferviente seguidor de él, acabo de estar con él. Nosotros siempre buscamos elevar la autoestima de la gente, sabe. Por ese motivo yo hace 25 años tuve la intuición de montar una orquesta. Tirando de ella, y de toda la gente que por ella pasó, hemos creado cerca de 30 orquestas en todo el país a lo largo del tiempo. Pues nuestra orquesta acaba de ir a Roma, donde ha dado cuatro conciertos, uno de ellos en los salones pontificios. Nuestra orquesta fue la protagonista de la audiencia oficial del Papa el pasado 25 de enero. Al terminar el concierto, vino el Papa a felicitar a los músicos, a decirles que le había encantado su interpretación y a animarlos a seguir tocando. Nuestra gente estaba y está entusiasmada con Francisco. Yo creo que el Papa está en el camino recto, está volviendo al Evangelio, está aplicando el Concilio Vaticano II, y está claro que hoy la Iglesia no tiene otro camino que hacer lo que dice el Papa: ir a las periferias geográficas y personales de la gente.
Me recuerda usted que Francisco tiene muchos enemigos, dentro del mismo Vaticano. Efectivamente, hay varios cardenales que le hacen oposición, pero bueno, más enemigos tuvo Jesús, que terminaron matándolo. Esperemos que esto no acabe de la misma manera, se exclama usted, señorita. Esperemos, esperemos... Hoy la Iglesia no tiene otra que acercar su mensaje al mundo, el mundo será tan posmoderno y hasta tan poscristiano como quieras, pero los valores de Jesús siguen teniendo plena vigencia. Son más necesarios que nunca en este mundo secularizado que ha hecho una barrida general de valores.
Es más fácil derrotar a un integrismo desde otra fe, que desde la ausencia de ella
Pero veo que a usted no se le pasa la preocupación, insiste en que siempre que llega un Papa un poco revolucionario, se ciernen sobre él amenazas ominosas. Me pregunta con qué cuento para que Francisco salga vencedor sobre los que no le quieren bien, ni a él ni a su mensaje. Bueno, pues yo cuento con que él es un hombre fuerte. Fíjese en que el perfil modesto y humilde que mostraba Bergoglio en Buenos Aires no es el mismo que está mostrando como obispo de Roma. En Roma ha sacado más el genio, sí. Sin por ello abandonar una línea muy abierta, muy dialogante, muy de pedir, “recen por mí”. Yo estoy convencido de que el mensaje de Francisco va a calar hondo. Ahora lo importante es que toda la Iglesia asuma ese mensaje.
Me pregunta usted si yo veo a la Curia española por la labor. Bueno, pues así como yo creo que en Bolivia la Iglesia tiene toda la credibilidad, aquí en España me parece que debería ser menos institucional, más mística y más profética. Más confiada en el Espíritu Santo y sobre todo aplicar más creatividad para ayudar a descubrir en España los valores del Evangelio.
La Iglesia española debería ser más mística, más profética y menos pegada al poder
Estamos los dos de acuerdo, señorita Grau, en que en España la Iglesia está demasiado entreverada siempre de política. Sea porque hay partidos como el PP que a veces se diría que se la quieren apropiar en exclusiva, sea porque otros partidos tipo Podemos quieren resucitar el espíritu quemaconventos del 36. Efectivamente, yo creo que ni lo uno, ni lo otro. La Iglesia no tiene que estar con el poder. La Iglesia tiene que dialogar con toda la sociedad civil, tiene que escuchar a todos, y tiene que ser libre e independiente para decir su mensaje, ese mensaje liberador de Jesús. Despegándose del poder. Pegarse al poder no es el camino de Jesús. Fíjese en que Jesús sólo se ocupó de tres cosas: curar a los enfermos, dar de comer a los pobres y cuidar de las relaciones humanas en aras de una buena convivencia. Ese es el camino de la Iglesia, no el de aliarse con los poderes fácticos.
Se me pone usted así toda flamenca y me pregunta si no hay que tener como poco mucha cara para ser un corrupto total y luego presumir de misa diaria y de ir a comulgar. Por supuesto, eso no tiene sentido ninguno. Si Jesús entrara en la sede de los partidos políticos corruptos, entraría como entró en el templo tomado por los mercaderes con un látigo... La incoherencia entre fe y obra a ese nivel, la corrupción y la extorsión, son inaceptables en alguien que se llama a sí mismo cristiano. No nos olvidemos de que la corrupción también es quitar el pan de la boca de los pobres…
Yéndonos al otro extremo, me invita usted a indagar en por qué esta reciente radicalización del anticlericalismo, todo esto de Podemos de poner el grito en el cielo por la misa televisada. Yo eso no lo entiendo en pleno siglo XXI, cuando, insisto, tanta falta hace que seamos todos flexibles, tolerantes, abiertos. Y se lo digo yo que en tanto que obispo he tenido relaciones espléndidas tanto con comunistas, socialistas, del PP…
Los socialistas me habían dedicado un puente en Palencia, a los de IU les pareció poco y me dedicaron una calle; nada que ver con estos de Podemos y su anticlericalismo rancio del siglo XIX…
Mire, yo hasta tengo una calle dedicada en Palencia a iniciativa de Izquierda Unida. Porque los socialistas me habían dedicado un puente sobre el río, hasta que salió un día en el Ayuntamiento el concejal de IU y dijo, “para nuestro obispo Nicolás es poco un puente, hay que dedicarle una calle”. Y no es que yo hiciera nada del otro jueves, me limitaba a dialogar con ellos, a escucharles y a estar con ellos en todas las causas justas. Claro que los de Podemos no son exactamente como los de Izquierda Unida, tiene usted razón, señorita. Porque mire que es una aberración esto de querer quitar la misa de la tele. ¿Me pueden explicar qué se gana con eso? Por supuesto, yo estoy de acuerdo en que también los creyentes de otras religiones tienen derecho a su culto, tenemos que sentirnos todos hermanos, todos iguales, pero es que ellos no predican eso, predican un anticlericalismo rancio, propio del siglo XIX.
Me dice usted que casualmente hace una semana entrevistó aquí mismo a un político que decía aspirar a la abolición de la pobreza y estar seguro de poderla lograr socialdemocracia en mano. ¿Que yo qué digo a eso? Pues mire, estoy de acuerdo en que el gran problema central y planetario es precisamente la pobreza. Si nos pusiéramos todos a ello, para el año 2025 la pobreza extrema podría haber desaparecido totalmente. Yo estoy convencido de que eso es posible y de que es lo primero que entre todos tenemos que abordar.
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