No pensaba yo que Hunters fuera a dividir a la audiencia como lo ha hecho. Desde fuera todo parecía estar en orden. Jordan Peele en la producción de la serie, una nómina de directores competentes a los mandos, Al Pacino como reclamo publicitario y una historia atractiva para todos: un equipo de cazadores de nazis que a finales de los 70 buscan a aquellos que escaparon de Alemania y se refugiaron impunemente en EEUU. Los primeros tráilers no engañaban a nadie. Esto no era La lista de Schindler, sino que su estilo se iba a parecer más a Malditos Bastardos que a otra cosa.
Una versión pop y anti extrema derecha de Los Vengadores, con un equipo bizarro -una monja, un actor judío- en busca de asesinos nazis. Y sin embargo tras su estreno vi críticas destructivas a la serie de Amazon, como quien hubiera visto en bucle el final de Los Serrano de nuevo. Por supuesto, y como mandan los tiempos de redes sociales y críticas de 170 caracteres, también defensas a ultranza como si alguien acabara de ver una obra maestra incontestable.
Pues bien, siento deciros que no me posiciono ni con unos ni con otros. Después de ver Hunters debo decir que no me he sentido engañado ni un ápice. Es lo que esperaba encontrar, lo que prometían sus anuncios y, sobre todo, una serie muy entretenida. Cazar nazis es divertido. Lo demostró Tarantino, de quien la serie bebe hasta niveles insospechados, y lo demuestra ahora Hunters, con ese grupo salvaje tan delirante como efectivo. La Pantera Negra, el actor que se disfraza, los ancianitos de los que nadie sospecharía… cuando ellos están en pantalla y la serie es puro exploit me lo paso pipa.
Me gusta que hayan cogido un caso real, los nazis amparados por distintos países, entre ellos el nuestro, y lo conviertan en una serie de acción, llena de violencia, ritmo frenético, y con mucha ironía, y ahí está el principal problema, cuando se vuelve grave. Hunters son dos series, una es la que se desarrolla en el momento actual, que no se toma en serio a sí misma, y que hasta en sus arrebatos dramáticos (como esa escena inicial en la que un nazi mata a una familia de judíos en un casoplón con piscina ‘made in america’), funciona. La otra se cuenta en torno a flashbacks, y son salvajes -el ajedrez humano corta la sangre-, dramáticos y en un tono radicalmente diferente. ¿Funcionan? Sí. ¿Están justificados? También, ya que lo que se cuenta es una venganza por todo aquello, pero el tono es tan diferente que rompe la serie constantemente.
Tampoco aporta mucho, aunque no molesta, la tercera trama, la de la investigación de todo el complot para esconder a los nazis en la sociedad de EEUU. Y todo esto al final hace que los episodios duren más de lo debido. Un piloto no puede ser de hora y media a no ser que sea brillante. Y en el de Hunters hay momentos de puro disfrute y otros que pierde el foco. Dejar la serie en 45 minutos hubiera sido un error. O incluso en media hora, con misiones del equipo a todo trapo sin perderse en disertaciones sobre la venganza, mejor verla que hablar de ella.
Son cositas que van en contra de la serie pero que a uno se le olvidan cuando sale la patrulla antinazis pegando tiros y partiendo la pana, eso sí es lo que yo quiero ver en pantalla. Pese a todo me sorprende que se haya ido tan a cuchillo a por Hunters y se defienda como ‘placeres culpables’ series mucho más mediocres. En esta hay riesgo y mucha cara dura, y para los que hayan aguantado unos giros finales de quedarse con la boca abierta, porque si la serie es loca, sus cliffhangers deben serlo, y las dos últimas revelaciones, una de ellas marcando la línea de su posible segunda temporada, es de levantarse a aplaudir.