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En la calle Moss Lane East, al sur de Manchester, hay una iglesia y una mezquita. Son como dos vecinas inglesas que viven puerta con puerta; una llevaría una cruz colgada al cuello y la otra llevaría hijab. Ambas sedes religiosas conviven rodeadas de casas bajas de ladrillo rojo, muy cerca de la Curry Mile, la vértebra que atraviesa parte de la ciudad y donde se asientan comunidades de toda índole: pakistaní, egipcia, siria, iraquí, india, keniata, turca, afgana, bangladesí...
Aquí todas las culturas son bienvenidas. Manchester es la cocina de una casa con un montón de estantes llenos de especias. Manchester es cálida a pesar de su lluvia y de sus cielos de un gris ceniza. Basta con pasearse por Moss Side, uno de los barrios con más inmigración de la ciudad, y escuchar a los musulmanes que residen en él. Cuando viví allí hablé con muchos de ellos para preparar mis reportajes. Todos destacaban la libertad individual que poseían. Esos espacios de libertad, uno a uno, conforman la libertad colectiva: la de género, la de orientación sexual, la de religión.
Manchester es la ciudad en la que nació —y luchó— la sufragista Emmeline Pankhurst, donde Marx y Engels pasaron un verano visitando las fábricas de los obreros para luego dar a luz al Manifiesto Comunista, donde hubo un primer alcalde gay, donde hay una iglesia que casa a parejas homosexuales y bautiza a personas trans, donde los negros de los barrios más desfavorecidos tuvieron que enfrentarse a un estado policial racista, donde el refugiado sirio Yasser Al Jassem pudo rehacer su vida gracias a que una periodista inglesa le acogió en su casa.
Los yihadistas, sin embargo, se esfuerzan por romper esa especie de Europa racial y cultural que iría de Turquía a Irlanda, de Finlandia a Melilla. Este reducto del pensamiento irracional que es el yihadismo atenta contra las libertades básicas conquistadas: ejecutan a homosexuales, privan a las mujeres de sus derechos e instrumentalizan una religión que busca la paz espiritual y no la guerra. Cualquier vestigio que invite a la reflexión debe ser aniquilado. Así lo hicieron en Mosul, donde quemaron miles de libros y destruyeron museos con piezas milenarias. También capturaron la antigua ciudad de Palmira (Siria), como contaba Estefanía S. Vasconcellos aquí: "Usaron su anfiteatro para escenificar —bandera negra y público expectante— la ejecución de veinticinco soldados sirios a manos de un grupo de adolescentes. En agosto decapitaron al antiguo jefe de Antigüedades de Palmira, Khaled Asaad, de ochenta y dos años, por negarse a revelar dónde se encuentran los tesoros arqueológicos conservados fuera del yacimiento. También dinamitaron el templo de Bel y varias torres funerarias, y destrozaron arcos y estatuas antes de que el ejército sirio recuperase el control de la zona en marzo de 2016".
Sería injusto retratarla como una ciudad idílica: en el referéndum del brexit, muchos de sus distritos del área conocido como Greater Manchester votaron leave. Además, en marzo de este año, el Guardian realizaba una radiografía del suburbio mancuniano de Moss Side: hasta 16 terroristas condenados o muertos habían crecido aquí. Según la investigación del diario británico, "formaban parte de una red radical y rezaban en la misma mezquita".
Sin embargo, en días como hoy —en los que una ciudad ha visto su paz quebrantada por un ataque terrorista reivindicado por Daesh y que ha acabado con la vida de al menos 22 personas— quizá es cuando hay que recordar todas las conquistas históricas que no podrán arrebatarle a los mancunianos. Northern soul, keep the faith.
Se 'legalizó' la homosexualidad
Manchester tiene una larga trayectoria en la lucha de los derechos LGTB, siendo la segunda ciudad de Reino Unido—tras Londres— en conseguir una gran comunidad en torno a la Gay Village, en Canal Street. Gran parte de esa trayectoria se debe al trabajo de Allan Horsfall, un activista de Lancashire (condado colindante con Manchester) que comenzó su lucha en los 60. Gracias a él se legalizaron las relaciones entre hombres mayores de 21 años en 1967, el primer paso legal contra la discriminación. Además, fue la semilla para lo que hoy se conoce como el barrio gay (Gay Village), ya que fue Horsfall quien convenció a los dueños de los locales de que creasen bares para homosexuales.
En los 70, la Gay Village se convirtió en el foco de odio del jefe de la policía, James Anderton. Había robos y delitos de odio que tenían lugar por la permisividad policial. Manchester se rebelaba: a pesar del clima hostil, en 1985 celebraron una fiesta similar a lo que después se convertiría en el Orgullo para empoderarse frente al abuso policial.
El Independent explicaba cómo a partir de 1994, con la sustitucuón de James Anderton, los agentes se concienciaron mucho más sobre los problemas que sufría el colectivo gay. El inspector Cross y el agente Butterworth llegaron a luchar por reducir la edad de consentimiento sexual a 16, e incluso llevaban un pin contra el SIDA, detalles que no habrían pasado bajo el mandato de James Anderton.
En los 80, coincidiendo con el gobierno de Margaret Thatcher y la expansión del SIDA por todo el Reino Unido, se aprobó la conocida Section 28, que prohibía a las autoridades locales “promover la homosexualidad”. Manchester desobedeció. En 1988, el Manchester City Council lanzó un programa educativo para asegurarse de que la Section 28 no frenaba su servicio a los homosexuales residentes. 'Never Going Underground' se convirtió en el símbolo de la campaña contra esta norma que tardó años en eliminarse en el Reino Unido.
Además, es la primera ciudad en tener un alcalde homosexual. Se trata del laborista Carl Austin-Behan, de 44 años. Según contó a EL ESPAÑOL, su reto es deshacerse del estigma que aún pesa sobre las personas trans en la ciudad. Su implicación en este ámbito se ha visto incluso en el fútbol: el Manchester United fue el primer club en asociarse con la comunidad LGTB.
Inspiró el 'Manifiesto Comunista'
La abeja obrera es uno de los símbolos mancunianos por excelencia. Representa la cultura industrial y trabajadora de la ciudad y tiene su origen en la revolución industrial: Manchester era uno de los mayores productores de algodón —era conocido como Cottonopolis—. Precisamente al frente de una de estas fábricas trabajó Friedrich Engels, quien fue enviado por su padre en un intento por quitarle el gusanillo de la política y las ideas revolucionarias de la cabeza.
Gracias al negocio familiar (la fábrica era de su padre y un socio), el alemán conoció de primera mano las infrahumanas condiciones en las que trabajaba y vivía el proletariado. Aquello le sirvió para escribir entre septiembre de 1844 y marzo de 1845 Condition of the Working Class in England, donde denuncia el trabajo infantil, los salarios precarios y el esclavismo en la industria. En el verano de 1845, Marx y Engels coinciden en la ciudad mancuniana y acuden juntos a la Chetham's Library, una biblioteca en la que discuten con fervor, intercambian ideas y consultan libros. Todo ello fue el germen del Manifiesto Comunista que se publicaría en 1848.
Inició la lucha por el voto femenino
Emmeline Pankhurst nació en Moss Side y fue la líder del movimiento sufragista británico, que reclamaba el voto para la mujer. Fue una de las fundadoras del movimiento National Women's Social and Political Union (WSPU) —la liga que defendía los derechos de las mujeres en una Inglaterra rígida y clasista—. "Acciones, no palabras" fue uno de los lemas que acuñó. Pankhurst es un ejemplo de lucha feminista: irrumpía en ambientes masculinos para reclamar el voto femenino y cuando era arrestada comenzaba una huelga de hambre.
Precisamente otra sufragista conocida como Mary Richardson tuvo que apoyar a su compañera cuando a esta la alimentaron a la fuerza en la cárcel, desobedeciendo sus deseos de estar en huelga de hambre hasta que las mujeres pudiesen votar. Para ello, Richardson rajó con un cuchillo el famoso cuadro de Velázquez La Venus del espejo, expuesto en la National Gallery. "He tratado de destruir la imagen de la mujer más bella en la historia mitológica como protesta contra el Gobierno, que destruye a Emmeline Pankhurst, el personaje más bello de la historia moderna", dijo tras ser detenida.
Pankhurst pudo vivir para ver cómo su lucha y la de sus compañeras lograba parcialmente su objetivo: en 1918, tras décadas de presión, se reconoció el sufragio a mujeres mayores de 30 años. La sufragista fallecía en 1928.
Cuna del movimiento musical
El espíritu northern que caracterizaba el movimiento cultural del Manchester de finales de los 70 y de los 80 se ha quedado algo olvidado, como un pañuelo en un bolsillo del pantalón. La herencia musical no se respira en la ciudad, pero cualquier mancuniano sacará pecho al hablar del club The Hacienda o del sello Factory Records; también de grupos como Joy Division, The Smiths, Oasis o Buzzcocks. Destacamos la música porque es uno de los mayores símbolos de la ciudad, pero también porque los terroristas han utilizado salas de conciertos como Bataclan o Manchester Arena para cometer su ataque. Y también porque la música es una de las muchas cosas que el autodenominado Estado Islámico prohíbe. Por todo eso y porque quizá es el mejor día para entonar ese Don't look back in anger —No mires atrás con ira— que cantaban los hermanos Gallagher.