HBO España estrena esta noche Big Little Liars, una miniserie en siete capítulos en la que el mítico David E. Kelley (La Ley de Los Ángeles, Ally McBeal) adapta la cuarta novela de Liane Moriarty. Todo lo que sale de la cadena es en sí un reclamo, pero además, esta dramedia sobre tres mujeres que comparten un secreto viene con con un trío de actrices de Hollywood (dos oscarizadas, otra nominada) que pretende disparar las audiencias: Nicole Kidman, Reese Witherspoon y Laura Dern. Sólo es un ejemplo más de cómo el mundo de Hollywood se siente cada vez más atraído por la televisión. ¿Por qué?
Hubo un tiempo, en la prehistoria de las series, en el que la gran actriz de Hollywood se presentaba en los créditos como “Guest Star”. Ya entonces se hacía hincapié en su condición de estrella y en que su aparición era algo inédito. Los bandos estaban claros: el glamour, el éxito, siempre habían sido cosa de Hollywood; la televisión era la hermana bastarda. Los tiempos han cambiado.
El efecto Norma Desmond
Para las veteranas, la televisión es una nueva oportunidad de encontrar un trabajo que ya no tienen. No es ningún secreto que La La Land no es país para actrices senior. Así lo denunciaban Susan Sarandon y Jessica Lange hace poco en la rueda de prensa de la presentación de Feud: Bette and Joan, su próximo trabajo en televisión (el 6 de marzo en HBO España). Para más recochineo, un remake en formato serie del clásico del cine ¿Qué fue de Baby Jane?, creado por Ryan Murphy.
La puntual marginación que Jessica Lange había sufrido en el cine (llevaba cinco años en blanco, en esa edad tan peligrosa) se solucionó en cuanto deslumbró en la antología de terror. Tras el estreno en 2011 de la serie de Murphy, volvió a tener un papel en la gran pantalla.
A Sarandon y a Lange -y a todas las que reclaman tener su lugar de ex-estrella en el cine-, les da la razón un estudio de la Universidad del sur de California que analizó 4.066 papeles de series y películas para trazar un atlas de la geografía humana, aplicado al mundo actoral. Los resultados revelan que los mayores (actores y actrices de 60 o más) representaban sólo el 27% de los papeles totales. Sólo encontraron tres protagonistas femeninas, dos de ellas interpretados por las intocables Meryl Streep y Helen Mirror.
Más que un trabajo, la televisión es una inversión
Actrices y actores ya no son sólo invitados: deben invertir en el proyecto. Nicole Kidman, Laura Dern y Reese Witherspoon ponen dinero en Big Little Liars. La Kidman sigue en activo, tiene su propia productora -Blossom Films, implicada también en su debut en HBO- y a ella la edad no le pesa.
Pero también es muy posible que la exmujer de Tom Cruise se haya sentado con su asesor a hacer números. Basta comparar las cifras de la última cinta producida por Blossom Films, The Family Fang, que ha recaudado en su año de estreno en EEUU menos de 300.000 dólares, con lo que ingresa HBO en un año: 5.615 millones de dólares en 2015.
Que las productoras se estén haciendo de oro implica que hay más dinero para producir nuevas y mejores series con las que convencer (y pagar su correspondiente caché) a más estrellas del cine. Netflix ha anunciado que su inversión en 2017 para estos menesteres asciende a 6.000 millones de dólares. Seis veces más que el año pasado, porque sus beneficios no dejan de crecer. Netflix es como esos ricos que ya no saben qué hacer con el dinero y por eso también perpetra cosas como Santa Clarita Diet.
Buscando el otro cine de calidad
Cuando afirmamos que las series son el nuevo cine, no lo reducimos todo a una cuestión de formato. Son experiencias intercambiables. Pero la televisión abraza cada vez con más entusiasmo al cine, sus modos de hacer —el plano secuencia de True Detective o el tratamiento del plano en Breaking Bad— por poner sólo un par de ejemplos y a sus estrellas, maltrechas o no: Kate Winslet, Ted Danson, Steve Buscemi, Collin Farrell, Jeff Daniels, Kevin Spacey, Sigourney Weaver, Glenn Close o Dustin Hoffman. La lista de actores y actrices que se han cambiado de bando no deja de crecer.
Tal vez por eso podemos afirmar que las series dignifican hoy en día a la industria televisiva. Hay series que juegan en otra liga. Es más: “Ni siquiera es el mismo jodido deporte”.