El día que el sevillano José Ángel Prenda Martínez se tatuó en el vientre el primero de sus apellidos no imaginó que, en realidad, se estaba grabando en la piel su propia condena. Desde entonces, el chico luce Prenda en mitad de su barriga.
Esa imagen quedaría grabada en la retina de la joven a la que presuntamente violó la semana pasada en Pamplona junto a otros cuatro amigos sevillanos, todos ellos hinchas radicales del Sevilla Fútbol Club. Sucedió la madrugada del jueves 7 de julio, horas antes del primer encierro de los Sanfermines. Para la chica, que había llegado desde Madrid el día anterior a la capital navarra, la fiesta acabó con el peor trago de su vida.
En su relato de lo sucedido ante la Policía, la agredida, una madrileña que cumplirá 19 años el 28 octubre, contó que uno de ellos era “de complexión fuerte, 1,65 metros de altura, pelo corto y castaño”, y recordó que lucía un tatuaje en el abdomen en forma de “semi esfera con unas letras gruesas”.
Tras la denuncia, los agentes que escucharon a la joven no tuvieron dudas. Era él, Prenda, el hombre de la foto, un conocido ultra de la peña de extrema izquierda Biris Norte, la más radical del conjunto hispalense.
En su cuerpo José Ángel también luce otra imagen en la que aparecen perfilados los cuatro protagonistas de La naranja mecánica, una película que aborda el fenómeno de la ultraviolencia. Se trata de una estampa recurrente en la simbología del hooliganismo.
Sus cuatro secuaces también son fervorosos ultras del último campeón de la Europa League. Y no son unos jóvenes cualquiera. Dos de ellos son servidores públicos que en su día a día velan por los demás, sean jóvenes o mayores, varones o mujeres. Uno es guardia civil y el otro es militar. Si usted viera a éste último desnudo por la espalda, observaría que exhibe un tatuaje de su equipo de fútbol, el Sevilla.
EL RELATO DE LA CHICA
Todo comenzó el miércoles 6 de julio. Los cinco amigos sevillanos se desplazaron en coche hasta Pamplona para vivir el chupinazo, el inicio de las fiestas de San Fermín. La idea de todos ellos era pasar allí varios días de fiesta, probablemente hasta el fin de semana.
La chica a la que presuntamente violaron viajó a la capital foral ese mismo día. Llegó a mitad de tarde, en torno a las 18.30 horas, junto a un amigo. Ambos se desplazaron en coche desde Madrid. El vehículo lo dejaron aparcado en una zona residencial de viviendas nuevas y en construcción conocida como Soto Lezkairu, a unos 15 minutos a pie del centro de la ciudad.
La noche comenzó para la chica y su amigo en la céntrica Plaza del Castillo, donde ambos asistieron a un concierto de la orquesta Vulkano Show. Sin embargo, el acompañante de la joven se marchó a descansar al coche en torno a la una de la madrugada.
La víctima de la agresión no se quedó sola en ese momento. La chica se había encontrado minutos antes con unos amigos de la universidad. A ellos los perdió de vista dos horas después, cerca de las tres de la madrugada. Cansada y con el concierto acabado poco antes, la joven de 18 años decidió sentarse en un banco situado en la misma Plaza del Castillo.
En este instante, cuando descansaba, se acercaron los cuatro presuntos violadores. Junto a ella se sentó uno de ellos, que hablaba con los tres que estaban en pie. Todos bebían. Al instante, la chica se percató de que tenían acento andaluz.
El que estaba sentado comenzó a charlar con ella. Con trato cordial, le preguntó de dónde era y qué hacía sola en San Fermín. Su interlocutor le contó que él y sus amigos habían llegado desde Sevilla, donde vivían. Aunque en ningún momento supo sus nombres, sí le exhibieron algunos de sus tatuajes.
QUISO DESHACERSE DE ELLOS
Al poco del inicio de la conversación, la chica se levantó y dijo que se marchaba a dormir al coche en el que había viajado desde Madrid. Los cuatro chicos decidieron acompañarla. Le dijeron que también pasarían lo que quedaba de noche en el vehículo de uno de ellos. Aunque nunca le explicaron dónde lo habían aparcado.
Los cuatro sevillanos y su supuesta víctima partieron desde la Plaza del Castillo en dirección a la Avenida de Carlos III, una vía peatonal que conduce hacia la zona de Soto Lezkairu, donde dormía el amigo de la chica.
Durante el paseo, la joven se rezagó unos metros junto a uno de los cuatro agresores. Caminaban a escasa distancia del resto. Horas más tarde, ante los agentes policiales, dijo que el joven con el que tuvo más contacto era un chico delgado y de una altura de en torno a 1,60 metros. El joven tenía los ojos claros, el pelo castaño y corto, lucía barba de tres días, portaba un reloj con la esfera muy grande y un tatuaje parecido a los que luce Prenda en su cuerpo.
Durante el trayecto previo a la agresión, los tres chicos que caminaban por delante de la joven trataron de entrar en el Hotel Leyre. El vigilante de seguridad se lo impidió porque no eran clientes.
Poco después del incidente en el hotel, los acompañantes de la joven comenzaron a incomodarla agarrándola de los hombros y abrazándola. Entonces, la chica decidió quitárselos de encima arguyendo que se desviaba por la calle Tafalla para llegar antes al coche en el que descansaba su amigo. Pero los chicos insistieron en acompañarla.
Eran en torno a las 3.30 de la madrugada. Habían enfilado la calle Tafalla y se aproximaban al portal que la chica no olvidará jamás. El número cinco. Se trata de una vía poco transitada y cercana a la parroquia de San Francisco Javier. Al pasar por delante, otra chica tocaba el timbre para que le abrieran la puerta del edificio. Antes de que se cerrara, el chico del reloj con la esfera grande agarró de un brazo a la supuesta víctima y la introdujo en el rellano. Allí, junto a una escalera que conduce al primero de los dos pisos que tiene el edificio, los cuatro sevillanos la violaron, según cree el juez que les ha enviado a prisión.
Este viernes una bicicleta estaba encadenada a la barandilla de la escalera. Al fondo de un estrecho pasillo en un lateral hay un portón blanco con la chapa envejecida. Se intuye que es el cuarto trastero en el que están los contadores de luces y agua del edificio. Allí, en aquella esquina sin apenas iluminación, los presuntos violadores desnudaron del torso a la chica. También le desabrocharon los botones del pantalón para violarla.
Uno de los ahora detenidos sacó su móvil y grabó parte de los hechos. La chica en ningún momento pudo gritar debido a que le taparon la boca. Según explica el juez en el auto de prisión preventiva de los agresores, la superioridad física de ellos no le permitió evitar los abusos. El magistrado, que vio la grabación, pudo contemplar que aunque no pegaron a la chica, la inmovilizaron agarrándola de la cabeza y del cuello.
‘CAZADOS’ AL AMANECER
Tras la presunta violación, los agresores se marcharon del lugar. Al parecer, lo hicieron corriendo. A los pocos minutos la chica se volvió a vestir, salió a la calle entre lágrimas y se puso a buscar el móvil que le habían robado. Caminando, llegó hasta un banco de la Avenida Carlos III. Una pareja que la encontró llorando la socorrió. A las 07.09 horas del día 7 de julio la chica interpuso una denuncia en las dependencias de la Policía Local de Pamplona. Presentó un parte médico del Complejo Hospitalario de Navarra, donde se le había atendido previamente.
A los cuatro sevillanos se les detuvo durante la mañana de ese mismo día, mientras caminaban por el centro de la ciudad. A cuatro de los agresores se les detectó en la plaza de toros durante la suelta de vaquillas posterior al primer encierro de los Sanfermines.
A los agentes les fue sencillo gracias a la detallada descripción que hizo de ellos la violada. También se detuvo a un quinto varón, que dormía en el coche que habían utilizado para trasladarse desde Andalucía hasta Navarra. Por el momento se desconoce de qué forma participó en los hechos. Todos, salvo el guardia civil, que está en la cárcel de Logroño, pasan sus días en la prisión de Pamplona.
Además de Prenda y al amigo que le agarró del brazo para meterla en el portal del número cinco de la calle Tafalla, la víctima describió a otros dos. Uno, el más alto de los cuatro, medía 1,75 metros de altura. Tenía el pelo corto, la barba frondosa, los ojos oscuros y un gorro rojo. El cuarto era de piel morena, de pelo corto rapado y sin barba.
De los cincos sevillanos, todos de entre 25 y 28 años, tres tienen antecedentes. Casi todos, por su vinculación con Biris Norte. Se trata de una peña radical del Sevilla con ideología marxista. Nació a mediados de la década de los 70 del siglo pasado al tomar el apodo con que se conocía al exfutbolista gambiano Alheji Momodo Njie, Biri Biri.
Uno de los cinco presuntos agresores es José Ángel Prenda Martínez. Tiene un antecedente por riña tumultuaria. Es un rostro conocido entre los radicales del conjunto hispalense. Aunque EL ESPAÑOL se ha puesto en contacto en reiteradas ocasiones con uno de los líderes de Biris Norte, José María Aguilar, alias Goku, -quien conoce a Prenda- éste nunca respondió.
Aguilar escribió un libro, Mi vida ultra, en el que relata su experiencia como capo de uno de los grupos hooligans más peligrosos del fútbol español. En uno de los pasajes rememora que, en una ocasión, antes de un derby con el Real Betis Balompié, el expresidente del Sevilla, el hoy encarcelado José María del Nido, lo invitó al vestuario a arengar a la plantilla del primer equipo. Goku señala en su libro que vio “asustados” a los futbolistas durante su visita.
Otro de los detenidos es Alfonso Jesús Cabezuelo Entrena. Es militar. Accedió al cuerpo en 2008, donde fue destinado a la base aérea de Torrejón de Ardoz. En 2011 se integró en la Unidad Militar de Emergencias (UME) destacada en Morón de la Frontera (Sevilla). En su espalda lleva tatuado el escudo del equipo de sus amores. Tiene tres antecedentes por lesiones, riña tumultuaria y desorden público. El 20 de noviembre cumplirá 28 años. Es el otro 'biri' detenido.
Antonio Manuel Guerrero Escudero también está detenido. En 2014 se presentó a las oposiciones para ser guardia civil. Sacó una nota “discreta”, aseguran fuentes cercanas. Hacía sólo unos meses que había salido de la academia de la Benemérita en Baeza. Estaba destinado provisionalmente en el puesto de Pozoblanco (Córdoba). Tras su detención, el cuerpo al que pertenece lo ha suspendido de empleo y le ha revocado el destino.
Entre los detenidos también figura Ángel Boza Florido, con un antecedente por robo con fuerza y dos más contra la seguridad vial, así como Jesús Escudero Domínguez. Escudero Domínguez y el guardia civil son los dos únicos con sus expedientes policiales limpios.
17 DETENIDOS POR ABUSOS SEXUALES
Los Sanfermines de este año, que acabaron el pasado jueves, han dejado un balance de 17 detenciones relacionadas con agresiones sexuales. Seis de ellas por violación y 11 por abusos.
La última detención se produjo el último día de la fiesta con mayor repercusión del país, el 14 de julio. Se detuvo a un varón por haber violado a una menor de 17 años nacida en Vitoria.
En Pamplona permanece latente desde hace años el miedo a las agresiones sexuales. Desde las escuelas y las organizaciones feministas, así como desde las instituciones y las fuerzas y cuerpos de seguridad del Estado se dan directrices para que las mujeres, mayores y menores de edad, no vuelvan solas a casa, para que caminen por zonas transitadas y para que no se alejen sin acompañantes de lugares concurridos durante las fiestas de la ciudad.
Es tanta la psicosis que existe en Pamplona que en los Sanfermines de este año el propio Ayuntamiento, gobernado por EH Bildu, promovió la campaña Por unas fiestas libres de agresiones sexuales. En una guía publicada por el Consistorio en colaboración con colectivos de mujeres recordaba a los hombres los peligros del alcohol y las drogas, así como que “ser plasta y baboso no es ligar, es agredir”.
La ciudad está más concienciada que nunca en la necesidad de erradicar un problema que mancha la reputación de sus fiestas locales. Durante los Sanfermines de 2016 se han celebrado dos multitudinarias manifestaciones en contra de las agresiones sexuales.
“Toda la ciudad es consciente de que en San Fermín se agrede sexualmente y se viola a chicas”, afirma Asun Casasola, la madre de Nagore Laffage, la enfermera guipuzcoana que en 2008 fue asesinada y violada por un joven médico al que conocía de vista del hospital en el que trabajaban juntos.
Casasola, que cada edición de las fiestas de la ciudad organiza en Pamplona un acto en recuerdo de su hija, asegura que se alegra de que “este año se haya denunciado más que nunca”. “La sociedad está reaccionando”, añade la mujer, que se muestra “absolutamente sorprendida y avergonzada” por la actitud de los presuntos violadores sevillanos. “No entiendo cómo ninguno paró al resto. No entra en mi cabeza”.
Lo cierto es que no sucedió. Con un agravante: uno era guardia civil y otro militar. Ni Jesús, Ángel, José Ángel, Alfonso y Antonio frenaron sus más bajos instintos. Lo que nunca sospecharon es que el tatuaje de uno de ellos, del Prenda, los llevaría hasta prisión.