¿Fue un secuestro o una fiesta loca de cinco días que se les fue de las manos?
Las dos chicas desaparecidas en Madrid durante la noche de San Juan han permanecido cinco días ilocalizables. Aparecieron el martes y contaron que las habían secuestrado. Según su versión, acabaron viviendo debajo de un puente con una vagabunda y buscando comida de la calle. Esta es la historia que cuentan.
30 junio, 2017 03:15Noticias relacionadas
Las vacaciones de Edward Hadeed en Madrid estaban yendo muy bien. Este empresario petrolífero, de 51 años y natural Antigua y Barbuda, llevaba una semana en España junto a su novia Jessica, de 19 años, y una amiga llamada Francesca, de 22. Modelos las dos, muy atractivas, muy populares en redes sociales, muy jóvenes y con muchas ganas de fiesta.
Me encontré con Edward el martes por la tarde. Hacía cinco días que tenía que haberse marchado a su país. Pero había un pequeño problema: su novia y la amiga habían desaparecido en extrañas circunstancias durante la noche del viernes 23, verbena de San Juan.
“SEGURO QUE LAS HAN SECUESTRADO”
El empresario estaba devastado. Lloraba desconsolado. “Las han secuestrado, estoy seguro”, repetía apurando un zumo de naranja. Me llamó la atención su aspecto. Edward es uno de esos hombres que afronta la crisis de los 50 sometiéndose a un tunning. El tipo es calvo pero tiene un extraño tatuaje en el cráneo. Como si se hubiese pintado los puntitos del pelo rapado. "Será una costumbre en Antigua y Barbuda", pensé yo. Luego me contaron que es que se está sometiendo a un implante de pelo.
Y es que Edward se siente siente joven y por eso se ha buscado una novia joven. “No quiero novias de más de 30”, se justificaba. Jessica tiene 19 años y es casi una celebridad en Instagram, donde se hace llamar "laverdaderabarbie09". Tiene 331.000 seguidores, fotos y vídeos muy picantes y alguna publicación polémica en la que aclara detalles de su presunta relación sentimental con Romeo Santos, la estrella del reguetón.
“A Jessica y a su amiga les gusta mucho llamar la atención y vestir provocativas. Seguro que alguien las vio y las raptó. Pobres chicas”, se lamentaba el empresario, que lleva algo más de un año saliendo con ella. En efecto, en algún vídeo de Youtube se confirma lo que cuenta Edward sobre la tendencia a la provocación de su novia.
LAS LEGENDARIAS VOLTERETAS DE ALCOBENDAS
¿Qué pasó aquel viernes? El avión de vuelta a Antigua despegaba el sábado a las ocho de la mañana. Decidieron despedirse de Madrid el viernes a lo grande. Para celebrar la última noche en España, compraron, a petición de Jessica, entradas para un espectáculo de acrobacias en Alcobendas. Lógico. Es una cita obligada para todo turista que visite Madrid, ya te lo pone en las guías de viaje. Cuando vas a Londres tienes que ir a ver el Big Ben. En Nueva York, la Estatua de la Libertad. Si vienes a Madrid hay que ir a Alcobendas para ver cómo los lugareños hacen el pino-puente.
El espectáculo empezaba a las 9 de la noche del viernes. Edward ya estaba vestido y arreglado para tan magno acontecimiento. Primera decepción: las chicas no estaban listas. “Son mujeres, ya sabes… Tardan en pintarse”, me explicaba Edward entre lágrimas días después. Así, las chicas le dijeron que fuese tirando él para Alcobendas, que ellas ya llegarían.
COMPRAR ROPA POR MADRID A MEDIANOCHE
Así lo hizo. Él se marchó solo a ver las míticas volteretas de Alcobendas. Entretanto, ellas cambiaron de opinión y le mandaron un mensaje a Edward para decirle que iban a comprarse ropa. A las diez de la noche. Ese es otro de los principales atractivos de Madrid: las compras de ropa nocturnas. Todo el mundo lo sabe.
Algo tuvo que pasar para que las chicas cambiasen los planes sobre la marcha. Igual no encontraron, contra todo pronóstico, el Primark abierto a esas horas. Igual se equivocaron de puerta. La cuestión es que acabaron metiéndose en un bar a beber sangría. En la cervecería Cruz de Malta, cerca de la Puerta del Sol. No se lo comunicaron a Edward, que se enteró de eso porque vio una foto y un vídeo de ellas en Instagram, bailando en el bar. Mientras, él disfrutaba en solitario de una sesión de piruetas antológicas en el extrarradio de Madrid.
Cuando Edward volvió a su hotel en Gran Vía, fascinado tal vez por la elasticidad de los alcobendenses, las chicas ya no estaban. Se echó un paseo hasta la cervecería Cruz de Malta, pero ellas ya se habían esfumado de allí. Los camareros le explicaron que las habían visto flirteando con dos chicos latinos. Que primero salieron ellos del bar, luego salieron ellas… y ahí se les perdió la pista.
LOS PREJUICIOS DE LA POLICÍA ESPAÑOLA
Edward interpuso una denuncia en la policía al día siguiente. Los agentes le dijeron que todo apuntaba a que las chicas se habían largado por su propia voluntad. Edward se indignó: "Son los prejuicios de la policía española. Pensaron eso porque ven que soy mayor y mi novia es joven, pero las han secuestrado”, protestaba después.
“¿No puede ser que se hayan marchado de forma voluntaria, tal y como te ha insinuado la policía, Edward?”, le sugerí yo. Él lo negó de forma rotunda. “Es imposible. No puede ser. Ellas no se habrían ido de fiesta tantos días. Y menos sin pasaporte”. A mí me daba la sensación de que las chicas se habían dejado el pasaporte porque pretendían volver, lo que no sabían era cuándo. Tampoco se lo dije. Que sea la policía la que nos saque de dudas.
“LA HAN VISTO EN UNA FIESTA”
Publicamos la historia en la edición del martes por la noche de EL ESPAÑOL. A las pocas horas, Edward recibió una foto desde República Dominicana, el lugar de nacimiento de su novia Jessica. “¿Estás buscando a esta?” le preguntaban. Era la foto de una fiesta que alguien había mandado desde Madrid. Jessica salía en una esquina, con una copa en la mano y poca sensación de estar sometida a ningún secuestrador. De hecho, parecía estar en su salsa, pero sensiblemente perjudicada.
“¿Ves? La han drogado. Se le nota en la cara”, me explicaba Edward por mensaje. A mí no me daba la sensación de que la protagonista se lo estuviese pasando especialmente mal, pero preferí no darle mi opinión. Bastante tenía ese hombre con lo suyo. A 6.000 kilómetros de su casa, con su novia desaparecida, habiendo perdido el vuelo de vuelta y habiéndose tragado en solitario el show de las cabriolas de Alcobendas, sin poder comentar los escorzos con nadie.
Edward me escribió un mensaje a las cinco de la mañana. Las chicas habían aparecido. Se encontraban en una comisaría cuya ubicación no sabía especificar. Estaban sanas y salvas, con algunos arañazos y magulladuras. Habían pasado cinco días desde la misteriosa desaparición y teníamos final feliz. Edward respiraba tranquilo. Pero… ¿Qué pasó ese viernes? Las chicas no quisieron hablar conmigo, pero Edward me facilitó con pelos y señales la versión que le dieron cuando aparecieron.
¿QUÉ PASÓ EL VIERNES DE LA DESAPARICIÓN?
Jessica y Francesca se fueron la noche del viernes a la cervecería Cruz de Malta. Allí coincidieron con dos de sus fans de Instagram. Obvio. Una persona con 331.000 seguidores puede encontrarse con algún admirador en cualquier parte del mundo. Y, casualidad, en ese bar había dos chicos latinos muy aficionados a su cuenta. Las invitaron a irse con ellos a otro bar cuyo nombre no recuerdan y las chicas aceptaron. Curiosamente, ambas se quedaron sin batería en sus respectivos teléfonos al mismo tiempo, a las once y cuarto de la noche.
A las 4:30 de la madrugada de aquel viernes, Fan número 1 y Fan número 2 de Instagram propusieron a las chicas irse a casa de uno de ellos, “con evidentes intenciones sexuales, pero ellas lo rechazaron”, me aseguraba Edward. Los chicos, muy comprensivos, aceptaron las calabazas y se ofrecieron a llevarlas al hotel, pero pasando primero por la casa de uno de ellos porque tenían que “ir a coger una cosa”. Ellas, muy inocentes, accedieron.
Cuando llegaron a casa de los chicos, Fan de Instagram número 1 bajó del coche, cogió algo de casa y volvió a los pocos minutos. En lugar de volver sentarse en el lugar del copiloto, se acomodó con ellas en el asiento de atrás. Las chicas no sospecharon nada. Entonces, Fan de Instagram número 2 arrancó el coche. “Cuando llevaban 45 minutos de camino, ellas se dieron cuenta de que estaban dejando atrás la ciudad” cuenta Edward. Su novia tardó tres cuartos de hora en darse cuenta de que no estaban haciendo el trayecto entre la Puerta del Sol y la Gran Vía, que están a una parada de metro.
FAN DE INSTAGRAM NÚMERO 1 LAS APUÑALA
Cuando a Jessica le llegó la iluminación y pidió explicaciones, Fan de Instagram número 1, desde su privilegiada posición en el asiento de atrás, sacó por sorpresa un cuchillo y les exigió las joyas y sus enseres personales. No encontró ese hombre mejor sitio para perpetrar un atraco que encajonado entre sus dos víctimas, dentro de un coche en marcha.
Como era de esperar, las chicas se resistieron, se revelaron y empezaron a arañar la cara de Fan de Instagram Número 1, que respondió blandiendo el puñal a lo loco. Lanzó algún navajazo al aire que alcanzó a las jóvenes, provocándoles heridas superficiales. Este extremo no lo hemos podido confirmar porque las chicas no han querido atendernos.
Viendo que el secuestro se les estaba complicando (nadie lo esperaba), Fan de Instagram número 2 decidió detener el coche en la cuneta para ayudar a su amigo el apuñalador. Entonces, un coche que circulaba detrás de ellos vio que algo raro estaba pasando, aminoró la marcha, se detuvo y les enfocó con las luces. Fan de Instagram número 1 y número 2 (que, si se demostrase que existen y que la historia es cierta, podrían enfrentarse a 14 años de cárcel por secuestro) se asustaron, decidieron dejar a las chicas en la cuneta y largarse a toda prisa. Nadie cogió el número de la matrícula. Ni ellas, ni el misterioso samaritano del otro coche, que ni siquiera se bajó a auxiliarlas y siguió la marcha. Porque estas cosas pasan en Madrid cada día.
Cuentan las chicas que las dejaron tiradas en mitad de la noche, en un descampado del extrarradio de Madrid, al lado de un río. El extrarradio. Quién sabe. Igual los dos fans de Instagram las estaban llevando a Alcobendas, a ver si llegaban a ver al menos el final de lo de las volteretas. Tal vez ellas se precipitaron y les juzgaron mal. La cuestión es que, según esta versión, ellas acabaron solas en mitad de la nada.
VIVIENDO DEBAJO DE UN PUENTE CON UNA VAGABUNDA
La versión de cómo llegaron allí dista bastante de la primera que le dieron a Edward, en la que aseguraban que el viernes por la noche las drogaron, que sólo recuperaron la consciencia el lunes por la mañana, que aparecieron en una casa y que dos extraños las intentaron violar. Sin éxito, obviamente. Y que como los maleantes vieron que no conseguían su objetivo, las dejaron en un descampado al lado del río. La ubicación es el único punto de coincidencia entre ambas versiones.
Si damos por buena la historia del coche, las chicas se encontraron abandonadas en un descampado de las afueras de Madrid, al lado de un río, el domingo por la mañana. ¿Qué hacer cuando acabas de ser víctima de un intento de secuestro, robo con fuerza y violación? ¿Qué hay que hacer si te apuñalan? ¿Ir al hospital? ¿Acudir a denunciar a una comisaría? Evidentemente no. Lo que hicieron fue empezar a caminar hasta que encontraron un puente donde cobijarse. Todo correcto. El clima de Madrid en junio es terrible. Las fuertes lluvias y el frío siberiano de estos días las obligaron a buscar un buen refugio. Qué mejor lugar que debajo de un puente.
Allí conocieron a una vagabunda y se hicieron amigas. Jessica y Francesca dicen que quedaron un par de días a vivir con ella. Durante ese tiempo le ayudaron a buscar comida de la calle y se alimentaron de las sobras que la mendiga obtenía. No han especificado si también las enseñó a cazar, a recolectar frutos y a coger raíces. Entretanto, a nadie le extrañó ver a dos chicas latinas exuberantes y vestidas como para salir en “Noche de fiesta” (aquel programa de José Luis Moreno) pero magulladas por todo el cuerpo, buscando comida en la basura y viviendo debajo de un puente. Esas cosas también pasan en Madrid.
En la primera versión que le dieron a Edward, las chicas aseguraron que pidieron ayuda a muchos españoles. En castellano, que es la lengua materna de Jessica. Pero que nadie les hizo caso. Los españoles somos unos insolidarios.
APARECEN LOS HAITIANOS SALVADORES
Dos días después, las dos chicas se despidieron de la mendiga del puente y decidieron emprender una larga caminata por la carretera para intentar llegar a alguna parte, porque Madrid parece Mad-Max y es una especie de ciudad postapocalíptica en la que no hay gente. Y la que hay no ofrece su ayuda. Por suerte aparecieron dos haitianos (sólo faltaban ellos) con un coche, que se prestaron a ayudarlas y a llevarlas a una comisaría de cuyo nombre ellas no quieren acordarse. Ninguno de los dos haitianos se quedó a dar su versión a la policía.
Cuando apareció Edward, las chicas se pusieron a llorar. Le contaron al empresario una versión bastante difusa de lo que había sucedido. Él se alegró mucho de verlas y les dijo que las creía. Les propuso llevarlas al hospital para que les mirasen lo de las puñaladas. O lo de la desnutrición por estar comiendo de la basura durante tres días. O si lo preferían, podían ir primero a una comisaría a interponer una denuncia. Ellas dijeron que no, que preferían irse al hotel a echarse un ratito porque estaban muy cansadas. La típica siesta que te pegas después de que te intenten secuestrar.
Entretanto, algunos de los fans de Instagram (no se sabe si entre ellos estaban Fan número 1 y número 2) comentaban en la cuenta de Jessica que todo esto no era más que una estrategia para ganar seguidores. Otros no tenían duda de que la verbena de San Juan se les había ido de las manos y se habían acabado pegando un festival apoteósico, de esos de reventar. Que la noche se convirtió en cinco días de farra loca, que luego no supieron justificar su ausencia y que acabaron por tomarle el pelo que no tiene (pero que se está trasplantando) al bueno de Edward. Fingieron las chicas su secuestro, como hizo el novio de Falete.
Él lo niega. Tiene muy claro que a su novia y a la amiga las intentaron secuestrar, y que no se fueron con otros chicos más jóvenes que él a quemar Madrid durante cinco días. “Yo tengo dinero y no soy feo. No tienen por qué irse con otros chicos”, argumentaba Edward, feliz por la reaparición. Y felices se volvieron ayer para Antigua y Barbuda. Buen viaje, equipo.