La boxeadora a la que no le dejan ir a los Juegos por ser mujer
Namibia Flores encaja el golpe bajo más duro de su vida: Cuba prohibe la competición pugilística femenina.
7 agosto, 2016 01:38Noticias relacionadas
El viernes por la noche se inauguraron los JJOO de Río de Janeiro. Durante la ceremonia de apertura, miles de atletas desfilaron tras las banderas de sus respectivos países. Pero nadie reparó en una significativa ausencia en la delegación de Cuba: la de Namibia Flores. Una boxeadora de La Habana a la que su país no le ha permitido participar en la cita olímpica. El motivo: ser mujer.
Cuba es uno de los países del mundo que más campeones exporta en esta disciplina. Los púgiles caribeños son garantía de medallas en cada evento deportivo. Pero eso es cosa de hombres. Sólo de hombres. Las mujeres tienen vetado participar en competiciones. En Cuba hay “libertad de deporte” y las mujeres pueden entrenar… pero no competir.
La precusora de esta iniciativa machista fue une mujer: Vilma Espín, la ya fallecida esposa de Raúl Castro, anunció a mediados de los 90 que no le gustaba ver a las mujeres cubanas pelear en un ring porque podían estropear su belleza. Los deseos de Espín fueron órdenes y el gobierno cubano aprobó una ley en la que dejaban fuera de las competiciones pugilísticas a las féminas.
PERDIÓ SU ÚLTIMO TREN
Así se truncó la prometedora carrera Namibia Flores, la boxeadora más famosa de Cuba. Una persona que lleva 15 años peleando y 4 preparándose para estar a punto para la cita olímpica de Río. Era su última oportunidad porque acaba de cumplir 40 años, la edad límite para participar en unos Juegos Olímpicos. Namibia dejó su trabajo para entrenar y esperaba que Cuba hiciera caso a las presiones internacionales que recomendaban desbloquear el boxeo femenino. “Estáis perdiendo medallas”, les apremiaban desde las federaciones internacionales. Pero al final, un mes antes del preolímpico, le llegó la noticia: las mujeres seguían teniendo prohibido pelear y ella no podría ir a Río.
Namibia Flores nace en La Habana en 1976 en el seno de una familia humilde. Desde pequeña destacó en todas las modalidades deportivas de equipo, desde el baloncesto hasta el voleibol. Pero jamás tuvo el apoyo de su familia. “Mi abuela me decía que mi deporte tenía que ser limpiar la casa, barrer y fregar”, recuerda.
Fue durante su infancia cuando se le despertó el gusanillo de los deportes de contacto. “Mi tío era policía y me enseñaba algunos trucos de defensa personal”, recuerda. Otro tío suyo fue el que, con un “inocente” juego, le acabó de inocular el veneno de los deportes de contacto en las venas. “Nos agarraba a mí y a mi hermano pequeño, que es un año menor que yo y nos ponía a pelear. El que ganase se llevaba la merienda”, relata. Fueron sus primera peleas.
Los abusos de unos matones le acabaron de dar el espaldarazo definitivo. “Un día vi a varios chicos acosando a mi hermano. Salí a defenderlo pero me dieron una paliza. Fue ahí cuando decidí empezar a practicar un deporte de contacto”, explica Namibia.
Se decantó por el taekwondo y no le fue nada mal. Se proclamó campeona de varios campeonatos amateur y orientó su vida académica y profesional a este arte marcial. Se licenció en Cultura Física por la Universidad del Deporte de La Habana y empezó a trabajar como monitora escolar de taekwondo.
EL VENENO DEL BOXEO
Su horario le dejaba varias horas libres durante la tarde. Al lado del centro en el que ella impartía clases se encontraba el gimnasio “El Trejo”, uno de los templos boxísticos del país. Entró para preguntar si podía entrenar, sin saber que el boxeo acabaría por convertirse en su pasión. "Es lo más importante de mi vida. Me di cuenta enseguida. Necesitaba subirme al ring". Dejó las clases de taekwondo y se entregó en cuerpo y alma a intentar ser la primera boxeadora cubana en disputar unos Juegos Olímpicos.
El enamoramiento fue recíproco. Ella se apasionó por el boxeo y el mundo del boxeo por ella: los entrenadores y expertos del gimnasio vieron enseguida las cualidades innatas de Namibia Flores para la pelea. Guanteaba contra hombres y no lo hacía nada mal. Pero no fue hasta los tres meses cuando le mostró a sus compañeros la campeona en potencia que llevaba dentro: "Hasta "El Trejo" llegó una boxeadora profesional holandesa que había ganado varios títulos en su país. Tenía días libres, quería entrenarse y necesitaba un sparring. Mi entrenador le propuso que pelease conmigo aunque le advirtió de que yo sólo llevaba tres meses entrenando". La forastera aceptó y se subió al ring con ella. Namibia le pegó por todos lados. La púgil neerlandesa no esperaba aquel ciclón de ébano golpeando con furia y deslizándose sobre el ring como si fuese Muhammad Alí. "El boxeo cubano es el más técnico. Bailamos. Y mientras aguanté el fuelle le pegué bastante", recuerda riéndose.
A partir de entonces se ganó el respeto de propios y extraños. "El Trejo" es casi una atracción turística en la Habana y cada día recibe a decenas de visitantes que quieren presenciar cómo se entrenan los boxeadores cubanos. Empezó a circular la leyenda de una mujer que pegaba como un hombre y los turistas querían comprobarlo. Namibia recuerda una anécdota de aquella etapa. "Yo siempre entrenaba con un boxeador que es buen amigo mío. Un hombre con bastante más peso que yo. Un día estábamos sobre el ring con una "pelea escuela" (entrenamiento). Los visitantes vieron cómo me defendía contra un hombre y me empezaron a jalear. Se conoce que mi compañero se puso celoso porque empezó a pegarme fuerte. Yo le respondía y la gente más me animaba. Al final, mi compañero me pegó tan duro que yo tuve un acto reflejo: recordando mi época de luchadora de taekwondo y, por instinto, me revolví y le pegué una patada en la cara". La concurrencia estalló en una explosión de júbilo.
HACERSE PASAR POR INDONESIA
La fama de Namibia llegó a oídos de la selección de boxeo femenina de Indonesia, una de las mayores potencias de su continente. El conjunto asiático llegó a La Habana, como llegan púgiles de todos los países, a entrenarse unos días. La historia se repetía: las chicas necesitaban un sparring y Namibia era la mejor. "Empecé peleando con las cinco integrantes del equipo, pero enseguida vieron que mi nivel era bastante superior al suyo. A los dos días sólo una de ellas seguía aceptando boxear conmigo. Y lo hacía porque su peso era superior al mío y me pegaba como si fuese una competición oficial, cuando aquello no era más que un entrenamiento. Yo le advertí a su entrenador. "Te la voy a matal", le avisé. Pero él me pidió que no, que mi labor estaba siendo muy importante y que me quería en el equipo durante el mes y medio que el equipo iba a permanecer en Cuba", recuerda.
Así, Namibia se incorporó al "stage" de la selección indonesia y se infiltró en el hotel de concentración haciéndose pasar por una púgil asiática. "Como soy morenita como ellas, conseguí que el personal del hotel me confundiese con una boxeadora del equipo. Lo único que tenía que hacer durante el mes y medio que tenía que pasar allí recluida era... estar callada", cuenta sin dejar de reírse.
La cosa fue bien durante la mayor parte el tiempo. Ella entrenaba, volvía al hotel con las indonesias, guardaba silencio y los trabajadores del hotel no sospechaban nada. El problema llegó a tres días del final de la concentración. "Mira chico... yo es que soy muy sociable" se justifica mientras lo explica. "En los últimos días llegaron varios turistas venezolanos y no aguanté más. Me puse a hablar español y me liberé, sin recordar que tenía que estarme calladita". Un trabajador del hotel se percató de aquello y la abordó en cubano. "¿De dónde tu eres?", le espetó con violencia. Ella confesó y la llevaron ante el responsable del hotel. Al escuchar el caso, el hombre se mostró magnánimo y, tras recordarle que podría avisar a la policía de inmediato, la invitó a recoger sus cosas e irse. "Por tres días no los engañé del todo", explica ahora Namibia.
DEJAR EL BOXEO PARA TRABAJAR
Namibia entrenaba y demostraba un nivel fuera de lo común. pero la prohibición seguía vigente y su bagaje no pasaba de hacer de sparring a los hombres. "No abandoné el boxeo del todo, pero yo tenía que comer. Mi economía se había resentido demasiado al haber dejado de dar clases de taekwondo y yo necesitaba un empleo. Como mi segunda gran pasión es la cocina, me mudé a la provincia de Granma y empecé a trabajar de cocinera".
Ahí se apagó un poco la llama del combate. Sin expectativas y sin horizontes, Namibia veía cómo su sueño se esfumaba. Se preparaba para todos los Juegos Olímpicos con la esperanza de que el gobierno cubano acabase levantando el veto a la competición femenina, algo que nunca llegaba.
Todo cambió una mañana de 2012. Recibió una llamada telefónica desde La Habana. Era Naldo Mestre, su entrenador, que le explicó que "había llegado un dirigente de la Federación Mundial de Boxeo a advertirnos de que estábamos perdiendo medallas con el bloqueo al boxeo femenino". Aquel mandamás había escuchado hablar de Namibia y no albergaba dudas: si le permitían disputar unos Juegos Olímpicos, ella se traería una medalla.
Aquellas presiones internacionales y los ánimos de su entrenador le acabaron por convencer. Abandonó a toda prisa su trabajo, la cocina y hasta la provincia de Granma. Volvió a La Habana y se puso a entrenar como si el combate más decisivo de su vida se disputase al día siguiente. Faltaban 4 años para los Juegos Olímpicos, pero Namibia tenía claro que no podía dejar esa oportunidad. Y es que confluían tres factores: por un lado, veía factible su sueño de poder competir. Por otra, el evento se disputaba en Brasil, un país que siempre quiso visitar. Y por último, en 2016 ella cumpliría 40 años, la edad límite para participar en unos Juegos.
NO RENUNCIAR A SU PAÍS
Durante estos 4 años no ha hecho otra cosa que entrenar. También prestarse a la filmación de reportajes y documentales. El nombre de Namibia Flores resonaba con fuerza en todo el circuito boxístico. La perla negra del pugilismo a la que no le habían dejado competir, se preparaba para su primera (y última gran cita). Una directora norteamericana grabó un documental sobre su vida y ganó un festival de cine con aquel trabajo. Aquello le reportó algunos ingresos para seguir viviendo, pero también una gran frustración. "Me llevó de gira por los Estados Unidos y fue explicando en las ruedas de prensaque yo iba a renunciar a mi patria para competir bajo bandera americana. Y eso era falso. Yo nunca traicionaría a mi patria. Soy boxeadora y soy cubana. A ver por qué no puedo defender los colores de mi país. ¿Por ser mujer?" se pregunta sin encontrar explicación.
Tras rechazar la oferta de representar a Estados Unidos, recibió alguna más de Chile, pero siempre se negó a rechazar a su país. Se considera patriota y no se ve compitiendo bajo otra bandera. Además, tenía todas las esperanzas depositadas en que se levantase el veto.
La gran decepción llegó el pasado invierno. Ella entrenaba con más intensidad que nunca. Su peso habitual es de 56 kilos, pero llegó a bajar hasta los 52 con un sistema intensivo de trabajo, para poder pelear en Río en peso pluma. Todo su entorno le aseguraba que iban a levantar la prohibición. Pero el mes de noviembre era la fecha límite para que esto sucediese. "Empezaban los preolímpicos, las fases clasificatorias y yo seguía esperando". Al final, el plazo se acabó y el gobierno cubano no derogó la ley.
Namibia ha estado esperando hasta el final y ha vuelto a ver su sueño truncado una vez más por ser mujer. "Sinceramente, yo me veía en Brasil. Me veía avisando por teléfono a mi familia cuando llegase a Río. Me veía en la villa olímpica, compitiendo encima de un ring y recogiendo la medalla, porque aunque ya tengo 40 años, sé que tengo más nivel que muchas de las boxeadoras que van a participar", afirma con rabia.
NO PIERDE LA ESPERANZA
De todos modos, Namibia no pierde la esperanza de ir a unos Juegos Olímpicos. "No será como boxeadora, porque mi carrera en ese sentido se ha acabado. pero confío en que algún día eliminen la prohibición. Y ahí estaré yo, en unos Juegos Olímpicos, como entrenadora del equipo femenino. Ya hay más niñas peleando en La Habana y me respetan. Quieren que sea su entrenadora", explica. Si eso sucede, Namibia tendrá "sentimientos encontrados. Sé que estaré feliz ayudando a mi país... pero también pensaré en lo bien que lo podía haber hecho yo peleando y sentiré rabia", confiesa.
Namibia se encuentra ahora en Escandinavia. Por un lado, le han buscado varias peleas en Dinamarca. Por otro, está preparando un documental que dirige el sueco Maceo Frost, que lleva más de un año siguiendo su carrera. El director también confiaba en que se acabase levantando el veto, pero finalmente ha tenido que concluir su pieza viendo cómo Namibia volvía a quedarse fuera de los Juegos. El documental se estrenará en breve.
Namibia — Cuba's female boxing revolution from Maceo Frost on Vimeo.
Ahora se encuentra en Copenhague. Aún confía en que alguna vez su país deje de castigar a las boxeadoras cubanas sin motivo. "Yo entiendo que es un deporte duro y que muchos boxeadores luego tienen problemas de salud por los golpes que reciben. Pero es mi decisión, ¿no? Si quiero estar mal, si quiero que me peguen, si quiero tener la cara fea... es mi decisión y deberían respetarla".
*Las imágenes incluidas en este reportaje han sido cedidas por Maceo Frost.