Todos los adolescentes patrios hablan sobre Sex Education: quizá porque esta serie de Netflix ha puesto sobre la mesa -con humor, inteligencia, naturalidad e irreverencia- un montón de cuestiones que siguen siendo tabú hasta para los adultos. ¿Con quién hablar de las dudas que nos surgen en nuestras relaciones de pareja, con quién comentar las inseguridades, los conflictos de identidad y los deseos extraños que nos asaltan y no entendemos bien de dónde han surgido?
Recién estrenada su segunda temporada, Sex Education supone un manual fresco, honesto y didáctico que esboza respuestas luminosas a preguntas muy comunes: desde los problemas de erección a comenzar a fantasear por primera vez con una persona del mismo sexo. Los padres de los jóvenes que devoran la serie aún no parecen muy preocupados por las “ideas obscenas” que puedan estar masticando sus vástagos -especialmente en un país donde los niños acceden al porno a los once años-, pero ahora que el pin parental se ha colocado en el centro del debate social, quizá sea interesante reinterpretar esta ficción y pescar las enseñanzas que puedan ser aplicables y útiles.
Unos pequeños apuntes: Otis, el protagonista, es un chico tímido, enamoradizo, aspiracional y no muy popular que convive con el auténtico oráculo de la educación erótica, su divina madre, que imparte terapias sexuales desde casa. Algo se le ha debido pegar, porque él también resulta bastante empático y resolutivo cuando alguien le plantea una duda de ese calibre. Así que con su amiga Maeve abre una clínica de terapia sexual en el colegio por la que acaba pasando hasta el último de los alumnos.
No hay nada sucio aquí; no hay nada hiperbólico ni precoz, por suerte, tampoco eufemístico: el vaginismo, las dificultades para eyacular, los pasos iniciáticos del sexo lésbico, las lavativas, la asfixia durante el coito, la masturbación femenina, los complejos físicos y un largo etcétera. Aquí algunas ideas de la serie del momento que pueden ser útiles a Vox para conocer más a los jóvenes:
1. Contra el pánico, información
En la segunda temporada, el instituto se convierte en una jungla cuando se descubre que hay un brote de clamidia: gente gritando por los pasillos, jóvenes con mascarillas para “evitar el contagio”, acusándose los unos a los otros y estigmatizando la infección. Ante el pánico, información: es con eso con lo que combate la psicosis la madre de Otis. Además, coloca un buzón anónimo de dudas sexuales en el colegio y no tarda en llenarse. Cada vez que ella abre la boca, todo el mundo respira tranquilo: por ejemplo, se dedica a pelear contra el llamado “chantaje del condón” -chicos presionando a chicas para tener sexo sin preservativo porque lo disfrutan menos-, recomienda lubricantes que no dañen los anticonceptivos y hasta les enseña a las madres a recuperar su placer y a enfrentarse a sus hastiados maridos -que ya ni las miran-.
2. Educación sexoafectiva
Fundamental: la educación que se imparte no es puramente sexual, sino más bien afectiva. Otis, cuando escucha los problemas eróticos de sus compañeros, termina por hablar de amor. La mayoría de conflictos remiten a traumas antiguos, a falta de diálogo, a poca confianza en uno mismo o en la pareja, o a represiones gestadas en el entorno familiar. La educación sexoafectiva, tal y como se muestra en la serie, no consiste en “enseñar a practicar el coito”, sino en ahondar en cómo nos sentimos respecto a lo que hacemos y a lo que queremos.
3. Contra las agresiones homófobas
En uno de los capítulos más desagradables, el espectador se acerca a una agresión homófoba: el mejor amigo de Otis, que es gay, se disfraza de mujer para homenajear una película de culto y vuelve a casa solo por la noche. Es apaleado por su aspecto. Aunque la serie se desarrolle en un tono distendido, en absoluto frivoliza con un suceso tan traumático como éste: refleja perfectamente su dolor, su humillación, su conflicto consigo mismo, su sensación de soledad; y canjea todo eso en una rabia y una violencia que no son otra cosa que expresión de su frustración, una manera desesperada de defenderse en un mundo hostil. Muchos jóvenes homosexuales pueden sentirse identificados con ese doloroso proceso que, poco a poco, acaba encontrando la luz.
4. Acoso sexual
Otro episodio importante: una de las chicas del instituto es víctima de acoso sexual. Iba en autobús hacia el colegio cuando un desconocido se masturba sobre su pantalón. Al principio no le da más importancia, pero poco a poco, cuando se atreve a denunciar y se enfrenta a la incompetencia de las autoridades, a la sordera y la torpeza de la policía, entiende la magnitud del problema. Los miedos van llegando después: miedo a volver a encontrarse con el agresor, miedo a coger el autobús; miedo, culpa y asco por todas partes. Es muy importante el apoyo que recibe de sus amigas: sin querer hacer spoilers, aquí una de las escenas más emocionantes del año. Pura exaltación feminista, pura comunidad y pura complicidad entre mujeres. De nuevo, muchas chicas pueden encontrar aquí un reflejo de sus propias vidas y algunas ideas sobre cómo abordar y comunicar un suceso tan invasivo y machista.
5. Feminismo en vena
La serie conciencia sobre el peligro de la difusión de vídeos sexuales ajenos, por ejemplo: la fotografía de una vagina sirve para amenazar a una de las chicas del instituto. Finalmente, todas se cierran en banda y, para evitar ridiculizar a la víctima, acaban levantándose en el Salón de actos, una a una, y asegurando que esa vagina “es suya”. En ese mismo episodio, Maeve confiesa que, bajo su máscara de mujer dura, hay una chica que sufre por llevar tres años soportando sobre sus hombros las leyendas sexuales que se le atribuyen -como que, por ejemplo, una vez mordió un escroto, o que es promiscua-. Le cuenta a Otis que esas fábulas contra ella las creó un chico cuando ella le rechazó: clásica venganza machista que se sustenta en tildar de “puta” a una joven por elegir libremente su sexualidad. En otros capítulos, se cuestiona el modelo clásico de belleza femenina y las exigencias sobrehumanas que recaen sobre las mujeres.