En los pueblos portugueses a los que Zara lleva 'El Gordo' de Navidad todo el año
La histórica industria textil del norte del país sobrevive gracias al 'Gordo de Navidad' permanente que supone tener a la multinacional española como principal cliente.
19 diciembre, 2016 02:11Noticias relacionadas
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Ubicada entre en los valles forestados que separan la rivera atlántica de Oporto de los montes que rodean Guimarães, la pequeña aldea de Serzedelo no se diferencia mucho de otras tantas del norte de Portugal. Aquí los mozos aprovechan la tarde para jugar fútbol en el campo municipal en el alto de la colina, desde el que se puede ver la totalidad de la aldea: el monasterio románico con los frescos que se caen a cachos, el pequeño núcleo histórico de viejas casonas de granito oscuro, los modernos chalets y bloques de viviendas construidos para acoger a los obreros que vinieron para trabajar en las fábricas a mediados del siglo pasado.
Como en tantas otras aldeas de la zona, a las afueras de Serzedelo se ven esas viejas fábricas, pero a diferencia de los pueblos vecinos, aquí no están en ruinas. Mientras que las instalaciones de Vila das Aves y Lordelo están abandonadas, sus ventanas rotas y las verjas oxidadas, en Serzedelo las fábricas están en perfecto estado y llenas de trabajadores locales.
En un entorno en el que la tasa de desempleo del 14% es lo normal, Serzedelo es una de las aldeas afortunadas. La histórica industria textil que sirvió como fuente de empleo para cientos de miles de portugueses a lo largo de los últimos 150 años ha desaparecido en gran parte de esta región. La globalización hizo que los clientes de antaño optaran por la producción barata en Asia, y una por una las fábricas lusas –algunas de ellas centenarias– cerraron.
Entre las pocas que sobrevivieron, sin embargo, algunas disfrutan de una época de bonanza económica, favorecidos por un poderosísimo cliente: Inditex.
Más del 60% de la fabricación de los productos comercializados por el grupo textil de Amancio Ortega –que vende ropa por todo el mundo a través de Zara, Massimo Dutti, Pull & Bear, Bershka, Oysho y Stradivarius, entre otras marcas– se realiza en lo que la multinacional denomina como “áreas de proximidad”: España, Portugal, Marruecos y otros países europeos. Dentro de ese marco geográfico, Portugal desempeña un papel clave, con una red estable de más de 150 proveedores y 850 fábricas elaborando productos al grupo español. Se desconoce cuánto invierte en el país vecino –Inditex descarta revelar cifras exactas al respecto–, pero expertos del sector textil luso consultados por EL ESPAÑOL estiman que podría rondar los 700 millones de euros anuales.
“Para nosotros el patronazgo de Inditex es clave”, reconoce el Raul Peixoto, presidente de la Junta Municipal de Serzedelo. “De nuestros 3.600 habitantes un 70% trabajan en el sector textil, muchos de ellos en Crispim Abreu, la fábrica local que produce ropa para la multinacional. El mercado portugués no da para mantener esta industria y sin Inditex el cierre sería inevitable. Y sin la fábrica, quién sabe de qué viviría la gente… Esta tierra da para cultivar zanahorias y lechugas, pero no para mantener al pueblo”.
El político considera que los empresarios portugueses han mostrado mayor capacidad emprendedora y mayor versatilidad que otros. “Han sabido ofrecer productos de buena calidad a precios reducidos, y eso ha sido decisivo para ellos, y para la aldea”.
Dinamismo local
La versatilidad a la que se refiere Peixoto es evidente en Crispim Abreu, el proveedor más antiguo de Inditex en Portugal, fundado en Serzedelo en 1981. Era uno más entre muchos pequeños proveedores repartidos por el norte del país, pero lo que comenzó como una pequeña empresa hoy en día emplea a unas 200 personas –diseñadoras, costureras, operarios técnicos y staff administrativo– en dos fábricas a las afueras del pueblo.
La fundadora de la empresa, Virginia Abreu, recuerda que la proximidad geográfica a la sede de la multinacional en Arteixo, Galicia, fue el factor que hizo que Inditex se interesara por el sector textil luso en la década de los 80.
“Siempre existió una buena relación entre Galicia y el norte de Portugal, donde la gente está acostumbrada a cruzar la frontera para hacer compras y se conoce la buena calidad de los textiles locales. Se sabía que poseíamos el know-how. Desde el principio la relación profesional fue buena, pero exigente: Inditex siempre ha sabido exactamente lo que quería. Nos dicen precisamente el tipo de textil que quieren que utilicemos, nos indican el diseño, las etiquetas, todo lo necesario para entregar el producto lo más rápidamente posible”.
Con el tiempo ha surgido una fuerte confianza entre las partes, y Abreu dice que hoy en día Inditex no sólo envía diseños a Galicia, sino que también admite propuestas creadas por las diseñadoras del proveedor luso.
“Enviamos proyectos todos los días, muchas veces incluso nos desplazamos a la sede en A Coruña. Lo bueno de tener proveedores tan cerca es que si hay cualquier cosa que necesita ser resuelta, es sólo cuestión de montarte en el coche y pillar la autopista; en tres horas estamos ahí. Eso no lo puede hacer un proveedor en Turquía o Bangladesh”.
Abreu no consigue ocultar su orgullo cuando habla de la relación entre su empresa y el titán “multinacional y casi multimundial”, mostrando una enorme sonrisa al recordar las veces que ha visto prendas producidas en su pequeña fábrica por las calles de grandes ciudades al otro lado del mundo.
“No te puedo decir la de veces que me he topado con gente vistiendo la ropa que producimos aquí en sitios como Río de Janeiro o Nueva York. Para ellos es una camiseta que han comprado en Zara, pero para nosotros son objetos muy personales, algunos de ellos diseñados desde cero aquí mismo, producidos por nuestros vecinos”.
Una vida dedicada a Inditex
La zona de producción está en una gran nave al otro lado del despacho de Abreu, donde una treintena de costureras trabajan en puestos colocados para maximizar la efectividad de la cadena de producción. Esta tarde algunas cosen los cierres de unos pantalones negros mientras otras terminan los bordes de una manta polar destinada a las tiendas de Zara Home.
Muchas de estas mujeres han pasado la vida entera trabajando para Crispim Abreu y, de manera indirecta, para Inditex.
Algunas comenzaron muy jóvenes, aprendiendo todo lo que saben en la línea de producción. Otras han llegado de pueblos vecinos, buscando trabajo tras el cierre de tantas otras fábricas. Trabajan en silencio, concentradas. El trabajo es repetitivo y requiere una concentración intensa. Los complicados trazados muestran que la producción de estas prendas va mucho más allá de las máquinas de coser que usan. Sin el know-how de las empleadas difícilmente se conseguirían los resultados finales de alta calidad que exige la multinacional.
Paula Carvalho lleva 15 años trabajando como costurera en Crispim Abreu: “Todos aquí sabemos que estamos produciendo piezas para un gran empresa internacional. Es motivo de orgullo, pero sabemos que lo que hacemos tiene que estar perfecto, tiene que estar a la altura de los requisitos que nos han marcado”.
Nativa de la aldea vecina de Riba de Ave, Carvalho admite que hay mucho trabajo y que las jornadas pueden ser duras. Trazando puntos infinitos con su máquina, la tensión física provocada por tantas horas jorobadas sobre su puesto de trabajo es evidente.
“Sabemos que estos encargos tienen que salir lo más rápidamente posible, por lo que hay presión para cumplir con los tiempos que se han pactado. Es estresante a veces, pero bienvenido sea: prefiero trabajo, antes de sufrir lo contrario. Somos afortunadas en ese sentido; estamos contentas de tener este cliente, y estaríamos muy mal sin él”, añade.
En otra zona de producción la veterana Maria Lourdes Barres, que lleva trabajando en la fábrica desde hace más de tres décadas, coincide con Carvalho al considerar que los encargos exprés de Inditex son una especie de bendición laica.
“Yo viví la desaparición del sector textil en esta zona y vi como las fábricas cerraban, como mis compañeros en otros pueblos se quedaban sin trabajo”, afirma la operaria, encargada de realizar cortes de grandes trazos de tela. “De no ser por Inditex difícilmente habríamos sobrevivido”.
Garantía para la sostenibilidad futura del sector
Entre los ordenadores de última generación en la zona de diseño, las planchas industriales que procesan la ropa antes de ser embalada y la robótica industrial que facilita el transporte de piezas pesadas en la zona de carga, la fábrica está llena de tecnología innovadora que hace que ciertas partes tengan un aire futurista.
No obstante, llama la atención que, a nivel de géneros en la fábrica reina una segregación de facto de sexos. En las zonas de diseño y producción de los objetos textiles –todas claramente alumbradas para facilitar el trabajo detallado que ejecutan las costureras– no se ve ni a un solo hombre; en cambio, la zona donde procesan y almacenan los textiles –sumida en una curiosa penumbra industrial– sólo hay hombres, serios mientras transportan enormes rollos de tela y cajas pesadas llenas de artículos listos para ser enviados.
Aquí encontramos a Crispim José, hijo de los fundadores. A sus 30 años la época de bonanza del sector textil del norte de Portugal le pilla lejos; la segunda generación de la empresa sólo ha conocido la industria en su actual faceta más concentrada, en la que pequeñas y medianas fábricas ponen énfasis sobre la calidad de sus productos y la versatilidad con la que los producen para atraer grandes clientes.
“Para mi generación Inditex no sólo representa una garantía de sostenibilidad para un sector histórico, como es el de los textiles en el norte de Portugal, sino también como una gran oportunidad. Una vez cuentas con un cliente tan potente tienes más seguridad para diversificar la producción, y eso es bueno para todos. Permite que sigan existiendo fábricas como la nuestra, que no sólo produce para grandes multinacionales, sino para marcas más pequeñas de Portugal”.
“Mientras sigamos ofreciendo productos de calidad made in Europe, creo que empresas como esta van a seguir siendo una opción atractiva para multinacionales que buscan buenos productos a un precio competitivo”.
Beneficios para todos
La pequeña aldea de Outiz –de 913 habitantes– no tiene farmacia, pero sí una fábrica que produce para Inditex. En una nave construida en el bajo de una casa particular, una veintena de costureras cosen vaqueros y explican que en el pasado también han producido pantalones para Massimo Dutti.
Los dueños reconocen que nunca han contado con un contrato directo con Inditex –motivo por el cual prefieren que el nombre de la empresa no sea publicado en este reportaje–, pero no niegan que el dinero que han recibido como firma subcontratada ha sido decisivo para seguir adelante.
Pese a encontrarse en el terreno de una casa particular, el ambiente dentro de la pequeña fábrica no es menos profesional que el de un proveedor oficial como Crispim Abreu. Las costureras trabajan silenciosamente en filas, cumpliendo dos turnos diarios de cuatro horas.
Carla, una de las costureras de la línea, admite que el trabajo es duro. “Depende de la tarea que te toque cada día, pero es normal tener dolores de brazo, espalda u hombros después de tantas horas”. Para la costurera Inditex es un cliente entre otros muchos, y las marcas no le inspiran particular impresión. “Estamos cosiendo pantalones. Cambian los textiles que utilizamos y las etiquetas, pero el trabajo detallado que hacemos es de calidad, sea quien sea quien pague la cuenta”.
Creatividad ‘made in Portugal’
Más allá de las personas que participan en la fabricación de los productos, el ‘Gordo’ de Inditex también puede caer en el sector creativo. Desde hace dos años la multinacional envía reclutadores a la reconocida Escuela Superior de Artes e Design de Matosinhos (ESAD), donde intentan fichar a la próxima generación de grandes diseñadores para el atelier de Arteixo.
Según la célebre diseñadora lusa Maria Gambina, que sirve de coordinadora de la licenciatura de la ESAD, el interés del grupo español en sus alumnos refleja la confianza que tiene en los diseñadores del sector textil portugués.
“El 90% de nuestros alumnos consiguen trabajo como diseñadores al finalizar sus estudios, muchos pasando a trabajar para proveedores de Inditex. Es cada vez más común que estas empresas portuguesas proporcionen diseños propios a las multinacionales, y los grupos claramente están satisfechos con la calidad del trabajo que está saliendo de este país. Es muy gratificante que vengan a ficharlos directamente de la escuela”.
A diferencia de otras escuelas de moda, Gambina dice que la ESAD destaca por apostar por una formación que combina la disciplina clásica con estudios gráficos variados. “No nos limitamos a moda: se estudia arquitectura, arte, elementos de multimedia… Hace que nuestros alumnos apuesten por romper moldes, pero sin olvidar la importancia del producto final de calidad”.
El interés de la multinacional en la próxima generación de la industria textil lusa también se extiende al ámbito práctico de la auditoría. Desde 2010 Inditex mantiene un acuerdo con la Universidade Católica Portuguesa de Oporto para formar estudiantes en este ámbito. Unos 50 estudiantes han pasado a formar parte del cuerpo de auditores del grupo, participando en las operaciones que permite al grupo controlar la producción llevada a cabo por sus proveedores.
Adaptación rápida al ‘fast-fashion’
Paulo Vaz, director general de la Asociación Textil y de Vestuario de Portugal (ATP), señala que el factor que ha permitido el éxito de proveedores como Crispim Abreu, sus empresas subcontratadas e incluso los creativos de la ESAD en el ámbito de los negocios de Inditex ha sido la adaptación rápida al fenómeno fast-fashion.
“Inditex tiene un modelo claro: producen ropa que responde al momento, y en vez de presentar colecciones estacionales, son capaces de producir 30 colecciones diferentes en un año. Portugal ha sabido responder a esa demanda. Actualmente nadie nos gana en términos de lead-time: tardamos entre dos y seis semanas entre la recepción del encargo inicial y la entrega del producto final”.
Vaz afirma que la rapidez y la calidad del producto final tiene su precio. “Es más caro producir en Portugal que en Asia, pero sabes que el material será bueno, que el trabajo será excepcional, y que se cumplirán todas las normas europeas en términos de sostenibilidad y derechos laborales. Para una multinacional es un precio que vale la pena pagar, como demuestra la presencia de Inditex en este país”.
Éxito empresarial a costa de las costureras
Aunque el impacto económico de Inditex en Portugal es indudable, desde los sindicatos señalan que el modelo de negocio requiere mantener los costes finales reducidos. El trabajo es duro y los salarios son bajos, y en muchos casos las costureras que hacen posible la producción rápida de la que depende la multinacional ganan poco más del salario mínimo interprofesional, que en Portugal es de 530 euros mensuales.
Contactado por EL ESPAÑOL sobre esta situación, Inditex afirmó que aunque los salarios de las costureras son fijados por los proveedores, a nivel internacional el Grupo mantiene un compromiso con el pago de salarios dignos (living wage) en su cadena de producción. El Código de Conducta de Fabricantes y Proveedores de Inditex establece que el “salario deberá ser siempre suficiente para cubrir, al menos, las necesidades básicas y aquellas otras que pudieran ser consideradas necesidades adicionales razonables de los trabajadores y sus familias”.
El director general de la ATP reconoce que los salarios de los trabajadores son reducidos, pero argumenta que es un problema difícil de resolver.
“Si aumentas los salarios tienes que ahorrar en otro lado para mantener el precio competitivo, y no se puede hacer a coste de la calidad textil o de la costura; si recortáramos por ahí dejaríamos de ofrecer un producto final distinto al que pueden conseguir por menos dinero en Asia”, explica Vaz.
“Mejores salarios son el objetivo –está demostrado que los trabajadores son más productivos cuando reciben más dinero, y encima les permite ser consumidores de los productos–, pero no es posible si implica dejar de ser competitivos”.
En Serzedelo, Virigina Abreu, la fundadora de Crispim Abreu, admite que sus costureras ganan 550 euros al mes, una cantidad que la empresaria reconoce como “poco dinero, incluso si se vive en el interior del país”.
Su hijo, Crispim José, opina que “no es un salario especialmente digno. Es verdad que cuesta menos alquilar un piso aquí, los precios no son los de Lisboa u Oporto, pero la comida en los supermercados sí vale lo mismo que en las grandes ciudades, por lo que difícilmente se vive bien con lo que se gana”.
Ante el comentario de su hijo, la empresaria interrumpe. “Bueno, pero también es un tema complicado. Se está pagando la calidad del trabajo; estaría dispuesta a aumentar los salarios si el ritmo de producción fuera mayor, pues compensaría esa diferencia, pero actualmente la productividad no es tal para permitir eso”.
“Este modelo de producción no funciona con salarios elevados, sería imposible mantener los precios competitivos que hacen que el servicio que ofrecemos sea atractivo para las grandes multinacionales. No tiene sentido subir los salarios si hacerlo implicara perder a nuestros principales clientes. Si se va Inditex, ¿de qué viviríamos? ¿De la agricultura? Hay otros clientes, claro, pero no podemos vivir a base de encargos pequeños y especializados”.