“Atónito y sorprendido”, así se siente el magistrado-juez José Antonio Vázquez Taín, por el revuelo mediático y social que ha causado la sentencia que dictó el pasado 30 de junio en el Juzgado de lo penal nº 2 de A Coruña, y que absolvía a una madre acusada por su propio hijo de 10 años, de maltrato por un bofetón ya que, según dicho profesional, los hechos han sido puntuales y, con provocación por el menor.
“Cada día los jueces nos encontramos con toda clase de situaciones y ésta no pensaba que iba a trascender tanto”, explica a EL ESPAÑOL. “Sin embargo que todos hablen de ello merece cuanto menos que recapacitemos y pensemos en el tipo de educación que estamos dando a nuestros hijos y las consecuencias que estas tienen”, añade.
Una sentencia que la madre del niño “escuchó sin alegría”, tal y como explica su abogado David Rico Pousada, y que de no haber sido tal la habría podido llevar a la pena de 35 días de trabajos en beneficio de la comunidad, a la prohibición de comunicarse con su hijo durante seis meses o un año y de aproximarse al mismo y al domicilio donde viviese en un radio de 50 metros (artículo 153.2, 3 y 4 del Código Penal).
“El niño sólo ha buscado humillar y despreciar a su madre. Padece el síndrome del emperador”, recalca Vázquez Tain. “Cuando le comentábamos que su denuncia podría suponer estar meses sin tener contacto alguno con su madre, de 43 años, él se mostraba tranquilo, como si nada. Como si fuese lo más normal. Le parecía bien no ver a su madre en tantos meses”, añade.
-Entonces, ¿una bofetada no es maltrato sino algo necesario para controlar a su hijo?
-En este caso así lo he dictado. Los hechos han sido puntuales y, con provocación por el menor. La bofetada era un gesto necesario en una situación como la producida. Yo no defiendo el castigo corporal sistemático pero entiendo que los padres están para corregir razonable y moderadamente a los hijos. Los padres tienen que poder, en el ejercicio de su potestad, recabar el auxilio de la autoridad.
-¿Dictada la sentencia se acabó el problema en esa casa?
-No. De hecho, para mí es una derrota porque significa que la ley, a pesar de dictar sentencia, no puede resolver un problema familiar. La justicia tiene que ser útil y aquí vemos que la sociedad va por un lado y las leyes van por otro. Los jueces no podemos ser la tabla de salvación de una familia que tiene un problema y acaba en nosotros para que lo resolvamos.
-¿Cómo se llega al extremo de denunciar e ir a juicio contra una madre?
-Se llega a esto por la conciencia del niño de sentirse intocable. Tras dos episodios espaciados en el tiempo, su frialdad es tal que decide ir más allá de lo normal, que habría sido solucionar todo en casa, y la denuncia. Para ello las fuerzas del orden le piden que vaya acompañado de un mayor de edad y es su padre (separado de su madre pero con una relación cordial) quien en un primer momento está con él y, según se desarrollan los hechos, después se aparta porque se da cuenta de que su hijo había exagerado, que sólo quería poner las cosas en su sitio a su manera.
Los hechos
En la tarde del 24 de diciembre de 2015, estando el niño en el domicilio de la madre, en A Coruña, y haciendo caso omiso a que la ayudase a poner el desayuno, ya que permanecía escuchando música, “no sólo no obedeció sino que llegó a arrojar el teléfono, sin que quedase claro si fue con intención de tirarlo o de lesionar a la acusada, a fin de que depusiese su actitud rebelde y violenta, le dio un bofetón muy fuerte a la altura del pómulo izquierdo”, tal y como refleja en la sentencia el juez.
Sobre las 20:10 del 11 de noviembre de 2016, es decir, tras la bofetada, el menor trató de irse de casa, y la madre, con el fin de evitarlo, le agarró por la parte posterior del cuello, causándole un arañazo. “El menor necesitó, respectivamente, 1 y 3 días no impeditivos para su completa curación, necesitando la primera asistencia médica en ambas ocasiones para recuperarse del eritema en pómulo izquierdo y la excoriación en región posterior del cuello”.
"La primera, única y última vez"
Un cachete que a la madre del menor le pesa como una losa. “Nunca antes lo había hecho. Era la primera y la última vez que lo hacía y se produjo únicamente con intención de corregirlo”. Además, todo ello ha significada un distanciamiento mayor entre ella y su hijo. “Desde que la denunció ella se siente inferior mientras que su hijo se siente intocable”, añade Pousada. "Además, la convivencia no sólo puede que siga siendo complicada, sino que puede empeorar", recalca. Un comportamiento que para el juez no es ni medio normal.
-¿Se sorprendió de la frialdad del menor?
-Así es. Desde el mismo momento en el que entra a la sala su frialdad era pasmosa. Cualquier que entra a un lugar así, y más siendo tan pequeño, se muestra nervioso o alterado y él, sin embargo, a pesar de los once años, estaba tan campante. Hablaba a todos y les decía que no se preocupasen, que él estaba bien, que no se preocupase nadie. Además, en todo momento trataba de dirigir la declaración y controlar todo el testimonio. No existe la más mínima naturalidad en sus declaraciones. Da pena comprobar su total falta de empatía.
-¿Qué hijos estamos criando?
-La sociedad está criando hijos que son como cristales rotos. Seres fríos, que ni sienten ni padecen y tenemos que evitar que todo vaya por este rumbo. No podemos permitirnos que ellos pierdan la inocencia y la infancia. Son hijos de una sociedad que provoca que no tengan sentimientos, que pierdan lo más preciso y más precioso que es tener sentimientos como la empatía. Estamos perdiendo a nuestros hijos y las emociones que deben tener. En su caso es una bola de cristal fría. No tiene empatía. Carece de sentimientos.
Su comportamiento no sólo muestra desprecio hacia la autoridad materna, sino también hacia el esfuerzo y trabajo que supone ganar un salario con el que adquirir bienes. Y además incurre en el acto de violencia que supone arrojar el teléfono. De no mediar una inmediata corrección, el menor trasladará dicho comportamiento a terceros y comenzará a comportarse igual con compañeros, vecinos, etc. Acudir a una corrección física moderada está justificado. Y así se hizo. Esta familia es el reflejo de una sociedad que no educa en los valores.
"Chulería constante"
Además, para este juez, apasionado de la historia y autor de libros como El mar sin fondo o Matar no es fácil (Espasa), esta “chulería constante” de menores como el que acaba de juzgar es el resultado de alguien que se cree por encima de todo y de todos. “En su mundo se cree soberano y a cualquier orden que le den la manda a tomar por saco”.
-¿Las leyes son entonces declaraciones de intenciones?
-No podemos dar solo derechos. La ley es muy cruel y hace que sean impunes hasta los 18 años. Es decir, creamos un monstruo y luego lo metemos en prisión. Hay menores a los que les hemos hecho reincidentes y el legislador sólo prevé prisión para él. Es decir, primero mimas al niño y luego lo encierras buscando la autoridad. La facultad de corrección no tiene que partir de las leyes, tiene que estar en el hogar. Incidentes puntuales como este no pueden suponer una ruptura familiar tan grave.
-¿Alguno dirá que Zapatero tiene la culpa de esto por quitar la autoridad a los padres en 2007?
-(Ríe) Yo sólo puedo decirte que no es lo mismo un político que un juez. Nosotros vemos cada día lo que pasa de verdad en la sociedad con cada juicio que celebramos. Los políticos no se enfrentan al verdadero día a día. Son populistas con la realidad. Una cosa es querer satisfacer, y casi tratar como a menores a los votantes para que caminen en una sociedad inmadura donde todo es perfecto, y les voten, y otra cosa es ser realista. La utopía con ciertas realidades no vale. Puede que nos queramos engañar con esas medidas populistas, pero eso no es evolucionar como sociedad.