Como la que añoraba Manderley, he vuelto a ver el episodio quince de la primera temporada de The good wife. En él, Alicia Florrick accede a convivir en su apartamento con su marido Peter, recién salido de la cárcel, y con los hijos de ambos. Una pantomima orientada a dar buena imagen de cara al juicio por corrupción que él tiene pendiente. Una situación muy parecida a la que hemos vivido en el último tramo de la serie. La hipocresía de los mundos idealizados y, sobre todo, la obsesión de Alicia Florrick por hacer lo que tiene que hacer. Por seguir siendo la buena esposa. Aunque no nos guste ni a nosotros ni a ella.
El episodio se titulaba Bang y, en efecto, fue un disparo certero. Me quedé tocada entonces. Me di cuenta de que The good wife estaba reventando las normas de la tele comercial sin necesidad de aspavientos. The good wife siempre ha sido televisión que no tiene miedo a serlo, que no necesita de ningún subterfugio para alcanzar la excelencia y que abraza las reglas del medio. Es LA serie de televisión.
Santa Alicia
El encorsetamiento del procedimental de abogados y de la emisión en abierto ha sido siempre un acicate para la creatividad de Robert y Michelle King, de eso hemos hablado de sobra. Sin embargo, el viaje de Alicia Florrick ha sido tan alucinante que me había olvidado de algo de importancia capital: el título. The good wife no es sólo la premisa de la historia, la esposa que de forma incomprensible respalda a su marido, un político putero y corrupto. Es también la esencia del personaje, es su dilema, su ser o no ser.
El reto era describir quién es esta mujer y por qué hace lo que hace. Aun a riesgo de que no la entendamos y de que, muchas veces, la despreciemos. Santa Alicia, que honra su compromiso marital por encima de todo. Alicia, que nada y guarda la ropa (la suya y la de Peter) porque una nunca sabe cuándo le va a hacer falta.
The good wife no es sólo la esposa que de forma incomprensible respalda a su marido, un político putero y corrupto. Es también la esencia del personaje, es su dilema, su ser o no ser
Maravillosa e imperfecta, Alicia la conservadora, la atea, la valiente, la infiel, la egoísta, la lasciva, la reina de la contradicción. Alicia, que se ha pasado más de la mitad de estos siete años oscurecida por un hombre que no es Peter. El tipo que más sombra ha hecho a Alicia Florrick es Walter White, encaramado en lo más alto del podio televisivo durante las mejores temporadas de The good wife. Los niveles de complejidad de este personaje y el grado de sutileza en el tratamiento de la corrupción (moral y política) no resisten la comparación. Me encanta Breaking bad, es una serie excelente, pero es la historia de un súper héroe de cómic: The good wife es Flaubert.
También en ese capítulo quince es cuando aparecen por primera vez Kurt McVeigh y Eli Gold. A la vez, en el mismo episodio. Cualquiera que tenga que rellenar veintidós entregas por temporada exprimiría valores tan potentes como estos. Los King, sin embargo, saben que no necesitan más que un par de gotitas en las muñecas para conseguir el efecto deseado.
McVeigh, el personaje de Melville vestido de hombre Marlboro que pone patas arriba a Diane Lockhart y nuestros prejuicios, y Eli Gold, el ambicioso y cínico estratega que ha fracasado de todas las maneras posibles. Dos capítulos antes, el psicópata cachondo, Colin Sweeney, ya nos advertía de que en esta serie, el diablo estaba en los detalles y en los personajes secundarios. El mundo alrededor de Alicia.
Que nadie es imprescindible (nadie salvo ella) lo aprendimos a las bravas. Con lo que costaba Kalinda, los productores se compraron dos personajes de rebajas. Una amiga mucho más simpática y un investigador que sí fue capaz de ligarse a la protagonista (¿Quieres caldo, Archie Panjabi?). Alicia se ha pasado la última temporada tarareando “no quiero más dramas en mi vida”, buscando afectos sustitutivos, dándole al tequila a diario y (a la espera de ver qué sucede en el último episodio) tratando sin éxito de encontrar una alternativa vital que la haga feliz. Igual que la serie.
Volviendo al capítulo quince, estaba yo ensimismada con mi viaje al pasado, comparando cómo han cambiado los peinados, el corte de los pantalones y los botones de los dispositivos móviles en siete años, cuando se abrió la sala de reuniones y apareció Will y me dio un vuelco el corazón. El Will Gardner del principio, el de los ojos llenos de amor y de esperanza. Me eché a llorar, claro.
The good wife ha completado su ciclo y hemos tenido tiempo de hacernos a la idea. Se acabó la mejor serie de televisión en activo
Hay algo intolerable en las muertes repentinas, en el desconcierto, en la sensación de injusticia. Lo de Will fue un triunfo narrativo y una pena muy grande. Ahora se marcha Alicia (el último capítulo lo emitirá en España FoxLife el próximo jueves 12) y me duele despedirme de ella mucho, pero menos de lo que pensaba. The good wife ha completado su ciclo y hemos tenido tiempo de hacernos a la idea. Se acabó la mejor serie de televisión en activo. A ver dónde encuentro yo ahora cuarenta y cinco minutos de tele sobresaliente durante veintidós semanas al año.