Noticias relacionadas
Pasan pocos minutos de la medianoche del martes 17, prisión de Soto del Real, norte de la comunidad de Madrid. La madrugada es fría a las puertas del centro penitenciario. En un furgón de la Guardia Civil varios agentes trasladan a once nuevos reos. En el vehículo policial destacan dos presos que en las últimas semanas han acaparado flashes y protagonizado titulares de prensa. Se trata de Jordi Cuixart, presidente de Òmnium Cultural, y Jordi Sánchez, líder de Asamblea Nacional Catalana (ANC).
“Nos traen a los Jordis”, comentan los presos en el interior del penal, donde la expectación es grande por la llegada de los dos grandes agitadores del independentismo catalán.
Carmen Lamela, jueza de la Audiencia Nacional, los manda entre rejas. El motivo: "promover" el asedio a la Guardia Civil el 20 de septiembre en una operación de la Benemérita para impedir el referéndum del pasado 1 de octubre. A diferencia de ellos, elude la cárcel -al menos por el momento- el major de los Mossos, José Luis Trapero, cuyo trabajo el 1-O está bajo la lupa de la Justicia.
Antes de su llegada de los Jordis, los funcionarios de Soto del Real han recibido una orden clara por parte del director de la penitenciaría, José Luis Argenta. Ni ellos ni tampoco los reos han de mostrar “nada” que “pueda ofender” a Cuixart y Sánchez. Así lo explican fuentes del interior del presidio consultadas por EL ESPAÑOL.
Aunque la directriz no especifica más detalles, los empleados de la cárcel y los presos entienden que han de retirar todo aquello que a los Jordis les recuerde a España. Saben a qué se refiere Argenta: entre la población reclusa hay algunos que tienen banderas rojigualdas en sus celdas. El recibimiento ha de ser tranquilo. Tampoco nada de gritos ni expresiones de tinte político.
Juntos la primera noche
Los Jordis vivieron su primera noche entre las rejas del módulo de ingresos. Como ellos, antes pasaron por él otros nombres conocidos de la flor y nata de la corrupción española: el extesorero del PP Luis Bárcenas, el ex presidente madrileño Ignacio González; el tocayo de ambos Jordi Pujol Ferrusola; el antiguo dirigente del FC Barcelona Sandro Rosell, y el que fuera presidente de la patronal, Gerardo Díaz Ferrán.
Al llegar a Soto, los Jordis, que portaban un pequeño macuto de ropa y efectos personales, se comieron el bocadillo y la pieza de fruta que les entregaron los funcionarios de la prisión. También les dieron útiles para su aseo, ropa de cama y un libreto con las normas y horarios del centro penitenciario. Todo cortesía de Instituciones Penitenciarias.
Los Jordis pasaron juntos su primera noche entre rejas. Antes de tumbarse a intentar dormir estuvieron en la enfermería de la cárcel, donde el médico les practicó una primera exploración.
A la mañana siguiente, la del martes, pasaron por la consulta del trabajador social y del psicólogo de Soto del Real. Tras ello, la dirección del centro penitenciario los separó. Jordi Cuixart ingresó en una celda del módulo cuatro. Por su parte, Jordi Sánchez pasó al uno. A su llegada varios presos le increparon al grito de “¡Viva España!”. Al día siguiente el presidente de ANC pidió por carta a la dirección del centro su cambio de prisión. La respuesta de José Luis Argenta fue tajante: no.
Desde su independencia carcelaria, los dos Jordis conviven ahora con presos poco conflictivos. Lejos tienen a otros ilustres de Soto, como González, Rosell o Díaz Ferrán, quienes pasan sus días entre rejas en el módulo 10. Mientras, Jordi Pujol Ferrusola lo hace en el ocho, aunque hasta poco estaba en el cuatro.
Los trapicheos de Pujol 'junior' en el módulo cuatro
Jordi Pujol Ferrusola, el junior de los Pujol, estaba en el módulo cuatro hasta hace mes y medio, explican fuentes de la penitenciaria. La dirección decidió cambiarlo porque andaba "trapicheando" con los números de teléfonos a los que cada recluso tiene autorizado realizar llamadas.
Según explican fuentes de Soto del Real, el hijo del ex molt honorable había convencido a varios presos para que le facilitaran su DNI carcelario, al que llevan asociados dichos teléfonos, y les habría pedido que solicitaran la autorización de un listado de números personales. De esta forma, Pujol junior pudo ponerse en contacto con personas de fuera del penal sin que la direccióne estuviese al tanto.
El apoyo de Guardiola y del Camp Nou
El independentismo salió a las calles este pasado martes en defensa de Jordi Cuixart y Jordi Sánchez. Entrada la noche, en Barcelona se produjo una concentración con velas. Según datos de la Guardia Urbana de la capital catalana, unas 200.000 personas iluminaron la Diagonal y reclamaron la excarcelación de ambos activistas. Algunos de los manifestantes llevaron pancartas asegurando que los Jordis son presos políticos.
Esa misma noche, a 1.800 kilómetros de Barcelona, el entrenador del Manchester City, Pep Guardiola, compareció ante los medios tras el partido de su equipo ante el Nápoles. En rueda de prensa, el técnico catalán, siempre a favor del referéndum ilegal, dijo: "Es un momento para dedicarle la victoria. La situación es la que hay. No hay civismo más grande que las ideas. Ojalá puedan salir cuanto antes. Una parte de todos nosotros está allí (en la cárcel) con ellos".
Al día siguiente, el miércoles, las voces que se alzaron en contra del encarcelamiento de Cuixart y Sánchez resonaron en las gradas del Camp Nou. De nuevo coliseo blaugrana se convertía en altavoz del independentismo. Muchos de los 55.000 aficionados que veían el FC Barcelona y el Olimpyakos en la Champions League gritaron con fuerza “¡libertad, libertad, libertad!”.
Los seguidores también se pronunciaron antes del inicio del partido, coincidiendo con el despliegue de la pancarta promovida por el club con el eslogan Diálogo, Respeto y Deporte. Lo mismo sucedió en el ya clásico minuto 17.14, que en esta ocasión coincidió por vez primera con un gol del Barça.
Pareja inseparable... fuera de la calle
Jordi Sánchez y la ANC no se entenderían sin su pareja de baile, Jordi Cuixart. Juntos forman, desde hace años, un binomio implacable en la organización de las grandes manifestaciones del independentismo. Obra suya fue la cadena humana de 400 kilómetros con la que salieron a la calle los catalanes en la Diada del 2015.
Jordi Cuixart es uno de esos hombres de negocios que surge de la nada. Nacido en 1975 en Santa Perpètua de Mogoda (Barcelona), es hijo de una carnicera murciana y de un obrero de Badalona. A los 16 años, sin terminar el BUP, se puso a trabajar. Poco a poco fue ascendiendo: de diseñar máquinas con programas informáticos a fundar una importante empresa.
Casi cuarenta años después, Cuixart factura siete millones de euros con su empresa Aranow Packaging Machinery, especializada en maquinaria de fabricación de embalaje flexible. La fundó a los 29 años.
Òmnium siempre estuvo ahí, y de alguna forma Cuixart se siente identificado con sus fundadores. Sin duda, hay aspectos similares entre ellos: todos eran adinerados empresarios, cuyos imperios fueron levantados de cero, con un impetuoso sentimiento nacionalista catalanista. Eso les permitió conectar con la política. Como Cuixart, aquellos hombres ricos se inmiscuyeron hasta el tuétano en los asuntos de la alta sociedad catalana de hace 40 años.
Hasta confluir, el camino de ambos Jordis fue dispar. Sánchez tiene un perfil distinto: apoyar a Herri Batasuna en las elecciones europeas, acompañarles en conferencias y actos, quemar contenedores y banderas de España, realizar manifestaciones en la calle a favor de Terra Lliure, el grupo terrorista catalán de extrema izquierda...
Todos estos acontecimientos fueron titulares en los años 80. Las fotos de algunos de ellos abrieron periódicos. Todos tuvieron un mismo protagonista. Jordi Sánchez i Pincanyol (Barcelona, 1964), la cara visible de la Asamblea Nacional de Cataluña, con un ejército de más de 80.000 socios. A mucho catalanes no les extraña que su actual cometido sea el de organizar estas grandes masificaciones.
Hace 30 años ya se dedicaban a lo mismo. Hoy siguen juntos, aunque separados bajo el techo de una misma prisión.