Ella también fue cabezota. Se empeñó en regalar un décimo de la lotería de Navidad con el número 13.437 a cada uno de sus hijos (seis) y a sus amigos, porque estaba convencida de que era el número del ‘Gordo’. Y lo fue, pero 50 años después de que comenzara a repartirlo.
María Luisa Sánchez Mercader enviudó del Teniente General del Ejército español Ricardo Alonso Vega precisamente un 12 de octubre, día de la Fiesta Nacional, en 1964. Él de Ferrol y ella de Cartagena, se conocieron en la ciudad murciana mientras él estaba de servicio. Desde entonces, y siempre juntos, habían recorrido distintas provincias españolas en las que fueron naciendo sus seis hijos.
El mismo año que el militar murió, el Gobierno de Franco permitió a la viuda abrir un quiosco de lotería frente a la Puerta de Alcalá para que pudiera vivir dignamente. “Era un quiosco pequeñísimo, de un metro por un metro, en el que solo cabía una persona. Había que desmontar el suelo y bajar por unas escaleras pegadas a la pared para poder guardar el dinero en una caja fuerte”, recuerda Lino Cuervo, el marido de una de las nietas de María Luisa, que ahora se ocupa de la administración de lotería familiar.
Desde el primer año que regentó el pequeño despacho de lotería, aquella mujer tuvo la corazonada de que el número 13.437 traería buena suerte a los suyos. En eso se parecía mucho a Carmina, la abuela de Tazones, el pequeño pueblo asturiano en el que se ha inspirado el director de la nueva campaña de la lotería de Navidad, Santiago Zannou. Aunque en esta historia real, a diferencia de lo que ocurre en el spot, sí que hay premiados.
Una mujer con mucho carácter
¿Le habría gustado el anuncio de Navidad a María Luisa, la lotera de la puerta de Alcalá? Lino Cuervo tiene sus dudas. Describe a la abuela de su mujer como alguien amable y cariñosa, a la que le encantaba reunir a su familia en días clave. “Nos preparaba unos arroces riquísimos”, recuerda. Pero también era una mujer con mucho carácter. “No se a ella, pero a mi el anuncio de la lotería no me gusta nada, a nadie le toca nada, es demasiado triste y desconcertante”, confiesa Lino.
Tanto a la fundadora del despacho de lotería como a su hija, María Luisa Alonso Vega Sánchez, les habría encantado entregar el gordo, ir a la peluquería y arreglarse para contárselo a las televisiones. Tras la muerte de su madre en 1987, la segunda de la saga de las María Luisas movió el despacho de loterías al número 26 de la calle Zurbano, en el barrio de Salamanca. Allí continuó entregando a sus hijos y amigos un décimo del número 13.437 cada Navidad, como mandaba la tradición. La madre de los actuales socios de la administración, que no pueden ocuparse directamente del negocio porque son funcionarios, también murió sin ver el premio. Entregó varios ‘gordos’, pero ninguno el día 22 de diciembre. La tradición continuó, y cinco años después de su fallecimiento y 50 después de que la fundadora eligiera el número de la suerte, por fin llegó el gordo.
“Yo estaba en el metro Núñez de Balboa, me trasladaba de un lugar a otro por trabajo y sonó el teléfono. Las chicas que trabajan aquí me dieron la noticia”, cuenta Lino, arquitecto de profesión, una labor que combina con la supervisión en el despacho de loterías de su mujer y hermanos. “Me alegré muchísimo, pero la verdad es que no me puse a dar saltos de alegría ni a bañar a la gente con champán”, bromea. Y es que después de 50 años esperando el momento, a esta familia quizá la suerte no les pilló tan desprevenidos.
Lo más gratificante fue el destino de los boletos premiados. La mayoría, como mandaba la tradición de la abuela, se repartieron entre la familia, las dos trabajadoras de la administración, vecinos del barrio y amigos. También llegaron al Convento de las Hermanas Celadoras del Culto Eucarístico, en la vecina calle Blanca de Navarra. Ana María, una de las monjas que nos atiende, reza porque vuelva a ocurrir esta Navidad. Para ellas fue una alegría inmensa: “Hay mucha gente buena que nos hace donaciones, pero de 50, 100 o 150 euros como mucho. También recibimos envíos del Banco de Alimentos, pero imagínate, aquí vienen a desayunar durante toda la semana muchas personas necesitadas y muchas familias a recibir alimentos de martes a jueves, por lo que aquellos ingresos vinieron fenomenal a la fundación”, explica.
En la administración de Zurbano se quedaron 118 de las 130 series premiadas del Gordo de Navidad de 2014. El dueño de cada décimo recibió 400.000 euros, unos 320.000 al descontarle los impuestos. Con ese dinero, Celia, una de las hijas de Lino, ha podido viajar a Estados Unidos para continuar su formación como periodista. Su hermana mayor tampoco olvidará aquel día, porque además de recibir el gordo, salió de cuentas y dio a luz al día siguiente. Su hijo también se llama Lino, como su abuelo.
El número predilecto de las abuelas también salvó el futuro de Álvaro, el dueño de una imprenta histórica de la calle Zurbano que corría peligro por la situación económica. Y la del repartidor de paquetes de la administración, que llevaba años intentando sacar un sueldo digno sin lograrlo, entregando paquetes con su moto por Madrid.
Aquel 22 de diciembre de 2014, María Luisa (bisabuela) y María Luisa (abuela) como solían llamarla sus nietos, estuvieron en la mente de toda la familia. Y en este caso sí que se alegraron de “haberle hecho caso a una madre”, como dice Carmina en su anuncio de Navidad, por mantener su número predilecto, el 13.437.