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Aunque en el registro civil ponga que la pequeña Alba vino al mundo el 10 de enero de 2015, en realidad la niña volvió a nacer 14 meses después. Fue el 21 de marzo de 2016, hace ahora un año.
En torno a las cuatro de la tarde de aquel Lunes Santo la pequeña estaba en brazos de una familiar que, de repente, sufrió un ataque epiléptico. Sin saber muy bien cómo, la mujer, que sostenía a la niña desde el balcón de una habitación, dejó caer al bebé desde la tercera planta de un edificio de la calle Marismas en Puerto Real (Cádiz).
La pequeña sufrió un severo traumatismo craneoencefálico, un edema pulmonar, una rotura hepática y algunas fracturas óseas en la cara y en la pelvis. Durante las primeras 72 horas, su vida estuvo en cuestión. Luego, los médicos lograron estabilizarla, aunque a sus padres no les dieron ninguna expectativa acerca del estado en el que iba a quedar su hija.
A Alba se le indujo el coma en dos ocasiones porque la presión cerebral no se le reducía. Pasó 21 días con respiración asistida y 40 en la UCI. Los galenos pensaron que durante el resto de su vida tendría que alimentarse mediante una sonda nasogástrica.
Sin embargo, justo un año después de aquel accidente, Alba ríe cuando su madre, Belén, de 36 años, le mordisquea el cuello. O cuando su padre, Sergio, de 39, le acerca sus labios al oído y le dice: “Te quiero, gordita”.
Alba también come la papilla que la mujer que la trajo al mundo le acaba de calentar. Le cuesta tragar, pero lo consigue. Pese a que los daños son evidentes y le acompañarán siempre, muchos ya la conocen como la niña milagro.
Alba, la niña milagro de Cádiz por el_espanol
“Si lo piensas fríamente, la niña es un milagro. Alimentado por los médicos, pero un milagro. Es complicado que una persona caiga desde esa altura [unos 15 metros] y sobreviva. Y más que lo haga como está ahora mismo”, explica su padre.
Aunque Belén, Sergio y la pequeña Alba residen en Puerto Real, atienden a EL ESPAÑOL en Marbella (Málaga), donde la familia de Belén tiene una casa. Aprovechando que él, geólogo, está de vacaciones, han venido hasta aquí para pasar unos días tranquilos, de buen clima y de mucho paseo para la niña.
“Fue todo un terrible accidente”, cuenta el padre de la pequeña, quien prefiere “dejar ahí, a un lado”, lo que sucedió aquella tarde en la que le llamaron al trabajo y le dijeron que se volviera rápido a casa, que su hija había sufrido una caída.
“Me puse en lo peor”, dice Sergio. Cuando llegó, los médicos estaban reanimándola. Tenía siete pulsaciones por minuto en aquel momento. Durante el traslado hasta el Hospital Puerta del Mar, en Cádiz, tuvieron que reanimarla de nuevo dentro de la ambulancia. “Se nos iba, se nos iba”, reconoce.
Pero Alba se quedó. Luchó para hacerlo. Permaneció ingresada durante tres meses y medio. Recibió el alta el 4 de julio del año pasado. Durante su estancia en el hospital, los médicos explicaron a sus padres que la niña tenía muy dañado el lado derecho del cerebro y que, debido al efecto espejo, se había visto deteriorada la movilidad de la zona contraria de su cuerpo. Por eso Alba tiene medio cerrado el párpado izquierdo. Por eso le cuesta tanto mover el brazo de ese mismo lado.
“Esto es una lucha a largo plazo. Pensaban que no podría comer por sí sola. La pediatra nos dijo que lo mejor era ponerle un botón gástrico en la barriga. También nos dijeron que para respirar sería necesario practicarle una traqueotomía. Pero nada de eso. La niña ha sido capaz de salir de muchas de las complicaciones que tuvo”, cuenta su padre.
Para la mejora neurológica de Alba, la deglución es esencial, dice Sergio. “Aunque parezca mentira, comer no es sencillo. Hay que respirar, morder, tragar… Y que ella lo esté consiguiendo significa que está avanzando y que su cerebro no está tan dañado”.
En gran medida, la mejora de Alba ha sido gracias al tratamiento de neurorehabilitación y fisioterarapia que está recibiendo en el Instituto Charbel de Jerez de la Frontera (Cádiz), un centro privado de referencia en Andalucía en la terapia de niños que han sufrido ictus o de personas con daño cerebral.
Sergio y Belén pagan 1.100 euros mensuales por un tratamiento de cinco horas a la semana. “La Seguridad Social no trata a personas con dolencias como nuestra hija”, dice Belén, quien apenas habla con el periodista. Prefiere mantenerse un tanto ajena a la entrevista. Su atención está en Alba. Lógico. Es una muñeca que balbucea, gordita, de piel casi nívea y con los mofletes sonrojados.
Cuando Sergio y Belén se pusieron en contacto con la clínica jerezana no disponían del dinero necesario para el tratamiento. Aunque ella ahora cobra una prestación por estar al cuidado de un hijo enfermo grave, y él trabaja en una empresa como geólogo, sus ingresos eran insuficientes para los gastos rutinarios sumados a los de la terapia. Sin embargo, tenían muy claro que la niña iba recibirla.
Con la ayuda de amigos y familiares, crearon una web de apoyo a la niña (albaayuda.com); crearon una red de micromecenazgo en Teaming, donde en torno a 900 personas donan un euro al mes; abrieron una cuenta bancaria y otra a través de Pay Pal para canalizar donativos; en su pueblo organizaron eventos, galas benéficas, carreras populares… Y hasta un rally en Logroño y un concurso de cortadores de jamón en Murcia.
La sociedad se volcó con la familia. Ahora disponen de en torno a 100.000 euros para que la niña continúe con la terapia. “Nos garantiza que puede recibir tratamiento durante varios años”, afirma el padre. “Pero ojalá se reponga lo antes posible y ese dinero se puede destinar a cualquier otra persona que lo necesite. Yo no lo quiero para nada si no es para ayudar a mi hija”.
Por el momento, la mitad de los 1.100 euros mensuales que cuesta la rehabilitación de Alba en el Instituto Charbel la está costeando Global Gift. Se trata de una fundación con sede en Marbella apoyada por celebridades como Eva Longoria o Cristiano Ronaldo. Luego, Cáritas también les va a conceder una beca con la que sufragar parte del tratamiento.
Gracias a su esfuerzo y a la ayuda de muchos, Alba sigue viva. Desde que salió del hospital ha avanzado muchísimo, dice Sergio. Ahora le hablan y ella sonríe. Poco a poco se le está reactivando el lenguaje. Comienza a fijar la mirada y a responder a estímulos. Cada vez tiene mayor fuerza en el tronco.
“La vida nos cambió en un segundo –explica su padre-. Si ella no estuviera, nos podríamos haber abandonado. Pero el esfuerzo que ha hecho por quedarse con nosotros se lo tenemos que devolver. El día a día es muy malo porque ella ya andaba y esos recuerdos te vienen a la cabeza. Pero la vemos sonreír y sabemos que tenemos que luchar por ella”.
Alba cumplió el pasado 10 de enero 2 años. Sin embargo, el 21 de marzo cumplió su primer cumpleaños. Al menos, el primero de su segunda vida.