La moto mata: la tragedia sobre dos ruedas de cada fin de semana
Entre el sábado y el domingo pasado, diez personas perdieron la vida en la carretera. Seis de ellas eran motoristas.
25 septiembre, 2016 02:08Fue una fracción de segundo. De repente, la moto colisionó con la parte trasera del autobús. El conductor del autocar, de 55 años, y los 18 pasajeros que llevaba a bordo, de entre 60 y 70 años, resultaron ilesos. Ellos sólo oyeron un fuerte golpe atrás. Álvaro no tuvo tanta suerte. La violencia del impacto le hizo salir despedido hacia el arcén. Cuando llegaron los servicios de emergencia nada pudieron hacer por salvarlo.
Álvaro perdió la vida a las cinco menos veinticinco de la tarde del domingo en el kilómetro 11 de la A-1512, en el cruce de Cella (Teruel). Chocó cuando el autobús, que tenía como destino Madrid después de haber realizado una excursión a Albarracín, giró en la intersección en forma de T para entrar al pueblo. Sin embargo, desde la Guardia Civil señalan que las causas del accidente están todavía por clarificar.
El joven, de 35 años, era policía nacional. Aunque era natural de Santa Cruz de la Zarza, un pequeño pueblecito de Toledo de algo más de 4.000 habitantes, llevaba cuatro años destinado en Teruel. Sus compañeros lo recuerdan con mucho cariño, y coinciden al señalar su gran pasión: el motor.
En febrero del año pasado se compró una berlina Skoda Octavia RS, pero en sus ratos libres le gustaba pasear con motos de gran cilindrada. Tenía una Suzuki GSX-R de 1000 centímetros cúbicos y 200 caballos, la misma con la que competía hasta el año pasado Randy De Puniet en el Campeonato Mundial de Superbikes, y este mismo año se compró una todavía más potente, la Suzuki Hayabusa, de 1300 centímetros cúbicos. Una moto capaz de alcanzar los 300 kilómetros por hora. Un auténtico avión, sólo al alcance de los conductores más experimentados. Fue con ella con la que Álvaro se siniestró.
Álvaro fue uno de los diez fallecidos en la carretera este fin de semana. Además de él, otras cinco personas iban sobre dos ruedas. El 60%. Desde la Dirección General de Tráfico insisten en señalar que este dato no se puede tomar como referencia, que es algo coyuntural. Sin embargo, es una coyuntura que se repite demasiado. El fin de semana anterior, tres de las ocho muertes que se contabilizaron eran de motoristas, un 37,5%. En el del 3 y 4 de septiembre, fueron cuatro de diez, un 40%. En el último de agosto, la cifra fue de seis de once, un 54,5%.
55 FALLECIDOS EN VERANO
Lo que si es irrefutable según datos de la propia DGT es el incremento de motoristas que se han dejado la vida en el asfalto este verano. Fueron 55. Diez más que el año pasado y 18 más que el anterior. En lo que va de 2016 han fallecido 856 personas en la carretera, de las que 143 iban en moto, 21 más que el año pasado a mediados de septiembre. En el total de fallecidos de 2015, que fueron 247, ya se pudo ver un aumento de 60 víctimas más que en 2014. Según un estudio de Mapfre, presentado el pasado mes de agosto, viajar en moto es 12 veces más peligroso que hacerlo en coche.
Antonio murió como consecuencia de las heridas que le produjo la colisión de su motocicleta con un turismo. Él conducía por la carretera de la Corte (Badajoz) en dirección a Tres Arroyos, y la conductora del Ford Mondeo, de 60 años y que resultó ilesa, lo hacía en sentido contrario. La Guardia Civil aún investiga el suceso, pero ambos vehículos colisionaron en el cruce de esta carretera con la avenida Felipe Trigo a las 21.30 horas de la noche del viernes. Unas horas después, Antonio falleció en el hospital Infanta Cristina.
El fallecido conocía bien la carretera. Su hermana, su cuñado, y algunos primos y tíos son taxistas, y él mismo llevaba un cuarto de siglo al volante. Sus compañeros aún están consternados, porque era un trabajador bastante conocido y querido en el gremio. Este pasado lunes hubiera cumplido 46 años, pero la mala fortuna se cernió sobre él: falleció mientras probaba una Honda de 600 centímetros cúbicos que se acababa de comprar y que quedó destrozada.
La Organización Mundial de la Salud estima que cada año pierden la vida en la carretera unos 300.000 motoristas en todo el mundo, unas cifras que suponen que de cada cuatro accidentes con víctimas mortales que se producen en el mundo, una iba en una moto. En España, los datos son un poco más amables: suponen que de cada seis accidentes mortales que suceden, una moto participa en uno. Una proporción algo superior a la que se guarda con el número de transportes de dos ruedas que hay en el parque de vehículos español, uno de cada siete. Sin embargo, en la última década se ha duplicado el número de conductores de motos fallecidos. De suponer el 8% de todos los muertos en carretera en 2004 han pasado a ser el 17% en 2014.
¿CÓMO SE PREVIENEN ESTAS MUERTES?
Los datos señalan que es necesario poner un remedio a este mal que azota las carreteras. Y Juan Manuel Reyes, presidente de la Asociación Mutua Motera, cree que la DGT tiene buena parte de la culpa: “Se está produciendo un incremento importantísimo de la movilidad y esto está dando lugar que, si salimos más a carretera y hacemos más kilómetros, hay más riesgo. Y las carreteras están prácticamente abandonadas”, apunta. “Sólo con la instalación del Sistema de Protección de Motoristas en los guardarraíles, como la norma exige, las muertes se reducirían un 18%”, dice basándose en datos de la propia DGT.
Reyes coincide con la Asociación Española de la Carretera, que dice que habría que invertir 6.600 millones de euros para la conservación del asfalto, la señalización y las protecciones viales. Incide sobre todo en el estado de la calzada: “Para una moto, que tiene una superficie de contacto mínima, es fundamental que el asfalto esté en unas condiciones razonables para poder circular sobre él. La DGT en los últimos años se ha dedicado a perseguir al ciudadano, poniendo cientos y cientos de radares. Si antes ya habían sembrado España de radares, en esta última legislatura ha sido algo completamente desproporcionado. Y lo único que han conseguido demostrar es que cuantos más radares ponen, más fallecidos se producen. Para lo único que sirven es para recaudar”.
Mayra, de 17 años, iba de paquete con un amigo. Y en la noche del domingo, cuando se dirigían a casa, colisionaron con un coche en el cruce de las calles Lugar Nuevo San Jerónimo y San Martín de Porras, de Gandía (Valencia). Su amigo resultó herido, pero ella se llevó la peor parte. Salió despedida. Fue trasladada al hospital Francesc de Borja con pronóstico muy grave. Falleció a las pocas horas.
La menor era hija de un matrimonio de origen argentino y tenía tres hermanos. Una familia tan humilde que no tenía los 3.000 euros necesarios para hacerle a Mayra un entierro digno, a los que había que sumar entre 600 y 1.000 más para trasladar el cuerpo a Valencia para que le hicieran la autopsia. El ayuntamiento de Bellreguard, municipios del que son vecinos, puso a su disposición un nicho gratuito y una ayuda de 450 euros. Pero seguía faltando dinero. Lo consiguieron sus amigas a través de una colecta difundida por las redes sociales. Cerca de 2.000 para que Mayra pudiera descansar en paz después de haber perdido la vida en la carretera.
José Alberto dejó una viuda y dos niños huérfanos después de estrellar de frente su moto contra un turismo que se saltó un stop en el kilómetro 424 de la antigua carretera de Valencia, a la altura del término municipal de Mainar (Zaragoza). Amadeo colisionó su Yamaha contra un Opel Vectra después de que la máquina le hiciera un extraño en una de las curvas de Vichocuntín, en Cerdedo (Pontevedra) y se fuera al carril contrario. En el accidente falleció también Patricia, su pareja. Son las otras tres víctimas de un fin de semana negro para los motoristas en España, que siguen demostrando una cruda realidad: la moto sigue matando.