A menudo se le reprocha a Lena Dunham que se despelote en su serie sin venir a cuento. Incluso fervientes seguidores de su extraordinaria creación (Girls acaba de estrenar quinta temporada con tres episodios brillantísimos) admiten que les sobra tanta exhibición. La critican los hombres y las mujeres por igual, desde el desprecio (que si es egocéntrica a más no poder), la condescendencia (que si ya se arrepentirá cuando madure) o el machismo más asqueroso (que si no tiene un cuerpo como para lucirlo). A mí me pasa justo lo contrario: me encanta verla despechugarse. Me recuerda quién es la jefa. Las tetas desnudas de Lena son ya icónicas, como lo fueron las de Sylvia Kristel o Bo Derek, con la diferencia de que a ella nadie le manda cuándo quitarse el sujetador.
Dunham se toma lo referente a su cuerpo muy en serio en su vida y en sus redes sociales (la semana pasada protagonizó una tonti-polémica a propósito de unas fotos retocadas) y, por el contrario, juega con el tema a placer en su serie, aprovechando cualquier ocasión para hacer un chiste a propósito (en el último episodio emitido, riza el rizo luciendo también lo de abajo). Por supuesto que su impudicia pretende lanzar un mensaje feminista, usa tu cuerpo como te dé la gana, un mensaje necesario. Lena no tiene que reafirmar sus dotes intelectuales porque sabe que se sale de la tabla, así que elige regodearse en su cuerpo desnudo como un símbolo reivindicativo. Bendita sea.
Lena no tiene que reafirmar sus dotes intelectuales porque sabe que se sale de la tabla, así que elige regodearse en su cuerpo desnudo como un símbolo reivindicativo
Alguien que también luce delantera garbosa cada vez que tiene ocasión es Jodie Sweetin, quien ha dejado atrás a aquella niña con ceceo y flequillo que interpretó en Padres forzosos y a la adolescente politoxicómana en la que se convirtió una vez acabó la serie. En el primer episodio del remake Madres forzosas (que lleva disponible en Netflix un par de semanas), Stephanie Tanner lleva un vestido rojo que a duras penas le tapa los pezones. Lo viste (es un decir) con gracia (toda la que la serie no tiene), con desparpajo, exponiendo sus atributos como una oferta integral: ésta soy yo y éstas son mis virtudes, consciente de que vuelve a tener un escaparate excepcional antes de que la ventana vuelva a cerrarse, probablemente para siempre.
Sweetin es una actriz muy mala que pasa de los treinta y ha crecido en Hollywood. Tiene asumido que, a no ser que Tarantino obre un milagro, sus posibilidades de convertirse en una estrella de primera fila son mínimas. Es una mujer adulta que decide llevar a primer término sus cantalup en una fiesta infantil, convirtiéndose así en un chiste inevitable. Justo el efecto deseado. La serie fue trending topic nacional en Estados unidos el día del lanzamiento y #LasTetasDeStephanieTanner monopolizaron los mensajes. ¿Zafio? Sí, claro, y también muy inteligente.
Acaba de renovar para una segunda temporada y hace unos días confirmó que estará en la próxima edición de Dancing with the stars. Sweetin no tiene un talento evidente ni una belleza extraordinaria y se ha pasado media vida colocada, quizá no sepa o no quiera llamar la atención de otra forma. A quién le importa, son suyas y hace con ellas lo que quiere. Y por ahora, le va bien.